31 may 2014
Pequeñas Princesas: La caída del Reino Parte 6/11
"—Es muy pronto, no sabemos mucho aún, podríamos poner a la ciudad de cabeza.
—Como si no lo estuviese ya..."
Los pasos hacían eco en el vacío de la tienda. Los estantes repletos de zapatos, ropa colgando de ganchos en anaqueles y cientos de pequeños aparadores llenos de relojes caros, joyería, maquillaje y otras cosas de valor llenaban el enorme espacio que conformaba los pisos de la tienda. Una sombra se escabullía entre los distintos anaqueles, evitando las cámaras de seguridad que llenaban el lugar. Segundos de silencio eran seguidos por unos instantes de pasos acelerados, que casi de inmediato se silenciaban.
Mientras alguien acechaba el exterior de la oficina intentando evitar que las cámaras lo viesen, el hombre seguía llenando los papeles, ignorando por completo las cámaras de seguridad que se encontraban justo a un lado de él. Un par de veces la sombra logró ser observada por las cámaras, pero el desinterés por parte del hombre y la confidencia que él tenía acerca del hecho de que nadie intentaría hacerle nada, no le habían permitido observar a aquella sombra de esa persona quien buscaba venganza contra suya, y al mismo tiempo, sombra quien ignoraba el hecho de que podía correr libremente sin miedo a ser vista por las cámaras ya que el hombre no estaba prestando atención alguna a las mismas.
La sombra logró llegar hasta el pasillo que daba a la oficina principal, a la oficina cuya única luz era la que brillaba en todo el edificio. La sombra, sin importarle ya nada si era vista o no por la cámara, cruzó frente a la misma, ya había llegado muy lejos, ya no había razón para ocultarse, solo debía de entrar, hacer lo que fue a hacer, tomar las grabaciones e irse de allí.
Con cautela se acercó a la puerta, giró la perilla y la empujó lentamente, abriéndola con la más calma posible. Él seguía trabajando, ignorando por completo aquella persona parada frente a la puerta.
—Hola, ¿me recuerdas? Fui yo quien te hizo pasar esa vergüenza hoy por la mañana. Fui yo quien te lanzó ese gancho a la mandíbula y te hizo tirar al suelo, fui yo quien te derrumbó tu orgullo —Dijo aquella persona. Se quitó el sombrero que llevaba, el cual cubría su rostro, y cuando lo hizo, una enorme cabellera cayó sobre sus hombros, su rostro fue revelado, y de inmediato la expresión de alegría por parte del hombre se volvió una de horror al ver a Vanessa parada frente a la puerta.
—Tú... ¡Llamaré a la policía! —Le amenazó él mientras tomaba el teléfono sobre el escritorio y se alejaba de ella.
—Hazlo, no me importa —Le dijo Vanessa. Él de inmediato comenzó a marcar números en el teléfono, cuando alzó la mirada del teléfono y miró hacia la puerta, notó como Vanessa había desaparecido de allí, en cuestión de segundos ella había desaparecido. Él comenzó a sudar mientras con desesperación y horror buscaba a Vanessa por toda la oficina. Una mano subió por su espalda y llegó hasta su hombro, él en un principio había creído que era Vanessa, pero luego de inmediato recordó como ella había desaparecido en unos instantes. “¿Sería ella un fantasma?” Se preguntó él a si mismo mientras sentía la mano subir y descansar en su hombro. De inmediato se dio la vuelta, pero para su sorpresa, no había nadie detrás de él.
—¡Bah! —Le gritó Vanessa a un lado de su oreja. De inmediato él se horrorizó y cayó al suelo, soltando el teléfono y huyendo de donde Vanessa se encontraba parada.
—¡Aléjate de mí! —Gritó él mientras gateaba la salida de la oficina.
