15 may 2014

Pequeñas Princesas: Tragedias, Segunda lágrima Parte 13/15

"De inmediato empujó al policía a un lado, dejándole ver lo que tanto le querían ocultar..."

Vanessa siguió su ruta normal que sus padres habían hecho múltiples veces durante varias semanas: se acercó a la recepción, le entregó varios papeles a la secretaria y tomó dirección al consultorio de Rosa. Se encontró con varias personas que ya había visto previamente, como era el caso de los dos niños que había visto la primera vez que había ido allí con sus padres, estos se encontraban jugando justo afuera del consultorio de Rosa. Vanessa se sentó en las sillas justo frente a la puerta, se puso sus audífonos y se puso a escuchar música mientras esperaba a que su sesión empezara. Los niños jugaban con varios vehículos de juguete, hacían ruidos, simulando el ronroneo de los motores de un auto de verdad, extrañamente, a Vanessa le parecía muy curioso, y al verlos, se le vino a la mente los días en que sus hermanos hacían exactamente lo mismo, ya casi diez años atrás. La puerta al consultorio de Rosa se abrió, una mujer apareció frente a la puerta, y de inmediato ambos niños dejaron de jugar para ir corriendo a abrazar a la mujer. Vanessa la miró al rostro, tenía unas cuantas lágrimas corriendo por sus mejillas, cuando ambos niños corrieron y la abrazaron ella no pudo contener sus lágrimas y tan pronto como ellos la miraron con sus inocentes rostros, ella comenzó a llorar.
—Mamá, ¿qué pasa? —Preguntó uno de los niños a la mujer, quien se había agachado a abrazar a ambos niños.
—Lamento todo lo que pasó, lo lamento mucho... —Dijo ella entre lágrimas —Haré lo posible para que nada de esto vuelva a pasar, los protegeré con mi vida, y esta vez, sí les haré caso a todo lo que me digan —La mujer lloró por unos cuantos segundos más, se percató de la presencia de Vanessa, y de inmediato se secó las lágrimas y la miró —Lo lamento, supongo que vienes a ver a Rosa, ¿no es así?
—Sí, así es, y no lamente nada, nuestras decisiones fueron tomadas por una razón, el resultado que estas nos den debemos de tomarlo de la mejor manera, no importa si fue algo triste, si fue algo de lo que siempre nos arrepentiremos, siempre habrá una razón al final para sonreír, además, no es que tengamos una máquina del tiempo para poder viajar al pasado y simplemente evitar cometer esas decisiones, no, no es así. Debemos de vivir con nuestras decisiones, y como dije antes, encontrarles lo bueno de ellas... aquí entre nosotras, tomé decisiones muy malas en mi infancia, pero ellas me llevaron a conocer a mis mejores amigas, a vivir cientos de cosas maravillosas, cosas que no cambiaría por nada —Le dijo Vanessa mientras caminaba directo hacia la mujer, colocó su mano el hombro de ella y sonrió —Recuerda, si alguna vez algo triste ocurre en tu vida o en la de tus hijos, simplemente ten en cuenta que detrás de esos cortos momentos de tristeza y de dolor, seguirán momentos eternos de alegría, de gozo y de placer, de felicidad y de emociones agradables.
La mujer simplemente miró a Vanessa a los ojos, abrió la boca, como si fuese a decirle algo, pero al final no lo hizo, volvió a cerrar la boca, pero seguido de eso una vez lágrimas volvieron a correr por su rostro.
—Niños, ¿saben a dónde iremos? Pasaremos el resto del día en donde ustedes quieran —Dijo la mujer mientras miraba de vuelta a ambos niños. Los dos la miraron al rostro con una sonrisa en su cara, y con emoción la soltaron y la comenzaron a jalar de su pantalón, ella se levantó e hizo lo mismo que Vanessa le había hecho a ella. Su manó descendió sobre el hombro de Vanessa y allí se quedó por varios segundos.
—Gracias por esas palabras, espero que tu vida siga tan bien como dices que está, y que te llenes de aún más felicidad —Le dijo la mujer.
—Espero lo mismo de usted —Le dijo Vanessa.
