15 may 2014

Pequeñas Princesas: Tragedias, Primer lágrima Parte 2/2

"—¿Qué se siente que tu “débil” hermana esté por matarte? Se siente bien, ¿no es así?..."

Al momento en que entró al comedor, quedó impactada al ver a la mujer que estaba sentada en la mesa junto con su padre. Era la misma mujer, la misma mujer que un par de años atrás fue abandonada por su padre. Ella había sido la única mujer con la ella logró congeniar, la única mujer a la que ella respetó, apreció, y que supo que no quería a su padre por su dinero y mucho menos deseaba jugar con él. Al percatarse de que en realidad sí era ella, caminó rápidamente hacia la mesa evitando que se derramara la salsa de los platos, y una vez que tuvo la oportunidad, dejó la bandeja sobre la mesa y corrió a abrazar a la mujer.
—No creí que me fueras a extrañar tanto —Le dijo la mujer.
—Por supuesto que lo haría. Aún sigo sin creer como él decidió botarte.
—Oye, no hables así de ella. Es un ser humano, y uno muy hermoso debo decirte —Le regañó su padre.
—Yo tampoco puedo entender esta extraña petición para venir aquí. Creí incluso que ya hasta se había olvidado de mí.
—Nunca me olvidé de ti, y gracias a Sofía me di cuenta de lo mucho que me equivoqué al dejarte ir.
—¿Te me estas declarando? Me siento como si estuviera de vuelta en secundaria —Le dijo la mujer.
Él se sonrojó con su comentario, Sofía estaba maravillada con la idea de que ella podía terminar con su padre, algo que quiso que ocurriera desde el momento en que la conoció.
—Lo puedes poner de esa forma —Le contestó él.
—Lo diré por él: Te quiero y nunca me podré perdonar el hecho de haberte dejado ir una vez. Te compensaré casándome contigo y viviendo una vida feliz junto con mi amada y perfecta hija Sofía.
La mujer se rió de la pequeña broma que Sofía había hecho.
—¿No tienes trabajo que hacer? —
—No, ya no.
—¿Cómo que ya no?
—Puedo entregarlo en dos semanas, así que no hay problema alguno.
—Pero si hace unos minutos querías dejarnos para ir a hacer tu trabajo.
—Pero eso era antes de saber que ella estaría aquí. El trabajo puede esperar un poco si se trata de un asunto del corazón.
—Ya vete, que me estas avergonzando —Le dijo su padre.
—Bien, pero quiero que me platiques como te fue —Le pidió Sofía.
—Claro.
—Discúlpame, pero no te lo dije a ti —Le reclamó ella mientras miraba a la mujer.
—No se me va a olvidar —Le dijo la mujer.
Emocionada, Sofía salió de la cocina y corrió a su habitación. Estaba impresionada por la decisión que su padre había tomado, nunca esperó que eso llegaría a pasar. Se lanzó sobre su cama y abrazó con fuerza su almohada. De inmediato se levantó de la cama y corrió al escritorio en donde tenía sus maquillajes y pinturas, sacó un cajón, y de él una caja de galletas. Llevó la caja a su cama, y allí sacó el contenido: era la muñeca con la que había jugado cuando era pequeña. Levantó a la muñeca y comenzó a hablar con ella.
—Sabes, creí que nunca pasaría, pero nuestra vida está cambiando de nuevo. Seremos de vuelta una familia alegre y feliz. ¿Pero a qué costo? Ya sabes, cada cosa tiene una reacción contraria de igual magnitud. Un milagro tiene... no sé como se le llama a lo contrario de un milagro, pero si esto está ocurriendo, algo horrible está por pasar —Ella hablaba fluidamente con la muñeca, la miró, como si esperara una opinión —¿Que no piense así? Llevo años viendo pasar lo mismo una y otra vez, sufrimiento tras la felicidad. No creo que esta vez sea diferente.
Sofía cargaba a la muñeca en sus manos mientras la miraba, hablaba con ella como si tuviera vida, como si no fuese un simple objeto hecho de plástico. Parecía tener una conversación con una persona real, una persona viva.
—Creo que es mejor que deje de pensar en eso. Disfrutaré cuanto pueda este momento, ya dejaré para después el sufrimiento.
Ella se levantó de la cama, colocó a la muñeca en un pequeño sofá hecho a su medida que yacía sobre su mueble de televisión, tomó su mochila de afuera de su habitación y comenzó a hacer el trabajo que le encargaron.
Pasó un par de horas, ella ya había terminado el trabajo y se había puesto a escuchar música para pasar el rato. Su padre la llamó, ella de inmediato se quitó los audífonos y salió corriendo de su habitación.
¡Marisol ya se va! ¿Te gustaría despedirte de ella? —Le dijo su padre.
—¡Claro que sí! —Le contestó ella llena de alegría.
Bajó corriendo las escaleras y corrió a la puerta principal, allí se encontró a su padre y a Marisol.
—¿No crees que te estás yendo demasiado temprano?
—¿Temprano? Pero si es tu hora de dormir, ya es muy tarde —Se burló Marisol.
—Por favor, ya tengo edad suficiente como para no dormir toda la noche.
—¿Y lo haces?
—... no...
Marisol se río de la revelación que ella hizo.
—Para mí, siempre serás la misma pequeña niña que conocí hace años y se dormía a esta hora.
—¿Vas a regresar?
—Eso depende de tu padre, pero si me preguntas, creo que tal vez regrese un par de veces.
—Entonces, te veré después.
—Claro.
Ambas se dieron un abrazo, él solo las miraba con una sonrisa en su rostro.
—No te olvides de llamarme —Le dijo Marisol.
—No lo haré, te lo puedo asegurar —Le contestó él.