—pero, si apenas estamos comenzando. No hemos hablado del hecho de que has violado a cientos de chicas, quienes inocentemente vinieron aquí a buscar un trabajo —Le dijo Vanessa mientras caminaba hacia él. Se paró a su lado, y con una patada en la espalda lo derribó — ¿A cuantas?
—¿Qué?
—¿¡A cuantas chicas has violado en esta habitación!? —Le gritó Vanessa. Ella se paró en la espalda del hombre y comenzó a presionar contra el suelo.
—¡No sé, no sé, déjame en paz! —Contestó él. Se podía escuchar en su voz como se encontraba al borde, estaba a punto de estallar en lágrimas, tal vez de remordimiento, tal vez de miedo o de dolor. Fuesen cuales fuesen las causas de esas lágrimas, Vanessa las quería ver, quería verlo sufrir, y haría todo lo necesario para ver que eso ocurriese.
—Esa era la repuesta que esperaba... lo haz hecho tantas veces que no llevas ni la cuenta de cuantas veces ha ocurrido, ¿verdad? Eres un cerdo, un animal que no merece continuar viviendo. Yo respeto la vida, siempre y cuando esa vida respete la de los demás. Tal vez yo sea una hipócrita al estar quitándole la vida a los demás, pero, es algo que uno debe de hacer si quiere ver su ciudad limpia de escoria como tú. No me importa sufrir el mismo destino que los demás han sufrido, siempre y cuando haya llegado a ocurrir en manos de alguien que busca el mismo fin que yo: retomar esta ciudad y regresarla a su esplendor antiguo.
—¿De qué rayos estás hablando?
—¡Cierra la boca maldito cerdo!, ¿acaso alguien pidió tu opinión?, ¿acaso quieres que te comience a castigar desde este momento por todos las cosas horribles que has cometido ? Bien, lo haré, sólo déjame ver qué... ¡Aja! Esto servirá —Vanessa bajó de la espalda del hombre, caminó al escritorio y tomó una engrapadora que había sobre un montón de papeles. Apretó un par de veces la engrapadora en sus manos, y al ver como las grapas metálicas salían volando una sonrisa apareció en su rostro.
Ella se agachó frente al hombre, tomó su mano y colocó uno de los dedos debajo de la engrapadora. Con todas sus fuerzas dejó caer su puño sobre la engrapadora, y seguido de un grito de dolor el hombre comenzó a retorcerse y a gritar horrorizado mientras Vanessa llevaba otro dedo y lo colocaba debajo de la engrapadora. Él estaba petrificado del miedo, sus piernas no reaccionaban, no se movían como el ordenaba que lo hicieran. Una vez más Vanessa engrapó otro de los dedos del hombre. Él continuó gritando de dolor mientras el mismo proceso era repetido en los otros ocho dedos de su mano. Sangre salía de donde las piezas metálicas habían sido incrustadas, algunas directamente en la uña, otras en el resto del dedo, pero todas causando alguna molestia al hombre, quien rogaba y gritaba por su vida. Vanessa se levantó, caminó a un lado de él, y con un pequeño golpe en su cuello lo dejó inconsciente.
Al abrir los ojos, él trató de mover sus brazos, pero se encontró con que estos habían sido sujetados con cables que habían sido amarrados contra su silla. Trató de levantarse, pero sus piernas se encontraban en el mismo estado. Intentó moverse, pero estaba completamente sujeto a la silla, su pecho, al igual que su estómago habían sido bien amarrados en contra de la silla. Incluso su cabeza había sido sujetada contra la silla con cinta gris que había sido puesta alrededor de su frente y su barbilla. La mirada la tenía justo en dirección a donde sus manos se encontraban. Pudo ver como sus dedos aún sangraban por las grapas que seguían incrustadas en ellos, al llevar sus ojos a su alrededor para lograr ver que cosas había cerca, notó como su silla se encontraba del lado contrario del escritorio, dándole la espalda a la puerta. Había un par de pinzas, agujas, un martillo, uno de esos pequeños pero útiles accesorios que sirven para quitar las grapas a las hojas, y el teléfono que, como burlándose del hombre, se encontraba colocado justo a unos centímetros de distancia de sus manos.
