15 may 2014

Pequeñas Princesas: Tragedias, Segunda lágrima Parte 10/15

"—Vamos, pon una sonrisa, estuviste a punto de ver mi ropa interior..."

Llegaron a la casa, esta vez sin estar empapados como el miércoles, que llegaron escurriendo agua. Los dos hermanos de Vanessa los esperaban en la puerta, y tan pronto como entraron comenzaron a hacerles preguntas.
—¿Cómo les fue? —Preguntó uno de ellos. Sujetaba en sus manos varias toallas que de inmediato se las dio a los tres para que se secaran el cabello.
—Bien, demasiado bien debo de admitir —Dijo el padre.
—¿Es cierto que te gusta oler chocolate? —Preguntó el otro niño.
—¿¡Qué!?, Vanessa, ¿les dijiste? —Dijo él enojado mientras veía a Vanessa.
—Sólo le dije a él, nunca al otro, ¿acaso le dijiste algo? —Dijo Vanessa mientras señalaba al niño que les había entregado las toallas.
—Tal vez le dije algo... ¿¡Por qué le preguntaste eso!? —Le gritó el niño a su hermano mientras lo miraba con enojo.
—Me entró la curiosidad... por cierto, ¿es cierto o no? —Dijo el niño, evitando que cambiaran el tema...
—... —Por unos instantes él se mantuvo callado, pensó en decirles la verdad o cambiar de tema —No pienso decir nada de eso, pero les diré algo sobre su hermana, le gusta la jardinería.
—Eso ya lo sabíamos...
—¡Papá! —Gritó ella mientras lo veía enojada.
—¡La hiciste enojar!, ¡Eres el mejor papá del mundo! —Dijeron ambos niños al mismo tiempo, burlándose. La madre de los tres se rió ante la peculiar situación, los cuatro la miraron extrañados, luego dejaron de mirarla cuando vieron que se había sonrojado.
—Por cierto... ¿pueden hacer algo por mí?, ¿Podrían abrazarse? —Preguntó el primer niño. Al principio los cuatro quedaron atónitos por la extraña petición y miraron al niño con mucha curiosidad —Nunca los he visto abrazarse, y me gustaría verlos por primera vez hacerlo —Les explicó él.
No sabían qué hacer, Vanessa y su padre se miraron por varios segundos antes de hacer algo, y sin decirse ni una sola palabra se acercaron entre los dos y se dieron un abrazo frente a los otros tres. Él recargó su cabeza sobre la de ella y comenzó a acariciar su espalda mientras lo hacía, él era más alto, por lo que ella solo tuvo que pararse de puntas para poder abrazarlo bien. Los dos niños y la madre miraban impresionados, conmovidos y fascinados por el largo abrazo que se estaban dando, varios segundos de haberse abrazado algunas lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de su padre. La madre estaba conmovida por la escena, tanto, que incluso ella misma comenzó a llorar, los otros dos niños hacían lo posible para no hacerlo. Vanessa también comenzó a llorar, sintió la cabeza de su padre alzarse, logró escuchar un llanto de alguien con una voz muy grave, y de inmediato miró hacia arriba, su padre estaba llorando, ya no solo dejaba correr libremente las lágrimas, no, ahora también se podía escuchar su dolor, él se hincó frente a ella, y aún estando así él aún era más alto que ella.
—Vanessa... —Dijo él mientras sus lágrimas caían directamente en el suelo —Perdóname —Vanessa se soltó en llanto al escuchar esa simple palabra. Era algo tan simple pero tan fuerte y tan increíble, algo que muy pocas veces había escuchado en su vida, algo que no esperaba que su padre le fuese a decir nunca.
—También perdóname —Dijo ella mientras se le lanzaba y lo abrazaba con más fuerza.
Ambos se quedaron allí abrazándose por varios minutos, sintiendo el cariño que no sintieron durante años, compartiendo el dolor, la tristeza, las alegrías... Los dos niños y la mujer veían con mucha alegría lo que estaba ocurriendo; por fin ellos dos se habían abrazado, era algo que habían esperado por mucho tiempo, y el hecho de que por fin había ocurrido los llenó de dicha. De los tres, ella era quien lloraba más, mientras que los dos niños trataban de llorar lo menos posible, llegó un punto en que ninguno se contuvo y dejaron que el llanto de toda la familia llenara los pasillos y habitaciones de la enorme casa. En un momento ambos rompieron el abrazo y se miraron a los ojos.