La mano lentamente se deslizó por el hombro de Vanessa y terminó en el aire mientras la mujer se alejaba llevando a sus dos hijos a un lado de ella. Vanessa llevó su mano al hombro donde la mujer la había tocado, sentía extrañamente reconfortante el hecho de que la mujer la tocase, como si ella le hubiese dicho algo, o que hubiese hecho algo por ella, pero no era así, solo fue un pequeño toque con su mano, eso fue todo, nada que fuese importante o que al menos la llevara a sentir esa sensación... La mente de Vanessa se perdió en esa sensación, y su atención a la realidad era nula, ni si quiera vio como Rosa salía del consultorio y se le acercaba para mirarla con detalle.
—Veo una expresión de satisfacción, de alegría, de gozo y de calma en tu rostro —Dijo Rosa mientras tenía su mirada puesta en Vanessa. Vanessa lentamente regresó su atención a la realidad, y al encontrarse con Rosa parada frente a ella sus ojos se abrieron de la impresión de tenerla tan cerca
—¡Rosa!, no te había visto, perdón —Dijo Vanessa mientras aún trataba de regresar completamente a la realidad, se talló varias veces los ojos, mientras tanto, Rosa seguía mirándola.
—No te preocupes. Cuando gustes pasar pasa, no hay prisa —Dijo Rosa.
—Oh, lo lamento, ahorita mismo lo hago —Vanessa entró apurada a la habitación, Rosa solo la observó.
—No te estaba apurando, de hecho, quería ver esa expresión de calma en tu rostro por unos cuantos segundos más —Le explicó ella mientras entraba al consultorio y cerraba la puerta detrás de ella — Por cierto, veo que conociste a una de mis pacientes —Dijo Rosa mientras se iba a sentar frente a la silla de siempre. Vanessa ya se encontraba sentada en el sofá, y al escuchar la pregunta de Rosa simplemente miró hacia la puerta cerrada, recordando de nuevo a la mujer abrazando a ambos niños.
—Sí —Contestó ella. Rosa de inmediato notó algo diferente.
—Oye, ya no estás tan tensa como lo estabas el miércoles, mucho menos como lo estabas la sesión del Lunes, acaso otra cosa maravillosa te ocurrió —Le preguntó Rosa a Vanessa mientras acercaba la silla frente a ella.
—Sí... ¿Recuerdas que habíamos dicho que solo ellos podrían ayudarse a sí mismos?... pues no era así, necesitaban un pequeño empujón, algo que desencadenara la secuencia, las acciones que llevaran de vuelta a la familia a como era antes.
—Sí, lo recuerdo, ¿acaso tú interviniste o algo así? —Preguntó Rosa con curiosidad.
—Sí... creí que yo no tenía nada que ver, creí que incluso alguien no cercano a la familia lograría resolver los problemas, pero no era así, todo el tiempo había sido yo, todo el tiempo yo había sido quien debía de hacer algo, yo debía de ayudarlos —Dijo Vanessa mientras recargaba su cabeza en el respaldo del sofá —Yo era quien debía de mostrarles el camino a la felicidad... todo este tiempo siempre fui yo...
—Dime más, dime qué fue lo que ocurrió, cómo pasó, y qué ocurrió después —Le pidió Rosa.
—Bueno... Le conté a mi hermano, al que estaba teniendo problemas con mi madre, sobre mi lugar secreto, sobre lo que había vivido allí y sobre como iba allí seguido a liberar mis emociones y mis sentimientos; sobre como huía allí a llorar cada vez que alguno de los miembros de la familia terminaba peleándose con otro, y sobre como escondía mis emociones de todos ellos...
—¿Lo tomó bien, cierto?
—Sí, mucho mejor que solo “bien”. Lo entendió, entendió perfectamente que yo quisiese huir de los problemas, entendió perfectamente que yo no los quería lastimar aún más con mi dolor, pero principalmente, entendió y supo al instante lo que él debía de hacer... De hecho, Sofía y Erika también lo ayudaron, entre las tres lo abrazamos, e incluso lo hicimos llorar... ¡Pero no pienses mal!, lloró de alegría, o al menos eso es lo que pensamos al verle con una enorme sonrisa en su rostro mientras sus lágrimas caían al suelo. Él dijo algunas palabras muy sabias, palabras que me llegaron, ¿y adivina? También me hicieron llorar —Le contestó Vanessa con una voz llena de melancolía.
—Así que, ¿fuiste tú de nuevo quien desencadenó todo?
