Dedo
tras dedo ella fue haciendo cualquier cosa para quitárselos; uno de
ellos lo logró cortar de una sola vez usando unas tijeras de jardín,
otro le tomó varios intentos con un cuchillo para pan y luego un
cuchillo de carnicero; con una llave inglesa rompió uno de los dedos
y, con la parte de atrás de la cabeza del martillo, enterrando las
dos puntas metálicas en la carne, jaló hacia adelante y le arrancó
el dedo. Una y otra vez el gritó, cada vez aún más que la
anterior. Sentía un dolor inmenso, y con cada dedo que se le era
removido sus deseos de estar muerto aumentaban. Él sufría tanto, el
dolor era tan insoportable, y la perdida de sangre ya era lo
suficiente como para haberlo empujado a que se desmayase. A Vanessa
le desanimó esto, pero debía de hacer cuanto pudiese, continuó
trabajando con los dedos de ambas manos, y cuando terminó, los llevó
todos y los puso en un plato a un lado de ella.
—No puede ser, sigues sin despertarte... no serviste ni si quiera para esto. Bueno, podré trabajar sin que me estés gritando, aunque debo de decir que tus gritos de dolor me fascinan y me animan, me gustaría poder escucharlos todos los días a cada hora —Dijo Vanessa mientras tomaba una caja y la acercaba a la silla. Abrió la pequeña caja, revelando el contenido: había varios carretes de hilo, agujas, alfileres y tijeras, además de varios trozos de telas de diferentes colores, texturas y tamaños. Tomó uno de los carretes de hilo, sacó el extremo del hilo y lo hizo pasar por la aguja, una vez que lo tuvo sujeto contra la aguja con un nudo, pasó una vez la aguja por la piel de Ernesto, ella esperaba a que un grito desgarrador llenase la habitación, pero no fue así, ni si quiera eso lo despertó. El pequeño hilo pasaba justo en el antebrazo, ella tomó uno de los dedos recién cortados y con mucha calma y tranquilidad lo comenzó a coser contra el brazo. Una y otra vez el hilo pasó entre la piel del brazo como la del dedo, y en minutos ella terminó, cortó el hilo restante con unas tijeras y luego hizo un pequeño nudo para evitar que se soltasen las suturas.
—Cielos, la piel es tan fácil de trabajar, y lo mejor, las costuras apenas se ven. Todo esto sería mucho mejor si tan solo estuvieses despierto... pero no importa, ya tengo todo lo que necesito, no puedo pedir nada más.
—No puede ser, sigues sin despertarte... no serviste ni si quiera para esto. Bueno, podré trabajar sin que me estés gritando, aunque debo de decir que tus gritos de dolor me fascinan y me animan, me gustaría poder escucharlos todos los días a cada hora —Dijo Vanessa mientras tomaba una caja y la acercaba a la silla. Abrió la pequeña caja, revelando el contenido: había varios carretes de hilo, agujas, alfileres y tijeras, además de varios trozos de telas de diferentes colores, texturas y tamaños. Tomó uno de los carretes de hilo, sacó el extremo del hilo y lo hizo pasar por la aguja, una vez que lo tuvo sujeto contra la aguja con un nudo, pasó una vez la aguja por la piel de Ernesto, ella esperaba a que un grito desgarrador llenase la habitación, pero no fue así, ni si quiera eso lo despertó. El pequeño hilo pasaba justo en el antebrazo, ella tomó uno de los dedos recién cortados y con mucha calma y tranquilidad lo comenzó a coser contra el brazo. Una y otra vez el hilo pasó entre la piel del brazo como la del dedo, y en minutos ella terminó, cortó el hilo restante con unas tijeras y luego hizo un pequeño nudo para evitar que se soltasen las suturas.
—Cielos, la piel es tan fácil de trabajar, y lo mejor, las costuras apenas se ven. Todo esto sería mucho mejor si tan solo estuvieses despierto... pero no importa, ya tengo todo lo que necesito, no puedo pedir nada más.
Ella se acomodó a un lado del brazo y continuó
trabajando con la aguja. Pasaron los minutos, y poco a poco los dedos
eran siendo cosidos al brazo de Ernesto, en poco tiempo, su brazo
estuvo cubierto por dedos, algunos enteros, unos cuantos a la mitad y
un par completamente destrozados. Aún corría sangre de donde antes
había dedos, no tanta como lo hizo al principio. Vanessa miró con
emoción, con una peculiar y extraña sensación de felicidad y de
alegría al ver lo que había hecho, y a pesar de que el dolor y el
sufrimiento que había sentido durante horas se había ido, aún
quería hacer sufrir a Ernesto. Tomó una botella de agua que estaba
a un lado del sillón, la abrió, y vació el contenido sobre él, de
inmediato abrió los ojos.
—¡Despertaste! —Dijo Vanessa con alegría.
—Vanessa... tuve un horrible sueño —Dijo él.
—¿Acaso asesinaste a mis padres y luego yo tomé venganza?
—¿Cómo es qué...? Oh no... —Ernesto lentamente bajó la mirada, y cuando se encontró con sus manos su expresión se volvió una de horror y comenzó a gritar. Vio como todos sus dedos habían desaparecido, dejando atrás pedazos de piel colgando y algunos pedazos de carne y hueso.
—No has visto nada, mira tu brazo derecho —Le dijo Vanessa. Él había comenzado a sudar, sabía bien que algo había hecho ella, pero no tenía ni la más remota idea de qué. Cuando su mirada se topó con lo que ella le había hecho de inmediato sintió nauseas y quiso vomitar. Alejó la mirada tan pronto como vio los dedos colgando de su antebrazo.
—Eso que ves allí solo ha sido el comienzo, claro, no podrás disfrutar de todo ya que morirás antes de que termine, pero al menos podrás ver el comienzo —Le amenazó Vanessa.
—¡Despertaste! —Dijo Vanessa con alegría.
—Vanessa... tuve un horrible sueño —Dijo él.
—¿Acaso asesinaste a mis padres y luego yo tomé venganza?
—¿Cómo es qué...? Oh no... —Ernesto lentamente bajó la mirada, y cuando se encontró con sus manos su expresión se volvió una de horror y comenzó a gritar. Vio como todos sus dedos habían desaparecido, dejando atrás pedazos de piel colgando y algunos pedazos de carne y hueso.
—No has visto nada, mira tu brazo derecho —Le dijo Vanessa. Él había comenzado a sudar, sabía bien que algo había hecho ella, pero no tenía ni la más remota idea de qué. Cuando su mirada se topó con lo que ella le había hecho de inmediato sintió nauseas y quiso vomitar. Alejó la mirada tan pronto como vio los dedos colgando de su antebrazo.
—Eso que ves allí solo ha sido el comienzo, claro, no podrás disfrutar de todo ya que morirás antes de que termine, pero al menos podrás ver el comienzo —Le amenazó Vanessa.
Ella tomó el taladro, colocó la punta de este justo
en el centro de la mano de Ernesto, y en cuanto el comenzó a tratar
de soltar su brazo el taladro se puso a funcionar, rápidamente cruzó
por la mano, saliendo del otro lado, llevándose consigo pedazos de
piel y carne que quedaron atoradas en la punta metálica. Mientras el
taladro aún funcionaba, Ernesto gritaba de dolor y le suplicaba a
Vanessa su liberación, ella simplemente respondió riéndose. Sangre
de inmediato comenzó a brotar, tanto desde el dorso como la palma de
la mano, y en segundos comenzó a caer en el suelo. Mientras él
comenzaba a llorar de dolor, ella llevó el taladro a su otra mano, a
la derecha, colocó la punta empapada de sangre en el centro de la
mano y de inmediato hizo funcionar el taladro, pasando una vez más
por toda la mano. Una vez más él volvió a gritar de dolor.
—¡Por favor, detente! —Gritó Ernesto mientras se mordía los labios. Ella había comenzado a jugar con el taladro, lo movió en círculos en la ya perforada mano. Al escuchar las palabras de Ernesto ella se detuvo.
—¿Acaso tú lo hiciste con mi familia, te detuviste y los dejaste en paz? No, no lo hiciste, así que no me vengas a pedir piedad luego de lo que les hiciste a ellos.