—Despertaste... me preguntaba cuando lo harías —Le dijo Vanessa quien entró caminando al campo de visión del hombre —Estos, serán mis juguetes que usaré esta noche para, bueno, jugar contigo —Vanessa terminó de hablar con una pequeña risa —Me he desecho de las grabaciones, he pasado un imán sobre los discos, los he cortado en pedazos y los he quemado, lo mismo hice con las máquinas y con los archivos de respaldo de tu computadora, no sin antes, claro, haber quemado varias copias de los cientos de vídeos que tenías de cuando habías violado a todas esas chicas. Si bien, no podrán castigarte ya que estarás muerto, al menos se habrán de que todos los reportes que se te habían puesto eran ciertos, y que ellos hicieron un mal trabajo al no hacerles caso. Una perfecta venganza, ¿no lo crees? Tanto para ti, como para ellos, quienes han dejado que esto continúe —Ella lo miró con una sonrisa, él intentó hablar, pero cuando trató de abrir la boca notó como también su boca había sido cubierta con cinta, lo que evitaba que pudiese abrir la boca para poder hablar —He hablado demasiado, lo lamento, será mejor comenzar con nuestros juegos.
Vanessa caminó al frente de la mesa, tomó el pequeño accesorio de oficina y caminó al frente del hombre, estando allí, observó como este la miraba llena de miedo, ella sonrió y prosiguió. Acercó el utensilio a la mano derecha, metió uno de los dientes debajo de la grapa, y con mucha fuerza jaló. El hombre no podía gritar, pero a pesar de ello, horribles sonidos que eran causados por el dolor salían de su garganta. El utensilio terminó cubierto de sangre mientras el dedo, ahora sin uña, sangraba chorros de sangre. La uña había quedado atorada con la grapa, e incluso se había llevado consigo un buen trozo de piel y algo de carne, Vanessa sonrió. Agitó el accesorio, la uña junto con la grapa cayeron al suelo y ella se acercó al siguiente dedo. Hizo lo mismo, pasó uno de los dientes debajo de la grapa, pero esta vez no jaló con fuerza, no, esta vez lo hizo calmadamente. La uña comenzó a levantarse y a romperse por la mitad, en un par de minutos la grapa estuvo fuera, no sin haber roto por la mitad la uña y haber arrancado un trozo de carne. El hombre gemía y unas cuantas lágrimas corrían por su rostro. Vanessa sonrió.
—Vamos, no llores, es solo algo que haré un par de veces, verás que el resto de mis juegos serán mucho mejores —Le sentenció Vanessa mientras volvía a inclinarse y llevaba el utensilio de regreso a la mano.
Dos veces más repitió el mismo procedimiento, primer sacó con fuerza la grapa de la uña, obteniendo el mismo resultado que la primera vez, y luego sacó la grapa con mucha calma, esta vez terminando por romper la uña en dos y arrancándole un pedazo de piel. Cuando la cuarta grapa cayó al suelo, Vanessa se dio la vuelta, tomó el martillo y una de las agujas, y se inclinó de vuelta a la mano del hombre. Con cuidado de que la aguja no se cayese al suelo, Vanessa la colocó entre la uña y el dedo, una vez que la tuvo allí la sujetó con las yemas de sus dedos, miró al hombre y sonrió.
—Este es un nuevo juego, y este último dedo de tu mano derecha será el primero en presenciarlo —El tono en el que Vanessa había hablado era un tono que provocaba miedo, estaba muy tranquila ante toda la situación, no importaba cuanta sangre hubiese frente a ella, no parecía afectarle en nada.