—Sí, gracias a que yo le hablé, a que le revelé algo importante, él comprendió lo que debía de hacer, comprendió perfectamente que él era quien podría rescatar a la familia, quien podría salvarla de separarse...
—¿Y eso como te hizo sentir? —Preguntó Rosa. Vanessa, al momento de escuchar la pregunta que Rosa le había hecho, la volteó a ver y la miró directamente a los ojos.
—¿En serio acabas de preguntar eso? Creí que solo lo hacían en las películas o como algún tipo de broma en series, ¿pero en serio acabas de preguntarme eso? —Le reclamó Vanessa.
—De hecho, sí, lo acabo de hacer, pero aunque no lo creas, es una de las preguntas más fuertes que le puedes hacer a un paciente. Yo no suelo hacerla, no hasta el final, cuando mis pacientes han llegado a una resolución o tienen una idea de sus vidas, y estoy segura que este es el momento para hacértela a ti —Le explicó Rosa —Así que, dime, ¿cómo te sientes? —Por unos instantes Vanessa miró por la ventana, observó como unas enormes nubes grises comenzaban a congregarse en el cielo, cubriéndolo completamente. Los recuerdos del día anterior comenzaron a pasar frente a sus ojos: pudo verse hincada en medio del jardín abrazando a su hermano; pudo verse a si misma rodeada de cariño y amor por parte de Erika y de Sofía quienes la abrazaban tanto a ella como a su hermano; pudo ver sus lágrimas cayendo en la tierra y lentamente humedeciéndola; pudo verse acostada en la cama a un lado de su él comiendo palomitas y frituras de un tazón, y a un lado, Erika y Sofía, los cuatro riendo, llorando, y sufriendo al mismo tiempo al estar viendo los capítulos de la serie; pudo verse despidiéndose de su hermano dándole un cariñoso abrazo... Una sonrisa apareció en su rostro, seguida por una pequeña lágrima que corrió por su mejilla.
—Me siento, feliz —Dijo Vanessa mientras se limpiaba la lágrima con la manga de su suéter —Gracias a que actué, logré salvar algo que yo apreciaba, algo que quería con todo mi corazón, además de que terminé con algo más: el recuerdo de ver a mi hermano sonreír.
—Ten en cuenta que no solo le sacaste una sonrisa a él, te la sacaste a ti, y a muchas otras personas que te rodean, como a Erika o a Sofía, que estoy seguro que estaban emocionadas por ti.
—Supongo que es así... Sí, fue así, no callé, hablé, y por eso la felicidad logró rodearme de nuevo... ¿crees que eso haya sido el problema desde un principio?
—¿Qué cosa?
—El no hablar. Ya lo sabes, en mis primera año en la preparatoria no hablé, no le dije a nadie sobre los problemas que tenía, y hasta que decidí actuar la felicidad me rodeó; ocurrió lo mismo con la situación con mi papá, no hablaba con nadie sobre el asunto, y si lo hacía solo hablaba, no pensaba en actuar o en hacer algo para remediar la situación, y entonces ocurrió, una vez más hablé, nuestra situación se resolvió y la felicidad regresó... Se repitió lo mismo una vez más el día de ayer, hablé, le conté lo que pasaba y la felicidad vino...
—Vanessa... sigue, sigue, continua, estás muy cerca de llegar —Le susurró Rosa. Vanessa la miró extrañada, pero entonces se dio cuenta de algo y continuó hablando.
—¡Sí, eso fue, eso era! Todas las veces que callé mi vida se llenó de tristeza, una y otra vez ocurrió lo mismo, guardé mis problemas para mí misma y lo único que hice fue encerrarme en una burbuja de tristeza y de dolor. Debo de hablar, debo de compartir mis emociones y mis problemas con aquellos que quiero y aprecio, con aquellos que sé que estarán a mi lado... Tengo que actuar y dejar de quedarme con los brazos cruzados mirando desde lejos; no puedo dejar que las cosas se salgan de control, tengo que actuar tan rápido como se me sea posible, y evitar así cometer de vuelta los mismos errores.
—¿Errores, qué errores?
—El haber callado cuando fui violentada; el haber dejado que mi relación con mi padre se deteriorase; el haber enfrentado sola la muerte de mi gatito; el haber dejado que mi familia se derrumbara... —Parecía que Vanessa no iba a detenerse, por lo que Rosa intervino.