Él le dio un beso en la mejilla a Marisol y luego la llevó hasta su auto. Sofía vio como ella se alejaba de la casa, su padre se había quedado en la calle viendo el auto de Marisol irse. Sofía decidió ir por el.
—¿Cómo te fue? —Le preguntó Sofía.
—¿No se supone que se lo habías preguntado a Marisol y no a mí? —Le reclamó él.
—Eso fue antes, ahora te estoy preguntando a ti.
—A veces no sé como es que puedo vivir contigo... Bien, te lo diré todo, solo si me haces un poco de ese café tan delicioso que haces.
—Trato, pero quiero que me digas absolutamente todo lo que pasó, incluso si fue algo vergonzoso como o que te da pena decirlo.
—¿Con que va a ser así eh? Bien, lo haré, pero además del café, tendrás que darme tus calificaciones.
—Papá, no.
—Un trato es un trato. ¿Quieres los detalles de nuestra cita? Entonces tendrás que pagar algo que sea equivalente a ellos.
—¿Cita?, ¿No me digas que les fue tan bien?
—Si quieres saber tendrás que hacer mi café y decirme tus calificaciones —Le sentenció el.
—Bien, lo haré.
Ambos regresaron a la casa y fueron a la cocina. Allí, ella comenzó a calentar agua en una pequeña olla mientras escuchaba los detalles de la cita que su padre tuvo con Marisol. Mientras el agua hervía, ella corrió a su habitación y trajo de vuelta un una carpeta con varios papeles dentro, entre ellos, su boleta de calificaciones.
—¿Por qué no querías mostrarme tus calificaciones? Son muy altas, me enorgullece —Le dijo él.
—Solo lo dije para que creyeras que valía la pena saberlas —Le explicó Sofía.
—Pero si siempre sacas muy buenas calificaciones.
—Si sabías eso, ¿entonces por qué me las pediste? Perdiste tu oportunidad de preguntarme algo importante.
—En algún momento podré volverte a preguntar.
—Lo dudo mucho. Oye, cuéntame más, ¿de qué tanto hablaron?
—Pues de nuestras primeras citas, de lo pequeña que eras cuando ocurrieron. Increíble que aún la recuerdes.
—Siempre la recordé. Fue la única persona que acepté para que fuera candidata a casarse contigo.
—¿Y qué hay de las demás?
—La pregunta ofende. Ella me agradó desde un principio, y supe que era completamente diferente al resto.
—Entonces, ¿Sería bueno si me casara con ella?
—¿Bromeas? Ha sido uno de mis sueños el verte casado con ella. Si lo haces, estarías haciéndome muy feliz.
—Tardaremos un poco, pero sabiendo que estas de acuerdo con esto, y también ella y yo, entonces puede que llegue a funcionar.
Él siguió hablando, compartiendo detalles de su cita con Marisol. Ella opinaba acerca de lo que habían hablado, siempre dando indirectas acerca de la futura relación que ellos dos podrían tener. Ella terminó de preparar el café para él, sirvió una tasa para él y una para ella, luego los dos fueron a la sala en donde continuaron la plática.
—Oye, es tarde como para que estés tomando café.
—No pensaba dormir esta noche, así que no hay problema.
Ella bebió de la taza mientras él seguía hablando. Conforme le contaba de lo ocurrido, ella sentía una sensación de alivio que llenaba todo su cuerpo.
Los meses pasaron, Sofía vio como la relación entre su padre y Marisol florecía. Poco a poco se fueron acercando más y más, y ella fue dándose una idea más clara de como sería su futuro, de como sería su vida diaria con Marisol como su madre. Ella imaginaba todos los días siendo despertada por un beso tibio en su frente de Marisol; pudiendo levantarse a desayunar y no a tener que preparar su propia comida; un padre, que pasaría más tiempo en casa en lugar de estar trabajando todo el día. Ella pensaba en lo mejor para los tres, y no ocultaba ninguno de esos deseos ni a su padre ni a Marisol.
Erika, conforme pasaba el tiempo su vida seguía mejorando. Tenía más amigas, y a pesar de que no compartían el mismo vínculo que con las dos princesas, igual le eran muy buena compañía. Su hermano había desaparecido años atrás luego de que la mujer decidiera adoptar a Erika, nunca lo volvieron a ver, y estuvieron completamente satisfechos con eso. La vida de ambas era mas o menos normal: una mujer soltera tratando de criar a una adolescente que huyó de su casa y de su hermano que era un alcohólico violento, que luego de la muerte de sus padres comenzó a entrar en una espiral de depresión que lo llevó a golpear indefinidas veces a su hermana, arruinando por completo la relación entre ambos. Ambas habían pasado los últimos años intentando aprender de la otra, cosechando lentamente los frutos de una relación basada en cariño y amor. Ella no parecía buscar pareja, ni era aquejada por ninguna enfermedad, y Erika no parecía tener problemas en su vida diaria, ni problemas físicos o sociales.
De entre las tres princesas, ella había sido la más afortunada al recibir una solución a la mayor parte de sus problemas, y además, evitó que pasase por más. Ella era quien disfrutaba más de lo que el destino le había otorgado, y no deseaba que eso cambiase.
“El destino se burló de las otras dos princesas, pero le había sonreído a Erika, pero una vez más, el destino estaba por reírse en su cara, de la misma forma que lo hizo con las demás...”

—¿A dónde te gustaría ir a celebrar tu cumpleaños? —Le preguntó la mujer a Erika.
—La verdad, me gustaría celebrarlo con Vanessa y Sofía. Hace tiempo que no nos juntamos y me gustaría saber como les va —Le contestó Erika.
—Eres muy considerada. Bueno, te daré algo de dinero para que te consientes, y no te preocupes, te tengo una sorpresa para cuando regreses esta tarde de tu encuentro con tus amigas.