Aún sujetando la aguja con su mano izquierda, Vanessa agarró velocidad llevando el martillo detrás de ella, y con una gran fuerza golpeó la cabeza del martillo contra la de la aguja, metiendo más de la mitad de la aguja en el dedo del hombre. Él se agitó lleno de dolor, la expresión en su rostro era una de dolor y de horror, la risa que Vanessa hacía mientras veía como la aguja entraba por debajo de la uña del hombre y desaparecía en el interior del dedo lo horrorizaba. Ella miraba aquella escena como si fuese algo de lo que debía de estar alegre, como si hubiese sido un gran logro para ella. Se alejó, regresó al escritorio y tomó un par de agujas, regresó al hombre, pero esta vez no se dirigió a su mano derecha, esta vez se dirigió a su mano izquierda, colocó ambas agujas debajo de la uña del pulgar, y repitiendo lo mismo que hace unos segundos, golpeó ambas agujas con la cabeza del martillo, enterrándolas profundamente en su dedo. Lo logró, logró repetir la misma acción dos veces e incluso con dos agujas. Ella estaba impresionada y fascinada, una enorme sonrisa apareció en su rostro, y como un infante descubriendo como funciona un juguete, ella tomó un montón de agujas y comenzó a replicar el mismo experimento, una y otra vez hasta que llegó hasta el último dedo.
Cada vez que las agujas penetraban por debajo de las uñas de sus dedos, el hombre gritaba de dolor, su garganta hacía ruidos, y si bien eran gritos, no podían ser escuchados por nadie más mas que solo él. Cuando Vanessa terminó, ella dejó caer el martillo al suelo y soltó un suspiró mientras se limpiaba el sudor sobre su frente.
—Rayos, cuanta diversión me has dado con esto, pero creo que es hora de continuar con otra cosa. Haremos algo emocionante. Si bien recuerdo, cinco chicas, incluyendo a mi predecesora, fueron despedidas durante el último año justo después de que las violaste, ¿no es así? —Le preguntó Vanessa. Ella fue al escritorio y tomó las pinzas, luego regresó y miró a los ojos al hombre —Comencemos con este nuevo juego, ¿sí? Por cada chica que hayas violado, te arrancaré una uña del dedo. En total fueron cinco, te arrancaré esa cantidad de uñas en su lugar. Ojalá esto te haga reflexionar... aunque sea, que te haga ver tus pecados... —El rostro de Vanessa ya no era uno que inducía el terror, si no que era uno de calma y de serenidad. El tono con el que había hablado daba la misma sensación, ya no eran palabras cortadas por sus risas, eran únicamente las palabras dichas con una gran seriedad, ya no era mas un juego para ella.
Vanessa acercó las pinzas al dedo, sujetó la pequeña cabeza de una de las agujas que se encontraba enterrada, y como si se tratase de alguien arrancando un enorme tallo del suelo, Vanessa jaló hacia arriba con todas sus fuerzas, arrancando la uña, la grapa y la aguja de un solo jalón. El dedo inmediatamente comenzó a sangrar y a lanzar chorros de sangre. Con las pinzas Vanessa sujetaba la aguja que esta misma sujetaba un pedazo de carne que tenía incrustada la uña y esta una grapa metálica. Él se sacudió del dolor, logró ver como lo que quedaba de su dedo se cubría rápidamente de sangre, pronto se le entumió, pero antes de poder si quiera darse unos segundos de descanso, él sintió como otra de las agujas en otro de sus dedos era movida levemente. Sus ojos se abrieron horrorizados al ver como Vanessa sujetaba una vez mas con las pinzas un par de agujas. La misma escena se repitió, las dos agujas fueron jaladas hacia arriba, pero solo una logró salir llevándose consigo un pequeño trozo de carne, la otra seguía allí, incrustada en el dedo.
