Comienzo del segundo llanto: Tragedias
Primer lágrima
Había
una vez tres princesas, que con el paso del tiempo crecieron hasta
volverse en adolescentes. Las tres decidieron entrar a la misma
preparatoria, y así lo hicieron, lograron entrar juntas, pero hubo
un problema: las separaron a las tres, repartiéndolas en tres
diferentes salones. Pasaban gran parte del día separadas, pero en
cuanto llegaba el descanso las tres iban y se reunían en una mesa
que había en el jardín de la institución. Allí pasaban el rato
quejándose de sus compañeros, de sus profesores, haciendo tareas
que no habían hecho o adelantándose al trabajo de las clases. Muy
pocas veces comían durante el descanso, y cuando lo hacían eran
rebanadas de pastel, dulces o golosinas. A veces llevaban sus logros
y se los mostraban a las otras con mucho orgullo. Al termino de las
clases las tres iban y se reunían en la misma casa en donde lo
habían hecho durante años. Allí, se ponían a continuar
practicando con sus habilidades.
Las
tres princesas habían crecido, y se habían vuelto en ya casi unas
mujeres, unas aprendieron de la peor forma algunas lecciones,
mientras que otras no aprendieron mucho.
La
princesa del agua, conocida como “Sofía”, continuó viendo a su
padre entrar y salir de diferentes relaciones, se dio cuenta de lo
débil que él era, y de como sus parejas siempre terminaban usándolo
o jugando con él. Ella siempre salía a protegerlo cuando las cosas
se volvían peligrosas, siendo ella quien sacaba a sus parejas de la
casa. Ella continuó usando su habilidad, poco a poco la fue
perfeccionando, ahogando desde pequeñas ratas y aves, hasta perros y
gatos. Pero su habilidad no se detuvo allí, comenzó a usar otras
sustancias para ahogar a sus víctimas, ya no era solo agua, si no
que comenzó a usar aceites, gasolinas y otras sustancias. En la
escuela ella siguió siendo la misma de antes, a veces responsable y
otras veces le daba la menor importancia a ella, tenía otras amigas
además de las tres princesas, quienes siempre la cuestionaban de su
relación con las otras dos.
La
pequeña princesa, a quien la llamaban por el nombre de “Vanessa”,
se volvió una completa rebelde cuando tuvo la edad y el dinero
suficiente para poder salir de su casa. Siempre que podía salía de
fiesta ignorando por completo las reglas que sus padres le imponían.
Era una arrogante y una grosera con sus padres, y también con sus
hermanos, a quienes cada vez que podía les decía groserías o los
atacaba físicamente arrojándoles cosas. Parecía ser muy
extrovertida diciendo que tenía fiestas a donde ir, o que uno de sus
novios la iba a llevar de paseo, pero la realidad era otra: Durante
clases ella se iba al fondo del salón y allí se quedaba todo el
tiempo, no prestaba atención a las clases, sus calificaciones eran
muy bajas, y además, sus compañeros se burlaban de ella, tanto por
su forma de vestir, como por su forma de pensar, y por su estado
físico, que no era el más atractivo según el pensamiento de ellos.
Se burlaban de sus granos, de su cabello descuidado, de su sobre
peso. Ella todos los días esperaba con ansias la reunión diaria con
las otras dos princesas, para poder así tener un poco de diversión
luego del estrés diario que tenía que pasar. Sus habilidades habían
crecido bastante, pasando de cortar y unir seres de felpa, a crear
cosas usando seres vivos... o que en algún momento estuvieron vivos;
pero sus habilidades no solo se limitaron a la creación de
criaturas, si no que se extendieron a la creación de ropa hecha por
ella misma a partir de otras prendas, ropa que ella vestía cuando la
terminaba. No tenía amigas aparte de las otras dos princesas, siendo
ellas las únicas con las que hablaba de una manera amigable y
social.
Y la
última princesa, la princesa del crepúsculo, cuyo nombre era
“Erika”. Ella fue la que más cambios tuvo en los últimos años,
siendo el más destacable el hecho de que se volvió social, comenzó
a hablar con los demás, y tuvo la oportunidad de sentir un amor
materno de nuevo. Con el encuentro con la mujer el día de su
cumpleaños, poco a poco su relación comenzó a estrecharse, ella
pasaba más tiempo en la casa de la mujer que en “su” casa, en
donde un ser horrible vivía y mandaba. Poco a poco fue dejando a un
lado el miedo a su hermano, incluso comenzó a enfrentarse contra él,
claro, a veces salía lastimada, pero cada vez que ella lo enfrentaba
sentía como su autoestima subía. Al descubrir que muchos de sus
problemas sociales habían sido causados por su miedo a su hermano,
comenzó a hablar con otras personas casi el mismo día en que se
enfrentó con su hermano por primera vez. Poco a poco fue teniendo
más amigos y amigas, rodeándose de personas que le deseaban lo
mejor, que la querían y la apreciaban. A diferencia de las otras dos
princesas, su vida había cambiado para bien. Sus calificaciones eran
altas, pero eso no evitaba que se pudiera divertir un poco con sus
amigos. El hecho de ir con las otras dos princesas ya no le importaba
tanto, incluso, solo iba a reunirse dos veces a la semana con ellas a
la casa, y el resto de los días los pasaba con sus amigos de la
escuela o con la mujer que había decidido tomarla en sus brazos. Su
habilidad era un poco inestable, a cada segundo pensaba en como podía
prender algo en fuego, cargaba con un par de encendedores a cualquier
lugar a donde iba, además de que cargaba cerillos en su mochila
cuando iba a la escuela. Regularmente quemaba juguetes hasta dejarlos
deformes, otras veces le prendía fuego a los contenedores de basura.