—Y esos errores, ¿Crees que no debieron de haber ocurrido, crees que en su lugar debió de haber pasado algo más?
—No, sé que muchas cosas podrían haber cambiado, pudieron haber sido diferentes, pero, aunque sé que desde un principio ninguno de esos errores debió de haber ocurrido, los cometí, y gracias a ellos estoy aquí ahora, rodeada de amigos, de amor y de cariño. Estoy muy segura que si esos errores nunca hubiesen sido cometidos, no importando si desde un principio todo hubiesen sido risas y alegría, no tendría ni la mitad de lo que tengo ahora, sería una vida aburrida, sin sentido y con un futuro borroso. Esta vida, la que yo vivo, la cual fue rodeada por errores durante mucho tiempo, es la vida que estoy viviendo con amor, la vida que quiero continuar, y la vida que no cambiaría por nada. Tengo amigas, un novio, familia, incluso tengo a dos adultos como mis amigos, a mi terapeuta y a mi maestro de matemáticas. En esta vida llena de errores he pasado por tantas emociones, por tantas cosas increíbles, de no ser por ellos, estaría atorada en un ciclo, haría lo mismo todos los días, no habrían emociones y sería una existencia vacía. Lo dijiste antes, después de la tormenta viene la calma... He sufrido tanto, he llorado de dolor, de tristeza y de remordimiento, pero he sido recompensada con alegría, felicidad y cientos de memorias que no se comparan con nada... No tengo nada de qué lamentarme, ya no más... mi vida es perfecta tal y como es, con todo y errores —Le explicó Vanessa. Las palabras con las que Vanessa se había expresado habían llevado a Rosa a pensar, y para cuando ella terminó de hablar ya le tenía una respuesta preparada.
—Ten en cuenta que tu vida no está ni a la mitad, aún te esperan cientos de cosas por vivir, más lágrimas por derramar, risas y sonrisas por hacer y alegrías por vivir; memorias y recuerdos nuevos... Eres joven, muy joven, y has hecho algo que no muchas personas son capaces de hacer: Entender sus propias vidas. Puedes encontrar a muchas personas probablemente de cincuenta años, que aún siguen quejándose de los errores que cometieron alguna vez cuando eran más jóvenes, errores que constantemente ellos mismos están recordando, deseando poder cambiar las cosas, dejando de disfrutar de sus logros y de la felicidad, todo por estar recordando simples errores que fácilmente pueden ser compensados. Si tú realmente has llegado hasta aquí, si has descubierto el sentido de vivir, entonces no me queda mucho por hacer por ti... —Rosa se levantó de su silla, caminó a la ventana y miró al cielo, se encontró con unas enormes nubes grises, casi negras cubriendo completamente el cielo.
—Espera, ¿qué? —Preguntó Vanessa preocupada.
—Llegaste a un punto en que ya no te soy de ayuda, un punto en donde solo eres tú quien continúa —Le explicó ella mientras seguía mirando por la ventana.
—No, no puedes decir eso, aún me quedan muchas cosas, ya lo dijiste, mi vida apenas está empezando.
—Y lo sé, y me duele tener que dejarte, fuiste la mejor paciente, y aquí entre nosotras, mi mejor amiga desde mi infancia. Me duele el tener que decirte adiós, pero me alegra y, no sabes como me emociona el hecho de que hayas llegado hasta este punto —Rosa se dio la vuelta y miró a Vanessa mientras le decía esto.
—¡No, no te dejaré! Eres mi amiga, lo dijiste, no pienso alejarme de tu lado, no después de todo lo que has hecho. Necesito de todos y cada uno de mis amigos para poder seguir adelante, ya que ustedes son quienes me han ayudado más —Le gritó Vanessa mientras la miraba directamente a los ojos.
—Nunca dije que te dejaría como amiga, solo como terapeuta. Solo podrás acudir a mí como amiga, me podrás pedir consejos, opiniones y ayuda, como amiga... básicamente, nada cambiará, excepto por el hecho de que ya no seremos paciente-terapeuta, sino simplemente amigas que charlan. Podremos hablar ya no solo unos cuantos días a la semana, si no que todos, y podrás llamarme incluso hasta mi casa... ¿lo ves? Habrá muchas ventajas de que estoy termine.
