15 may 2014

Pequeñas Princesas: Tragedias, Primer lágrima Parte 1/2

Comienzo del segundo llanto: Tragedias
Primer lágrima

Había una vez tres princesas, que con el paso del tiempo crecieron hasta volverse en adolescentes. Las tres decidieron entrar a la misma preparatoria, y así lo hicieron, lograron entrar juntas, pero hubo un problema: las separaron a las tres, repartiéndolas en tres diferentes salones. Pasaban gran parte del día separadas, pero en cuanto llegaba el descanso las tres iban y se reunían en una mesa que había en el jardín de la institución. Allí pasaban el rato quejándose de sus compañeros, de sus profesores, haciendo tareas que no habían hecho o adelantándose al trabajo de las clases. Muy pocas veces comían durante el descanso, y cuando lo hacían eran rebanadas de pastel, dulces o golosinas. A veces llevaban sus logros y se los mostraban a las otras con mucho orgullo. Al termino de las clases las tres iban y se reunían en la misma casa en donde lo habían hecho durante años. Allí, se ponían a continuar practicando con sus habilidades.
Las tres princesas habían crecido, y se habían vuelto en ya casi unas mujeres, unas aprendieron de la peor forma algunas lecciones, mientras que otras no aprendieron mucho.
La princesa del agua, conocida como “Sofía”, continuó viendo a su padre entrar y salir de diferentes relaciones, se dio cuenta de lo débil que él era, y de como sus parejas siempre terminaban usándolo o jugando con él. Ella siempre salía a protegerlo cuando las cosas se volvían peligrosas, siendo ella quien sacaba a sus parejas de la casa. Ella continuó usando su habilidad, poco a poco la fue perfeccionando, ahogando desde pequeñas ratas y aves, hasta perros y gatos. Pero su habilidad no se detuvo allí, comenzó a usar otras sustancias para ahogar a sus víctimas, ya no era solo agua, si no que comenzó a usar aceites, gasolinas y otras sustancias. En la escuela ella siguió siendo la misma de antes, a veces responsable y otras veces le daba la menor importancia a ella, tenía otras amigas además de las tres princesas, quienes siempre la cuestionaban de su relación con las otras dos.
La pequeña princesa, a quien la llamaban por el nombre de “Vanessa”, se volvió una completa rebelde cuando tuvo la edad y el dinero suficiente para poder salir de su casa. Siempre que podía salía de fiesta ignorando por completo las reglas que sus padres le imponían. Era una arrogante y una grosera con sus padres, y también con sus hermanos, a quienes cada vez que podía les decía groserías o los atacaba físicamente arrojándoles cosas. Parecía ser muy extrovertida diciendo que tenía fiestas a donde ir, o que uno de sus novios la iba a llevar de paseo, pero la realidad era otra: Durante clases ella se iba al fondo del salón y allí se quedaba todo el tiempo, no prestaba atención a las clases, sus calificaciones eran muy bajas, y además, sus compañeros se burlaban de ella, tanto por su forma de vestir, como por su forma de pensar, y por su estado físico, que no era el más atractivo según el pensamiento de ellos. Se burlaban de sus granos, de su cabello descuidado, de su sobre peso. Ella todos los días esperaba con ansias la reunión diaria con las otras dos princesas, para poder así tener un poco de diversión luego del estrés diario que tenía que pasar. Sus habilidades habían crecido bastante, pasando de cortar y unir seres de felpa, a crear cosas usando seres vivos... o que en algún momento estuvieron vivos; pero sus habilidades no solo se limitaron a la creación de criaturas, si no que se extendieron a la creación de ropa hecha por ella misma a partir de otras prendas, ropa que ella vestía cuando la terminaba. No tenía amigas aparte de las otras dos princesas, siendo ellas las únicas con las que hablaba de una manera amigable y social.