—Te quiero —Dijeron ambos al mismo tiempo. Esto hizo que los otros tres continuaran llorando, ambos se pararon y fueron a darles un abrazo a los tres, los rodearon, sujetaron sus manos y se acercaron a ellos, dándoles un enorme abrazo.
Las semanas pasaron, había ya pasado mes y medio desde que tuvieron su primer sesión con Rosa, los cinco iban a las sesiones, a veces solo iban los niños, otras veces iban solo los padres, algunas cuantas veces solo iba uno de ellos, pero continuaron viendo a Rosa. Estaban muy cerca de terminar las sesiones, se estaban acabando los temas que podían abordar, las situaciones con las que podían lidiar... incluso Vanessa había pensado varias veces en decirle a Rosa sobre lo que ella y las otras dos princesas hacían, sobre lo que hicieron y ocurrió en el pasado, e incluso, pensó en contarle su secreto sobre su muñeca. Rosa se había vuelto amiga de la familia con mucha facilidad, de hecho, ella les platicó que nunca llegó a pasar eso ni si quiera con los pacientes que pasaron años en terapia con ella, y una vez más, estaba sorprendida por lo que la familia podía hacer con las personas a su alrededor.
Faltaban un par de semanas antes de que la preparatoria terminara, todos los estudiantes de tercer año estaban apurados, emocionados y algunos deprimidos porque estaban por salir; porque estaban por abandonar un lugar en donde pasaron tres años de sus vidas; porque dejarían atrás a tantas personas que fueron partes importantes en sus vidas; y Vanessa y las otras dos princesas no eran la excepción. Se estaban preparando un montón de eventos por partes de la escuela: la graduación, una fiesta para ellos por haber llegado hasta el final; pequeños conciertos durante el descanso para tranquilizarlos un poco... Estaban haciendo lo posible para que estos tuviesen una salida lo menos brusca posible y no se asustaran de entrar a la universidad. Con la gran mayoría de las clases terminadas, Vanessa había decidido juntarse más con su nuevo amigo, Ernesto, quien era el chico que dos meses atrás había mostrado un gran interés en ella. Se juntaban durante el receso a hablar, aunque a veces Vanessa decidía pasar el rato con Erika y con Sofía en lugar de él, pero conforme su relación fue volviéndose más estrecha, comenzaron a juntarse más, ya no solo durante el receso, si no que también durante las tardes y a veces él iba por ella a su casa y la acompañaba a la preparatoria. Ya faltaba muy poco tiempo antes de tener que separarse, por lo que Vanessa decidió presentárselo a las otras dos princesas.
Era muy temprano, dos horas antes de haber entrado a clases, y ya había muchos estudiantes yéndose de la preparatoria. Vanessa caminó a la mesa de siempre, allí se encontró a Erika, a Sofía y a varias de sus amigas hablando.
—¡Vanessa! —Dijo una de las amigas de Sofía.
—Tania, hola —Le dijo Vanessa.
Durante los dos meses pasados, las tres decidieron presentar a sus respectivas amigas con las otras princesas y con sus amigas, para la suerte de las tres, todas terminaron volviéndose amigas de todas, sí, a veces era un desastre el poder hablar con tantas personas haciéndolo, además de que ya no podían hablar tanto sobre sus actividades ya que casi siempre tenían a una o varias de las chicas con ellas, pero la pasaban bien entre todas, que era lo que importaba.
—¿Recuerdan al chico del que les hablé hace un par de semanas? —Les preguntó Vanessa a las seis, quienes miraron con interés a Vanessa, a un par de las chicas se les salió una pequeña risa nerviosa, que hizo que Vanessa se sonrojara un poco.
—¿Qué ocurre con él? —Le preguntó Erika con preocupación.
—¿¡No me digas que ya son novios!? —Preguntó una de las chicas burlándose de Vanessa.
—¡No!, no es eso... pero me gustaría que lo conocieran —Contestó Vanessa con vergüenza.
—¿En serio? ¡Me parece perfecto! —Dijo Sofía mientras le ofrecía un lugar a Vanessa para que se sentara, ella caminó a la mesa y se sentó a un lado de Sofía.
—A mí me parece que hay un amor naciendo de todo esto —Dijo Tania, quien se rió levemente, seguida del resto de las chicas.
—Es solo un nuevo amigo que hice... no es nada... aún —Dijo Vanessa, quien se escondió cubriendo su rostro de vergüenza con sus manos. Las otras chicas, incluyendo las princesas también se rieron.