—Si lo pones de esa manera es más fácil, pero sigue siendo triste el tener que dejar a mi terapeuta.
—Pero ve el lado positivo, me volveré una amiga de tiempo completo para ti. Estaré a tu lado cuando lo necesites, y lo mejor de todo, no tendrás que hacer una cita solo para verme —Dijo Rosa. Ambas se rieron, volvieron a cruzar miradas y se sonrieron —Te extrañaré mucho Vanessa.
—Yo a ti —Vanessa se levantó del sofá, dio unos cuantos pasos hacia Rosa y extendió sus brazos en señal de que quería darle un abrazo. Ella le correspondió haciendo lo mismo, ambas, con los brazos estirados los cruzaron por la espalda de la otra, dándose un abrazo. El abrazo duró por varios segundos, hasta que Rosa escuchó los sollozos de Vanessa.
—¿Acaso estás llorando? —Le preguntó Rosa.
—Oye, aún sigues siendo mi terapeuta, no puedes juzgarme, no hasta que estemos fuera del consultorio —Le reclamó Vanessa.
—No me dejaste terminar... ¿Acaso estás llorando? Porque si es así, entonces, ¿me permitirías hacerlo también? —Le terminó de decir Rosa. A Vanessa se le salió una pequeña risa, y segundos después regresaron a continuar abrazándose.
Unas cuantas lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de Rosa, quien había colocado su cabeza sobre el cabello de Vanessa, algunas veces frotaba su mejilla contra este, sintiendo su suave cabello en su rostro, tratando de impregnar el recuerdo de ella en su memoria. El abrazo continuó por varios minutos, terminó por romperse cuando ambas comenzaron a sentirse con la necesidad de sentarse. Cuando rompieron el abrazo, ambas se miraron el rostro, Vanessa pudo ver unas cuantas lágrimas corriendo por las mejillas de Rosa, y lo mismo pudo ver ella, que se encontró con unas cuantas lágrimas saliendo de los ojos de Vanessa. Ambas se rieron y se miraron de vuelta a los ojos.
—Gracias, por todo... muchas gracias Rosa —Le dijo Vanessa mientras se secaba las lágrimas del rostro.
—No me des las gracias, yo solo te mostré los caminos que podías seguir, tú fuiste quien tomó la decisión de seguir uno de ellos.
—No seas modesta, sin tu ayuda no estaría aquí.
—No soy modesta, soy sincera. La única persona que se esforzó aquí para hacer algo fuiste tú, tú misma fuiste quien tomó la decisión de venir aquí en primer lugar, tú misma fuiste quien decidió hablar con tu hermano acerca de tus sentimientos, tú misma fuiste quien decidió dejar de callar y decidió comenzar a actuar... yo aquí, como dije, solo fui tu guía, te mostré los caminos, tú tomaste la decisión de seguir uno de ellos y de nunca salirte de él. Además, yo debería de darte las gracias, me mostraste lo que es una verdadera amistad —Le explicó Rosa, al final de su explicación, una pequeña lágrima brotó de sus ojos y corrió por su mejilla, terminó por caer directamente al suelo. Vanessa no supo que decir, y mucho menos qué hacer, por lo que simplemente extendió sus brazos de nuevo y abrazó a Rosa —Ya, ya se me pasó... gracias de nuevo... —Vanessa soltó a Rosa y dio unos cuantos pasos hacia atrás —¡Oh!, antes de que se me olvide. Como esta sesión no duró más de media hora, entonces te será gratis. Dale esto a la secretaria, así evitarás tener que pagar algo —Rosa tomó un papel y se lo entregó a Vanessa, ella lo recibió y lo miró con atención. Su mirada se posó varios segundos en el papel, luego miró a Rosa una vez más, una sonrisa apareció en su rostro.
—No importa lo que digas, te mereces esto: gracias —Le dijo Vanessa mientras le daba un corto abrazo a Rosa. Ella lo recibió y lo respondió haciendo lo mismo, esta vez fue corto, no duró tanto como los anteriores, y cuando ambas se separaron Vanessa se dio la vuelta y caminó a la puerta. Rosa solo se quedó parada allí, en medio de la habitación, mientras miraba como Vanessa salía por la puerta y desaparecía detrás de ella.