Y la última princesa, la princesa del crepúsculo, cuyo nombre era “Erika”. Ella fue la que más cambios tuvo en los últimos años, siendo el más destacable el hecho de que se volvió social, comenzó a hablar con los demás, y tuvo la oportunidad de sentir un amor materno de nuevo. Con el encuentro con la mujer el día de su cumpleaños, poco a poco su relación comenzó a estrecharse, ella pasaba más tiempo en la casa de la mujer que en “su” casa, en donde un ser horrible vivía y mandaba. Poco a poco fue dejando a un lado el miedo a su hermano, incluso comenzó a enfrentarse contra él, claro, a veces salía lastimada, pero cada vez que ella lo enfrentaba sentía como su autoestima subía. Al descubrir que muchos de sus problemas sociales habían sido causados por su miedo a su hermano, comenzó a hablar con otras personas casi el mismo día en que se enfrentó con su hermano por primera vez. Poco a poco fue teniendo más amigos y amigas, rodeándose de personas que le deseaban lo mejor, que la querían y la apreciaban. A diferencia de las otras dos princesas, su vida había cambiado para bien. Sus calificaciones eran altas, pero eso no evitaba que se pudiera divertir un poco con sus amigos. El hecho de ir con las otras dos princesas ya no le importaba tanto, incluso, solo iba a reunirse dos veces a la semana con ellas a la casa, y el resto de los días los pasaba con sus amigos de la escuela o con la mujer que había decidido tomarla en sus brazos. Su habilidad era un poco inestable, a cada segundo pensaba en como podía prender algo en fuego, cargaba con un par de encendedores a cualquier lugar a donde iba, además de que cargaba cerillos en su mochila cuando iba a la escuela. Regularmente quemaba juguetes hasta dejarlos deformes, otras veces le prendía fuego a los contenedores de basura. Había comenzado a buscar sustancias inflamables, empezó usando fijador de cabello y desodorante en aerosol, poco después comenzó a usar gasolina y aceites. Su manía por ver fuego, por oler el humo, por sentir el calor de las llamas era extrema, era un milagro que no hubiera terminado quemada ni una sola vez.
Sí, las tres princesas habían cambiado mucho con el paso de los años: maduraron, otras perdieron la confianza que tenían. Pero eso es solo un efecto del tiempo, era inevitable que ocurriera: no importa que hubieran hecho, igualmente hubieran terminado cambiando. Esto continuaría repitiéndose varias veces a lo largo de su vida...
Dime la respuesta de la cincuenta y dos —Le dijo Vanessa a Erika.
—Es diecisiete al cuadrado sobre dos —Le contestó Erika.
—Gracias. Déjame veo si puedo hacer la siguiente. “Si un avión viaja a dos kilómetros por hora...”
—¿”Dos Kilómetros por hora”?, ¿qué clase de basura es esa? A ver, déjame ver esa pregunta —Le dijo Sofía.
Ambas se reían de la pregunta con la que se habían encontrado. Erika estaba haciendo lo mismo cuando por atrás de ella llegaron unas de sus amigas.
—Erika, ¿te podemos pedir un favor? —Le dijeron dos mujeres con timidez.
—No, no hay problema, ¿qué es? —Contestó ella.
—¿Te gustaría ser parte de nuestro equipo de ciencias?
—Ah, era eso... Claro que sí, sería tonto de mi parte no hacerlo —Contestó ella con alegría.
—Perfecto... otra cosa, vamos a reunirnos de ahora en adelante durante el receso para poder adelantar el trabajo, empezando desde hoy —Le añadieron las chicas.
—Oh, ¿Les importa si me voy? —Les dijo Erika mientras veía a las otras dos princesas.
—No, puedes irte, te vemos después de clases —Le dijo Sofía.
Ella tomó sus cosas y se fue junto con las dos mujeres, desapareciendo de la vista de las otras dos.
—Oye, ¿cómo te ha ido con ellos, te siguen molestando? —Le preguntó Sofía a Vanessa.
—Sí. No dejan de hacerlo no importa cuanto se los pida. Tampoco quiero ser muy agresiva con ellos —Le contestó ella tímidamente.
—Pero si no lo eres entonces ellos seguirán molestándote. Debes de hacer algo que los detenga de una vez por todas.
—Pero...