Había comenzado a buscar sustancias inflamables, empezó usando
fijador de cabello y desodorante en aerosol, poco después comenzó
a usar gasolina y aceites. Su manía por ver fuego, por oler el humo,
por sentir el calor de las llamas era extrema, era un milagro que no
hubiera terminado quemada ni una sola vez.
Sí,
las tres princesas habían cambiado mucho con el paso de los años:
maduraron, otras perdieron la confianza que tenían. Pero eso es solo
un efecto del tiempo, era inevitable que ocurriera: no importa que
hubieran hecho, igualmente hubieran terminado cambiando. Esto
continuaría repitiéndose varias veces a lo largo de su vida...
—Dime la respuesta de la cincuenta y dos —Le dijo
Vanessa a Erika.
—Es diecisiete al cuadrado sobre dos —Le contestó Erika.
—Gracias. Déjame veo si puedo hacer la siguiente. “Si un avión viaja a dos kilómetros por hora...”
—¿”Dos Kilómetros por hora”?, ¿qué clase de basura es esa? A ver, déjame ver esa pregunta —Le dijo Sofía.
—Es diecisiete al cuadrado sobre dos —Le contestó Erika.
—Gracias. Déjame veo si puedo hacer la siguiente. “Si un avión viaja a dos kilómetros por hora...”
—¿”Dos Kilómetros por hora”?, ¿qué clase de basura es esa? A ver, déjame ver esa pregunta —Le dijo Sofía.
Ambas
se reían de la pregunta con la que se habían encontrado. Erika
estaba haciendo lo mismo cuando por atrás de ella llegaron unas de
sus amigas.
—Erika, ¿te podemos pedir un favor? —Le dijeron dos mujeres con timidez.
—No, no hay problema, ¿qué es? —Contestó ella.
—¿Te gustaría ser parte de nuestro equipo de ciencias?
—Ah, era eso... Claro que sí, sería tonto de mi parte no hacerlo —Contestó ella con alegría.
—Perfecto... otra cosa, vamos a reunirnos de ahora en adelante durante el receso para poder adelantar el trabajo, empezando desde hoy —Le añadieron las chicas.
—Oh, ¿Les importa si me voy? —Les dijo Erika mientras veía a las otras dos princesas.
—No, puedes irte, te vemos después de clases —Le dijo Sofía.
—Erika, ¿te podemos pedir un favor? —Le dijeron dos mujeres con timidez.
—No, no hay problema, ¿qué es? —Contestó ella.
—¿Te gustaría ser parte de nuestro equipo de ciencias?
—Ah, era eso... Claro que sí, sería tonto de mi parte no hacerlo —Contestó ella con alegría.
—Perfecto... otra cosa, vamos a reunirnos de ahora en adelante durante el receso para poder adelantar el trabajo, empezando desde hoy —Le añadieron las chicas.
—Oh, ¿Les importa si me voy? —Les dijo Erika mientras veía a las otras dos princesas.
—No, puedes irte, te vemos después de clases —Le dijo Sofía.
Ella
tomó sus cosas y se fue junto con las dos mujeres, desapareciendo de
la vista de las otras dos.
—Oye, ¿cómo te ha ido con ellos, te siguen molestando? —Le preguntó Sofía a Vanessa.
—Sí. No dejan de hacerlo no importa cuanto se los pida. Tampoco quiero ser muy agresiva con ellos —Le contestó ella tímidamente.
—Pero si no lo eres entonces ellos seguirán molestándote. Debes de hacer algo que los detenga de una vez por todas.
—Pero...
—Sin peros. No quiero verte así de deprimida. Eres mi amiga y deseo lo mejor para ti —Le sentenció Sofía.
—Gracias —Le dijo Vanessa —Tenemos que terminar estos trabajos para antes de que se acabe el receso. Apúrate.
—Oye, ¿cómo te ha ido con ellos, te siguen molestando? —Le preguntó Sofía a Vanessa.
—Sí. No dejan de hacerlo no importa cuanto se los pida. Tampoco quiero ser muy agresiva con ellos —Le contestó ella tímidamente.
—Pero si no lo eres entonces ellos seguirán molestándote. Debes de hacer algo que los detenga de una vez por todas.
—Pero...
—Sin peros. No quiero verte así de deprimida. Eres mi amiga y deseo lo mejor para ti —Le sentenció Sofía.
—Gracias —Le dijo Vanessa —Tenemos que terminar estos trabajos para antes de que se acabe el receso. Apúrate.