—Ellos nunca me pidieron piedad, nunca me dijeron que me detuviera...
—¡Por supuesto que no! Simplemente entraste y los comenzaste a matar de uno por uno, no les diste ni si quiera tiempo de hablar, sólo te les lanzaste y los mataste como pudiste —Le reclamó Vanessa.
—No fue así... no fue —Ernesto comenzó a murmurar, Vanessa se enojó con él y le lanzó una bofetada.
—Bien, me detendré, pero necesitaré que me digas cómo fue que pasó —Le dijo Vanessa mientras dejaba el taladro en el suelo.
—¿Qué? —Preguntó él desconcertado.
—Quiero que me digas qué fue lo que pasó, como fue que los mataste.
—No, no lo haré. Lo hice por tu bienestar y resultó que fue algo horrible, no pienso lastimarte aún más.
—¿Lastimarme? Luego de lo que hiciste, ya nada puede lastimarme de nuevo. Así que, me dirás cómo fue que pasó, o si no, simplemente seguiré taladrándote hasta haber cubierto tus brazos y piernas de agujeros —Le sentenció Vanessa. Él no contestó, y de inmediato Vanessa se agachó y tomó de vuelta el taladro, lo acercó a la muñeca derecha y colocó la punta metálica en el centro, sus dedos estuvieron a poco de presionar el gatillo cuando él comenzó a hablar.
—¡Bien, te lo diré!... —Dijo Ernesto mientras miraba como Vanessa alejó el taladro y lo volvió a poner en el suelo —Te diré todo lo que quieras saber... —Tomó unos cuantos segundos, miró sus manos y luego a su antebrazo, cerró los ojos y respiró profundamente —Llamé a la puerta de la casa, uno de tus hermanos me abrió, detrás de él estaba el otro. Al principio no había pensado que sería tan fácil, pero en cuanto saqué el cuchillo y comencé a apuñalarlo me sentí increíble y se me hizo muy fácil. El otro salió corriendo de la habitación luego de que me vio levantarme del suelo, lo comencé a perseguir y llegamos hasta el comedor, allí él gritó y llamó la atención de sus padres. Ataqué a la primer persona que vi, y esa fue tu madre, logré apuñalarla en el estómago, luego ella se defendió usando su mano, y evitó así que la apuñalara en el pecho, eso le dio un poco más de tiempo. Tu padre se me abalanzó quitándome de encima de ella, ambos peleamos, me arrojó a la mesa y cuando se me lanzó le enterré el cuchillo en su pecho, luego lo arrojé al suelo y allí lo comencé a cortar. Estaba tan entretenido cortándolo que no me di cuenta de que tu madre y tu hermano habían huido, cuando me di cuenta seguí el rastro de sangre que había en el suelo, lo que me llevó a la cocina. Allí me encontré con tu hermano tratando de sacar a tu madre, ella lo empujó y lo alejó de mí, todo para protegerlo. Sabes, ella se resistió, me abofeteo y me golpeó varias veces, pero la muy puta no era lo suficientemente fuerte como para defenderse de mí. Le enterré el cuchillo en su mano, y mientras ella gritaba la jalé del cabello, la acerqué a la pared, la alcé, y estando ambos parados comencé a estrellarla contra el muro. Una y otra vez la azoté contra la pared, vi como sangre comenzó a salir de su nariz, se la había roto. Sangre salpicó hacia todos lados, y en segundos su rostro terminó desfigurado, pero no solo eso, si no que también el muro luego de haberlo golpeado repetidas veces con su cabeza. La solté, ella se deslizó por el muro y quedó en el suelo, ¿pero sabes algo? ¡La perra no murió, seguía viva! Le saqué el cuchillo de la mano, le brinqué en la espalda y comencé a apuñalarla una y otra vez... —Mientras él le relataba todo lo ocurrido y miraba al techo de la habitación, recordando cada uno de los eventos, no muy lejos de ella la rabia de una persona comenzaba a crecer, con fuerza comenzó a apretar el mango de uno de los cuchillos que había en el suelo, le quería saltar encima y cortarle el cuello, quería sacarle los ojos... quería hacerle de todo, pero no podía hacerlo en ese instante, primero debía esperar a que terminara de hablar, para luego poder desatar su ira en él —... No sé cuando dejó de respirar, pero yo seguí metiendo y sacando el cuchillo de su cuerpo, sangré brotaba hacia todos lados mientras lo hacía, y al final, cuando me cansé, vi como toda la ropa que estaba vistiendo se había llenado de sangre. Me levanté y miré hacia todos lados en busca del último miembro de la familia, de tu hermano. Miré hacia la puerta que estaba abierta, y allí estaba él, mirándome, podía ver el miedo en sus ojos, cuando se dio cuenta de que lo estaba viendo salió corriendo. Lo perseguí tan rápido como pude, el cabrón era rápido, pero no lo suficientemente rápido. Comenzó a gritar conforme me acercaba a él, y funcionó, pronto las luces de algunas casas de algunos vecinos se prendieron. Él trató de saltar al otro lado de la valla, para mi suerte alcancé a agarrarle el pie y así evité que se alejase de mí, pero al hacerlo el peso fue demasiado que la valla no lo logró soportar y terminó viniéndose abajo. Me le lancé sobre él una vez que estuvo en el suelo, al principio me intentó tirar varias veces, pero le detuve enterrándole el cuchillo en la espalda, de inmediato dejó de moverse, seguía vivo por cierto, solo que pienso que el dolor fue tanto que no pudo moverse. Saqué dos de las piedras que formaban el pequeño camino a la casa, puse una de las rocas justo debajo de su cabeza, y usando la otra comencé a golpearlo. Pude ver como un montón de sangre salpicaba hacia todos lados cada vez que le asestaba un golpe, vi incluso como uno de sus dientes salió volando por los aires. Sangre le comenzó a chorrear por todo el rostro, pero no me detuve allí, seguí golpeándolo una y otra vez hasta que tuvo la cabeza destrozada. Cuando terminé solo me levanté, dejé caer la piedra a un lado de él y miré lo que había hecho. Simplemente sonreí... sabes, sonreí, sonreí al verlo a él tirado en el suelo, al poder sentir su sangre tibia en mis manos; sonreí al saber que lo había matado. Comencé a escuchar voces viniendo de las casas de alrededor, de inmediato me enjuagué la sangre de las manos en un charco de agua que se había formado no muy lejos de mí, admiré por unos segundos el cadáver y luego salí corriendo.
—¡Por favor, detente! —Gritó Ernesto mientras se mordía los labios. Ella había comenzado a jugar con el taladro, lo movió en círculos en la ya perforada mano. Al escuchar las palabras de Ernesto ella se detuvo.
—¿Acaso tú lo hiciste con mi familia, te detuviste y los dejaste en paz? No, no lo hiciste, así que no me vengas a pedir piedad luego de lo que les hiciste a ellos.
—Ellos nunca me pidieron piedad, nunca me dijeron que me detuviera...
—¡Por supuesto que no! Simplemente entraste y los comenzaste a matar de uno por uno, no les diste ni si quiera tiempo de hablar, sólo te les lanzaste y los mataste como pudiste —Le reclamó Vanessa.
—No fue así... no fue —Ernesto comenzó a murmurar, Vanessa se enojó con él y le lanzó una bofetada.
—Bien, me detendré, pero necesitaré que me digas cómo fue que pasó —Le dijo Vanessa mientras dejaba el taladro en el suelo.
—¿Qué? —Preguntó él desconcertado.
—Quiero que me digas qué fue lo que pasó, como fue que los mataste.
—No, no lo haré. Lo hice por tu bienestar y resultó que fue algo horrible, no pienso lastimarte aún más.
—¿Lastimarme? Luego de lo que hiciste, ya nada puede lastimarme de nuevo. Así que, me dirás cómo fue que pasó, o si no, simplemente seguiré taladrándote hasta haber cubierto tus brazos y piernas de agujeros —Le sentenció Vanessa. Él no contestó, y de inmediato Vanessa se agachó y tomó de vuelta el taladro, lo acercó a la muñeca derecha y colocó la punta metálica en el centro, sus dedos estuvieron a poco de presionar el gatillo cuando él comenzó a hablar.