—No te preocupes, te guste o no, terminen casados y con muchos hijos o no, nosotras te apoyaremos siempre —Le dijo Erika mientras se levantaba y la abrazaba por detrás.
—Gracias —Dijo Vanessa.
Todas siguieron hablando durante un rato, algunas de ellas se fueron, y al final, solo las tres princesas quedaron allí.
—Las enredaderas han crecido mucho, ¿creen que deberíamos de cortarlas? —Preguntó Erika quien miró a las otras dos princesas.
—Podemos cortarlas un poco para evitar que llamen la atención de los vecinos, pero si no se han dado cuenta con el fuerte olor dulce de las flores, los naranjos que plantamos o por el constante movimiento en el jardín, entonces no creo que se percaten de las enredaderas —Respondió Sofía.
—Es cierto... me parece increíble que no se hayan dado cuenta de nada —Dijo Erika.
—Y qué bueno que no lo han hecho, nos iría muy mal si lo hiciesen, perderíamos tanto la casa como el jardín, y no creo que a ninguna de las tres les agrade esa idea —Dijo Vanessa.
—No, no me gustaría perder ese jardín. Hemos logrado tanto en tan poco tiempo, y el perder todo eso como si nada hubiese pasado sería horrible para mí —Le añadió Sofía.
—Lo sé, le has dedicado tanto tiempo a esto... y además, es tu segunda habilidad, es algo que sabes hacer muy bien.
—Sí... —Sofía puso sus brazos sobre la mesa y acostó su cabeza sobre ellos.
El silencio las rodeó, aún se veían alumnos caminar por el patio de la preparatoria, entre ellos algunos de los compañeros de las tres princesas. Aún había varias clases a las que tenían que asistir, por lo que no tenían lugar a donde ir, simplemente se quedaron sentadas allí a esperar. Sofía fue la primera en quedarse dormida, seguida por Erika quien se acurrucó a un lado de Sofía. Vanessa las vio caer a ambas, y antes de que se diera cuenta ya estaba cabeceando como ellas, y terminó durmiendo sobre su mochila, recostada sobre la banca en donde se encontraba. Pasaron las horas, ninguna de las tres se había despertado aún, y de pronto, Vanessa se despertó dando un salto al sentir que algo la tocaba. Se veía asustada, y de hecho, al brincar gritó llena de miedo, despertando a las otras dos princesas.
—¿¡Qué ocurre!? —Preguntó Sofía al escuchar el grito de Vanessa. Parpadeaba mucho, bostezaba y se frotaba los ojos, miró hacia Vanessa y se encontró con alguien detrás de ella.
—Lo lamento, no quise asustarte —Dijo un hombre detrás de ella.
—Ernesto... oh, lo lamento... hola —Dijo Vanessa, quien se sintió aliviada al saber que era él. Se acomodó el cabello, se frotó los ojos y se sentó de vuelta en la banca. Erika se despertó y lo primero que se encontró fue a Ernesto, quien seguía parado detrás de Vanessa.
—Hay alguien detrás de ti Vanessa —Dijo Erika mientras bostezaba. —Ah, sí, es Ernesto, el amigo que les quería presentar —Oh, ¿Es él? Mierda, nos encontró durmiendo, despeinadas y hambrientas... no me importa. Hola —Dijo Erika mientras sacaba una botella de agua de su mochila y bebía de ella. Miró a Ernesto directamente a los ojos, lo que lo puso incómodo.
—Lamento que nos encontraras así... —Dijo Vanessa.
—No importa, incluso me pareció muy dulce haberlas encontrado así, las tres, durmiendo, descansando...
—¿¡Te gusta mirar a la gente dormir!? ¡Pervertido! —Dijo Sofía burlándose de su comentario. Él se sonrojó por lo que dijo ella.
—No, nunca lo he hecho por querer hacerlo, siempre ha sido por accidente, como ahora, qué al venir a buscar a Vanessa me las encontré a las tres dormidas.
—¿Te a ocurrido antes?
—Sí, con un amigo, pensé que estaba mirando al patio y cuando me le acerqué saltó horrorizado al sentir mi mano en su hombro —Explicó Él mientras se acercaba a Vanessa.
—¿Entonces no solo miras a las mujeres, también miras a los hombres? Vanessa, ¿¡Qué clase de novio tienes!? —Dijo Sofía mientras veía seriamente a ambos. Erika comenzó a reírse mientras ellos dos se sonrojaban, y cuando sus miradas se cruzaron de inmediato miraron hacia otro lado, las otras dos princesas comenzaron a reírse mientras ambos continuaban sonrojados.