—Gracias a ti —Susurró Rosa mientras la puerta se cerraba. El silencio se apoderó de la habitación, pero no duró por mucho tiempo, afuera la tormenta había tomado fuerza y había comenzado a crear una fuerte lluvia.
Vanessa corría entre las calles, evitando que, los autos la atropellasen, y el terminar mojándose aún más, no es que no quisiese mojarse, no, de hecho, en el poco tiempo que estuvo corriendo bajo la lluvia terminó completamente empapada, ella simplemente no quería ser mojada con sucia y fría. Así continuó por varios minutos, huía tanto de los autos como de los charcos de agua, de vez en cuando se escondía debajo de los techos de la casas e incluso debajo de los árboles, pero eso no servía de mucho, terminó por cansarse, comenzó a dejar que los autos la salpicasen; dejó de evitar los charcos de agua y comenzó a brincar sobre ellos, dejó de esconderse de la lluvia... Cuando salió del consultorio de Rosa estaba más consternada por el hecho de que estaba lloviendo y que no traía un paraguas, pero tras haber estado corriendo por las calles decidió dejar de preocuparse por ello, y decidió simplemente alegrarse por el enorme logro que había conseguido. Mientras saltaba por los charcos de agua, mientras corría extendiendo sus brazos bajo la lluvia, y mientras se ponía a un lado de las calles para que los autos la salpicasen, ella siempre tuvo una enorme sonrisa en su rostro, una sonrisa de satisfacción, de gozo y de regocijo; por su mente pasaban ideas de lo que podría hacer al llegar a su casa, podría pasar el resto de la tarde con sus hermanos, pasar el rato con su madre, esperar a que llegase su padre y tener una charla familiar; ni una sola vez se le pasó por la mente el querer pasar el rato con Sofía ni con Erika, solo pensaba en las cosas que podría hacer con su familia ahora que su hermano había decidido confrontar a su madre.
Vanessa escurría agua por todo el cuerpo, su ropa estaba pesada por tanta agua que tenía, su cabello estaba igual; cada vez que sus tenis tocaban el suelo, podía sentir agua moverse dentro de estos, no era incómodo, pero tampoco le era muy agradable. Cada minuto que pasaba ella se desesperaba un poco más, realmente quería llegar a casa cuanto antes y decirles las buenas noticias a todos, pero no sería así, no hasta que llegase a la casa, y eso le tomaría todavía mucho tiempo.
Pasaron minutos, que a Vanessa le parecieron horas, cuando de pronto comenzó a notar construcciones conocidas, lentamente el área en donde se encontraba se volvió más familiar, y dejaron de ser calles cualquiera a ser las calles aledañas a la donde su casa se encontraba. El saber que estaba a metros de distancia de llegar a su casa la animaron mucho y la hicieron correr más deprisa, tan rápido, que ella estuvo por caerse varias veces cuando sus pies resbalaban en el suelo. Comenzó a ver las casas de sus vecinos conforme se acercaba a la suya, todo parecía igual, exactamente idéntico a como lo recordaba, era algo peculiar que le diese tanta importancia a simples casas que ya había visto miles de veces atrás, pero al parecer el hecho de que podía verlas le hacía saber que estaba aún más cerca de su casa.
Entre la fuerte lluvia logró divisar algunas luces parpadeantes de color rojo y azul, con tan solo verlas supo de inmediato que se trataban de patrullas de policía. En ese momento no prestó atención, solo quería llegar a su casa, pero mientras corría en dirección a ella se dio cuenta de la gran cantidad de patrullas y ambulancias que había muy cerca de donde se encontraba su casa. Le pasaron por su mente algunos pensamientos acerca de ello, como que alguno de sus vecinos había sufrido un robo o un accidente, que la vecina de enfrente por fin había asesinado a su marido o que el padre abusador de la niña de a lado de su casa por fin había sido atrapado, pero estos pensamientos cambiaron cuando logró ver con pleno detalle, como todos los vehículos se encontraban justo frente a su casa.