—¡Bien, te lo diré!... —Dijo Ernesto mientras miraba como Vanessa alejó el taladro y lo volvió a poner en el suelo —Te diré todo lo que quieras saber... —Tomó unos cuantos segundos, miró sus manos y luego a su antebrazo, cerró los ojos y respiró profundamente —Llamé a la puerta de la casa, uno de tus hermanos me abrió, detrás de él estaba el otro. Al principio no había pensado que sería tan fácil, pero en cuanto saqué el cuchillo y comencé a apuñalarlo me sentí increíble y se me hizo muy fácil. El otro salió corriendo de la habitación luego de que me vio levantarme del suelo, lo comencé a perseguir y llegamos hasta el comedor, allí él gritó y llamó la atención de sus padres. Ataqué a la primer persona que vi, y esa fue tu madre, logré apuñalarla en el estómago, luego ella se defendió usando su mano, y evitó así que la apuñalara en el pecho, eso le dio un poco más de tiempo. Tu padre se me abalanzó quitándome de encima de ella, ambos peleamos, me arrojó a la mesa y cuando se me lanzó le enterré el cuchillo en su pecho, luego lo arrojé al suelo y allí lo comencé a cortar. Estaba tan entretenido cortándolo que no me di cuenta de que tu madre y tu hermano habían huido, cuando me di cuenta seguí el rastro de sangre que había en el suelo, lo que me llevó a la cocina. Allí me encontré con tu hermano tratando de sacar a tu madre, ella lo empujó y lo alejó de mí, todo para protegerlo. Sabes, ella se resistió, me abofeteo y me golpeó varias veces, pero la muy puta no era lo suficientemente fuerte como para defenderse de mí. Le enterré el cuchillo en su mano, y mientras ella gritaba la jalé del cabello, la acerqué a la pared, la alcé, y estando ambos parados comencé a estrellarla contra el muro. Una y otra vez la azoté contra la pared, vi como sangre comenzó a salir de su nariz, se la había roto. Sangre salpicó hacia todos lados, y en segundos su rostro terminó desfigurado, pero no solo eso, si no que también el muro luego de haberlo golpeado repetidas veces con su cabeza. La solté, ella se deslizó por el muro y quedó en el suelo, ¿pero sabes algo? ¡La perra no murió, seguía viva! Le saqué el cuchillo de la mano, le brinqué en la espalda y comencé a apuñalarla una y otra vez... —Mientras él le relataba todo lo ocurrido y miraba al techo de la habitación, recordando cada uno de los eventos, no muy lejos de ella la rabia de una persona comenzaba a crecer, con fuerza comenzó a apretar el mango de uno de los cuchillos que había en el suelo, le quería saltar encima y cortarle el cuello, quería sacarle los ojos... quería hacerle de todo, pero no podía hacerlo en ese instante, primero debía esperar a que terminara de hablar, para luego poder desatar su ira en él —... No sé cuando dejó de respirar, pero yo seguí metiendo y sacando el cuchillo de su cuerpo, sangré brotaba hacia todos lados mientras lo hacía, y al final, cuando me cansé, vi como toda la ropa que estaba vistiendo se había llenado de sangre. Me levanté y miré hacia todos lados en busca del último miembro de la familia, de tu hermano. Miré hacia la puerta que estaba abierta, y allí estaba él, mirándome, podía ver el miedo en sus ojos, cuando se dio cuenta de que lo estaba viendo salió corriendo. Lo perseguí tan rápido como pude, el cabrón era rápido, pero no lo suficientemente rápido. Comenzó a gritar conforme me acercaba a él, y funcionó, pronto las luces de algunas casas de algunos vecinos se prendieron. Él trató de saltar al otro lado de la valla, para mi suerte alcancé a agarrarle el pie y así evité que se alejase de mí, pero al hacerlo el peso fue demasiado que la valla no lo logró soportar y terminó viniéndose abajo. Me le lancé sobre él una vez que estuvo en el suelo, al principio me intentó tirar varias veces, pero le detuve enterrándole el cuchillo en la espalda, de inmediato dejó de moverse, seguía vivo por cierto, solo que pienso que el dolor fue tanto que no pudo moverse. Saqué dos de las piedras que formaban el pequeño camino a la casa, puse una de las rocas justo debajo de su cabeza, y usando la otra comencé a golpearlo. Pude ver como un montón de sangre salpicaba hacia todos lados cada vez que le asestaba un golpe, vi incluso como uno de sus dientes salió volando por los aires. Sangre le comenzó a chorrear por todo el rostro, pero no me detuve allí, seguí golpeándolo una y otra vez hasta que tuvo la cabeza destrozada. Cuando terminé solo me levanté, dejé caer la piedra a un lado de él y miré lo que había hecho. Simplemente sonreí... sabes, sonreí, sonreí al verlo a él tirado en el suelo, al poder sentir su sangre tibia en mis manos; sonreí al saber que lo había matado. Comencé a escuchar voces viniendo de las casas de alrededor, de inmediato me enjuagué la sangre de las manos en un charco de agua que se había formado no muy lejos de mí, admiré por unos segundos el cadáver y luego salí corriendo.
Al terminar de hablar, Vanessa logró ver una enorme
sonrisa que se había formado en el rostro de Ernesto, unos cuantos
segundos después él comenzó a llorar, pero no por mucho tiempo,
casi de inmediato una sorpresiva risa comenzó, era él, quien pronto
su pequeña risa se volvió una carcajada que provocó que el
cabello de Vanessa se erizara del miedo.
—¿¡De qué te ríes!? —Le preguntó Vanessa
—¡No me arrepiento de nada! —Contestó él —Me alegra el haberlos matado, me alegra el haberte conocido solo porque me diste la única oportunidad en mi vida de haber podido asesinar a otras persona... No me arrepiento de nada, lo volvería a hacer una y otra, y otra vez, ¿y sabes lo mejor? Cada vez podría matarlos de diferentes maneras, podría escuchar de vuelta sus gritos de terror, podría sentir de nuevo su sangre en mis manos, su suave y tibia sangre... —Vanessa por unos instantes se había llenado de miedo y de horror al escuchar las palabras de Ernesto, pero pronto su miedo se volvió ira y frustración, y en cuanto vio la sonrisa que él tenía en su rostro ella estalló.
—¡Maldito hijo de puta! —Vanessa levantó el taladro del suelo, presionó el gatillo y mientras se lanzaba sobre él apuntó el taladro a su cabeza. Él seguía riéndose, no le importaba el hecho de que Vanessa estuviese por meterle un taladro en su cuerpo, estaba más emocionado recordando una y otra vez como asesinó a la familia de ella.
—¿¡De qué te ríes!? —Le preguntó Vanessa
—¡No me arrepiento de nada! —Contestó él —Me alegra el haberlos matado, me alegra el haberte conocido solo porque me diste la única oportunidad en mi vida de haber podido asesinar a otras persona... No me arrepiento de nada, lo volvería a hacer una y otra, y otra vez, ¿y sabes lo mejor? Cada vez podría matarlos de diferentes maneras, podría escuchar de vuelta sus gritos de terror, podría sentir de nuevo su sangre en mis manos, su suave y tibia sangre... —Vanessa por unos instantes se había llenado de miedo y de horror al escuchar las palabras de Ernesto, pero pronto su miedo se volvió ira y frustración, y en cuanto vio la sonrisa que él tenía en su rostro ella estalló.
—¡Maldito hijo de puta! —Vanessa levantó el taladro del suelo, presionó el gatillo y mientras se lanzaba sobre él apuntó el taladro a su cabeza. Él seguía riéndose, no le importaba el hecho de que Vanessa estuviese por meterle un taladro en su cuerpo, estaba más emocionado recordando una y otra vez como asesinó a la familia de ella.
Ella
terminó sentada sobre sus piernas con las suyas abiertas,
sujetándose de las patas de la silla, viéndolo justo a los ojos; el
taladro seguía encendido y el pequeño pero potente motor hacía un
fuerte ruido mientras la punta metálica giraba a velocidades
impresionantes. Ella escuchó por varios segundos más como él se
reía, tenía la esperanza de que él en algún momento le rogara de
nuevo por su vida, que le pidiera perdón y que se sintiese culpable
por lo que había hecho, pero no fue así, él siguió riéndose,
como si su vida no le importase nada más.