—No puedo esperar a ver que es —Le dijo Erika emocionada.
Erika tomó sus cosas, salió de la casa y caminó a la preparatoria. En su camino se encontró a sus amigas.
—Oye, ¿Tienes planes para hoy? —Le preguntó una de las chicas.
—No me digan que se enteraron de mi cumpleaños —Les dijo Erika.
—Pues sí, lo hicimos. ¿Tienes planes? —Le preguntó otra chica.
—Sí, tengo pensado reunirme con Vanessa y Sofía.
—¿Pasarás tu cumpleaños con ellas en lugar de con nosotras? —Le preguntó una tercer chica.
—Ellas han sido mis amigas desde hace mucho tiempo. Con ustedes apenas llevo dos años.
—Casi tres. No te hagas —Le reclamó la primer chica.
—No se preocupen, mañana pasaremos todo el día juntas. Solo necesito que me den este día para pasarlo con mis otras amigas.
—Me siento como si fuéramos las “otras” y ellas las esposas.
—No te sientas así, velo de esta forma: Ustedes son mis amigas y ellas también. Nadie está por encima o por debajo de los demás —Le explicó Erika.
—Está bien, te dejaremos de molestar, pero espero que mañana sea un día que no olvidaremos.
—Es por mi cumpleaños, no por el suyo. Se supone que deberían de darme ustedes un día que no olvidaría —Le reclamó ella.
—Lo haremos, pero tú también debes de hacerlo por nosotras.
—Saben, sigo sin entender como es que terminé con amigas como ustedes —Les dijo Erika.
—Yo tampoco sé como terminamos con alguien como tú.
—Misterios de la vida, ¿No creen?
—Vamos, que debemos de llegar temprano para preparar la exposición —Les ordenó Erika.
Las cuatro corrieron al ver que ya estaban por llegar a la preparatoria, al llegar, Erika pudo ver a Vanessa a lo lejos.
—En unos minutos las alcanzo, tengo algo que hacer —Les dijo Erika.
Ella corrió hacia Vanessa, sus amigas entraron a la escuela, mientras, ella se quedó a hablar con Vanessa.
—Oye, ¿recuerdas qué día es hoy? —Le preguntó Erika.
—Si recuerdo bien, hoy es tú cumpleaños —Le contestó Vanessa con confianza.
—¡Exacto! Tenía planeado hacer una pequeña fiesta contigo y con Sofía, ¿vendrías?
—Sería buena idea hacerlo, llevamos ya un par de meses sin reunirnos como antes lo hacíamos. ¿Dónde sería?
—Pues en la casa de siempre, recuerdas, la casa abandonada que está justo a un lado de tu casa.
—¿Allí, y qué pensarán tus otras amigas cuando la vean?
—Ellas no irán, les dije que estaría ocupada con ustedes.
—¿Pero en serio vamos a hacer tu fiesta allí? No me parece el mejor lugar.
—¿Una mejor idea?
—Podemos hacerla en alguna de nuestras casas. Tal vez en la tuya.
—Pensé en eso, ¿pero y si Laura se pasa todo el día en la casa? Sería algo incómodo.
—Incómodo para ti, yo siempre me he llevado bien con ella, y creo que Sofía también.
—Entonces, ¿sería en mi casa?
—Es como tu quieras, igual, es tu fiesta.
—Entonces será en mi casa. Te mando un mensaje para que sepas a qué hora será.
—Perfecto, bueno, te veo más tarde —Le dijo Vanessa quien entró a la preparatoria.
Erika se quedó parada allí mientras veía a Vanessa correr al interior del edificio. Se dio la vuelta al sentir que alguien la miraba, al principio solo miró un poco, no se fijó en casi nada, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la preparatoria, la sensación regresó, y esta vez ella se dio la vuelta y miró con más detalle hacia todos lados, no dejó de buscar hasta que se dio por vencida al no encontrar nada. Se dio la vuelta y entró. Había sido algo extraño, nunca le había pasado antes.
El día pasó tranquilamente, ella expuso junto con sus compañeras el trabajo que les había costado más de tres días terminar. Les fue bien, pasaron sobre las expectativas que tenía el profesor acerca de su exposición, siendo de acuerdo a él, la mejor exposición que se hizo alguna vez en su clase. Llegó el receso, Erika decidió ir a buscar a Sofía para avisarle de la pequeña reunión que daría. La buscó durante la mitad del receso, no la encontró en la mesa en donde se había comenzado a sentar, tampoco la encontró en su salón, terminó por ir a la cafetería, que era el último lugar en donde ella estaría, y para su sorpresa, ella estaba allí, almorzando con sus amigas. Se acercó y la saludó.
—Hola —Dijo Sofía al verla.
—¿Te puedo molestar un par de minutos? —Le pidió Erika.
—Claro. Discúlpenme, ahorita regreso —Les dijo Sofía a sus amigas.
Ambas se alejaron de la mesa en donde estaba sentada Sofía.
—¿De qué quieres hablar?
—¿Recuerdas que día es hoy?
—¿Si lo recuerdo? ¡Hasta te compré un regalo!
—¿En serio? Pues te voy a pedir que no me lo des ahora, quiero que me lo des hoy en la tarde cuando vayas a mi casa a celebrar.
—¿Vas a hacer una fiesta?, ¿No tienes problema con que Laura esté en la casa?
—¿Tu tienes un problema con eso?
—No, realmente no, me cae muy bien, y creo que sería una buena adición a la fiesta.
—Entonces, ¿Irás?
—Claro, somos amigas. ¿A qué hora?
—Aún no lo sé, ¿entre las seis y las siete de la noche?