—Oh, no, debía de salir junto con la otra, ¿ahora qué hago?, ¡Ya sé! —Vanessa sujetó la aguja con las pinzas e hizo el mismo movimiento de antes, jaló la aguja hacia arriba, y mientras él se sacudía intentando escapar, Vanessa veía como la carne que cubría la aguja comenzaba a partirse. La aguja por fin salió, y detrás de ella, justo de donde esta había salido, la carne se levantaba formando una línea recta justo por la mitad del dedo —¡Hagamos nuestro mejor esfuerzo para evitar que esto se repita, ¿sí?! —Dijo Vanessa de vuelta con su horrible tono burlesco y aquella sonrisa forzada que más que tranquilizar y hacer sentir bien más incomodaba y horrorizaba al hombre.
La aguja cayó al suelo, ella acercó las pinzas al siguiente dedo y repitió la acción una vez más. Esta vez las tres agujas que había enterradas salieron todas juntas arrancando gran parte del dedo. Repitió la acción una vez más, y todo iba bien, iba bien hasta que dos de las agujas no lograron salir junto con las demás.
—Oh, no... lo lamento, no debía de pasar. Pero ya que pasó, ¡hagamos algo por ello! —La voz infantil, su actitud incapaz de comprender la situación , no hacía más favorable nada. Ella sentía un gran placer al estar torturándolo, al estar arrancando sus uñas usando las agujas que momentos antes ella misma le había enterrado, al estar viendo como los vasos de los dedos se rompían y lanzaban chorros de sangre por todos lados.
Una última vez se repitió la misma acción, las cinco agujas que había incrustadas, para la suerte del hombre, salieron juntas, pero no evitando el hecho de que el dolor era insoportable y básicamente le habían dejado el dedo de la misma forma que las otras lo hicieron.
—Ahora que hemos terminado, antes de quitarte la vida, ¿te has dado cuenta de tus pecados, acaso te arrepientas de las cosas que has hecho?... Oh, cierto, no puedes hablar —Vanessa se acercó, le arrancó la cinta de la boca y luego caminó de vuelta hacia donde estaba.
—¡Maldita lunática!
—Oh, eso, no es lo que esperaba como respuesta. Mira, sé que, luego de lo que has visto no te parezco una persona cuerda, pero, lo estoy, simplemente estoy buscando la justicia. Oye, al menos agradece que estoy buscando la salvación de tu alma al preguntarte si te arrepientes de algo.
—Cierra la boca, estás loca, tu estás más loca que yo.
—Yo disfruto de matar, de torturar y de hacer sufrir a las personas, al menos yo les pongo un fin a su sufrimiento, mientras que tú, simplemente las atacas y profanas sus cuerpos e incluso buscas que su sufrimiento continúe. Hasta un grado somos idénticos, pero luego de eso somos completamente distintos. Como veo que aún sigues sin darte cuenta, mira, usa el teléfono, llama a la policía... rayos, hasta si quieres yo marco y los pongo a tu oído —Vanessa tomó el teléfono sobre la mesa, presionó tres botones y luego lo acercó a la oreja del hombre. Dos pitidos lograron escucharse, y cuando estos terminaron él gritó.
—¡Ayuda! ¡Me tienen encerrado y me quieren matar...! —Vanessa golpeó el teléfono con el martillo, desconectó el cable y miró al hombre.
—¡Nadie vendrá a ayudarte aunque tampoco es que les fuese posible hacerlo! —Vanessa, sujetando el cordón del teléfono rodeó el cuello del hombre y con todas sus fuerzas jaló contra este. De inmediato su garganta comenzó a hacer ruidos mientras ella hacía más y más presión contra su cuello. De un momento a otro ella dejó de aplicar fuerza contra el cable extendió rápidamente su mano sobre la de él —¡Quiero escucharte gritar una vez más! —Vanessa sujetó su mano y la presionó con todas sus fuerza, haciéndolo gritar de una forma en que nunca Vanessa había visto a nadie hacerlo. A pesar de que aquellos gritos de horror eran música para los oídos de Vanessa, ella casi de inmediato volvió a tomar el cordón del teléfono y volvió a presionar contra el cuello del hombre, cortando el grito que él se encontraba haciendo.