—Sin peros. No quiero verte así de deprimida. Eres mi amiga y deseo lo mejor para ti —Le sentenció Sofía.
—Gracias —Le dijo Vanessa —Tenemos que terminar estos trabajos para antes de que se acabe el receso. Apúrate.
Llegó la hora de regresar a clases, ambas tomaron sus cosas y se despidieron. Vanessa fue hacia el laboratorio de ciencias, en donde tendría la siguiente clase. No fue la primera en entrar, pero tampoco fue la última, allí se encontraban unos de sus compañeros, siendo específicos, quienes se burlaban de ella. Ellos se encontraban sentados en el lugar a donde ella siempre iba y se sentaba, por lo que tuvo que sentarse en otro lugar para poder evitarlos. Poco a poco el salón fue llenándose, algunos miraban a Vanessa, extrañados de que ella no estuviese en el lugar donde siempre se sentaba, volteaban la mirada a su esquina, en donde vieron al pequeño grupo reírse a carcajadas. Algunos incluso se sintieron apenados por el la situación en la que Vanessa se encontraba, y siendo amigables decidieron agregarla a su pequeño grupo. Ella no se sentía muy cómoda estando fuera de su área segura, del lugar en donde se sentaba y esperaba a que la clase terminara, sonreía nerviosamente a los comentarios de sus compañeros, veía como todos anotaban en sus libretas lo que el profesor escribía en el pizarrón, ella hizo lo mismo, tratando de camuflarse entre los demás. Una chica miraba con detalle lo que ella hacía, escribía en su libreta, pero no solo lo que había en el pizarrón, si no que también lo que él decía. Escribía al mismo tiempo dos diferentes cosas. Cuando terminó de explicar, ella había gastado ya un par de páginas mientras que los demás apenas llevaban la mitad.
—Anotaste todo, yo apenas pude anotar una parte de lo que dijo —Le dijo la chica quien miraba la libreta con curiosidad.
—Gracias —Le respondió Vanessa con timidez.
El profesor anotó unas instrucciones en el pizarrón, esperando a que todos las anotaran y las hicieran, luego salió del salón.
Vanessa anotó rápidamente las instrucciones y comenzó a hacerlas, la chica a su lado estaba impresionada por lo rápido que lo hacía.
—Oye, ¿te gustaría juntarte con nosotros más seguido? —Le dijo la chica.
—¿Disculpa? —Preguntó Vanessa extrañada.
—Si te gustaría sentarte aquí con nosotros durante la clase de ciencias.
Ella miraba a la chica, no sabía que contestarle a aquella extraña y espontánea petición.
—Mira a la gorda, está haciendo amigos —Dijo alguien en la parte de atrás del salón.
Vanessa miró en la dirección de donde vino el comentario, allí estaban los que siempre la molestaban, y cuando ella los miró simplemente se rieron.
—No les hagas caso, son unos idiotas.
Vanessa regresó a trabajar como la chica le dijo, poco a poco comenzó a hablarle a la chica.
—Sí, me gustaría sentarme aquí con ustedes —Le dijo Vanessa con nerviosismo.
—¿En serio? Pero creí que no te gustaba estar con personas —Le dijo otra chica frente a ella.
—No, pero si quiero tener una estancia confortable en este lugar, debo de hacer algunos amigos.
—¿Y qué hay de tus amigas con las que siempre te juntas en descanso? —Le preguntó la chica.
—Ya lo dijiste, solo es durante el descanso. Me gustaría tener amigas durante clases. Me gustaría tener más que solo dos amigas.
—Que bueno que decidas cambiar. Esa actitud tuya nunca te hubiera llevado a nada .
—No puedo creerlo. Mira como plática con ellas. No sé como no se ha desmayado.
—¿Por estar gorda o por que es una tímida?
—Ambas. Increíble que pueda hablar tanto sin que se quede sin aire.