—Es buena hora, le preguntaré a mi padre y a Marisol a ver que opinan.
—Oye, hablando de ellos dos, ¿ya tienen fecha para la boda?
—La pusieron para agosto, así no solo terminaría la preparatoria, si no que también celebraría el matrimonio de mi padre. ¿Te gustaría ir?
—No es mi decisión, es la de tu padre.
—El dijo que podía llevarlas a las dos, a ti y a Vanessa, así que no hay problema si vas.
—Voy a ir a una boda y no será la mía, que feliz estoy por ti.
—Ni siquiera es mi boda, además, hoy es tu día, debería de ser yo quien se emocione de que vas a cumplir ya los dieciocho años.
—Tienes razón. Oh rayos. Se me está haciendo tarde para regresar al salón, bueno, te espero en mi casa a las seis, y felicita a tu padre por mí.
—Lo haré.
Erika salió corriendo de la cafetería, Sofía regresó a la mesa junto con sus amigas, estas le preguntaron que era de lo que habían hablado, como siempre, ella decidió jugar un poco con ellas.
Erika logró llegar a tiempo al salón para encontrarse con sus amigas, estas estaban haciendo un trabajo.
—Llegaste tarde.
—Lo siento, tenía que decirle a Sofía sobre la fiesta de hoy.
—¿Así que vas a hacer fiesta y no nos vas a invitar?
—Ya les dije, hoy es mi día con ellas, mañana será con ustedes.
—Sigo sintiendo que nosotros somos las “otras”, mientras que ellas son sus esposas.
—¡Mañana seré suya! —Les gritó ella desesperada.
—Eso sonó a algo porno —Se burló una de ellas.
Las cuatro se rieron a carcajadas.
—Eso sonó tan mal en muchos sentidos —Les añadió Erika.
Continuaron riéndose las cuatro, cuando se tranquilizaron pasaron de inmediato a trabajar.
—Sigo sin entender por qué estamos haciendo esto. Es para dentro de dos semanas —Dijo una de las chicas.
—En un mes terminamos las clases, es mejor liberarnos un poco de la carga en lugar de dejar que se nos amontone junto con los demás proyectos, que sé muy bien que nos los dejarán los maestros —Le explicó Erika.
—Nuestro promedio es tan alto que realmente no importa si sacamos ochos en los finales.
—No importa ahora, pero cuando tengamos que buscar lugar en la universidad nos va a ir de la chingada si no tenemos una calificación que pueda competir con la de los demás.
—Tiene razón, si dejamos de tomar en cuenta nuestro promedio, entonces podemos terminar incluso sin poder entrar a la universidad —Les añadió Erika.
—Ya es tarde. Guardemos todo. Pasado mañana continuamos con esto.
Las cuatro chicas guardaron sus cartulinas, libretas y libros en sus mochilas, y esperaron a que el receso terminara y la siguiente clase empezara.
El día pasó rápidamente, clase tras clase todas pasaban rápidamente, llegó el final del día escolar. Erika fue la primera en salir del salón, y fue a ver a Vanessa para decirle la hora en que se reunirían. Erika la esperó afuera de su salón, pasaron varios minutos antes de que su profesor decidiera dejarlos salir, y cuando lo hizo, Erika logró hablar con Vanessa.
—Nos juntaremos a las seis, ¿No es problema verdad?
—No, claro que no. ¿Llevo algo de mis cosas?
—¿”Cosas”?
—Ya sabes, la ropa, y mis pequeñas mascotas.
—No, Laura va a estar con nosotros... creo. Pienso que estará en la casa, así que no creo que sea posible que ninguna pueda mostrar sus cosas a las otras.
—Que lástima, había hecho algo que creo que les habría gustado. Bueno, entonces nos vemos a las seis.
—Sí, gracias —Le dijo Erika antes de despedirse.
Ella dirigió tan rápido como pudo a su casa, al llegar, de inmediato le avisó a Laura lo que iba a hacer esa misma tarde.
—¿Van a venir hoy?, ¿te importa si me voy el tiempo que ellas estén aquí? —Le preguntó Laura.
—¿”Irte”? Pero si ambas te quieren tanto como yo a ti. Les pregunté si no sería algo incómodo estar aquí contigo, y las dos me dijeron que no, que incluso serías una buena adición a nuestra pequeña celebración —Le contestó Erika.
—Tus amigas son demasiado buenas. Me hubiera gustado tener amigas así cuando tenía tu edad. Regresando al tema, tenemos mucho que hacer de aquí. ¿A qué hora llegan?
—A las seis.
—Es muy poco tiempo. Bueno, nos las arreglaremos. Yo iré al supermercado a conseguir botanas y otras cosas, tú... tú encárgate de la casa. Arregla y prepara cuanto puedas.
—Espera, ¿pero y si traes algo que no les guste?
—¿Crees que soy tan vieja como para no darme cuenta de que es lo que les gusta?... La verdad sí. Mejor tú ve al supermercado, yo me quedaré a limpiar y a ordenar cuanto pueda.
Erika recibió dinero de Laura, salió corriendo de la casa y se dirigió al supermercado que estaba a unas cuantas calles de allí. Estaba emocionada y acelerada a la vez, estuvo por caerse un par de veces mientras corría. Llegó al estacionamiento de la tienda y luego entró por las puertas corredizas. Trató de recuperar el aliento mientras caminaba hacia los pasillos de botanas. Allí se detuvo y miró lo que podía comprar. Tomó un par de bolsas de papas fritas, varias cajas de galletas y dulces, llevó las cosas que había agarrado al mostrador y luego regresó al pasillo a tomar otras cosas. Dio una vuelta más, pero ahora fue hacia los refrigeradores, allí tomó un par de refrescos y dos litros de helado, luego regresó al mostrador en donde puso todo junto con lo demás. Un salió de detrás del mostrador, y al ver a Erika sonrió.