Llegó la hora de regresar a clases, ambas tomaron sus
cosas y se despidieron. Vanessa fue hacia el laboratorio de ciencias,
en donde tendría la siguiente clase. No fue la primera en entrar,
pero tampoco fue la última, allí se encontraban unos de sus
compañeros, siendo específicos, quienes se burlaban de ella. Ellos
se encontraban sentados en el lugar a donde ella siempre iba y se
sentaba, por lo que tuvo que sentarse en otro lugar para poder
evitarlos. Poco a poco el salón fue llenándose, algunos miraban a
Vanessa, extrañados de que ella no estuviese en el lugar donde
siempre se sentaba, volteaban la mirada a su esquina, en donde vieron
al pequeño grupo reírse a carcajadas. Algunos incluso se sintieron
apenados por el la situación en la que Vanessa se encontraba, y
siendo amigables decidieron agregarla a su pequeño grupo. Ella no se
sentía muy cómoda estando fuera de su área segura, del lugar en
donde se sentaba y esperaba a que la clase terminara, sonreía
nerviosamente a los comentarios de sus compañeros, veía como todos
anotaban en sus libretas lo que el profesor escribía en el pizarrón,
ella hizo lo mismo, tratando de camuflarse entre los demás. Una
chica miraba con detalle lo que ella hacía, escribía en su libreta,
pero no solo lo que había en el pizarrón, si no que también lo que
él decía. Escribía al mismo tiempo dos diferentes cosas. Cuando
terminó de explicar, ella había gastado ya un par de páginas
mientras que los demás apenas llevaban la mitad.
—Anotaste todo, yo apenas pude anotar una parte de lo que dijo —Le dijo la chica quien miraba la libreta con curiosidad.
—Gracias —Le respondió Vanessa con timidez.
—Anotaste todo, yo apenas pude anotar una parte de lo que dijo —Le dijo la chica quien miraba la libreta con curiosidad.
—Gracias —Le respondió Vanessa con timidez.
El
profesor anotó unas instrucciones en el pizarrón, esperando a que
todos las anotaran y las hicieran, luego salió del salón.
Vanessa anotó rápidamente las instrucciones y comenzó
a hacerlas, la chica a su lado estaba impresionada por lo rápido que
lo hacía.
—Oye, ¿te gustaría juntarte con nosotros más seguido? —Le dijo la chica.
—¿Disculpa? —Preguntó Vanessa extrañada.
—Si te gustaría sentarte aquí con nosotros durante la clase de ciencias.
—Oye, ¿te gustaría juntarte con nosotros más seguido? —Le dijo la chica.
—¿Disculpa? —Preguntó Vanessa extrañada.
—Si te gustaría sentarte aquí con nosotros durante la clase de ciencias.
Ella
miraba a la chica, no sabía que contestarle a aquella extraña y
espontánea petición.
—Mira a la gorda, está haciendo amigos —Dijo alguien en la parte de atrás del salón.
—Mira a la gorda, está haciendo amigos —Dijo alguien en la parte de atrás del salón.
Vanessa
miró en la dirección de donde vino el comentario, allí estaban los
que siempre la molestaban, y cuando ella los miró simplemente se
rieron.
—No les hagas caso, son unos idiotas.
—No les hagas caso, son unos idiotas.
Vanessa
regresó a trabajar como la chica le dijo, poco a poco comenzó a
hablarle a la chica.
—Sí, me gustaría sentarme aquí con ustedes —Le dijo Vanessa con nerviosismo.
—¿En serio? Pero creí que no te gustaba estar con personas —Le dijo otra chica frente a ella.
—No, pero si quiero tener una estancia confortable en este lugar, debo de hacer algunos amigos.
—¿Y qué hay de tus amigas con las que siempre te juntas en descanso? —Le preguntó la chica.
—Ya lo dijiste, solo es durante el descanso. Me gustaría tener amigas durante clases. Me gustaría tener más que solo dos amigas.
—Que bueno que decidas cambiar. Esa actitud tuya nunca te hubiera llevado a nada .
—No puedo creerlo. Mira como plática con ellas. No sé como no se ha desmayado.
—¿Por estar gorda o por que es una tímida?
—Ambas. Increíble que pueda hablar tanto sin que se quede sin aire.
—Sí, me gustaría sentarme aquí con ustedes —Le dijo Vanessa con nerviosismo.
—¿En serio? Pero creí que no te gustaba estar con personas —Le dijo otra chica frente a ella.
—No, pero si quiero tener una estancia confortable en este lugar, debo de hacer algunos amigos.
—¿Y qué hay de tus amigas con las que siempre te juntas en descanso? —Le preguntó la chica.
—Ya lo dijiste, solo es durante el descanso. Me gustaría tener amigas durante clases. Me gustaría tener más que solo dos amigas.
—Que bueno que decidas cambiar. Esa actitud tuya nunca te hubiera llevado a nada .
—No puedo creerlo. Mira como plática con ellas. No sé como no se ha desmayado.
—¿Por estar gorda o por que es una tímida?
—Ambas. Increíble que pueda hablar tanto sin que se quede sin aire.
El
pequeño grupo siguió burlándose de ella. Vanessa intentaba
calmarse mientras escuchaba las burlas contra ella, pero no podía,
no lograba quedarse inmersa en el trabajo como para evitar escuchar
las burlas. Poco a poco se llenó de enojo y rabia, de frustración,
las burlas no paraban, continuaban una tras otra. Ella ya no podía
soportarlo más, llegó al punto en que el estrés era tanto, que
terminó por reventar. Apretó con fuerza el lápiz que tenía en sus
manos, lo hizo con tanta fuerza que terminó por romperse a la mitad,
eso fue la chispa que encendió la pólvora. Se levantó de su
asiento, levantó la silla en donde se encontraba sentada y se las
arrojó al grupo. La silla le dio a alguien en la cabeza, dejándolo
en el suelo.
—¿Pero qué mierda? —Dijo alguien del grupo al ver a su amigo en el suelo.