El pequeño grupo siguió burlándose de ella. Vanessa intentaba calmarse mientras escuchaba las burlas contra ella, pero no podía, no lograba quedarse inmersa en el trabajo como para evitar escuchar las burlas. Poco a poco se llenó de enojo y rabia, de frustración, las burlas no paraban, continuaban una tras otra. Ella ya no podía soportarlo más, llegó al punto en que el estrés era tanto, que terminó por reventar. Apretó con fuerza el lápiz que tenía en sus manos, lo hizo con tanta fuerza que terminó por romperse a la mitad, eso fue la chispa que encendió la pólvora. Se levantó de su asiento, levantó la silla en donde se encontraba sentada y se las arrojó al grupo. La silla le dio a alguien en la cabeza, dejándolo en el suelo.
—¿Pero qué mierda? —Dijo alguien del grupo al ver a su amigo en el suelo.
El resto de sus compañeros salieron corriendo del salón al ver como Vanessa había reaccionado, ella aprovechó que se habían ido para tomar algunas de las sillas que había y se las arrojó a los otros.
—No dejaré que me traten de esa forma —Les dijo Vanessa con un tono imponente.
Una de las chicas trató de huir mientras Vanessa estaba distraída gritándoles a los demás, pero no fue lo suficientemente rápida como para escapar de la furia de Vanessa. Ella logró ver como gateaba, y llena de enojo le arrojó una silla. La silla la golpeó directamente en la espalda, dejándola tendida en el suelo.
—¡Basta, déjanos en paz! —Le suplicó una de las chicas mientras lloraba llena de miedo.
—¿Creen que no les pedí eso muchas veces? Se los pedía cada día, esperaba a que ustedes me dejaran en paz, pero siempre volvían por más, nunca me dejaban.
—Lo haremos, pero por favor, déjanos tú en paz.
—Espero que hayan aprendido su lección —Les sentenció Vanessa.
Ella se dio la vuelta, dejó caer las dos sillas que tenía en sus manos y caminó alejándose de ellos.
—Sí, lárgate maldita gorda —Dijo el único hombre del pequeño grupo que la molestaba.
Ella se dio la vuelta, corrió en dirección del hombre, agarró la silla del suelo mientras corría y la lanzó contra el chico. Este logró esquivar el ataque, pero no logró evitar que ella le diera con otra silla.
—Estaba por dejarlos ir, pero ahora tendrán que pagar por todo lo que hicieron.
—¡No, déjalo en paz! —Le suplicó una de las chicas mientras veía como Vanessa preparaba su siguiente ataque..
Vanessa tomó una de las sillas y con ella comenzó a golpear al chico una y otra vez. Vanessa tenía una expresión que provocaba miedo, incluso hizo que las otras chicas salieran huyendo del salón horrorizadas. Ella golpeaba repetidamente al hombre con la silla, este estaba en posición fetal con sus brazos cubriendo su cabeza. Una y otra vez, ella arremetía contra el chico que yacía en el suelo, no fue hasta que ella se cansó que decidió dejar de golpearlo. Él seguía en el suelo, lloraba de dolor, de miedo, tenía heridas abiertas en sus brazos y piernas luego del los fuertes golpes que le dio Vanessa.
—Vuelve a burlarte de mí, y la siguiente vez no te dejaré hasta que mueras —Le sentenció Vanessa.
Vanessa salió del salón, el resto de sus compañeros estaban afuera, habían escuchado todo lo que había pasado dentro.
—¿Estas bien? —Le preguntó la chica con la que había charlado antes.
—Sí, me siento mucho mejor. Voy a saltarme el resto de la clase, ¿Podrías llevar mis cosas al salón cuando acabe la clase? —Le dijo Vanessa.
—Sí, claro.
Vanessa se alejó, mientras sus compañeros de clase entraban al salón y veían como dejó al hombre. Ella fue a la mesa en donde siempre se reunía con las otras princesas, se sentó, y pasó el resto de la hora allí.
No pasó mucho tiempo antes de que alguien la molestara.
—¡Hey, tú! —Alguien llamó su atención, ella miró en su dirección —Me han dicho que has sido quien ha atacado a un par de sus compañeros, ¿es correcto?
—Sí, y lo volvería a hacer si fuese necesario.