—¡No es mi novio, es mi amigo...! ¿Dijiste que me apoyarías en cualquier situación! —Le reclamó Vanessa a Erika a quien miró con enojo.
—No he dicho nada, solo me reí por lo lindos que se vieron sonrojados por el comentario de Sofía —Contestó ella, se levantó, caminó hacia él colocó su mano en su hombro —Te doy el permiso de que te cases con ella —Sentenció Erika. Él se sonrojó aún más por el comentario que ella acababa de decir, Sofía se dejó caer sobre la banca, intentando no reírse, pero no pudo contenerse y comenzó a reírse a carcajadas. Vanessa estaba avergonzada, y a pesar de que las quería matar por lo que habían dicho, le hacía mucha gracia que estuviesen haciendo eso.
—Él solo vino a presentarse, ¿y ustedes terminan dándole el permiso de que se case conmigo?, ¿qué clase de amigas son ustedes que primero hablan y luego piensan?, ¿qué tal que es un asesino en serie y me va a sacar la lengua para ponerla en un frasco? —Dijo Vanessa mientras miraba a ambas con enojo, las dos tenían una expresión de que habían sido regañadas, pero no pasó mucho antes de que cambiara de nuevo.
—Si fuese eso, lo habría hecho mientras dormíamos, ¿no es así? —Dijo Sofía mientras colocaba sus manos sobre la mesa, remarcando su comentario.
—¿Qué? ¡No, no soy un asesino en serie, no les pienso cortar las lenguas ni nada de eso! —Le contestó él, haciendo lo mismo que ella, la miró a los ojos y se le quedó viendo por varios segundos esperando la respuesta de ella.
—¿¡Admites que sí nos mirabas mientras dormíamos!? ¡Lo sabía! —Gritó Sofía, lo hizo de tal forma que parecía que había ganado la lotería o algo incluso más grande.
—¡No, tampoco eso!, no estaba pensando en asesinarlas, tampoco en cortar sus lenguas, y mucho menos las miraba mientras dormían —Explicó él mientras golpeaba la mesa —Yo sólo vine porque Vanessa me lo pidió.
—Sí, así fue. No vino a espiarnos ni nada de eso. Yo lo invité, nada más.
—No sé si puedo saber si nos están diciendo la verdad o no... ¿Erika, qué opinas? —Dijo Sofía. Miró a Erika, quien tenía en sus manos un paquete de galletas —¿¡No que no comías galletas ni dulces!? —Le reclamó Sofía a Erika al ver como sacó una de las galletas del paquete.
—¡Son galletas integrales! —Contestó ella mientras se metía una galleta entera en la boca.
—No tenías porqué hacer eso, no tenía pensado quitártela ni nada —Le dijo Sofía mientras la veía masticar con problemas.
—T... tam... no... —Erika no podía hablar por la galleta, que aún seguía en su boca. Dejó de hablar un par de minutos, masticó la galleta, la tragó y luego habló —Tampoco estoy segura de que nos están diciendo la verdad... sabes, incluso creo que ella planeó todo esto para que él pudiese mirarnos dormir... —Dijo ella mientras tomaba otra galleta, la partía a la mitad y se llevaba una de las mitades a la boca.
—¡Que no estaba pensando hacer nada de eso! —Gritó él desesperado por los comentarios que ambas princesas habían estado diciendo por los últimos minutos.
—Bien, te creeremos... por ahora. Vanessa, prosigue —Dijo Sofía. Vanessa se movió, quedando sentada frente a Sofía al otro lado de la mesa, él se sentó a su lado, teniendo a Erika frente a él.
—Él es el amigo del que les hablaba. Ernesto, conoce a Erika y a Sofía, mis mejores amigas —Él estiró su mano hacia ellas, solo Erika lo saludó con su mano, Sofía simplemente miró.
—Me llamo Erika, gusto en conocerte Ernesto —Dijo ella mientras agitaba su mano junto con la de él.
—Así que tú eras el tal Ernesto... ya me lo temía, hace un par de meses que le tienes el ojo a mi amiga, ¿no es así? —Dijo Sofía mientras lo miraba esperando una respuesta.
—¿”Puesto el ojo”?... sí, la vi algunas veces...
—Recuerdo cuando se te declaró, eso fue increíble, estabas horrorizado por eso, como si un sueño que tenías hubiese sido destrozado —Dijo Sofía con una gran sonrisa en su rostro.