Toda
la fuerza que tenía la puso contra ambas manos que sujetaban el
taladro, puso todo su peso en ellas y lo llevó hasta la frente de
Ernesto, rápidamente la punta metálica se acercó a él y tan
pronto como esta tocó su piel ésta se despedazó y los pedazo de
piel salieron volando hacia todos lados, algunos cayendo sobre la
ropa de Vanessa. Lentamente el taladro fue avanzando hacia el
interior de su cabeza, salpicando sangre sobre el rostro de Vanessa
mientras la punta metálica se abría paso por ella. Mientras el
taladro le abría un agujero él no dejaba de reírse, tenía la
misma sonrisa de antes, una sonrisa maliciosa que provocaba miedo y
hacía sentir a Vanessa muy incómoda, la misma sonrisa que la llevó
a ella a una vez amarlo y a quererlo, solo que esta vez no tenía el
mismo significado de antes. Una persona normal estaría gritando de
dolor si un taladro les estuviese perforando la cabeza, o en el mejor
de los casos, estaría inconsciente luego de varios segundos, pero él
era diferente, no parecía sufrir, no gritaba, y tampoco estaba
inconsciente, y en lugar de gritar simplemente se reía y mantenía
la misma sonrisa todo el tiempo.
—Lo volveré a hacer; los mataré cuantas veces pueda; los ahorcaré, les prenderé fuego, les dispararé, les cortaré la garganta... y cada vez que lo haga me reiré una y otra vez —Dijo él mientras miraba a Vanessa a los ojos. Se rió unos segundos más antes de volver a hablar—Vanessa, te doy las gracias por haberme dejado experimentar todo esto.
—Lo volveré a hacer; los mataré cuantas veces pueda; los ahorcaré, les prenderé fuego, les dispararé, les cortaré la garganta... y cada vez que lo haga me reiré una y otra vez —Dijo él mientras miraba a Vanessa a los ojos. Se rió unos segundos más antes de volver a hablar—Vanessa, te doy las gracias por haberme dejado experimentar todo esto.
Luego de que Ernesto hablara, un fuerte estruendo se
escuchó venir de la cabeza de Ernesto, seguido de esto él cerró
sus ojos, dejó caer su cabeza en el respaldo del asiento y la punta
del taladro entró completamente en la cabeza de Ernesto. Los
primeros instantes, el taladro había avanzado con lentitud, pero al
instante en que ese peculiar ruido se escuchó venir de la cabeza de
Ernesto la punta entró velozmente, seguido de esto el sonido de algo
siendo destrozado, como el ruido que hacía una licuadora al triturar
y destazar verduras, se escuchó, el taladro comenzó a moverse
violentamente en la cabeza de Ernesto aún con Vanessa sujetándolo,
sangre comenzó a escurrir del orificio, y junto con ellas, trozos
pequeños de algo rosa, que escurrieron por su rostro. Vanessa soltó
el gatillo junto con el taladro, lentamente la punta metálica dejó
de girar, y con ella, la sangre dejó de salir a chorros del pequeño
agujero. Vanessa miró por varios segundos lo que había hecho, al
principio estaba horrorizada, incluso llevó sus manos al cuello de
Ernesto para saber si aún vivía, no lo hacía. Con miedo se bajó
de sus piernas y se paró justo frente a la silla, justo frente a sus
piernas; Miró con detalle al cuerpo de Ernesto que yacía en la
silla, se encontró con su camisa manchada de sangre, con el taladro
aún colgando de su cabeza; con algunos trozos de piel colgando del
orificio; miró sus manos y se encontró con lo que quedó de los
dedos que ella le había arrancado, y al mirar a su antebrazo se
encontró con los dedos que le había cosido a este. Ella estaba
horrorizada, no podía creer lo que había hecho, estuvo por
arrojarse al suelo, sujetando su cabello y gritando, pero se
resistió, una maliciosa sonrisa apareció en su rostro, y segundos
después ella comenzó a reírse a carcajadas. Su rostro había
pasado de uno de horror a uno lleno de satisfacción y de alegría.
Dio unos pasos y se acercó al cuerpo de Ernesto, y como si nada,
tomó el taladro y lo quitó de la cabeza de él, un delgado y
viscoso fluido color rojo fue llevado desde la cabeza hasta el
taladro, y cuando se rompió luego de haberlo alejado este cayó
sobre el rostro de Ernesto. Vanessa miró la punta metálica y se
encontró con algunos pedazos de piel incrustados en este, al igual
que algunos trozos de la misteriosa carne rosa que había salido
antes. Tocó con sus manos la punta del taladro, estaba caliente,
tanto como por la sangre tibia como por el calor que se generó
mientras la punta metálica se abría paso en el cráneo de Ernesto.
Al tocar la sangre sintió lo viscosa que era esta, jugó por varios
segundos con ella antes de dejar caer el taladro en el suelo y dar
unos cuantos pasos hacia atrás.
—Mierda, mierda... ¡Mierda! —Gritó Vanessa mientras se quitaba la camisa empapada de sangre y la arrojaba al suelo, hizo lo mismo con sus pantalones y con su sostén, se quitó el resto de su ropa exceptuando su ropa interior, dejó todo en el suelo y salió corriendo de la habitación. Bajó al primer piso de la casa, tomó el teléfono y llamó a Sofía.
—Estoy bien —Dijo Vanessa con un tono frío y distante.
—¿Vanessa? Cielos, ¿algo ha pasado, dónde está Ernesto?
—Está todo bien, no te preocupes.
—Llevamos casi dos horas llamándote y nunca contestaste, ¿qué ocurrió?
—No puedo hablar ahora de eso... mira, si pueden, ambas vengan a la casa, pero no en este instante, tengo que bañarme. Si es posible háganlo más tarde o incluso el día de mañana.
—¡Erika, toma las cosas y prepárate, vamos a salir! —Gritó Sofía al otro lado del teléfono —Vanessa, vamos en camino, por favor, no vayas a ningún lugar.
—Mierda, mierda... ¡Mierda! —Gritó Vanessa mientras se quitaba la camisa empapada de sangre y la arrojaba al suelo, hizo lo mismo con sus pantalones y con su sostén, se quitó el resto de su ropa exceptuando su ropa interior, dejó todo en el suelo y salió corriendo de la habitación. Bajó al primer piso de la casa, tomó el teléfono y llamó a Sofía.
—Estoy bien —Dijo Vanessa con un tono frío y distante.
—¿Vanessa? Cielos, ¿algo ha pasado, dónde está Ernesto?
—Está todo bien, no te preocupes.
—Llevamos casi dos horas llamándote y nunca contestaste, ¿qué ocurrió?
—No puedo hablar ahora de eso... mira, si pueden, ambas vengan a la casa, pero no en este instante, tengo que bañarme. Si es posible háganlo más tarde o incluso el día de mañana.
—¡Erika, toma las cosas y prepárate, vamos a salir! —Gritó Sofía al otro lado del teléfono —Vanessa, vamos en camino, por favor, no vayas a ningún lugar.
Vanessa colgó la llamada, colocó el teléfono sobre
el sofá y corrió de vuelta al segundo piso. Llegó al baño y abrió
la puerta, caminando de puntas se acercó a la regadera, abrió la
llave de agua caliente, y al instante agua caliente comenzó a salir,
se podía ver el vapor que subía hasta el techo. Ella cerró la
puerta, se quitó su ropa interior y la puso sobre la taza del baño,
luego, lentamente metió su cuerpo en la regadera, primero su pierna
derecha, luego su otra pierna, seguido por ambos brazos, y al final,
el resto de su cuerpo. La sangre que cubría sus brazos y su rostro
comenzó a diluirse en el agua que caía sobre ella, que pronto
adquirió un color rojo. Tomó el jabón que estaba en un pequeño
asiento y comenzó a pasárselo por todo su cuerpo, incluyendo su
rostro y su cabello. Agua tenida de rojo continuó corriendo por su
cuerpo hasta la pequeña coladera que hacía en el suelo, pero poco a
poco comenzó a aclararse conforme la sangre sobre el cuerpo de
Vanessa era enjuagada. Espuma cubrió el suelo mientras ella se
pasaba el jabón sobre su cuerpo, limpiando su piel aún más.