Comenzó a correr con todas sus fuerzas, se encontró con varios de sus vecinos, quienes la miraron a los ojos, tenían expresiones de tristeza, de dolor, y algunos incluso de horror. Ella no tenía idea de qué era lo que pasaba y el porqué la miraban así, pero conforme se acercó más a su casa, pensamientos sobre su familia comenzaron a pasar por su mente, pensamientos que explicaban lo que estaba ocurriendo. Una gran multitud rodeaba un cordón policial, cuando ella se acercó notó que este rodeaba su casa completamente, dejando solo la calle fuera, en donde se habían congregado muchos de los vecinos a mirar. Una enorme preocupación la llenó mientras comenzaba a bajar la velocidad, pasó de estar corriendo a caminar con cansancio, apenas podía respirar, su corazón latía increíblemente rápido, y sentía que estaba a punto de colapsarse, pero al sentir la mirada de varios de sus vecinos, lo único que pensaba era en lo que estaba ocurriendo en su casa. Lentamente caminó hacia el enorme cordón amarillo, mientras lo hacía, las personas alrededor de este se movían a un lado, permitiendo pasar a Vanessa hasta el frente. La gran mayoría de las personas allí eran vecinos que conocía, algunos porque tenían relación con alguien de su familia, otros cuantos porque ella misma les mostró el lugar, había algunos cuantos que no reconocía, tal vez eran personas que solo pasaban por allí cuando se dieron cuenta de lo que estaba pasando, probablemente sí los conocía, pero la desesperación por saber que había ocurrido simplemente no le permitía recordar. Trató de averiguar cuanto pudo con tan solo ver la escena, pero no le era suficiente, solo se encontró con varios autos de policía estacionados justo frente a su jardín, algunos policías en la entrada de su casa, y unos cuantos enfermeros que esperaban en la parte trasera de una de las ambulancias.
—Pobre chica... qué duró será para ella cuando lo sepa —Dijo alguien entre la multitud. Vanessa logró escuchar perfectamente, su expresión de incertidumbre pasó a una de horror, sus ojos se abrieron y su corazón comenzó a latir rápidamente. Se agachó, cruzó por debajo del cordón y corrió en dirección de la casa
—Estúpido, esa era la chica —Dijo una mujer.
Vanessa corrió hacia la casa, el suelo era aún más resbaladizo que antes, y esto hizo que se cállese al pavimento, de inmediato su mente se llenó de pensamientos de personas que se burlarían de ella por ello, pero no fue así, de hecho, logró escuchar algunos gestos de preocupación. Con la rodilla del pantalón ahora rota, continuó corriendo, al llegar al jardín se encontró con un policía quien no se había dado de que ella había cruzado el cordón, y cuando lo hizo corrió detrás de ella.
—¡Hey, no puedes pasar! —Le gritó él mientras corría detrás de ella.
—¡Es mi casa, tengo que saber qué pasó! —Contestó ella. Se frotó los ojos luego de que varias gotas de agua le cayesen en ellos. Aún le ardían los ojos cuando terminó por llegar a la puerta principal, allí se encontró con varios policías que intentaron evitar que ella entrara.
—¡Alguien saque a esta adolescente de aquí! —Gritó uno de los policías al ver a Vanessa.
—¡Déjenme entrar, es mi casa! —Les gritó ella. Ellos simplemente se pararon frente a la puerta, evitando que ella pudiese entrar. El policía la alcanzó, la tomó de un brazo y la comenzó a jalar —¡Suéltame idiota! —Vanessa alzó la pierna, y con toda la fuerza que le quedaba pateó al oficial directamente en el estómago, este escupió saliva cuando recibió el golpe, cayó al suelo sujetándose el estómago y comenzó a maldecir a Vanessa.
—¡Maldita puta! —Gritó él repetidas veces. Los otros policías corrieron a ayudarlo, excepto dos de ellos, que solo la miraron con terror.
—Por favor, tengo que saber qué ocurrió —Suplicó Vanessa.
—Eres la hija, ¿verdad?... lo lamento mucho, en serio, lo lamento —Dijo el policía frente a la puerta. Vanessa no entendió lo que decía, pero no le prestó mucha atención al resto de lo que dijo, ya que su mirada se posó sobre algo que le llamó la atención. Detrás del hombre, logró ver lo que parecía ser un tenis de color azul con blanco, si su memoria no le fallaba, ese tenis de colores le pertenecía a uno de sus hermanos. De inmediato empujó al policía a un lado, dejándole ver lo que tanto le querían ocultar.

 El cuerpo de su hermano yacía boca arriba, justo a un lado de la puerta. En su pecho tenía una herida, y debajo de él se había formado un charco de sangre.



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