—¿Fuiste tú quien planeó eso?
—No, fuimos las tres... vamos, llevabas un buen tiempo mirándola, era difícil pensar que no estabas enamorada de ella... Regresando al tema. Desde ya hace tiempo tenía la idea de quien podría ser el nuevo amigo de Vanessa, ella nunca nos había dado nombres y tampoco referencias, pero ya me temía que fueses tú.
—No sé si debo de estar alagado o asustado por el hecho de que me miras así —Dijo él con una expresión de terror en su rostro.
—Cómo quieras... —Le contestó Sofía —No sé si solo quieres ser su amiga, si es así, entonces no hay problema; pero si deseas ser su novia, casarte con ella y tener tres hermosos bebés, entonces te doy todo el permiso para hacerlo —Erika comenzó a reírse al ver a ambos sonrojarse una vez más.
—¡Deja de decir tonterías! —Le reclamó Vanessa.
—Oh, cierto, hay una tercer cosa... si planeas continuar viéndola dormir, entonces no hay nada que me pueda detener. Puedes hacerlo sin mi permiso, ¡ah!, y tampoco quiero saber cuando lo hagas —Añadió Sofía.
—¡No soy un acosador! —Le reclamó él.
—Míralos, ¿no es tierno cómo ambos se enojan de formas similares? —Le dijo Sofía a Erika.
—Sí... no quiero presionarlos ni nada pero, ustedes serían una muy bonita pareja —Dijo Erika mientras se llevaba a la boca un pedazo de galleta. Ambos volvieron a sonrojarse, Vanessa se levantó y miró a los tres.
—Solamente lo traje para que lo conocieran, ¿y terminaron dándole permiso de que se casase conmigo? No sé cómo es que sigo siendo su amiga —Les dijo Vanessa —Ya no tarda en empezar mi siguiente clase, así que me voy. Ernesto, cuídate, ustedes, dejen de molestarlo. Ya veremos si pienso hablarles luego de lo que hicieron —Vanessa tomó su mochila, la puso en su hombro y comenzó a caminar alejándose de ellos.
—¡Adiós! —Le gritó Sofía mientras la veía alejarse.
—¡Que te vaya bien! —Le dijo Erika. Ernesto también se despidió, agitando su mano. Vanessa se había alejado lo suficiente de los tres, ambas se dieron la vuelta y miraron a Ernesto.
—Y bien Ernesto, ¿qué es lo que le ves a Vanessa? —Preguntó Sofía mientras lo miraba con interés.
—No se den una idea errónea por favor. Solo la veo como amiga, no quiero nada más —Contestó Ernesto, esperando a que ambas se riesen, no fue así.
—¿En serio?, entonces, ¿Qué le ves como amiga? —Le preguntó Sofía.
—Bueno, es muy amigable, escucha a las personas, y debo de admitir que el tiempo que he pasado con ella ha sido lo mejor que he vivido en años —Contestó él.
—¿Te gustaría pasar toda tu vida con ella? —Le preguntó Erika.
—Ya les dije, no pienso en nada más... no por el momento claro.
—Te dije antes que tú y ella se veían muy bien como pareja, era un cumplido y no una burla, realmente lo dije como cumplido...
—¿Y porqué crees que me sonrojé? Por que lo pensé, y lo tomé como cumplido.
—¿¡Entonces sí quieres algo más con ella!? Tienes todo mi permiso para casarte con ella —Dijo Sofía.
—¡Que no!... El tiempo, y ella, dirán si es posible o no que ocurra eso.
—Me parece algo romántico —Dijo Erika.
—A ti casi todo te parece romántico. Una pareja de estudiantes que se enamoran, dejan sus estudios por su amor, tienen un hijo, la mujer muere y luego el hijo muere también te parece romántico —Sofía se giró y la miró mientras le decía esto.
—¡Fue romántico! Lo que importa fue el hecho de que tuvieron una increíble vida juntos y no el hecho de que ambos murieron —Le reclamó Erika.
—No sé, romántico hubiera sido que los dos hubiesen vivido una increíble vida juntos y no tragedia tras tragedia.
—Pero entonces la historia hubiese sido puro romance, y muy rápidamente nos hubiéramos aburrido de ver lo mismo. A mí me pareció increíble todo lo que hicieron, juntaron tan bien las historias de los diferentes personajes con sus respectivas tragedias que la historia se volvió memorable.
—Sí, debo de admitir que así fue.