Pasaron minutos, el agua dejó de salir y ella salió de la regadera,
se secó su cabello con una toalla y se puso su ropa interior, y así
como entró salió: caminando de puntas. Entró en una de las
habitaciones, tomó una caja de cartón y comenzó a sacar prendas de
vestir de allí, sacó un cambio de ropa interior, calcetines y una
camisa, pero no pudo encontrar un pantalón o algo que le cubriese de
la cintura para abajo
—Rayos —Dijo Vanessa mientras miraba la caja de cartón vacía. Arrojó la caja al suelo, se dio la vuelta y caminó de regreso al montón de cajas arrumbadas que había en una esquina de la habitación.
—Rayos —Dijo Vanessa mientras miraba la caja de cartón vacía. Arrojó la caja al suelo, se dio la vuelta y caminó de regreso al montón de cajas arrumbadas que había en una esquina de la habitación.
Caja
tras caja eran botadas hacia donde la primera fue lanzada, y poco
antes de que se le terminaran las cajas encontró algo dentro de una
de ellas. Al principio estuvo dudosa, pero luego se decidió por
hacerlo. De la caja de cartón que sujetaba en sus manos sacó un
vestido azul de ella, arrojó la caja de cartón al suelo y miro por
unos instantes el vestido, una vez más se lo pensó dos veces, pero
de nuevo tomó la misma decisión. Caminó hacia un espejo que se
encontraba frente a ella, sujetó el vestido justo frente suyo y miró
el reflejo en el espejo, una pequeña sonrisa apareció justo al
encontrarse con su reflejo.
El
timbre de la casa sonó varias veces antes de que un fuerte ruido
viniendo de ella se escuchase por toda la casa. Pasaron varios
segundos y un segundo estruendo hizo echo por la casa, la puerta
principal había sido abierta y azotada contra uno de los
muros.
—¡Vanessa, ¿dónde estás?! —Preguntó una voz femenina.
—!Hemos venido a ayudarte! —Gritó otra voz. Ninguna de las dos voces recibió respuesta por lo que continuaron gritando.
—¡Vanessa, ¿dónde estás?! —Preguntó una voz femenina.
—!Hemos venido a ayudarte! —Gritó otra voz. Ninguna de las dos voces recibió respuesta por lo que continuaron gritando.
Vanessa, al escuchar los gritos desde el baño salió,
sujetó su nuevo vestido evitando que se arrastrase por el suelo,
caminó al pasillo y se paró justo frente a las escaleras, desde
allí vio ambas chicas que habían estado gritando segundos
atrás.
—Sofía, Erika, vinieron —Dijo Vanessa desde arriba. Ambas chicas miraron hacia las escaleras, y se encontraron con una excéntrica Vanessa, quien vestía un enorme vestido azul, un vestido que parecía haber salido de una historia de princesas, pero no era solo eso, su cabello estaba peinado de coletas, algo que Vanessa no había usado mucho tiempo.
—Cielos, Vanessa, ¿eres tú?, ¿qué rayos ha pasado? —Le preguntó Sofía mientras daba unos cuantos pasos hacia adelante para poder observar con más detalle a la chica que las veía desde el final de las escaleras.
—Soy la misma Vanessa de siempre, no he cambiado en nada.
—Tus padres acaban de ser... ¿cómo puedes decir que nada ha cambiado? —Le reclamó Erika desconcertada por la situación.
—Espera, ¿Dónde está Ernesto? —Preguntó Sofía.
—Habría dicho “a eso iba”, si ustedes no hubiesen hablado antes de como me veía, pero bueno. Ambas, me tienen que seguir, las llevaré a ver algo —Les dijo Vanessa. Ella se dio la vuelta y desapareció, de inmediato las otras dos princesas subieron corriendo las escaleras, cuando subieron el último escalón lograron ver a Vanessa entrar a una de las habitaciones. Ambas comenzaron a caminar hacia donde Vanessa había entrado, lograron ver como parte del vestido se deslizaba por entre la puerta antes de desaparecer del otro lado.
—Entren —Dijo ella desde el interior de la habitación. Lentamente la puerta fue empujada hacia adentro, y mientras lo hacía, ambas princesas daban pasos pequeños adentrándose más y más en la oscura habitación, de pronto, las luces se encendieron, revelándoles una terrible imagen: Ernesto yacía tendido sobre una silla de metal, tenía brazos y piernas amarradas contra esta; le faltaban todos los dedos de sus manos, y tenía un enorme agujero en su cabeza. Ambas corrieron en su auxilio sin tener la menor idea de qué había ocurrido o si podrían llegar a salvarlo. Ambas estuvieron corriendo de un lado a otro rodeando al cuerpo en busca de señales de vida, en busca de cosas que les mostraran que había ocurrido, pero al no encontrar nada ambas miraron a Vanessa con horror.
—¿¡Qué rayos hiciste!? —Le gritó Sofía con enojo.
—Antes de que me grites, debo de decirles algo...
—¿¡Por qué lo mataste!? —Le preguntó Erika mientras miraba al cuerpo.
—¡¿Quieren callarse por unos instantes?! —Les gritó Vanessa mientras se acercaba hacia ellas —Él fue quien... él fue quien... ¡Él fui quien mató a mi familia! —Les contestó Vanessa mientras se paraba frente a ambas.
—¿¡Qué!? —Gritaron ambas princesas al mismo tiempo, de inmediato se dieron la vuelta y miraron una vez más al cuerpo de Ernesto.
—Luego de que él llegase a la casa me preguntó si me había gustado mi regalo, no le entendí, no hasta que me explicó que mi regalo había sido el haberlos asesinado a ellos... creyó que matándolos sería la respuesta a nuestros problemas como familia; creyó que haciendo algo así podría cambiar las cosas...
—Oh por dios, Vanessa... —Dijo Sofía mientras daba un par de pasos hacia ella.
—Le confié mi corazón, le mostré muchas cosas de mi vida, le compartí mi gran secreto... todo para que de un día a otro arruinase toda mi vida... ¡Yo lo amaba! —Comenzó a repetir Vanessa una y otra vez. Lágrimas comenzaron a correr por su rostro mientras se acercaba a la silla, tomó el brazo izquierdo de Ernesto y lo frotó contra su mejilla, sintiendo de nuevo su suave piel tocando la suya.
—Vanessa —Murmuró Erika mientras la veía arrojarse al suelo y frotarse contra el cuerpo.
—Yo lo amaba, y terminó rompiendo mi corazón, de una forma en que nunca podré recuperarme...
—Vanessa, no digas eso. Las tres hemos pasado por mucho, esto no será nada, podremos, como siempre, continuar adelante y dejar esta herida en el pasado. Verás que en un tiempo la herida será una simple cicatriz —Le dijo Erika mientras se le acercaba y le ponía una mano sobre su hombro.
—¡No!, ¡Nada será igual! Mi corazón fue herido, ¡una herida tan grande que nunca sanará! —Gritó ella mientras se levantaba del suelo y miraba a Erika a los ojos.
—¡Nada cambiará! —Le repitió Sofía.
—¡Todo cambiará! Mi familia está muerta, el amor de mi vida está muerto, todo está muerto incluyendo mi futuro...
—¿Acaso todo lo que hiciste con Rosa no habrá valido de nada?
—Todo lo que hice con Rosa fue por mi familia, ahora no hay familia a la que le pueda mostrar, a la que lo que hice llegue a servirle... todo lo que hice, se fue a la basura... todo.
—Vanessa, seguimos aquí, tus amigas, tus mejores amigas, tus confidentes, tus compañeras de la vida... Nosotras estamos aquí, puede que, sí, tu familia haya sido asesinada por alguien a quien amabas, pero eso no significa que todo ahora será horrible de ahora en adelante, no, aún nos tienes a nosotras y sabes bien que estarás a nuestro lado hasta que la muerte nos separe, de hecho, puede que incluso hasta más lejos.
—Eso pensaba de él, creía que nunca me lastimaría, creía que siempre estaría a mi lado y siempre me cuidaría y me protegería, terminó destruyendo mi vida y ahora está muerto... si eso pasó, no quiero imaginar que otras horribles cosas podrían pasar si ustedes...