—¿Pero qué mierda? —Dijo alguien del grupo al ver a su amigo en el suelo.
El
resto de sus compañeros salieron corriendo del salón al ver como
Vanessa había reaccionado, ella aprovechó que se habían ido para
tomar algunas de las sillas que había y se las arrojó a los
otros.
—No dejaré que me traten de esa forma —Les dijo Vanessa con un tono imponente.
—No dejaré que me traten de esa forma —Les dijo Vanessa con un tono imponente.
Una de
las chicas trató de huir mientras Vanessa estaba distraída
gritándoles a los demás, pero no fue lo suficientemente rápida
como para escapar de la furia de Vanessa. Ella logró ver como
gateaba, y llena de enojo le arrojó una silla. La silla la golpeó
directamente en la espalda, dejándola tendida en el suelo.
—¡Basta, déjanos en paz! —Le suplicó una de las chicas mientras lloraba llena de miedo.
—¿Creen que no les pedí eso muchas veces? Se los pedía cada día, esperaba a que ustedes me dejaran en paz, pero siempre volvían por más, nunca me dejaban.
—Lo haremos, pero por favor, déjanos tú en paz.
—Espero que hayan aprendido su lección —Les sentenció Vanessa.
—¡Basta, déjanos en paz! —Le suplicó una de las chicas mientras lloraba llena de miedo.
—¿Creen que no les pedí eso muchas veces? Se los pedía cada día, esperaba a que ustedes me dejaran en paz, pero siempre volvían por más, nunca me dejaban.
—Lo haremos, pero por favor, déjanos tú en paz.
—Espero que hayan aprendido su lección —Les sentenció Vanessa.
Ella
se dio la vuelta, dejó caer las dos sillas que tenía en sus manos y
caminó alejándose de ellos.
—Sí, lárgate maldita gorda —Dijo el único hombre del pequeño grupo que la molestaba.
—Sí, lárgate maldita gorda —Dijo el único hombre del pequeño grupo que la molestaba.
Ella
se dio la vuelta, corrió en dirección del hombre, agarró la silla
del suelo mientras corría y la lanzó contra el chico. Este logró
esquivar el ataque, pero no logró evitar que ella le diera con otra
silla.
—Estaba por dejarlos ir, pero ahora tendrán que pagar por todo lo que hicieron.
—¡No, déjalo en paz! —Le suplicó una de las chicas mientras veía como Vanessa preparaba su siguiente ataque..
—Estaba por dejarlos ir, pero ahora tendrán que pagar por todo lo que hicieron.
—¡No, déjalo en paz! —Le suplicó una de las chicas mientras veía como Vanessa preparaba su siguiente ataque..
Vanessa
tomó una de las sillas y con ella comenzó a golpear al chico una y
otra vez. Vanessa tenía una expresión que provocaba miedo, incluso
hizo que las otras chicas salieran huyendo del salón horrorizadas.
Ella golpeaba repetidamente al hombre con la silla, este estaba en
posición fetal con sus brazos cubriendo su cabeza. Una y otra vez,
ella arremetía contra el chico que yacía en el suelo, no fue hasta
que ella se cansó que decidió dejar de golpearlo. Él seguía en el
suelo, lloraba de dolor, de miedo, tenía heridas abiertas en sus
brazos y piernas luego del los fuertes golpes que le dio Vanessa.
—Vuelve a burlarte de mí, y la siguiente vez no te dejaré hasta que mueras —Le sentenció Vanessa.
—Vuelve a burlarte de mí, y la siguiente vez no te dejaré hasta que mueras —Le sentenció Vanessa.
Vanessa
salió del salón, el resto de sus compañeros estaban afuera, habían
escuchado todo lo que había pasado dentro.
—¿Estas bien? —Le preguntó la chica con la que había charlado antes.
—Sí, me siento mucho mejor. Voy a saltarme el resto de la clase, ¿Podrías llevar mis cosas al salón cuando acabe la clase? —Le dijo Vanessa.
—Sí, claro.
—¿Estas bien? —Le preguntó la chica con la que había charlado antes.
—Sí, me siento mucho mejor. Voy a saltarme el resto de la clase, ¿Podrías llevar mis cosas al salón cuando acabe la clase? —Le dijo Vanessa.
—Sí, claro.
Vanessa
se alejó, mientras sus compañeros de clase entraban al salón y
veían como dejó al hombre. Ella fue a la mesa en donde siempre se
reunía con las otras princesas, se sentó, y pasó el resto de la
hora allí.
No
pasó mucho tiempo antes de que alguien la molestara.
—¡Hey, tú! —Alguien llamó su atención, ella miró en su dirección —Me han dicho que has sido quien ha atacado a un par de sus compañeros, ¿es correcto?
—Sí, y lo volvería a hacer si fuese necesario.
—Ven conmigo, te llevaré con la directora, ella sabrá que hacer contigo. Espero que te suspendan, o mucho peor, que te expulsen —Le sentenció el hombre.
—¡Hey, tú! —Alguien llamó su atención, ella miró en su dirección —Me han dicho que has sido quien ha atacado a un par de sus compañeros, ¿es correcto?
—Sí, y lo volvería a hacer si fuese necesario.
—Ven conmigo, te llevaré con la directora, ella sabrá que hacer contigo. Espero que te suspendan, o mucho peor, que te expulsen —Le sentenció el hombre.