—¡Lo sabía! Sé que cuando viste morir al primer de los personajes esas lágrimas no habían sido por andar comiendo esas frituras con chile.
—Cállate... aunque en parte fue así, eran muy picosas, y sí, tal vez lloré con tan solo ocho capítulos de haber comenzado a ver la serie, ¡pero tú lloraste durante los últimos capítulos y seguiste así por otras tres horas!
—También tú, así que no te hagas.
—Disculpen pero, ¿de qué tanto hablan? —Preguntó Ernesto interesado en su conversación.
—Una serie que vimos hace un par de semanas... ¡Oh cierto! Estábamos hablando de ti... perdón por haber cambiado tan bruscamente el tema —Le dijo Sofía quien miró de vuelta a Ernesto.
—No se preocupen, llevo un buen rato viéndolas hablar de una cosa y pasar a otra, me he acostumbrado a eso —Dijo él.
—¿Nos has estado espiando? Qué descortés de tu parte, pensé que solo lo hacías mientras dormíamos —Le dijo Sofía quien se inclinó hacia atrás alejándose de él.
—¡No las estaba espiando, ni cuando dormían ni cuando hablaban, ustedes estaban básicamente gritando, no podía hacer nada!
—¡Te pudiste haber tapado las orejas y no haber escuchado nada! —Le gritó Sofía.
—¡Gritan tan fuerte que hacer eso no serviría de nada!
—Nosotras no gritamos, somos señoritas y las señoritas no gritan —Le añadió Sofía.
—¡Pero lo acabas de hacer! —Le reclamó él.
—No es cierto, mientes —Contestó ella.
—Ustedes están locas, no sé como es que Vanessa no ha terminado por asesinarlas —Dijo él.
—No lo ha hecho porque es igual a nosotras, claro, ella sí grita —Le explicó Sofía con un tono burlesco.
—Regresando ahora sí a lo que estábamos hablando antes. ¿Qué fue lo que en un principio te hizo hablarle a Vanessa?
—Bueno, parecía que necesitaba un amigo más, se veía un poco deprimida, además, hubo algo más que en un principio me llevó a tratar de conocerla. Por favor, no le digan a nadie, tampoco a ella... Hace ya casi tres años, un pequeño grupo de alumnos abusaban de mí, un tiempo después alguien decidió confrontarlos y terminaron por expulsarlos de la escuela. Cuatro meses atrás todos lo que fueron víctimas de abusos fueron citados, fue anónimo, nadie más que nosotros sabría que fuimos víctimas. Al principio estaba reacio, no quería participar, pero recordé lo mal que me sentí cuando eso me pasó, y al final me decidí por participar. Nos hicieron sentarnos en circulo, había otros estudiantes, algunos que portaban el uniforme de la escuela, otros que no, eran parte de los que ya habían salido, entre el resto de los estudiantes estaba Vanessa. Al principio parecía como si fuese un grupo de ayuda y apoyo, nos preguntaron a todos sobre lo que habíamos vivido, sobre lo que habíamos pasado, sobre lo que habíamos sentido, y al final, sobre como nos sentimos cuando todo terminó, cuando alguien decidió hablar y terminar con todo. De todos, Vanessa fue quien lloró más, me di cuenta de eso, y no solo yo, también el resto de las personas presentes, incluyendo al terapeuta que nos estaba vigilando. El terapeuta se le acercó a hablar, era un grupo abierto, por lo que todos escuchamos todo lo que se decían entre ellos, escuchamos sobre como sufrió más que todos nosotros, sobre todo lo que pasó mientras era abusada, y sobre como le dio fin a todo... Ella había sido quien provocó que mis abusadores fuesen expulsados, y no solo los míos, también los de la mayoría de los allí presentes, cuando supo eso, una gran sonrisa apareció en su rostro, siguió llorando, pero ya no eran lágrimas de tristeza, eran lágrimas de felicidad. Como muestra de gratitud a lo que había hecho, todos decidimos acercarnos y darle un abrazo... Cuando sentí ese dulce olor a fresas, cuando pude acariciar su cabello, cuando la tuve en mis brazos, supe que podríamos volvernos amigos, y con el tiempo, algo más... —Ernesto tenía los ojos cristalinos, al punto de que una solitaria lágrima corrió por su rostro, pasando por sus mejillas y cayendo al suelo, pero mientras que él apenas había dejado escurrir una lágrima, Erika se había roto en llanto y había permitido que cientos de lágrimas corriesen por su rostro. Sofía simplemente los miraba a ambos como si fuesen criaturas extrañas, los veía con curiosidad pero a la vez con miedo.