—¿Mucho estrés por los exámenes finales? —Le preguntó el hombre.
—No, es por una pequeña reunión que voy a dar.
—Oh, eso. Tengo la idea exacta de porqué vas a dar esa reunión.
—¿Lo sabes?
—Sí, es por tú... —Antes de continuar, un hombre llegó y evitó que terminara.
El hombre era más alto que Erika, eso la puso un poco incómoda. Él puso un paquete de cervezas en el mostrador y pagó con un enorme billete.
—¡Es por tu cumpleaños! ¡Felicidades!
—No sé como lo sabes, pero, gracias.
—Te compré algo. Espero que te guste.
—No debiste.
—Eres una de mis mejores clientes. Te mereces esto y más.
El hombre le entregó una pequeña caja, ella la abrió llena de emoción, y al estar completamente abierta se encontró con un collar con un delfín en el centro.
—Es hermoso —Le dijo ella.
—¿Cumples años?, ¿Cuantos? —Preguntó el hombre a un lado de ella.
—Dieciocho.
—Tienes edad, ¿por qué no compras alcohol en lugar de esos refrescos?
—No tienes razón para contestar Erika —Le dijo el hombre tras el mostrador.
—No importa. Cuando era pequeña tuve muy malos momentos que tenían que ver con el alcohol. No pienso acercarme de vuelta a él, no a menos que sea para curarme una herida o algo así —Le respondió Erika.
—Bien dicho. El beber alcohol nunca lleva a nada bueno.
—¿Acaso no quieres mi dinero maldita mierda? —Le reclamó el otro hombre.
—Mira, no quiero tener problemas. Por favor, vete de la tienda —Le dijo el hombre al otro.
—Púdrete entonces —Le dijo el hombre mientras se iba.
—Increíble como te le enfrentaste —Le dijo Erika.
—Es algo que se debe de hacer si se quiere tener un negocio honesto.
—¿Pero no tienes miedo de que regrese?
—Si lo hace, estoy preparado.
—Bueno, espero que te vaya bien. Gracias.
Erika tomó las bolsas en las que el hombre había medito sus cosas.
—¿No te pesa demasiado? —Le preguntó el hombre preocupado.
—No, puedo llevarlo, no te preocupes —Le contestó Erika.
Ella levantó ambas bolsas con dificultad y salió de la tienda. Al salir, se encontró con el hombre subiendo a una motocicleta, llevaba el casco puesto, así que no pudo verle el rostro. Ella siguió caminando hacia su casa, pronto olvidó al motociclista y se centró en lo que iba a hacer esa tarde junto con las otras princesas y con Laura. Llegó a su casa, Laura de inmediato le abrió la puerta y la ayudó con las bolsas que llevaba. Entre ambas llevaron las bolsas a la cocina, en donde las vaciaron y vieron el contenido.
—¿Será suficiente? —Preguntó Laura.
—Espero. No quiero volver ir a la tienda en un par de días.
—¿Qué ocurrió?
—Un motociclista tuvo un conflicto con el dueño, solo fue un par de segundos, pero no quiero ir y volver a encontrármelos juntos.
—Que bueno que no pasó nada peor. Y bueno, la casa está ya casi terminada.
—¿En serio? Me fui solo por unos minutos.
—No vivimos como cerdos, no había mucho que hacer.
—Entonces, ¿ya no falta nada?
—Bueno, podríamos poner algunos adornos...
—Tengo la edad suficiente como para evitar esas cosas. Pero si lo deseas, puedes poner unos cuantos.
—Sabía que no te podías resistir. ¿Podrías llevarte la basura mientras yo voy poniendo la mesa?
—Claro. Ahorita regreso.
Erika subió a su cuarto y bajó con varias bolsas, luego las juntó con las que había a un lado de la puerta y salió con ellas. Mientras caminaba logró ver que de entre las bolsas de basura salían algunos papeles quemados, ella los reconocía, ya que fue ella misma quien los había quemado. Llegó al contenedor de basura y arrojó las bolsas dentro, se dio la vuelta y caminó de vuelta a su casa. Mientras lo hacía, sintió de nuevo lo que había sentido durante la mañana al llegar a la preparatoria, sentía que era observada. No le dio importancia por unos segundos, pero luego recordó lo que había pasado durante la mañana y se detuvo. Miró hacia enfrente, luego miró de reojo hacia los lados. No encontró a nadie, pero al seguir sintiendo la misma sensación decidió darse la vuelta. Logró ver algo que rápidamente desapareció detrás de un muro, no creyó que pudiera ser alguien, probablemente algún animal, se dio la vuelta y siguió caminando. Parecía caminar con normalidad, pero de hecho estaba mirando hacia los lados en busca de la persona que la observaba, miraba hacia las ventanas de los vecinos esperando encontrarse con alguien mirándola desde allí, pero no tuvo suerte. Llegó de vuelta a la casa y entró tan pronto como pudo. Laura estaba llevando las cosas que ella había traído de la tienda a la mesa.
—¿Te ayudo en otra cosa? —Le preguntó Erika.
—Gracias, pero creo que ya estamos por terminar. Oye, ¿te sientes bien? —Le preguntó Laura al verla preocupada.
—Sí, solo un poco emocionada por esto.
—No te ves muy emocionada, te ves incluso un poco pálida. ¿Segura que te sientes bien?
—Ahora que lo dices, todo el día he tenido la sensación de que alguien me observa.
—Por su puesto, es tu cumpleaños. Estoy segura de que ya varias personas lo saben y estuvieron mirándote para saber que te podrían regalar.
—No, eso no me habría puesto así. Estoy segura de que alguien más me está observando, me está siguiendo.