—Ven conmigo, te llevaré con la directora, ella sabrá que hacer contigo. Espero que te suspendan, o mucho peor, que te expulsen —Le sentenció el hombre.
Él era el prefecto de la escuela, nunca había conocido a Vanessa, por lo que su juicio sobre ella era un juicio general, pensando que ella había tenido la culpa de todo. Él la llevó del brazo, Vanessa no se quejó ni dijo nada, no hasta que estuvo la oficina de la directora. Mientras caminaba hacia allí, pudo ver como un par de sus compañeros miraba a lo lejos. Llegó al interior de la oficina de la directora, ella esperaba sentada en su silla, al ver entrar a Vanessa se paró.
—Lo que hiciste fue algo horrible. Le sacaste sangre a varios de tus compañeros, les dejaste moretones, a uno le abriste la cabeza. Tus actos son imperdonables. Recibirás un castigo que sea equivalente a tus actos.
—¿Me castigarán por hacer justicia? —Preguntó Vanessa extrañada.
—¿”Justicia”? Dejaste a uno de ellos inconsciente.
—Y era necesario si quería que aprendieran a respetar a los demás —Le añadió ella.
—¿Qué?
—Ellos todo el tiempo se burlaban de mí, me decían cosas, incluso a veces me agredían físicamente. ¿Cree que hubiera dejado que siguieran así? No, debía de hacer algo. Y lo hice, les enseñé a respetar, a no molestar.
—Pudiste habernos dicho en lugar de hacer justicia por ti misma.
—¿Y cree que castigarles con una suspensión sería suficiente como para darles una lección? No. A veces las lecciones se aprenden de las formas mas duras y difíciles.
—Tengo que hablar con algunos de tus compañeros para corroborar tu historia. Ve y busca a varios de ellos —Le ordenó la directora al prefecto.
—¿Así que no me cree? No me importa. Solo me importa el hecho de que ellos ya no cometerán actos como este.
—Si es cierto, entonces debo de repetírtelo. No debiste de hacerlo por tu cuenta, debiste de haber hablado con alguien para que él tomara las medidas necesarias.
—No hay nadie con quien pueda hablar, excepto mis dos y únicas amigas en el mundo.
—¿Cómo se llaman?
—Sofía y Erika, son de los salones...
Vanessa le dijo información respecto a las otras dos princesas, una vez que supo sus nombres completos y los salones en donde ellas se encontraban, las citó a la dirección usando los parlantes que había en cada salón. No tardaron en llegar, y lo hicieron al mismo tiempo que algunos de los compañeros de Vanessa. Entre todos narraron lo que había pasado entre Vanessa y los compañeros a quienes había atacado. Las dos princesas no sabían mucho, solo sabían que había algunas personas que habían estado molestándola. Poco a poco la directora fue dándose una idea más clara de lo que había ocurrido, llegando a la conclusión de que Vanessa lo hizo al explotar, luego de pasar tanto tiempo guardando rencor, ira y furia. Para corroborar aún más la historia, llamó a las víctimas. De los cinco que conformaban el grupo, cuatro mintieron, diciendo que ella se había vuelto loca y de la nada los atacaron, solo una decidió decir la verdad, esa única persona que dijo la verdad, fue suficientemente clara y específica con los detalles, que le permitió corroborar a la directora que lo que los compañeros, las otras dos princesas y lo que la misma Vanessa había dicho era cierto.
Todos salieron de la oficina exceptuando al grupo al que Vanessa atacó, esperaron afuera, Sofía, Erika y la chica de antes estaban a un lado de Vanessa.
—Te dije que hicieras algo, pero no algo como esto —Le dijo Sofía.
—No había nada más que hacer. Llegué a mi límite. SI no lo hacía, hubiera terminado haciéndolo conmigo misma —Le explicó Vanessa.
—La directora tiene razón, debiste de haber hablado con alguien —Le dijo la chica.
—Habló con nosotras. Pero como has visto, no ha servido de mucho —Le dijo Erika.
—Sirvió de mucho. Lo que me dijiste acerca de cambiar, lo hice, lo cumplí, cambié —Dijo Vanessa.