Él era el prefecto de la escuela, nunca había
conocido a Vanessa, por lo que su juicio sobre ella era un juicio
general, pensando que ella había tenido la culpa de todo. Él la
llevó del brazo, Vanessa no se quejó ni dijo nada, no hasta que
estuvo la oficina de la directora. Mientras caminaba hacia allí,
pudo ver como un par de sus compañeros miraba a lo lejos. Llegó al
interior de la oficina de la directora, ella esperaba sentada en su
silla, al ver entrar a Vanessa se paró.
—Lo que hiciste fue algo horrible. Le sacaste sangre a varios de tus compañeros, les dejaste moretones, a uno le abriste la cabeza. Tus actos son imperdonables. Recibirás un castigo que sea equivalente a tus actos.
—¿Me castigarán por hacer justicia? —Preguntó Vanessa extrañada.
—¿”Justicia”? Dejaste a uno de ellos inconsciente.
—Y era necesario si quería que aprendieran a respetar a los demás —Le añadió ella.
—¿Qué?
—Ellos todo el tiempo se burlaban de mí, me decían cosas, incluso a veces me agredían físicamente. ¿Cree que hubiera dejado que siguieran así? No, debía de hacer algo. Y lo hice, les enseñé a respetar, a no molestar.
—Pudiste habernos dicho en lugar de hacer justicia por ti misma.
—¿Y cree que castigarles con una suspensión sería suficiente como para darles una lección? No. A veces las lecciones se aprenden de las formas mas duras y difíciles.
—Tengo que hablar con algunos de tus compañeros para corroborar tu historia. Ve y busca a varios de ellos —Le ordenó la directora al prefecto.
—¿Así que no me cree? No me importa. Solo me importa el hecho de que ellos ya no cometerán actos como este.
—Si es cierto, entonces debo de repetírtelo. No debiste de hacerlo por tu cuenta, debiste de haber hablado con alguien para que él tomara las medidas necesarias.
—No hay nadie con quien pueda hablar, excepto mis dos y únicas amigas en el mundo.
—¿Cómo se llaman?
—Sofía y Erika, son de los salones...
—Lo que hiciste fue algo horrible. Le sacaste sangre a varios de tus compañeros, les dejaste moretones, a uno le abriste la cabeza. Tus actos son imperdonables. Recibirás un castigo que sea equivalente a tus actos.
—¿Me castigarán por hacer justicia? —Preguntó Vanessa extrañada.
—¿”Justicia”? Dejaste a uno de ellos inconsciente.
—Y era necesario si quería que aprendieran a respetar a los demás —Le añadió ella.
—¿Qué?
—Ellos todo el tiempo se burlaban de mí, me decían cosas, incluso a veces me agredían físicamente. ¿Cree que hubiera dejado que siguieran así? No, debía de hacer algo. Y lo hice, les enseñé a respetar, a no molestar.
—Pudiste habernos dicho en lugar de hacer justicia por ti misma.
—¿Y cree que castigarles con una suspensión sería suficiente como para darles una lección? No. A veces las lecciones se aprenden de las formas mas duras y difíciles.
—Tengo que hablar con algunos de tus compañeros para corroborar tu historia. Ve y busca a varios de ellos —Le ordenó la directora al prefecto.
—¿Así que no me cree? No me importa. Solo me importa el hecho de que ellos ya no cometerán actos como este.
—Si es cierto, entonces debo de repetírtelo. No debiste de hacerlo por tu cuenta, debiste de haber hablado con alguien para que él tomara las medidas necesarias.
—No hay nadie con quien pueda hablar, excepto mis dos y únicas amigas en el mundo.
—¿Cómo se llaman?
—Sofía y Erika, son de los salones...
Vanessa
le dijo información respecto a las otras dos princesas, una vez que
supo sus nombres completos y los salones en donde ellas se
encontraban, las citó a la dirección usando los parlantes que había
en cada salón. No tardaron en llegar, y lo hicieron al mismo tiempo
que algunos de los compañeros de Vanessa. Entre todos narraron lo
que había pasado entre Vanessa y los compañeros a quienes había
atacado. Las dos princesas no sabían mucho, solo sabían que había
algunas personas que habían estado molestándola. Poco a poco la
directora fue dándose una idea más clara de lo que había ocurrido,
llegando a la conclusión de que Vanessa lo hizo al explotar, luego
de pasar tanto tiempo guardando rencor, ira y furia. Para corroborar
aún más la historia, llamó a las víctimas. De los cinco que
conformaban el grupo, cuatro mintieron, diciendo que ella se había
vuelto loca y de la nada los atacaron, solo una decidió decir la
verdad, esa única persona que dijo la verdad, fue suficientemente
clara y específica con los detalles, que le permitió corroborar a
la directora que lo que los compañeros, las otras dos princesas y lo
que la misma Vanessa había dicho era cierto.
Todos salieron de la oficina exceptuando al grupo al
que Vanessa atacó, esperaron afuera, Sofía, Erika y la chica de
antes estaban a un lado de Vanessa.
—Te dije que hicieras algo, pero no algo como esto —Le dijo Sofía.
—No había nada más que hacer. Llegué a mi límite. SI no lo hacía, hubiera terminado haciéndolo conmigo misma —Le explicó Vanessa.
—La directora tiene razón, debiste de haber hablado con alguien —Le dijo la chica.