—¡Nosotras nada!, Vanessa, somos tus mejores amigas, recuerda que compartimos las mismas metas: encontrar la perfección en lo que hacemos. Tenemos algo más que una simple relación, algo que crea un lazo entre las tres, algo que será imposible de destruir o de corromper. Te prometo que nosotras nunca haremos algo así, siempre nos mantendremos juntas y te apoyaremos en todo —Le dijo Erika mientras la consolaba. Ambas princesas se le acercaron a Vanessa, ambas extendiendo uno de sus brazos mientras se acercaban.
—¿Incluso luego de haber visto lo que le he hecho a Ernesto? —Preguntó Vanessa mientras se secaba las lágrimas con la manga del vestido.
—Incluso luego de eso. Hemos hecho, entre las tres, una cosa más horrible. ¿Recuerdas ese día hace dos meses, cómo entre las tres lo matamos prendiéndole fuego? Pues esto será como aquella vez. Haremos los posible para que esto nos una aún más como amigas, veremos la forma de evitar que se descubra, y así verás que siempre nos podrás tener a tu lado y nunca te dejaremos atrás. Mierda, hay que hacer una promesa ahora mismo: Siempre estaremos al lado de las otras, siempre estaremos allí para ayudarlas, y nunca les haremos cosas que las lastimen, no importando si es para su bien. Si lo hacemos, seremos castigadas... ¿Está bien? —Les añadió Erika.
—Parece más un pacto que una promesa, eso de castigar creo que sería mejor cambiarlo por algo más que no sea tan, bueno, tan “sentencioso”, tan amenazante —Dijo Sofía mientras miraba a ambas.
—Trato. Esa será nuestra promesa, estaremos al lado de las otras siempre que nos necesiten, y si en algún momento llegáramos a lastimarnos, seremos castigadas —Le contestó Vanessa. Tanto ella como Erika estiraron sus manos y las pusieron una encima de otra, esperaron a que Sofía hiciese lo mismo, y al ver que no lo hacía la miraron directamente a sus ojos.
—¡Bien, lo haré! —Contestó ella. Llevó su mano al igual que las otras dos a la misma posición que ellas, cuando las tres manos estuvieron sobre las otras, las tres gritaron mientras las alzaban —No sé como es que no les da vergüenza hacer algo así... —Las dos se rieron por su comentario, pero segundos después Erika las miró seriamente.
—Oigan, eh, regresando a lo ocurrido aquí, ¿qué haremos con el cuerpo de Ernesto? No podemos llevarlo a la casa, hay policías por doquier, y tampoco podemos dejarlo aquí, alguien tarde o temprano lo encontrará y sabrán de inmediato que fue una de nosotras —Dijo Erika mientras miraba al cuerpo.
—Podemos enterrarlo o algo así —Sugirió Sofía.
—O podemos hacer algo antes de eso.
—¿Qué? No quiero parecer agresiva o grosera pero, lo mataste a sangre fría, le cortaste los dedos y le metiste un taladro en la cabeza, creo que ya le has hecho suficiente —Le dijo Erika mientras caminaba hacia el taladro que yacía en el suelo y lo miraba.
—No es algo que tú no hayas hecho, ¿cierto?, ¿recuerdas a los cientos de animales que has quemado vivos, que has hecho explotar? No veo mucha diferencia entre ello y esto. Ambos son animales, no hay diferencia alguna —Erika no contestó ni dijo nada más, Sofía se dio cuenta de lo tensa que se estaba poniendo la situación y decidió hablar.
—Ambas cállense. Vanessa, suponiendo que hiciésemos algo con el cuerpo, ¿qué haríamos?; ¿acaso lo cortaríamos en pedazos, le prenderíamos fuego... qué haríamos con él?
—Lo que acabas de sugerir. Las tres necesitamos practicar con criaturas más grandes, sí, puede que no esté despierto, puede que ya ni vida tenga, pero igual es un buen espécimen para trabajar. Tenemos muchas cosas que podemos hacer con este cuerpo, ¡muchas! —Les sentenció Vanessa —Tu puedes ver que tanto flotan los cuerpos, probar su resistencia, podrás experimentar de vuelta lo que hiciste con Greta hace varios años; tú podrás quemar este cuerpo, ver que tan rápido lo hace y con qué... podremos experimentar las tres con él, podremos sacar algo de ventaja de todo esto.
—Me parece algo morboso, y asqueroso, ya sabes, por el hecho de que le taladraste la cabeza y ahora está cubierto de una viscosa sustancia —Le dijo Sofía mientras daba unos pasos hacia el cuerpo.
—Podemos lavarlo, tú puedes lavarlo, eres, de las tres, quien gusta más de la limpieza y, además, como dije antes, podrás practicar con él algunas cosas.
—¿Acaso no lo ves? Es un cuerpo, alguien que una vez estuvo vivo y ahora está muerto. Tenemos que hacer algo con él, como ir a enterrarlo o arrojarlo a un arroyo, pero no jugar y hacer experimentos con él —Les dijo Erika quien miró con disgusto a ambas princesas.
—Él ya me quitó mucho, lo mínimo que puedo hacer es tener ese cuerpo a nuestra disposición para hacer cualquier cosa con él.
—¡Pero le quitaste la vida!... eso debería de ser suficiente... La vida de todo ser humano, haya sido un hijo de puta como Ernesto o un santo, valdrá mucho y será lo más importante de este. Si le quitas la vida a alguien, no puedes querer hacerlo sufrir más, no podrás, en primer lugar, porque está muerto, en segundo, porque ya le has quitado lo más importante. Por favor, no lo hagan, no jueguen con su cuerpo, no lo profanen aún más.
—No sé si te he entendido o no pero, ¿acaso podemos hacer cuantas cosas queramos solo en el caso de que aún sigan vivos?
—¡Exacto! Si realmente quieren vengarse de ellos, ¿Por qué hacerlo cuando estén muertos y no cuando estén vivos, conscientes, y cuando aún tengan la esperanza de vivir?
—Erika, tienes mucha razón. Mañana nos encargaremos del cuerpo, lo iremos a tirar al barranco, tal vez alguien lo encuentre, o en el mejor de los casos, se quedará allí a que los perros se lo coman. Gracias por venir, se los agradezco, pero por ahora, será mejor irnos —Les dijo Vanessa mientras se daba la vuelta y caminaba a la puerta de la habitación.
—Espera, Vanessa, ¿a dónde irás a dormir? —Le preguntó Erika preocupada.
—Estaba pensando en irme a nuestra casa —Le contestó ella mientras se giraba y la veía.
—Pero hay policías, si se dan cuenta de que tú estás dentro de la casa, si bien no sospecharán nada te llamarán la atención por haber entrado en una casa que no es tuya —Le añadió Sofía.
—Eso está arreglado. Hace unas semanas, cuando me entregaron el dinero del seguro lo primero que hice fue a ver a alguien que vendiese casas, le hablé sobre la casa y dijo que trataría de ver si se encontraba en venta o no. Lo curioso es que esa casa nunca se le fue vendida a nadie, al parecer los inquilinos anteriores ni si quiera vivían legalmente en esa casa. De inmediato se pusieron en marcha los tramites para la compra de la casa, y el martes me han dado las llaves de la casa —Le explicó Erika quien sacó su llavero, de entre el montón de llaves había uno que resaltaba, tenía un pequeño moño rosa hecho con un listón amarrado al anillo que sujetaba la llave junto con el resto —¡Tenemos una casa para las tres!
—¿En serio compraste la casa? Cielos... Te lo agradezco mucho —Vanessa dio unos cuantos pasos hacia Erika, extendió sus brazos y la abrazó.
—¿No piensas abrazarme a mí? —Le reclamó Sofía a Vanessa.
—Ven para acá tú también —Vanessa jaló a Sofía y la acercó a ella, estando a su lado extendió su otro brazo por detrás de ella y la acercó aún más —Gracias por ser las mejores amigas.
—Acabas de arruinar un hermoso momento con ese comentario —Se burló Sofía.
—Tú acabas de arruinarlo, no le eches la culpa a ella de que tú seas una amargada insensible —Le respondió de vuelta Erika.