La puerta al interior de la oficina se abrió, los que estaban dentro salieron con la cabeza abajo, detrás de ellos iba la directora.
—Vanessa, no debiste de hacer lo que hiciste, debiste de decírnoslo para que nosotros nos encargáramos. Te llevarás una suspensión de un día como castigo. Ellos, por hacer todo lo que te hicieron, se llevaran una suspensión de una semana, y si encontramos a otros alumnos que también fueron afectados por su violencia, sus abusos y sus burlas, entonces les expulsaré y veré que no tengan la oportunidad de entrar a otras instituciones —Le sentenció la directora.
Luego de todo esto, todos regresaron a sus clases en sus respectivos salones. El grupo que la molestaba estaba en el enfermería, todos siendo tratados por sus heridas. Las clases pasaron normalmente, Vanessa decidió sentarse junto con la chica de la clase de ciencias, los demás la miraban con miedo, no sabían como reaccionar a su previo comportamiento, pero a Vanessa no le importó, ella tenía sus razones para hacerlo, y sabiendo que lo que había hecho no solo la ayudaría a ella si no a otras personas, no se había sentido tan bien en años.
Esa misma tarde, Vanessa canceló la reunión con las otras dos princesas, y decidió decirle todo a sus padres y hermanos. Les contó de como había un grupo de personas que se burlaban de ella, de como siempre la denigraban y la hacían sentirse menos; le contó su situación social, y les dijo que las fiestas a las que acudía no eran más que paseos largos por el parque. Les dijo lo sola que se sentía, lo triste y solitaria que era su vida. Ella pensó que haría eso, nunca pensó que les revelaría a sus padres algo así, ni si quiera cuando era más pequeña se había atrevido a decirles algo a ninguno de ellos. Con mucha vergüenza les dijo lo que había pasado durante el día, como golpeó a sus perpetradores con varias sillas, y como sus amigas fieles estuvieron a su lado. Sus dos padres estaban orgullos y a la vez apenados por no haber hecho más caso a Vanessa. Ambos la reprimieron por haber hecho justicia por si misma, pero también la felicitaron por el hecho de que se había abierto con ellos luego de pasar varios años en silencio. Ella se sentía bien al haberles dicho la verdad a sus padres. Habían pasado años de ser una “rebelde”, una chica insolente que despreciaba a sus padres, y el simple hecho de haber luchado contra sus demonios la permitió librarse de una enorme carga, además de reparar su relación destrozada con su familia. No solo les contó sobre su problema en la escuela, si no que también les contó sobre su afición a coser y crear ropa. Su madre ya tenía la idea de eso, ya que cada cierto tiempo llegaba con enormes bolsas llenas de metros y metros de tela de diferentes texturas. Lo que no les dijo, fue su horrible y aún existente manía, pasión y obsesión por la búsqueda de la perfección. Detrás de lo que parecía ser una actividad saludable, existía algo venenoso y peligroso, que incluía la extracción de extremidades para unirlas a otros cuerpos, la búsqueda de la creación de algo perfecto, y una peligrosa relación con las otras dos princesas, que igualmente, tenían una manía similar a la de ella.