—Habló con nosotras. Pero como has visto, no ha servido de mucho —Le dijo Erika.
—Sirvió de mucho. Lo que me dijiste acerca de cambiar, lo hice, lo cumplí, cambié —Dijo Vanessa.
—Te dije que hicieras algo, pero no algo como esto —Le dijo Sofía.
—No había nada más que hacer. Llegué a mi límite. SI no lo hacía, hubiera terminado haciéndolo conmigo misma —Le explicó Vanessa.
—La directora tiene razón, debiste de haber hablado con alguien —Le dijo la chica.
—Habló con nosotras. Pero como has visto, no ha servido de mucho —Le dijo Erika.
—Sirvió de mucho. Lo que me dijiste acerca de cambiar, lo hice, lo cumplí, cambié —Dijo Vanessa.
La
puerta al interior de la oficina se abrió, los que estaban dentro
salieron con la cabeza abajo, detrás de ellos iba la
directora.
—Vanessa, no debiste de hacer lo que hiciste, debiste de decírnoslo para que nosotros nos encargáramos. Te llevarás una suspensión de un día como castigo. Ellos, por hacer todo lo que te hicieron, se llevaran una suspensión de una semana, y si encontramos a otros alumnos que también fueron afectados por su violencia, sus abusos y sus burlas, entonces les expulsaré y veré que no tengan la oportunidad de entrar a otras instituciones —Le sentenció la directora.
—Vanessa, no debiste de hacer lo que hiciste, debiste de decírnoslo para que nosotros nos encargáramos. Te llevarás una suspensión de un día como castigo. Ellos, por hacer todo lo que te hicieron, se llevaran una suspensión de una semana, y si encontramos a otros alumnos que también fueron afectados por su violencia, sus abusos y sus burlas, entonces les expulsaré y veré que no tengan la oportunidad de entrar a otras instituciones —Le sentenció la directora.
Luego
de todo esto, todos regresaron a sus clases en sus respectivos
salones. El grupo que la molestaba estaba en el enfermería, todos
siendo tratados por sus heridas. Las clases pasaron normalmente,
Vanessa decidió sentarse junto con la chica de la clase de ciencias,
los demás la miraban con miedo, no sabían como reaccionar a su
previo comportamiento, pero a Vanessa no le importó, ella tenía sus
razones para hacerlo, y sabiendo que lo que había hecho no solo la
ayudaría a ella si no a otras personas, no se había sentido tan
bien en años.
Esa
misma tarde, Vanessa canceló la reunión con las otras dos
princesas, y decidió decirle todo a sus padres y hermanos. Les contó
de como había un grupo de personas que se burlaban de ella, de como
siempre la denigraban y la hacían sentirse menos; le contó su
situación social, y les dijo que las fiestas a las que acudía no
eran más que paseos largos por el parque. Les dijo lo sola que se
sentía, lo triste y solitaria que era su vida. Ella pensó que haría
eso, nunca pensó que les revelaría a sus padres algo así, ni si
quiera cuando era más pequeña se había atrevido a decirles algo a
ninguno de ellos. Con mucha vergüenza les dijo lo que había pasado
durante el día, como golpeó a sus perpetradores con varias sillas,
y como sus amigas fieles estuvieron a su lado. Sus dos padres estaban
orgullos y a la vez apenados por no haber hecho más caso a Vanessa.
Ambos la reprimieron por haber hecho justicia por si misma, pero
también la felicitaron por el hecho de que se había abierto con
ellos luego de pasar varios años en silencio. Ella se sentía bien
al haberles dicho la verdad a sus padres. Habían pasado años de ser
una “rebelde”, una chica insolente que despreciaba a sus padres,
y el simple hecho de haber luchado contra sus demonios la permitió
librarse de una enorme carga, además de reparar su relación
destrozada con su familia. No solo les contó sobre su problema en la
escuela, si no que también les contó sobre su afición a coser y
crear ropa. Su madre ya tenía la idea de eso, ya que cada cierto
tiempo llegaba con enormes bolsas llenas de metros y metros de tela
de diferentes texturas. Lo que no les dijo, fue su horrible y aún
existente manía, pasión y obsesión por la búsqueda de la
perfección. Detrás de lo que parecía ser una actividad saludable,
existía algo venenoso y peligroso, que incluía la extracción de
extremidades para unirlas a otros cuerpos, la búsqueda de la
creación de algo perfecto, y una peligrosa relación con las otras
dos princesas, que igualmente, tenían una manía similar a la de
ella.