—¿Tú porqué lloras? —Le preguntó Sofía a Erika.
—¿Acaso no lo ves? Ese momento fue cuando la semilla del amor fue plantada... —Dijo Erika mientras seguía llorando.
—Eres demasiado cursi —Le sentenció Sofía.
—En realidad sí, así es, eres algo cursi Erika, yo apenas solté una lágrima mientras que tú aún sigues llorando.
—¡Cállate! —Le gritó Erika. Ambos, tanto Ernesto como Sofía comenzaron a reírse, a Erika lentamente se le comenzó a mostrar una pequeña sonrisa en su rostro, y al final, su llanto se transformó en una carcajada.
La última clase de Vanessa había terminado, se despidió de sus amigas y salió del salón de clases, una vez afuera se encontró con Ernesto quien la saludó al verla.
—¿Cómo te fue con las chicas? —Le preguntó Vanessa.
—Bien... son algo extrañas y muy peculiares, pero creo que me podré llevar bien con ellas —Le contestó Ernesto.
—¿En serio? Mis amigas tardaron un buen tiempo en darse cuenta de ello, con sus actitudes peculiares, sus cambios de emociones y su gran interés en situaciones banales, como un Anime o un videojuego.
—Ahora que lo dices, hablaron sobre un anime, hablaron de él como si su vida fuese cambiada por ello.
—¿En serio?, ¿Acaso Sofía dijo algo sobre que había puras tragedias y que no debía de ser así?
—Sí, ¿cómo lo ...?
—¿Cómo lo sé? Obvio, las tres vimos ese anime. Erika fue quien lloró más, seguido de mí y al final Sofía, quien no quería aceptar el hecho de que la serie había llegado a su fin. No te preocupes, está en su fase de negación, lo estuvo cuando tanto la madre como la hija murieron... sabes, mejor no te digo nada, ya la verás por ti mismo algún día.
—No sé si eso es una parte esencial de la historia, pero si lo es, ¿no creen que me la han arruinado?
—No es parte importante, es solo una de las historias, hay mucho más que solo eso, una historia más grande que te hará llorar durante días cada vez que recuerdes todo lo que pasó en la serie y cada vez que sientas que estés viviendo lo mismo que los personajes.
—¿En serio?, ¿Crees que algún día... podríamos verla juntos? —Preguntó él con un poco de vergüenza.
—¡Claro!, te prometo que cuando lo hagamos, me agradecerás el haberlo hecho —Le contestó Vanessa con emoción —Bueno, no tengo nada más que hacer, ¿salimos a algún lado?
—¿Como una cita? —Ambos se sonrojaron, pero más ella quien se rió nerviosamente.
—Si así quieres que sea, sí, será una cita —Contestó ella.
—¿A dónde te gustaría ir? —Preguntó el tímidamente.
—No lo sé, ¿tú?
—No tengo idea...
—¿Y si vamos a mi casa? No es tan romántico como ir a pasear a un parque, pero habrá comida y me sentiré más cómoda.
—Sí, no hay problema, como desees —Dijo él.
Ambos comenzaron a caminar, él cruzaba sus brazos continuamente por lo nervioso que se encontraba, y ella no era la excepción, jugaba con sus manos, giraba sus muñecas en círculos y de vez en cuando sujetaba su cabello y jugaba con él. Caminaron todo el trayecto a la casa de Vanessa, de vez en cuando charlaban sobre lo que él había hecho con las otras dos princesas o sobre lo que ella hacía con ella, pero la mayor parte del tiempo el silencio los rodeaba. Llegaron a la casa de Vanessa, ella sacó las llaves de su mochila, las usó para abrir la puerta y dejó entrar a Ernesto dentro de la casa. Por unos instantes Ernesto admiró la enorme casa, vio los muebles que había por toda la casa, volviéndose parte de esta, vio los adornos, las pinturas y las flores que colgaban de las paredes, vio las puertas y arcos que separaban las distintas habitaciones unas de otras, cuando terminó de admirar la casa miró a Vanessa.
—¡Tu casa es increíble! —Dijo él sorprendido por lo que había visto.
—Y no has visto todo, esto es solo la entrada, hay mucho más, cada habitación es diferente y hay muchas cosas que ver... excepto por mi habitación, allí solo hay montones de bolsas llenas de telas, botones y cierres en el suelo, agujas perdidas en el suelo, y bueno, algunas cuantas cosas que pueden ser interesantes, no son muchas cosas, pero hay algo que ver.