Su manzana de adán comenzó a ser presionada por el cable, él comenzó a ponerse rojo, a sudar con más intensidad, sus ojos se abrieron horrorizados y poco a poco comenzaron a llenarse de venas rojas; de su boca saliva salí, saliva que pronto se volvió espuma mientras el cable continuaba presionando contra su cuello. Las venas en su cuello comenzaron a hincharse mientras que los sonidos que salían de su garganta comenzaban a perder intensidad. Pronto el cordón se encontró levantando su cabeza más de lo que normalmente podía. En cuestión de instantes, él pasó de moverse violentamente de un lado a otro, a intentar escapar y a buscar una forma de soltarse, a quedarse completamente quieto; su garganta dejó de hacer ruidos, su cuerpo dejó de moverse, y las venas que antes se habían encontrado palpitando en su cuello dejaron de hacerlo. Vanessa se percató de que le había arrebatado la vida, soltó el cordón y vio como su cabeza caía hacia atrás, mostrando unas marcas en su cuello, marcas que el cordón le habían hecho.
—Oh cielos, he usado muchas cosas... aún tengo mucho tiempo —Dijo Vanessa mientras miraba el reloj de muro a un lado de las pantallas destrozadas que previamente habían mostrado lo que las cámaras podían ver.
A la mañana siguiente Vanessa llegó corriendo a la tienda, extrañamente la tienda se encontraba cerrada a los clientes para el momento en que ella llegó. Subió hasta donde era su área de trabajo y allí se encontró con Rodolfo, María y Samanta, quienes estaban siendo entrevistados por un par de oficiales de policía, cuando vieron a Vanessa llegar de inmediato fueron a hablarle.
—Disculpe, me han dicho que usted recibió un intento de ...
—¿De abuso? Sí, así es. Ese maldito gordo intentó violarme, me defendí y le lancé un gancho, luego salí de aquí, no sabía que hacer, no podía ni mirarlos luego de lo horrible que me hizo sentir ese hombre.
—Solamente corroborábamos.
—¿Acaso por fin tomarán cartas en el asunto y lo encerrarán? —Preguntó Vanessa curiosa por saber qué ocurría.
—No. Esta madrugada él llamó a la policía, al parecer estaba en problemas, cuando estos llegaron, lo encontraron sujetado en contra de su silla, con todos los dedos de sus manos con alguna clase de herida, y ahorcado con el cordón de un teléfono... El simplemente pensar en ello me horroriza... no quiero si quiera ver aquella horrible escena —Le contestó Rodolfo quien mostró un gesto de disgusto al responder su pregunta.
—Cielos...
Desde las escaleras una camilla con una enorme bolsa negra bajó acompañada de un par de paramédicos. Un hombre vistiendo una gabardina café, quien también llevaba un sombrero, bajó segundos más tarde. Estaba vestido como un detective, llevaba ropa muy similar, casi idéntica a esos detectives que salen en las películas. Vio al pequeño grupo quienes no le quitaban la mirada de encima y decidió caminar hacia ellos.
—¿Tienen alguna idea de quien pudo haber hecho algo así? —Preguntó el hombre con una voz grave.
—Él violó a muchas chicas durante su estancia aquí, es imposible saber con detalle a cuantas... pudo haber sido cualquiera de ellas —Le respondió Samanta.
—Vanessa, ¿cierto? —Dijo él mirando a Vanessa.
—Sí —Respondió ella un poco nerviosa por el tono en el que él hablaba.
—Vanessa, una pregunta sincera a la que espero que me respondas con una respuesta también sincera. ¿Fuiste tú quien hizo eso, fuiste tú quien lo atacó?
—Me intentó violar, salí de aquí huyendo, por ninguna razón regresaría y me pararía de vuelta frente a él —Le respondió ella.