Luego
de que sus padres le colocaran su castigo, ella decidió ponerse a
coser, algo que no había hecho en semanas por el estrés que le
habían causado sus perpetradores. Su enorme máquina de coser, vieja
pero funcional, le permitía crear prendas en cuestión de horas,
ella solo tenía que buscar las telas perfectas para comenzar su
nueva creación, hacer los trazos de como sería la ropa, y coser con
mucho cuidado los pliegues, además de que tenía que evitar que las
costuras salieran mal o fueran muy visibles. Con el paso de los años
su técnica con la máquina de coser fue mejorando, llegando, como ya
se ha dicho, ha incluso crear sus propias vestimentas. Pero su
habilidad para coser no solo era con la máquina, también podía
hacerlo con sus simples manos, rápidamente tomaba una aguja y la
llevaba a lo largo de dos trozos de tela, uniéndolos y dejando una
imperceptible costura en la tela. Tras pasar un rato encerrada en su
habitación, terminó de hacer un par de prendas: un suéter y una
falda. Se probó ambos y vio que le quedaban perfectamente. Estaba
orgullosa de lo que había hecho, pero había algo dentro de ella que
le decía que tenía que mejorar, lo mismo que la había aquejado
muchas veces antes. Llena de rabia al darse cuenta de que no habían
quedado a la perfección, se quitó la ropa y la arrojó al suelo,
luego empezó desde cero a hacer otro conjunto de prendas. Pasó toda
la noche en vela, repitiendo una y otra vez los mismos trazos sobre
la tela, cortando velozmente las mismas figuras y bordes, cosiendo a
mano los botones y bolsillos. El primer conjunto era sencillo, pero
conforme fue haciendo más, la sencillez desapareció de la ropa,
quedando únicamente complicadas figuras, costuras, y otras cosas en
la tela. Al igual que varios años atrás, comenzó a separar su
ropa, a cortarla en pedazos para buscar la perfecta combinación, su
obsesión había regresado.
Ella
había perdido una fuerte carga al revelar a sus padres sus
problemas, pero había liberado un demonio que había estado
encerrado por años, un demonio que tarde o temprano tomaría
completo control sobre Vanessa.
La
directora de la preparatoria convocó a una reunión escolar, todos
los alumnos fueron citados, ella habló del problema que había
habido con Vanessa, y como ella terminó explotando lastimando a
varias personas en el proceso. Solicitó a todos que fueran abiertos
y dijeran si eran afectados por lo mismo que pasó Vanessa, al
principio parecía que no iba a haber personas, pero conforme la
tensión crecía, un par de chicos de primer año, al igual que unas
de tercero decidieron hablar, seguidos de ellos, algunos otros más.
Días después, se supo que algunos de ellos fueron atacados por el
mismo grupo que atacó a Vanessa, por lo que llegó a ser suficiente
como para expulsarlos de la escuela.
Las
semanas pasaron, Vanessa comenzó a tener una vida “normal”,
comenzó a hablarle al resto de sus compañero y salió de su pequeña
burbuja social. Las reuniones de las tres princesas seguían iguales,
por excepción que Vanessa había comenzado a llevar sus prendas
hechas en casa, y que les exigía a las otras dos princesas cada vez
más y mejores muestras de su trabajo, de sus habilidades, y su
obsesión por la búsqueda de la perfección era más grande que
antes.
Sofía
no dejaba de ser cuestionada por su relación con las otras dos
princesas, continuamente la acechaban y le preguntaban que era lo que
tenía en común con ellas. No podía decir nada sobre su
“habilidad”, habían pactado que nunca le dirían anda a nadie, y
así querían que fuese por siempre.
—Ya, dinos, ¿qué les ves a ellas? —Le preguntó una de sus amigas.
—Ya les he dicho. Son muy buenas personas, son amables y muy buena compañía, además, ellas han estado a mi lado por ya varios años. Somos, podría decirse, mejores amigas —Le contestó Sofía.
—No te creo, pero no importa cuantas veces te preguntemos nunca nos dices nada, mejor ya te dejamos de preguntar —Le dijo la chica.
—Que bueno, ya casi cedía y les decía —Se burló Sofía.
—¿Qué? Dinos, ahora —Le ordenó la chica con emoción.
—No, ya no, ya dijeron que no me volverían a preguntar así que no les diré —Les añadió Sofía mientras se reía.
—Lo dijo ella, yo no —Se excusó otra de las chicas.
—Pero dijo “ya te dejamos...”, en plural. Así que no importa quien sea, no le diré —Les explicó Sofía.
—Como eres mala —Le dijo la primer chica.
—Ya, dinos, ¿qué les ves a ellas? —Le preguntó una de sus amigas.
—Ya les he dicho. Son muy buenas personas, son amables y muy buena compañía, además, ellas han estado a mi lado por ya varios años. Somos, podría decirse, mejores amigas —Le contestó Sofía.
—No te creo, pero no importa cuantas veces te preguntemos nunca nos dices nada, mejor ya te dejamos de preguntar —Le dijo la chica.
—Que bueno, ya casi cedía y les decía —Se burló Sofía.
—¿Qué? Dinos, ahora —Le ordenó la chica con emoción.
—No, ya no, ya dijeron que no me volverían a preguntar así que no les diré —Les añadió Sofía mientras se reía.
—Lo dijo ella, yo no —Se excusó otra de las chicas.
—Pero dijo “ya te dejamos...”, en plural. Así que no importa quien sea, no le diré —Les explicó Sofía.
—Como eres mala —Le dijo la primer chica.
Sofía se rió con el último comentario de la chica.
Las tres estaban comprando comida en la cafetería mientras
platicaban, ya hacía tiempo que ella había comenzado a juntarse con
ellas durante el descanso, algunos días se juntaba con las otras dos
princesas, pero ya no era tan común que ocurriera, ya fuese por que
Erika y Vanessa estaban con sus otras amigas, o por que era tiempo de
exámenes, o solo por que quería pasar un poco de tiempo con sus
compañeras de clase. Solo se veían las tres princesas durante la
tarde, cuando iban a sus reuniones, a veces se veían durante su
estancia dentro de la preparatoria, pero no era muy seguido, y cuando
lo hacían solo compartían saludos. Se podría decir que las tres
llevaban la vida de una estudiante de preparatoria, siendo Vanessa la
última en llevar este estatus. Sofía compartía más tiempo con sus
dos nuevas amigas que con sus dos viejas y mejores amigas de la
infancia, y no parecía que eso fuese a cambiar muy pronto.