—Cállense ambas y sigan abrazándome... lo necesito —Les sentenció Vanessa.
—Sofía, Erika, vinieron —Dijo Vanessa desde arriba. Ambas chicas miraron hacia las escaleras, y se encontraron con una excéntrica Vanessa, quien vestía un enorme vestido azul, un vestido que parecía haber salido de una historia de princesas, pero no era solo eso, su cabello estaba peinado de coletas, algo que Vanessa no había usado mucho tiempo.
—Cielos, Vanessa, ¿eres tú?, ¿qué rayos ha pasado? —Le preguntó Sofía mientras daba unos cuantos pasos hacia adelante para poder observar con más detalle a la chica que las veía desde el final de las escaleras.
—Soy la misma Vanessa de siempre, no he cambiado en nada.
—Tus padres acaban de ser... ¿cómo puedes decir que nada ha cambiado? —Le reclamó Erika desconcertada por la situación.
—Espera, ¿Dónde está Ernesto? —Preguntó Sofía.
—Habría dicho “a eso iba”, si ustedes no hubiesen hablado antes de como me veía, pero bueno. Ambas, me tienen que seguir, las llevaré a ver algo —Les dijo Vanessa. Ella se dio la vuelta y desapareció, de inmediato las otras dos princesas subieron corriendo las escaleras, cuando subieron el último escalón lograron ver a Vanessa entrar a una de las habitaciones. Ambas comenzaron a caminar hacia donde Vanessa había entrado, lograron ver como parte del vestido se deslizaba por entre la puerta antes de desaparecer del otro lado.
—Entren —Dijo ella desde el interior de la habitación. Lentamente la puerta fue empujada hacia adentro, y mientras lo hacía, ambas princesas daban pasos pequeños adentrándose más y más en la oscura habitación, de pronto, las luces se encendieron, revelándoles una terrible imagen: Ernesto yacía tendido sobre una silla de metal, tenía brazos y piernas amarradas contra esta; le faltaban todos los dedos de sus manos, y tenía un enorme agujero en su cabeza. Ambas corrieron en su auxilio sin tener la menor idea de qué había ocurrido o si podrían llegar a salvarlo. Ambas estuvieron corriendo de un lado a otro rodeando al cuerpo en busca de señales de vida, en busca de cosas que les mostraran que había ocurrido, pero al no encontrar nada ambas miraron a Vanessa con horror.
—¿¡Qué rayos hiciste!? —Le gritó Sofía con enojo.
—Antes de que me grites, debo de decirles algo...
—¿¡Por qué lo mataste!? —Le preguntó Erika mientras miraba al cuerpo.
—¡¿Quieren callarse por unos instantes?! —Les gritó Vanessa mientras se acercaba hacia ellas —Él fue quien... él fue quien... ¡Él fui quien mató a mi familia! —Les contestó Vanessa mientras se paraba frente a ambas.
—¿¡Qué!? —Gritaron ambas princesas al mismo tiempo, de inmediato se dieron la vuelta y miraron una vez más al cuerpo de Ernesto.
—Luego de que él llegase a la casa me preguntó si me había gustado mi regalo, no le entendí, no hasta que me explicó que mi regalo había sido el haberlos asesinado a ellos... creyó que matándolos sería la respuesta a nuestros problemas como familia; creyó que haciendo algo así podría cambiar las cosas...
—Oh por dios, Vanessa... —Dijo Sofía mientras daba un par de pasos hacia ella.
—Le confié mi corazón, le mostré muchas cosas de mi vida, le compartí mi gran secreto... todo para que de un día a otro arruinase toda mi vida... ¡Yo lo amaba! —Comenzó a repetir Vanessa una y otra vez. Lágrimas comenzaron a correr por su rostro mientras se acercaba a la silla, tomó el brazo izquierdo de Ernesto y lo frotó contra su mejilla, sintiendo de nuevo su suave piel tocando la suya.
—Vanessa —Murmuró Erika mientras la veía arrojarse al suelo y frotarse contra el cuerpo.
—Yo lo amaba, y terminó rompiendo mi corazón, de una forma en que nunca podré recuperarme...
—Vanessa, no digas eso. Las tres hemos pasado por mucho, esto no será nada, podremos, como siempre, continuar adelante y dejar esta herida en el pasado. Verás que en un tiempo la herida será una simple cicatriz —Le dijo Erika mientras se le acercaba y le ponía una mano sobre su hombro.
—¡No!, ¡Nada será igual! Mi corazón fue herido, ¡una herida tan grande que nunca sanará! —Gritó ella mientras se levantaba del suelo y miraba a Erika a los ojos.
—¡Nada cambiará! —Le repitió Sofía.
—¡Todo cambiará! Mi familia está muerta, el amor de mi vida está muerto, todo está muerto incluyendo mi futuro...
—¿Acaso todo lo que hiciste con Rosa no habrá valido de nada?
—Todo lo que hice con Rosa fue por mi familia, ahora no hay familia a la que le pueda mostrar, a la que lo que hice llegue a servirle... todo lo que hice, se fue a la basura... todo.
—Vanessa, seguimos aquí, tus amigas, tus mejores amigas, tus confidentes, tus compañeras de la vida... Nosotras estamos aquí, puede que, sí, tu familia haya sido asesinada por alguien a quien amabas, pero eso no significa que todo ahora será horrible de ahora en adelante, no, aún nos tienes a nosotras y sabes bien que estarás a nuestro lado hasta que la muerte nos separe, de hecho, puede que incluso hasta más lejos.
—Eso pensaba de él, creía que nunca me lastimaría, creía que siempre estaría a mi lado y siempre me cuidaría y me protegería, terminó destruyendo mi vida y ahora está muerto... si eso pasó, no quiero imaginar que otras horribles cosas podrían pasar si ustedes...
—¡Nosotras nada!, Vanessa, somos tus mejores amigas, recuerda que compartimos las mismas metas: encontrar la perfección en lo que hacemos. Tenemos algo más que una simple relación, algo que crea un lazo entre las tres, algo que será imposible de destruir o de corromper. Te prometo que nosotras nunca haremos algo así, siempre nos mantendremos juntas y te apoyaremos en todo —Le dijo Erika mientras la consolaba. Ambas princesas se le acercaron a Vanessa, ambas extendiendo uno de sus brazos mientras se acercaban.
—¿Incluso luego de haber visto lo que le he hecho a Ernesto? —Preguntó Vanessa mientras se secaba las lágrimas con la manga del vestido.
—Incluso luego de eso. Hemos hecho, entre las tres, una cosa más horrible. ¿Recuerdas ese día hace dos meses, cómo entre las tres lo matamos prendiéndole fuego? Pues esto será como aquella vez. Haremos los posible para que esto nos una aún más como amigas, veremos la forma de evitar que se descubra, y así verás que siempre nos podrás tener a tu lado y nunca te dejaremos atrás. Mierda, hay que hacer una promesa ahora mismo: Siempre estaremos al lado de las otras, siempre estaremos allí para ayudarlas, y nunca les haremos cosas que las lastimen, no importando si es para su bien. Si lo hacemos, seremos castigadas... ¿Está bien? —Les añadió Erika.
—Parece más un pacto que una promesa, eso de castigar creo que sería mejor cambiarlo por algo más que no sea tan, bueno, tan “sentencioso”, tan amenazante —Dijo Sofía mientras miraba a ambas.
—Trato. Esa será nuestra promesa, estaremos al lado de las otras siempre que nos necesiten, y si en algún momento llegáramos a lastimarnos, seremos castigadas —Le contestó Vanessa. Tanto ella como Erika estiraron sus manos y las pusieron una encima de otra, esperaron a que Sofía hiciese lo mismo, y al ver que no lo hacía la miraron directamente a sus ojos.
—¡Bien, lo haré! —Contestó ella. Llevó su mano al igual que las otras dos a la misma posición que ellas, cuando las tres manos estuvieron sobre las otras, las tres gritaron mientras las alzaban —No sé como es que no les da vergüenza hacer algo así... —Las dos se rieron por su comentario, pero segundos después Erika las miró seriamente.