—¿Quién crees que sea?
—No lo sé, pero no creo que tenga buenas intenciones.
—Mira, no te preocupes por eso. Cuando lleguen tus amigas quiero que solo pienses en ellas y no en nada mas. Si esta sensación sigue para mañana, entonces veremos que hacemos. ¿Sí?
—Gracias.
Erika fue a sentarse en el sofá de la sala, vio un rato la televisión mientras intentaba pasar el rato. Laura se le unió minutos después.
—Terminamos muy pronto —Le dijo Laura mientras se sentaba a un lado de Erika.
—Faltan todavía dos horas para que lleguen. ¿Hacemos algo?
—¿Cómo?
—No sé... Eso me recuerda, el año pasado me preguntaste días antes si me gustaría tener un pastel, te dije que no y a pesar de eso igualmente me lo compraste. ¿No lo habrás hecho de nuevo verdad?
—No te pregunté, así que te puedo asegurar que no lo hice de nuevo.
—¿No hiciste de nuevo qué?
—Preguntarte —Le dijo Laura con nerviosismo.
—¡Lo hiciste! Compraste un pastel —Le reclamó Erika.
—Es imposible no hacerlo. Te mereces un pastel en cada cumpleaños, y cada vez uno más grande que el anterior.
—El último tenía cinco pisos. Apenas pudimos terminarlo. ¿Cuántos tiene este? —Preguntó ella con desconfianza.
—Es del mismo tamaño, no te preocupes.
—¿Puedo verlo?
—¿No que no querías pastel?
—Yo nunca dije nada. En todo caso, ya que te tomaste la molestia de comprar un pastel a mis espaldas, me gustaría verlo.
Ambas se levantaron del sofá, Laura la llevó a la cocina, se agachó frente a un mueble y lo abrió.
—¿Es un refrigerador? —Le preguntó Erika impresionada al ver en donde había guardado el pastel.
—Sí, lo compré hace un par de semanas, tenía pensado regalártelo ese mismo día, pero decidí esperar hasta hoy para entregártelo.
—¿Y de qué es el pastel? —Preguntó Erika llena de curiosidad.
—De tu sabor favorito: chocolate. Y creo que cuando cortes la primer rebanada sabrás de que más es.
—Sabes que me desespero si no sé algo, ¿cuál será la sorpresa que tendré cuando tome la primer rebanada?
—Bueno, algo simple, hay galleta dentro del pastel.
—¿Galleta? Esta vez si te pasaste, la última vez fueron fresas y jarabe de chocolate, ¿Ahora galleta? Creo que me quieres matar de diabetes.
—Yo solo estaría dispuesta a matarte llenándote de cariño y amor —Le dijo Laura mientras la abrazaba.
—Que cursi eres.

 Entre las dos llevaron el enorme pastel a la mesa, y una vez que lo tuvieron allí llevaron platos, cucharas y tenedores, además de un cuchillo especial para cortar pastel. El timbre en la puerta sonó, de inmediato Erika corrió a abrir la puerta: Era Vanessa y Sofía.
—Hola, llegaron temprano.
—Ella tenía la idea de que como siempre, terminarías antes de lo pensado y pasarías un buen rato sin nada que hacer, así que me llamó y me propuso venir antes de la hora que nos diste —Le dijo Sofía.
—Pues tenía razón, hace poco terminamos de preparar todo y ya había comenzado a aburrirme —Le añadió Erika.
—Perfecto. ¿Ves? Te dije que era buena idea —Le dijo Vanessa a Sofía.
Las dos entraron a la casa, al ver a Laura cerca de la mesa la saludaron.
—Hola señora —Dijo Vanessa mientras la saludaba.
—Hola —Repitió Sofía.
—Hola a las dos —Les dijo Laura.
Las dos se quedaron viendo a Erika, avergonzadas y un poco incómodas de que ella estuviera allí.
—Creí que cuando decías que ella estaría aquí era una broma —Le dijo Vanessa.
—Pero si ustedes se llevan perfectamente con ella. No creo que haya algún problema, ¿O sí? —Dijo Erika.
—No, no hay ninguno —Le dijeron las dos al mismo tiempo.
Las tres caminaron a la mesa, en donde las esperaba un pastel y varias bolsas llenas de frituras y dulces. No era una fiesta propia de una adolescente de su edad, pero no era muy común que ella asistiera a fiestas como para saber específicamente que era lo que se hacía en ellas.
Las cuatro se sentaron alrededor de la mesa. Al principio todas se reían nerviosamente de la situación, luego Laura decidió comenzar a hablar.
—Me gustaría saber como es que se conocieron —Les dijo ella.
Vanessa decidió hablar. Con cuidado de no revelar nada acerca de sus actividades de cuando eran niñas, le contó sobre como una tarde las tres se reunieron a jugar, y desde ese día continuaron jugando juntas. Las otras dos estaban preocupadas de que ella fuese a decir algo que no debía, pero al final, todo resultó como lo planearon. Laura terminó con una gran sonrisa al saber como las tres chicas terminaron siendo las mejores amigas, y de la misma forma las otras princesas al saber que no terminó diciendo nada Vanessa acerca de lo que hacían.
—Es una muy bonita historia.
—Sí, lo es. ¿Podríamos comenzar a comer del pastel? La tentación es demasiada —Dijo Sofía intentando cambiar el tema.
—Por mí no hay problema, ¿Erika?
—Sí, podemos comenzar a cortar el pastel.
Erika se levantó de su silla y se acercó al pastel. Las tres miraban como lentamente el cuchillo pasaba por el primer piso del pastel, que por cierto, estando sobre la mesa, le llegaba al cuello a Erika.