—Segundo año, quien hubiera dicho que llegaríamos tan lejos —Dijo una de las chicas.
—Yo si pensaba que llegaría tan lejos. Siempre pensé en el futuro en como lidiaría con él.
—Cállese, no sabe nada —Se burló una de las chicas.
—Segundo año, quien hubiera dicho que llegaríamos tan lejos —Dijo una de las chicas.
—Yo si pensaba que llegaría tan lejos. Siempre pensé en el futuro en como lidiaría con él.
—Cállese, no sabe nada —Se burló una de las chicas.
Sofía
le quitó el tenedor que tenía a un lado de su ensalada.
—No importa, puedo comerla con la mano.
—Que asco —Le dijo Sofía.
—No importa, puedo comerla con la mano.
—Que asco —Le dijo Sofía.
Las
tres caminaron fuera de la cafetería, y se dirigieron a una mesa que
había cerca de ellas. Allí, las tres comieron de lo que llevaban:
Sofía llevaba un recipiente con fruta picada, su amiga llevaba la
ensalada, y la otra llevaba una torta de carne. Ambas vieron como le
dio una gran mordida a su torta, incluso pudieron ver como le
escurría la salsa que le había puesto.
—¿No te importa que te llamen gorda? —Le preguntó su otra amiga.
—Me vale mierda lo que me digan. Yo sé que no estoy gorda, y como mínimo no parezco tabla. Además, mira mis pechos y mi trasero, creo que son lo suficiente como para cerrarles la boca a esas perras —Le contestó ella.
—Claudia, cállate, si hablas tan fuerte pueden escucharte —Le regañó Sofía.
—¿No te importa que te llamen gorda? —Le preguntó su otra amiga.
—Me vale mierda lo que me digan. Yo sé que no estoy gorda, y como mínimo no parezco tabla. Además, mira mis pechos y mi trasero, creo que son lo suficiente como para cerrarles la boca a esas perras —Le contestó ella.
—Claudia, cállate, si hablas tan fuerte pueden escucharte —Le regañó Sofía.
Las
tres se rieron, detrás de ellas pasó un grupo de chicas que las
miraron, parecían ser las mujeres de las que hablaba Claudia.
—Creo que te escucharon —Le dijo la otra chica.
—Espero que no, o me irá mal en clase de física.
—No te preocupes, si tratan de hacerte algo nosotras te defenderemos —Le dijo Sofía.
—Creo que te escucharon —Le dijo la otra chica.
—Espero que no, o me irá mal en clase de física.
—No te preocupes, si tratan de hacerte algo nosotras te defenderemos —Le dijo Sofía.
Pasaron
las horas de clases, la clase de física fue algo peculiar, las tres
se encontraron con el grupo de chicas de antes, pero no hubo
problemas, no como los habían previsto, ellas simplemente siguieron
la rutina de ejercicios que les dio el profesor, mientras que el
pequeño grupo de chicas pasaron toda la clase mirando sus celulares.
Llegó el final de las clases, Sofía se despidió de sus dos amigas
y tomó rumbo a su casa. Al llegar, vio dos autos, uno era el de su
padre, y otro el de un desconocido. Entró a la casa, saludó y subió
las escaleras para ir a su habitación. Antes de que pudiera dejar
sus cosas, su padre le habló, ella se acercó a las escaleras y
desde allí le respondió.
—Tengo visitas, ¿podrías venir a ayudarme unos minutos? —Le pidió su padre.
—No puedo, tengo mucha tarea que hacer —Le respondió Sofía.
—Solo son unos minutos, por favor —Le suplicó él.
—Bien, pero tiene que ser rápido.
—Tengo visitas, ¿podrías venir a ayudarme unos minutos? —Le pidió su padre.
—No puedo, tengo mucha tarea que hacer —Le respondió Sofía.
—Solo son unos minutos, por favor —Le suplicó él.
—Bien, pero tiene que ser rápido.
Ella dejó sus cosas frente a las escaleras y bajó
corriendo hacia la cocina, en donde su padre la esperaba con una
bandeja.
—¿Podrías servir la salsa en los platos y llevarlas al comedor? —Le pidió su padre.
—Bien, pero solo haré esto, Como dije, tengo mucho trabajo que hacer.
—¿Podrías servir la salsa en los platos y llevarlas al comedor? —Le pidió su padre.
—Bien, pero solo haré esto, Como dije, tengo mucho trabajo que hacer.
Él se
fue de la cocina, dejándola a ella sola. Sofía fue vertiendo el
contenido de una olla en pequeños platos de sopa. Mientras los
llenaba los iba colocando en la bandeja de metal que su padre había
dejado cerca de ella antes de salir de la cocina. Cuando tuvo cinco
platos llenos de la salsa que su padre había preparado, tomó la
bandeja y con mucho cuidado la llevó al comedor. Pudo escuchar la
voz de su padre y la de una mujer; ella sabía que estaba por ocurrir
lo mismo de siempre, pero ya se había cansado de evitar que
ocurriera, se había cansado de verlo una y otra vez cayendo en lo
mismo. Cerró la boca y evitó dar comentarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja un comentario con tu opinión acerca de lo que leíste ;)