Luego de que sus padres le colocaran su castigo, ella decidió ponerse a coser, algo que no había hecho en semanas por el estrés que le habían causado sus perpetradores. Su enorme máquina de coser, vieja pero funcional, le permitía crear prendas en cuestión de horas, ella solo tenía que buscar las telas perfectas para comenzar su nueva creación, hacer los trazos de como sería la ropa, y coser con mucho cuidado los pliegues, además de que tenía que evitar que las costuras salieran mal o fueran muy visibles. Con el paso de los años su técnica con la máquina de coser fue mejorando, llegando, como ya se ha dicho, ha incluso crear sus propias vestimentas. Pero su habilidad para coser no solo era con la máquina, también podía hacerlo con sus simples manos, rápidamente tomaba una aguja y la llevaba a lo largo de dos trozos de tela, uniéndolos y dejando una imperceptible costura en la tela. Tras pasar un rato encerrada en su habitación, terminó de hacer un par de prendas: un suéter y una falda. Se probó ambos y vio que le quedaban perfectamente. Estaba orgullosa de lo que había hecho, pero había algo dentro de ella que le decía que tenía que mejorar, lo mismo que la había aquejado muchas veces antes. Llena de rabia al darse cuenta de que no habían quedado a la perfección, se quitó la ropa y la arrojó al suelo, luego empezó desde cero a hacer otro conjunto de prendas. Pasó toda la noche en vela, repitiendo una y otra vez los mismos trazos sobre la tela, cortando velozmente las mismas figuras y bordes, cosiendo a mano los botones y bolsillos. El primer conjunto era sencillo, pero conforme fue haciendo más, la sencillez desapareció de la ropa, quedando únicamente complicadas figuras, costuras, y otras cosas en la tela. Al igual que varios años atrás, comenzó a separar su ropa, a cortarla en pedazos para buscar la perfecta combinación, su obsesión había regresado.
Ella había perdido una fuerte carga al revelar a sus padres sus problemas, pero había liberado un demonio que había estado encerrado por años, un demonio que tarde o temprano tomaría completo control sobre Vanessa.
La directora de la preparatoria convocó a una reunión escolar, todos los alumnos fueron citados, ella habló del problema que había habido con Vanessa, y como ella terminó explotando lastimando a varias personas en el proceso. Solicitó a todos que fueran abiertos y dijeran si eran afectados por lo mismo que pasó Vanessa, al principio parecía que no iba a haber personas, pero conforme la tensión crecía, un par de chicos de primer año, al igual que unas de tercero decidieron hablar, seguidos de ellos, algunos otros más. Días después, se supo que algunos de ellos fueron atacados por el mismo grupo que atacó a Vanessa, por lo que llegó a ser suficiente como para expulsarlos de la escuela.
Las semanas pasaron, Vanessa comenzó a tener una vida “normal”, comenzó a hablarle al resto de sus compañero y salió de su pequeña burbuja social. Las reuniones de las tres princesas seguían iguales, por excepción que Vanessa había comenzado a llevar sus prendas hechas en casa, y que les exigía a las otras dos princesas cada vez más y mejores muestras de su trabajo, de sus habilidades, y su obsesión por la búsqueda de la perfección era más grande que antes.
Sofía no dejaba de ser cuestionada por su relación con las otras dos princesas, continuamente la acechaban y le preguntaban que era lo que tenía en común con ellas. No podía decir nada sobre su “habilidad”, habían pactado que nunca le dirían anda a nadie, y así querían que fuese por siempre.
—Ya, dinos, ¿qué les ves a ellas? —Le preguntó una de sus amigas.
—Ya les he dicho. Son muy buenas personas, son amables y muy buena compañía, además, ellas han estado a mi lado por ya varios años. Somos, podría decirse, mejores amigas —Le contestó Sofía.
—No te creo, pero no importa cuantas veces te preguntemos nunca nos dices nada, mejor ya te dejamos de preguntar —Le dijo la chica.
—Que bueno, ya casi cedía y les decía —Se burló Sofía.
—¿Qué? Dinos, ahora —Le ordenó la chica con emoción.
—No, ya no, ya dijeron que no me volverían a preguntar así que no les diré —Les añadió Sofía mientras se reía.
—Lo dijo ella, yo no —Se excusó otra de las chicas.
—Pero dijo “ya te dejamos...”, en plural. Así que no importa quien sea, no le diré —Les explicó Sofía.
—Como eres mala —Le dijo la primer chica.
Sofía se rió con el último comentario de la chica. Las tres estaban comprando comida en la cafetería mientras platicaban, ya hacía tiempo que ella había comenzado a juntarse con ellas durante el descanso, algunos días se juntaba con las otras dos princesas, pero ya no era tan común que ocurriera, ya fuese por que Erika y Vanessa estaban con sus otras amigas, o por que era tiempo de exámenes, o solo por que quería pasar un poco de tiempo con sus compañeras de clase. Solo se veían las tres princesas durante la tarde, cuando iban a sus reuniones, a veces se veían durante su estancia dentro de la preparatoria, pero no era muy seguido, y cuando lo hacían solo compartían saludos. Se podría decir que las tres llevaban la vida de una estudiante de preparatoria, siendo Vanessa la última en llevar este estatus. Sofía compartía más tiempo con sus dos nuevas amigas que con sus dos viejas y mejores amigas de la infancia, y no parecía que eso fuese a cambiar muy pronto.