—Y entonces, ¿qué haces aquí? —Preguntó él extrañado por su presencia.
—María me envió un mensaje, dijo que tenía que venir urgentemente.
—Es cierto, mírelo, aquí está el registro, fui yo quien la mandé traer. Me dijo que no quería venir pero de igual forma yo la hice hacerlo —María sacó su celular y se lo mostró al detective.
—Cierto. Bien, gracias.
—Espere, ¿hay algún sospechoso? —Le preguntó Vanessa.
—Lo que sabemos es que fue alguien que lo quería ver pagar... no es el primero que tenemos en la ciudad, pero eso sí, ha sido el asesinato más brutal que hemos visto... aunque en cierto sentido no se compara a los asesinatos del bosque. Bueno, si descubro algo más, los llamaré, lo mismo para ustedes —Dijo él mientras se alejaba.
—¿Acaso dijo que ha habido otros asesinatos? —Preguntó María asustada.
—Sí. Creo que había escuchado de ello. Hay un asesino serial que mata mujeres, y, si bien recuerdo, hay rumores de otro asesino en masa que está arrojando a los cuerpos de sus víctimas al bosque —Le respondió la otra chica.
—¿Dos asesinos? Cielos, está ciudad está plagada de caos. Necesitamos un súper héroe o algo así para poder salvar a esta ciudad —Dijo Samanta.
—Al parecer la tienda se quedará cerrada, así que será mejor irnos a nuestras casas —Les dijo Rodolfo mientras veía pasar de un lado a otro oficial tras oficial, todos buscando pistas sobre el asesino.
—Así parece —Finalizó Vanessa.
Mientras los cinco bajaban por las escaleras, el detective se encontraba mirando por una de las ventanas, en ese momento un oficial se le acercó.
—Los discos fueron destruidos, no hay forma de rescatar la información.
—¿Es totalmente eso cierto, acaso no hay forma alguna de rescatar la información de todos esos discos?
—No, no lo hay señor. Los discos duros fueron limpiados con un imán, les pasaron una carga eléctrica, los destrozaron y les prendieron fuego, como si no hubiese sido suficiente.
—¿Qué hay de la computadora?
—Igualmente. Destrozada y totalmente irreparable. Aunque, logramos encontrar información relacionada al hombre. Encontramos un disco intacto, al abrirlo encontramos que estaba lleno de vídeos de los momentos en que, bueno, él había cometido las violaciones a las chicas.
—Entonces, al final era cierto, él había intentado violarlas... La policía de esta ciudad, o es muy estúpida, o está tan corrupta que ignora por completo una serie de violaciones. No tendremos al asesino, pero sí información del mismo.
—¿Qué información?
—Bueno, velo desde la forma en que yo lo veo. Nuestras suposiciones eran correctas, este asesino, al igual que los otros dos casos buscaba venganza. Sabemos qué es lo que busca, nos será más fácil encontrarlo sabiendo esto.
—Entonces... significa que tenemos a dos asesinos...
—¿Sólo a tres? ¡Tenemos a cinco malditos asesinos en la ciudad!, ¿Acaso olvidaste a los tres asesinos de los bosques? ¡Maldita sea, esta ciudad plagada de personas peligrosas!
El hombre se rascó un par de veces más su barba, señaló con su dedo varios puntos en el mapa frente a él, y luego retrocedió un par de pasos.
—No creo que encontremos nada más si nos quedamos viendo a ese estúpido mapa —Le dijo un hombre con una gabardina café.
—Lo sé, pero no podemos hacer mucho, no hasta que lleguen las nuevas autopsias y sepamos quienes son las otras víctimas —Respondió él mientras seguía mirando el enorme mapa.
—Hablando de ello, creo que encontré a un posible cuarto asesino.
—Me estás jodiendo, ¿no?