—Tengo suerte de que yo no voy a tener que cortar ese enorme pastel —Dijo Vanessa burlándose de su baja estatura.
Erika cortó la primer rebanada de pastel y la puso en un plato, se la entregó a Laura, quien esperó a que las demás tuvieran su rebanada antes de comenzar a comer.
Erika repartía rebanadas del pastel conforme las iba sacando, cortó la última y la puso sobre su plato. Cuando puso el cuchillo a un lado del pastel notó el encendedor que estaba allí.
—¿Por qué hay un encendedor? —Preguntó Erika extrañada —No me digas que ibas a poner velas de cumpleaños.
—Sí... perdón —Le dijo Laura.
Ella sacó una caja de velas de cumpleaños y se la pasó a Erika.
—Son velas de broma. ¿Me querías hacer una broma? Me hubiera encantado caer en ella —Le dijo Erika.
—¿En serio? Entonces como mínimo pon una de las velas en tu pastel y veamos como se ve.
—Bien, lo haré por ti.
Las tres vieron como Erika sacaba una vela de la pequeña caja, la ponía sobre su pastel y la encendía con el encendedor. Los ojos de Erika se llenaron de brillo, no solo por el hecho de que estaba al borde de romperse en llanto de lo contenta que estaba, si no que el baile de la flama de la vela la había hipnotizado.
—¡Sopla de una vez! —Le gritó Vanessa.
Erika se acercó, había olvidado por completo que era una vela de broma, sopló con fuerza logrando apagar la vela, su expresión cambió a una de alegría, pero al ver como la vela volvía a encenderse tomó una de decepción.
Las tres se rieron de ella al momento en que la flama regresó.
—Tu cara cuando se volvió a encender la vela es algo que nunca olvidaremos —Le dijo Sofía.
—¿También tú Laura?
—Es imposible no hacerlo al verte cambiar tan drásticamente de animo —Le contestó ella.
Alguien tocó el timbre de la casa, Laura se levantó y fue a ver quien era. Erika la miró abrir la puerta, y luego hacer algo como un gemido. Erika no entendió, no hasta que vio a Laura caer al suelo con un cuchillo enterrado en su pecho.
—¡Laura! —Gritó ella mientras se levantaba de la mesa.
Un hombre entró y caminó a un lado del cuerpo de Laura, giró hacia donde las tres chicas se encontraban, y las miró.
—Tú —Dijo Erika.
Al poder ver el rostro del perpetrador, Erika pudo ver que era el mismo hombre que había estado en la tienda horas antes.
—¿Me recuerdas? —Dijo el hombre.
Erika no sabía quien era, no hasta que lo vio beber de una botella de cerveza.
—No, no, no, no. No. —Repitió ella una y otra vez al darse cuenta de que era su hermano.
—Cuanto tiempo sin vernos, “hermanita” —Le dijo él.
Las otras dos chicas estaban sorprendidas, tan sorprendidas como Erika al verlo de nuevo.
—¿Qué haces aquí?, ¿qué mierda te trae a nosotras? —Le preguntó Vanessa.
—Cierra la boca maldita gorda —Le contestó él con furia.
—¡Lárgate! —Le gritó Erika.
—No. Vine a tomar lo que es mío, y eso eres tú.
—No puedes. Descubrieron tus abusos y me dejaron con esta amable y cariñosa persona por que era mucho mejor ser humano que tú. Si me pones un dedo encima, irás a la cárcel —Le amenazó Erika.
—¿En serio? Huy, que miedo tengo. Me vale mierda. El simple hecho de tenerte en mis manos es suficiente.
—¿Qué? No, no dejaré que te me acerques —Le dijo Erika mientras caminaba hacia atrás.
Las otras dos princesas se quitaron del camino, evitando hacer contacto, tanto físico como visual con el hermano de Erika. Esperaron a que él les hubiera dado la espalda para pensar en algo. Erika logró ver como ellas discutían entre sí, al momento supo que estaban planeando algo para salvarla. Él dejó la botella de cerveza en la mesa mientras se acercaba amenazadoramente a Erika.
—¡Aléjate! —Le gritó Erika para luego lanzarle una botella de salsa en el rostro. Esta se reventó en su cara, cortándolo.
—Maldita perra, ¿Cómo te atreves a hacerle eso a tu hermano mayor? ¡Pagarás por eso zorra!
Él se tallaba los ojos luego de que la salsa entrara a estos. Las otras dos chicas aprovecharon para poner en marcha su plan. Vanessa tomó un cuchillo de metal de la cocina, mientras que Sofía tomaba un cenicero que había en la barra de la cocina. Con el cenicero brincó en la espalda del hermano de Erika y repetidamente lo golpeó con él hasta que le sacó sangre.
—¡Todas pagarán por esto estúpidas! —Les gritó el enojado.
Logró tomar del brazo a Sofía y le comenzó a dar cabezazos, ella había comenzado a llorar luego de que él le rompió la nariz. Vanessa había esperado a que él dejara de moverse para atacar: con el cuchillo en sus manos, corrió hacia él y se lo enterró en la espalda. De inmediato cayó al suelo hincado, soltando a Sofía. Vanessa de inmediato corrió a ayudar a Sofía y la alejó del alcance de él. Erika miraba con horror la escena, la vela seguía encendida, echando chispas, mientras que su hermano estaba hincado frente a ella. Tras haber procesado todo lo que había ocurrido, ella se le acercó y le dio una patada en el rostro. La patada fue tan fuerte que lo lanzó contra su espalda e hizo que el cuchillo que aún seguía allí se enterrara aún más.
—Durante años me hiciste sufrir, ahora tomaré mi venganza por todos esas veces que me golpeaste, que me hiciste llorar, por haberme hecho vivir miedo durante tanto tiempo.