—Oigan, eh, regresando a lo ocurrido aquí, ¿qué haremos con el cuerpo de Ernesto? No podemos llevarlo a la casa, hay policías por doquier, y tampoco podemos dejarlo aquí, alguien tarde o temprano lo encontrará y sabrán de inmediato que fue una de nosotras —Dijo Erika mientras miraba al cuerpo.
—Podemos enterrarlo o algo así —Sugirió Sofía.
—O podemos hacer algo antes de eso.
—¿Qué? No quiero parecer agresiva o grosera pero, lo mataste a sangre fría, le cortaste los dedos y le metiste un taladro en la cabeza, creo que ya le has hecho suficiente —Le dijo Erika mientras caminaba hacia el taladro que yacía en el suelo y lo miraba.
—No es algo que tú no hayas hecho, ¿cierto?, ¿recuerdas a los cientos de animales que has quemado vivos, que has hecho explotar? No veo mucha diferencia entre ello y esto. Ambos son animales, no hay diferencia alguna —Erika no contestó ni dijo nada más, Sofía se dio cuenta de lo tensa que se estaba poniendo la situación y decidió hablar.
—Ambas cállense. Vanessa, suponiendo que hiciésemos algo con el cuerpo, ¿qué haríamos?; ¿acaso lo cortaríamos en pedazos, le prenderíamos fuego... qué haríamos con él?
—Lo que acabas de sugerir. Las tres necesitamos practicar con criaturas más grandes, sí, puede que no esté despierto, puede que ya ni vida tenga, pero igual es un buen espécimen para trabajar. Tenemos muchas cosas que podemos hacer con este cuerpo, ¡muchas! —Les sentenció Vanessa —Tu puedes ver que tanto flotan los cuerpos, probar su resistencia, podrás experimentar de vuelta lo que hiciste con Greta hace varios años; tú podrás quemar este cuerpo, ver que tan rápido lo hace y con qué... podremos experimentar las tres con él, podremos sacar algo de ventaja de todo esto.
—Me parece algo morboso, y asqueroso, ya sabes, por el hecho de que le taladraste la cabeza y ahora está cubierto de una viscosa sustancia —Le dijo Sofía mientras daba unos pasos hacia el cuerpo.
—Podemos lavarlo, tú puedes lavarlo, eres, de las tres, quien gusta más de la limpieza y, además, como dije antes, podrás practicar con él algunas cosas.
—¿Acaso no lo ves? Es un cuerpo, alguien que una vez estuvo vivo y ahora está muerto. Tenemos que hacer algo con él, como ir a enterrarlo o arrojarlo a un arroyo, pero no jugar y hacer experimentos con él —Les dijo Erika quien miró con disgusto a ambas princesas.
—Él ya me quitó mucho, lo mínimo que puedo hacer es tener ese cuerpo a nuestra disposición para hacer cualquier cosa con él.
—¡Pero le quitaste la vida!... eso debería de ser suficiente... La vida de todo ser humano, haya sido un hijo de puta como Ernesto o un santo, valdrá mucho y será lo más importante de este. Si le quitas la vida a alguien, no puedes querer hacerlo sufrir más, no podrás, en primer lugar, porque está muerto, en segundo, porque ya le has quitado lo más importante. Por favor, no lo hagan, no jueguen con su cuerpo, no lo profanen aún más.
—No sé si te he entendido o no pero, ¿acaso podemos hacer cuantas cosas queramos solo en el caso de que aún sigan vivos?
—¡Exacto! Si realmente quieren vengarse de ellos, ¿Por qué hacerlo cuando estén muertos y no cuando estén vivos, conscientes, y cuando aún tengan la esperanza de vivir?
—Erika, tienes mucha razón. Mañana nos encargaremos del cuerpo, lo iremos a tirar al barranco, tal vez alguien lo encuentre, o en el mejor de los casos, se quedará allí a que los perros se lo coman. Gracias por venir, se los agradezco, pero por ahora, será mejor irnos —Les dijo Vanessa mientras se daba la vuelta y caminaba a la puerta de la habitación.
—Espera, Vanessa, ¿a dónde irás a dormir? —Le preguntó Erika preocupada.
—Estaba pensando en irme a nuestra casa —Le contestó ella mientras se giraba y la veía.
—Pero hay policías, si se dan cuenta de que tú estás dentro de la casa, si bien no sospecharán nada te llamarán la atención por haber entrado en una casa que no es tuya —Le añadió Sofía.
—Eso está arreglado. Hace unas semanas, cuando me entregaron el dinero del seguro lo primero que hice fue a ver a alguien que vendiese casas, le hablé sobre la casa y dijo que trataría de ver si se encontraba en venta o no. Lo curioso es que esa casa nunca se le fue vendida a nadie, al parecer los inquilinos anteriores ni si quiera vivían legalmente en esa casa. De inmediato se pusieron en marcha los tramites para la compra de la casa, y el martes me han dado las llaves de la casa —Le explicó Erika quien sacó su llavero, de entre el montón de llaves había uno que resaltaba, tenía un pequeño moño rosa hecho con un listón amarrado al anillo que sujetaba la llave junto con el resto —¡Tenemos una casa para las tres!
—¿En serio compraste la casa? Cielos... Te lo agradezco mucho —Vanessa dio unos cuantos pasos hacia Erika, extendió sus brazos y la abrazó.
—¿No piensas abrazarme a mí? —Le reclamó Sofía a Vanessa.
—Ven para acá tú también —Vanessa jaló a Sofía y la acercó a ella, estando a su lado extendió su otro brazo por detrás de ella y la acercó aún más —Gracias por ser las mejores amigas.
—Acabas de arruinar un hermoso momento con ese comentario —Se burló Sofía.
—Tú acabas de arruinarlo, no le eches la culpa a ella de que tú seas una amargada insensible —Le respondió de vuelta Erika.
—Cállense ambas y sigan abrazándome... lo necesito —Les sentenció Vanessa.
Estuvieron por varios minutos abrazándose, Vanessa fue
quien rompió el abrazo recordando que ambas tenían que irse a pie a
su casa y ella tendría que ir hasta la otra casa a pasar la noche.
Entre las tres estuvieron caminando por las calles, ya no llovía y
se sentía una fuerte brisa helada, por suerte las dos princesas
llevaban chamarras, y aunque Vanessa no llevaba nada más que el
vestido este le era suficiente como para evitar que el aire helado le
diese directamente. La noche era callada y muy calmada, los autos
eran escasos y no había mucha conversación entre las tres chica, de
hecho, no hablaron si no hasta que se separaron para tomar diferentes
caminos.
—Mañana iremos a verte, llevaremos comida, ropa, y otras cosas que creeremos que puedan llegarte a ser necesarias. Por favor Vanessa, te cuidas —Le dijo Erika mientras le entregaba la llave con un pequeño moño rosa a Vanessa.
—Sí, gracias de nuevo, ambas, por estar allí. De no ser por ustedes, no sé si quiera si hubiese podido evitar cortarlo en cientos de pedazos... lo lamento, me volví a perder en eso... Mañana las veré, se cuidan —Les dijo Vanessa. La forma en que lo dijo había sido distante, fría, con un tono y una expresión que mostraban lo confundida y angustiada que se encontraba.
—Mañana iremos a verte, llevaremos comida, ropa, y otras cosas que creeremos que puedan llegarte a ser necesarias. Por favor Vanessa, te cuidas —Le dijo Erika mientras le entregaba la llave con un pequeño moño rosa a Vanessa.
—Sí, gracias de nuevo, ambas, por estar allí. De no ser por ustedes, no sé si quiera si hubiese podido evitar cortarlo en cientos de pedazos... lo lamento, me volví a perder en eso... Mañana las veré, se cuidan —Les dijo Vanessa. La forma en que lo dijo había sido distante, fría, con un tono y una expresión que mostraban lo confundida y angustiada que se encontraba.
Vanessa
comenzó a caminar, alejándose de las otras dos princesas quienes
aún seguían viéndola. Notaron como levantaba el vestido evitando
así que se mojase en los charcos de agua que había formados en las
banquetas. Dio un giro en una esquina y se perdió de vista de ambas
princesas, quienes estuvieron paradas allí por otros cuantos
segundos antes de darse la vuelta y caminar en otra dirección.
Fin de la segunda lágrima
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