—Yo creo que estás siendo muy modesta, estoy seguro que tu habitación es la mejor de esta casa, con vestidos, blusas y otras prendas colgadas por doquier, con hermosos adornos dispuestos a ser usados, con tijeras, agujas, botones y cierres esperando pacientemente a que tus suaves manos decidan tomarlos y trabajar con ellos... —Con lo que dijo Ernesto, Vanessa se sonrojó. Unos cuantos segundos no dijo nada, y gracias a que su madre se vino de la cocina no tuvo que contestarle nada a Ernesto.
—Vanessa, llegas temprano —Dijo su madre al verla, dirigió su vista a Ernesto, quien solo la miró y le sonrió.
—Llevo toda la semana saliendo temprano, no es para tanto mamá —Contestó Vanessa.
—Bueno, bueno... oye, ¿y quién es el galán que llevas detrás de ti?
—¡Mamá! —Dijo ella mientras se reía nerviosamente y ocultaba su rostro de vergüenza de ambos. Él también se sonrojó, y aunque quiso hablar, la madre de Vanessa no se lo permitió porque volvió a hablar —¡Ah, ya veo! Lo lamento. Soy la madre de Vanessa, me llamo Camila.
—Soy Ernesto, gusto en conocerla mamá de Vanessa —Ernesto extendió su mano, ella la sujetó y la comenzó a mover de arriba hacia abajo, saludándolo.
—No me llames “mamá de Vanessa”. Llámame Camila o, si quieres, mamá —Dijo ella mientras rompía el saludo. Él se sonrojó ante lo que dijo Camila, Vanessa también lo hizo detrás de sus manos, que aún seguían ocultando su rostro lleno de vergüenza —Bueno Ernesto, gusto en conocerte. Tengo que seguir preparando la comida, si necesitas algo no dudes en pedírmelo a mí o a Vanessa —Dijo ella mientras se alejaba y desparecía al entrar en la cocina. Ambos compartieron miradas por varios segundos, y sin decirse ni una palabra comenzaron a caminar hacia las escaleras.
Ella subió primero, y seguido siguió él. Ambos comenzaron a subir escalón tras escalón, y varios segundos después Vanessa habló.
—No se te ocurra mirar hacia arriba —Dijo ella. Él, curioso por saber porqué comenzó a girar su cabeza hacia arriba.
—¿Por qué no? —Dijo Él. Su cabeza seguía girando, y cuando se topó con la falda de ella de inmediato supo porque ella no quería que mirase hacia arriba: sabía que si continuaba, se encontraría con su ropa interior. Ella se dio cuenta de que se detuvo de pronto, y de inmediato supo que él había mirado hacia arriba.
—¡Miraste!, ¡Te dije que no lo hicieras! —Le reclamó ella. Llevó su mano hasta la falda y con esta la sujetó contra sus piernas.
—¡No miré nada más que tu falda, no vi nada más!, ¡Lo juro! —Le dijo él mientras agachaba su cabeza con vergüenza. Ella comenzó a subir las escaleras más rápidamente, y en poco estuvo frente a la puerta de su habitación, él llegó a su lado segundos después aún mirando hacia el suelo.
—No te sientas mal... pasó lo mismo con Erika y con Sofía cuando les dije lo mismo a ellas —Le dijo Vanessa mientras se le salía una pequeña risa.
—Pero son mujeres, yo soy un hombre, ¿no te sientes incómoda por el hecho de que pude haber llegado a ver algo más que solo tu falda? —preguntó él mientras la miraba.
—Sabía que te detendrías, tú no eres un pervertido, no como Sofía que incluso gritó el color de mi ropa interior cuando la vio —Le explicó Vanessa.
—¿En serio?, ¿Y no te molesta más aún eso?
—No, ella, junto con Erika, son mis mejores amigas, y enojarme con ellas no tendría sentido, ellas harían lo posible para buscar mi perdón, y al final terminaríamos como antes, como si nada hubiese ocurrido, además, ¿porque arruinar un increíble momento juntas si puedo tener un montón de risas y alegrías? —Él se quedó callado, no dijo nada ante la explicación de Vanessa —Vamos, pon una sonrisa, estuviste a punto de ver mi ropa interior.

 Él se sonrojó de inmediato al escuchar las palabras de Vanessa, y segundos después soltó una risa.
—¡Así se hace! —Le dijo ella mientras llevaba la mano a la puerta de su habitación y la abría girando la perilla. 




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