—No. Este nuevo asesino lleva tres víctimas, la primera fue el padre de una niña, él recibió reportes de abuso por parte de sus vecinos y su ex-ex-esposa; la segunda fue una estudiante de universidad quien fue atacada en medio de la noche, murió desangrada al recibir varias apuñaladas en el cuello y en el pecho, se había expulsado a aquella chica de la universidad luego de haber atacado a una de sus compañeras y haberla mandado al hospital. Fue expulsada junto con sus dos amigas; y la tercer víctima con tan solo un par de días de haber muerto, murió ahorcado luego de que lo torturaron engrapándole los dedos, metiéndole agujas bajo los dedos y luego arrancándoselas. Él tenía varios reportes de abuso, intento de violación y violación a varias de sus empleadas, todas afirmaban que las habían intentado violar, unas afirmaron que las violaron.
—Espera, todas fueron venganzas, ¿no? —preguntó el hombre de la barba.
—Así parece.
—Nuestros otros tres asesinos han matado a violadores, ladrones, alcohólicos, suicidas, drogadictos, abusadores... han matado básicamente a la escoria de la ciudad.
—Pueden estar relacionados.
—Pero la diferencia entre esos tres y este posible nuevo asesino es que, él parece que quiere que la ciudad vea sus acciones, vea lo que hace, mientras que los otros tres parecen estar matando a escondidas, haciendo sus actos por debajo del agua.
—Puede ser posible que se conozcan, no lo sé, cuatro personas buscando algo así en esta ciudad, las cuatro matando a los mismos grupos de personas, me parece que es muy probable que se conozcan.
—Con suerte y no se conocen... Oye, espera, ¿acaso no teníamos ya perfiles de ellos?
—Sí, están por allí entre los montones de papeles que hay en la mesa —Señaló el hombre a una enorme mesa a un lado de ambos, mesa que se encontraba con cientos de papeles cubriéndola, algunos de ellos ya en el suelo.
—De acuerdo a los datos que tenemos, ¿acaso el carnicero no tenía una satisfacción al cortar en pedazos a sus víctimas, acaso no sentía bien el torturarlos?
—Sí... espera, ¿no estarás pensando qué...?
—Sí, uno de nuestros asesinos puede ser este nuevo asesino del que tanto hablas. Se ha estado conteniendo, o tal vez se está liberando, y por eso es que se han dado estas muertes tan brutales... ¡Es algo plausible!
—Lo sé... pero, entonces, significa que, encontramos la debilidad de uno de ellos. En algún momento, cuando vuelva a atacar, las probabilidades de que olvide algo serán más grandes.
—Cierto, los tres homicidios han escalado, pasó de matar con unas tijeras a torturar y a ahorcar con un cable de teléfono. La siguiente vez que ataque no será tan cauteloso y olvidará algo.
—Tenemos que revelar los detalles de los asesinos entonces —Dijo una chica quien entró en la habitación.
—Es muy pronto, no sabemos mucho aún, podríamos poner a la ciudad de cabeza —Le advirtió el hombre de la gabardina.
—Como si no lo estuviese ya. Hay un maldito asesino de chicas suelto por las calles ahora mismo, tres asesinos matando gente en un bosque y ahora, un quinto asesino, que si bien podría ser uno de los anteriores, igual es muy peligroso. Si revelamos datos sobre ellos, es probable que más información comience a llegarnos, podremos encontrar culpables más rápidamente —Le explicó la chica mientras le mostraba con detalle como era la situación de la ciudad al mostrarle una vez más la montaña de papeles que cubría la mesa.
—Es cierto... Haremos eso. Mientras tanto tendremos que investigar a fondo las recientes víctimas y buscar lazos entre cada uno de ellos.
—Estamos cerca, pronto encontraremos a su asesino —Dijo la chica con alegría.
—Lo haremos, pronto ocurrirá, pronto encontrarás al asesino de Ernesto... —Le finalizó el hombre de la barba mientras colocaba una de sus manos en el hombro de la chica.
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