Erika miró la botella de cerveza que estaba sobre la mesa, la tomó con una de sus manos y la arrojó contra él. La bebida quedó esparcida por todo su cuerpo.
—¡Dime, ¿qué se siente que te bañen en cerveza!?, ¿¡Te gusta!?,¿¡Se siente bien!? —Le preguntó ella mientras le daba patadas en el estómago.
Ella tomó la vela aún encendida y la acercó lentamente hacia él. Vio como las chispas saltaban, ella tenía la esperanza de que una de ellas saltara hacia la ropa impregnada de alcohol y esta se prendiera en llamas. Antes de que la flama tocara una parte de su camisa, él comenzó a mover los labios, como si intentase decir algo, pero ella logró hablar antes que él.
—¿Qué se siente que tu “débil” hermana esté por matarte? Se siente bien, ¿no es así? —Le dijo Erika.
De pronto, los brazos de él se alzaron, Erika de inmediato dejó caer la vela sobre su camisa y se alejó tan rápido como pudo de él asustada por lo que él tenía planeado hacer. Velozmente su camisa se incendió, seguido de la parte superior de sus pantalones. Él comenzó a gritar conforme el fuego se expandía a sus brazos y a su rostro, Erika simplemente observaba, y conforme el cuerpo era cubierto por el fuego ella fue riéndose cada vez más. Las otras dos princesas la veían desde el otro lado de la habitación, pero no la veían con miedo, ni con horror, si no con orgullo, alegría y regocijo. Mientras ella se reía, un grito viniendo de la puerta captó la atención de las tres: En la puerta estaban las tres amigas de Erika.
—¡Oh por Dios. Llamen a la policía, y a los bomberos! —Dijo una de ellas.
—¿Pero qué pasó? —Le preguntó una de las chicas quien entró corriendo a ver a Erika.
—Él atacó a Laura, luego a nosotras. Nos defendimos, terminó cayéndose a un lado de la mesa y se prendió fuego —Le contestó Vanessa.
Una de las chicas miraba el cuerpo de Laura, otra notificaba por teléfono el evento, y la última, trataba de conseguir información de Erika. Él seguía gritando de dolor, trataba de moverse, pero el cuchillo en su espalda no se lo permitía. El fugo ya había alcanzado la mesa, y había comenzado a quemar el resto de las velas, el mantel y la misma mesa. No tardó mucho antes de que las sirenas de las patrullas, ambulancias y el camión de bomberos comenzaran a escucharse, poco después llegaron a la casa.
Las seis salieron de la casa, Sofía fue atendida por un par de médicos en una de las ambulancias, mientras que el cuerpo ya sin vida de Laura era llevado a otra. El cuerpo carbonizado del hermano de Erika fue sacado de la casa, aún se podía ver el humo saliendo del cuerpo. Las otras cinco chicas eran cuestionadas por los eventos, las dos princesas respondieron lo mismo, mientras que las otras tres chicas repitieron lo que les dijo Vanessa.
—¿Era tu hermano? —Le preguntó uno de los oficiales a Erika.
—Sí, hacía ya años que no lo veía. Tanto como ellas como yo, también estaba completamente impactada al saber que era él —Le contestó Erika.
—Y ustedes, ¿Qué se supone que hacían en la casa?
—Íbamos a sorprender a Erika. No creímos que pasaría esto —Le respondió una de las chicas.
Continuaron siendo interrogadas, los vecinos se reunieron alrededor de la escena. El padre de Sofía llegó, y poco después los padres de Vanessa.
—¿¡Te encuentras bien!? —Le preguntó el padre de Sofía a ella mientras corría en su dirección.
—Me encuentro bien. Mi rostro tal vez no, pero sí lo demás —Le contestó Sofía.
—Mamá, déjame. No me pasó nada a mí. Creo que sería mejor que fueras y consolaras a Erika en lugar de estar conmigo—Le dijo Vanessa a su madre.
El padre de Sofía escuchó el comentario de Vanessa, y junto con sus padres se acercaron a Erika.
—¿Te encuentras bien Erika? —Le preguntó la madre de Vanessa a ella.
—Sí. Triste por su muerte, pero solo eso —Le contestó Erika con un tono inexpresivo.
—¿Tienes otro lugar donde quedarte?, ¿alguien más a quien puedas acudir? —Le preguntó la madre de Vanessa.
—No, ella, además de ellas dos, era la única persona con la que podía hablar de cualquier cosa, si pudiera, les pediría a ellas si me permitían quedarme en sus casas, pero ni si quiera casa tienen —Dijo Erika.
—Puedes quedarte en mi casa —Le dijo el padre de Sofía.
—No quiero ser un problema. Puedo fácilmente dormir aquí, no se preocupen —Contestó Erika.
—No dejaré que duermas sola. Dormirás en mi casa hasta que sea necesario. Las amigas deben de cuidar de sus otras amigas —Le sentenció Sofía.
—Gracias.
Sofía fue metida dentro de una de las ambulancias, su padre se subió y se llevó a Erika consigo. Tenían que llevar a Sofía a una revisión extensiva de su nariz, a Erika no le importó dejar su casa con extraños.
—Es una lastima lo que pasó aquí —
Dijo el conductor.
—Sí. Mujer asesinada por el hermano de una adolescente, que por cierto murió carbonizado luego de ser atacado por las tres chicas. Algo triste —Erika logró escuchar esto de un oficial de policía antes de entrar en la ambulancia junto con Sofía y con su padre,
no sabía que decir, simplemente se quedó callada.
“El destino se rió, no, abofeteó a Erika en el rostro. Le dio la esperanza de poder vivir una mejor vida, y luego decidió quitarle todo. El destino a veces puede ser demasiado cruel...”

Fin de la primer lágrima



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