—Segundo año, quien hubiera dicho que llegaríamos tan lejos —Dijo una de las chicas.
—Yo si pensaba que llegaría tan lejos. Siempre pensé en el futuro en como lidiaría con él.
—Cállese, no sabe nada —Se burló una de las chicas.
Sofía le quitó el tenedor que tenía a un lado de su ensalada.
—No importa, puedo comerla con la mano.
—Que asco —Le dijo Sofía.
Las tres caminaron fuera de la cafetería, y se dirigieron a una mesa que había cerca de ellas. Allí, las tres comieron de lo que llevaban: Sofía llevaba un recipiente con fruta picada, su amiga llevaba la ensalada, y la otra llevaba una torta de carne. Ambas vieron como le dio una gran mordida a su torta, incluso pudieron ver como le escurría la salsa que le había puesto.
—¿No te importa que te llamen gorda? —Le preguntó su otra amiga.
—Me vale mierda lo que me digan. Yo sé que no estoy gorda, y como mínimo no parezco tabla. Además, mira mis pechos y mi trasero, creo que son lo suficiente como para cerrarles la boca a esas perras —Le contestó ella.
—Claudia, cállate, si hablas tan fuerte pueden escucharte —Le regañó Sofía.
Las tres se rieron, detrás de ellas pasó un grupo de chicas que las miraron, parecían ser las mujeres de las que hablaba Claudia.
—Creo que te escucharon —Le dijo la otra chica.
—Espero que no, o me irá mal en clase de física.
—No te preocupes, si tratan de hacerte algo nosotras te defenderemos —Le dijo Sofía.
Pasaron las horas de clases, la clase de física fue algo peculiar, las tres se encontraron con el grupo de chicas de antes, pero no hubo problemas, no como los habían previsto, ellas simplemente siguieron la rutina de ejercicios que les dio el profesor, mientras que el pequeño grupo de chicas pasaron toda la clase mirando sus celulares. Llegó el final de las clases, Sofía se despidió de sus dos amigas y tomó rumbo a su casa. Al llegar, vio dos autos, uno era el de su padre, y otro el de un desconocido. Entró a la casa, saludó y subió las escaleras para ir a su habitación. Antes de que pudiera dejar sus cosas, su padre le habló, ella se acercó a las escaleras y desde allí le respondió.
—Tengo visitas, ¿podrías venir a ayudarme unos minutos? —Le pidió su padre.
—No puedo, tengo mucha tarea que hacer —Le respondió Sofía.
—Solo son unos minutos, por favor —Le suplicó él.
—Bien, pero tiene que ser rápido.
Ella dejó sus cosas frente a las escaleras y bajó corriendo hacia la cocina, en donde su padre la esperaba con una bandeja.
—¿Podrías servir la salsa en los platos y llevarlas al comedor? —Le pidió su padre.
—Bien, pero solo haré esto, Como dije, tengo mucho trabajo que hacer.

 Él se fue de la cocina, dejándola a ella sola. Sofía fue vertiendo el contenido de una olla en pequeños platos de sopa. Mientras los llenaba los iba colocando en la bandeja de metal que su padre había dejado cerca de ella antes de salir de la cocina. Cuando tuvo cinco platos llenos de la salsa que su padre había preparado, tomó la bandeja y con mucho cuidado la llevó al comedor. Pudo escuchar la voz de su padre y la de una mujer; ella sabía que estaba por ocurrir lo mismo de siempre, pero ya se había cansado de evitar que ocurriera, se había cansado de verlo una y otra vez cayendo en lo mismo. Cerró la boca y evitó dar comentarios.

 

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