Comienzo del tercer llanto: La caída del reino
La tarde era soleada, una suave brisa se sentía. Las hojas de los árboles se movían de un lado a otro. El final del verano se acercaba, y con él la temporada de calor, pronto el otoño llegaría, trayendo consigo los vientos helados. Las hojas de los árboles ya comenzaban a perder su color verdoso y empezaban a teñirse de un tono naranja, casi amarillo. Con cada leve brisa de viento que golpeaba los árboles unas cuantas hojas salían volando de este, siendo llevadas por el viento. Los jardines del campus estaban llenos de hojas que habían caído de los árboles. A lo largo de los caminos de tierra que cruzaban por los jardines había bancas de concreto, en donde estudiantes pasaban sus ratos libres, admirando lo que la naturaleza les estaba mostrando. Se podían ver algunas chicas pasar corriendo por debajo de las hojas de los árboles, atrapando cuantas hojas pudiesen en sus brazos. Eran estudiantes de universidad, pero aquel evento tan peculiar les sacaba su niñez a la gran mayoría. Un autobús se paró justo frente al campus, y de este varias personas bajaron, entre ellas, Vanessa, quien al dar el primer paso en aquel institución de inmediato sintió una sensación de calma, como si supiese que nada iría mal.
Ella se acomodó la mochila en su espalda, sacó un papel que tenía en su bolsillo y comenzó a caminar adentrándose en los jardines. Siguió el pequeño camino de tierra, y mientras sujetaba el papel en sus manos ella miraba hacia los lados, admirando los alrededores por donde caminaba. Escuchaba las risas, las charlas, de vez en cuando los gritos de algunos estudiantes, todo esto junto con el sonido del viento moviendo las hojas de los árboles de un lado a otro. Pasaron unos cuantos minutos y ella terminó parada frente a un enorme edificio. Durante unos segundos lo admiró, vio lo grande que era, y con algo de preocupación al no tener una idea de lo que pasaría en el futuro comenzó a beber de la botella de agua que llevaba. Dio unos cuantos tragos y luego volvió a meter la botella en su mochila, estaba intentando ganar fuerzas para poder entrar, pero no lograba reunir las suficientes, fue en ese momento en que escuchó detrás de ella a un par de chicas que iban en su dirección, hablando entre sí. Ambas chicas cruzaron a un lado de Vanessa, ella, segundos después de que ambas hubiesen caminado a su lado, las detuvo haciéndoles una pregunta.
—Disculpen, ¿Este es el edificio de los de primer año? —Preguntó ella con timidez.
—No tenemos ni la menor idea —Contestó una de las chicas mientras se reía.
—Vinimos aquí siguiendo este estúpido mapa luego de que nos llevó a otros dos edificios distintos —Le contestó otra de las chicas, quien sacó un papel de su bolsillo y se lo mostró a Vanessa.
—Qué casualidad, también vengo siguiendo el mismo mapa.
—Es increíble lo enorme que es este lugar, incluso necesitan un mapa para poder guiar a sus estudiantes —Dijo la primer chica.
—Un mapa que no sirve de mucho —Le añadió la segunda chica. Ambas se rieron —Supongo que sí, este es el edificio de los primeros, pero creo que será mejor entrar y ver que es lo que nos dicen.
—Sí, tienes razón, bueno, gracias —Les finalizó Vanessa, ella dio un par de pasos acercándose a las puertas de cristal que separaban el interior del edificio con el exterior, pero antes de poder dar más de dos pasos ambas chicas la detuvieron.
—Vamos juntas, así, si nos dicen que este no es nuestro edificio podremos ir a buscarlo juntas —Le pidió la segunda chica.
—Suena bien —Le aceptó Vanessa con una sonrisa. Se volvió a ajustar la mochila en su espalda y comenzó a caminar a un lado de las dos chicas.
Dieron unos pasos y estuvieron paradas frente a las puertas, las tres llevaron sus manos a las manijas y las empujaron hacia dentro, abriendo las puertas. Las tres pasaron y una vez en el interior quedaron asombradas por lo que podían ver: Un montón de estudiantes esperando en la primer habitación, muchos en grupos, otros cuantos sentados en sillas que había repartidas por todo el lugar, en el centro, lo que parecía ser un centro de atención, en el cual varios estudiantes se encontraban haciendo fila. Sobre la habitación que se encontraba en el centro había un enorme letrero que decía: “¡Bienvenidos a su primer año!...” Había otras cosas escritas, pero varios globos flotando que se encontraban amarrados a varias macetas en el suelo evitaba que se pudiese ver más del letrero. Las tres chicas dieron unos pasos y se detuvieron cuando una mujer, probablemente profesora, pasó corriendo frente a ellas.
—¡Lo siento! —Se disculpó la mujer mientras se alejaba de ellas.
—Supongo que este es el edificio de los primeros —Dijo una de las dos chicas.
—Eso parece. Ahora tenemos que buscar nuestro salón —Dijo Vanessa. Soltó un suspiró al final mientras sacaba otro papel de su bolsillo, guardando el mapa que aún llevaba en sus manos.
—¿Qué salón te tocó? —Le preguntó la segunda chica. Vanessa alzó su pequeño papel y se los mostró a ambas, inmediatamente una sonrisa apareció en sus rostros.
—¡Estamos en el mismo salón! —Gritaron ambas chicas llenas de emoción y de felicidad. Por un instante Vanessa se llenó de vergüenza y quiso que se callaran, pero al mirar a su alrededor y notar que nadie las veía ella sonrió.
—¿En serio? —Preguntó Vanessa no estando completamente segura de que lo que habían dicho era cierto.
—¡Sí! —Contestaron ambas con el mismo entusiasmo. Sacaron al mismo tiempo un papel del mismo tamaño que el de Vanessa y se lo mostraron.
—Vaya, es cierto, parece que estamos en el mismo salón —Dijo Vanessa.
—Así, como vamos a estar en el mismo salón, será mejor presentarnos. Mi nombre es Diana y el de ella es Irene —Le dijo ella mientras apuntaba a la chica a su lado. Su nombre era Diana, un nombre que Vanessa nunca hubiese descubierto con tan solo verla.
—Mucho gusto —Le dijo la primer chica, Irene, quien sonrió mientras le daba la mano.
—Me llamo Vanessa —Dijo ella mientras les daba la mano.
—¡Gané la apuesta! —Dijo Irene segundos después de que Vanessa hablase. Ella las miró confundida.
—Bien, toma tu dinero —Le dijo Diana mientras sacaba un par de billetes de su pantalón.
—¿Puedo preguntar qué ocurre? —Les dijo Vanessa.
—Hicimos una apuesta. Si el nombre de la primer mujer que conociéramos terminase con una “a”, entonces Diana tendría que pagarme, si terminaba con otra letra yo tendría que pagarle —Contestó Irene.
—¿Y por qué hicieron una apuesta así?
—Ella no creía en el hecho de que la gran mayoría de los nombres de mujeres terminan con una “a”, así que hicimos una apuesta, una apuesta que yo gané —Dijo Irene con satisfacción.
—Sí, ya deja de regodearte, que la siguiente vez yo ganaré —Le sentenció Diana.
—Oigan, se está haciendo algo tarde, vayamos a buscar nuestro salón —Les dijo Vanessa. Las tres cruzaron a un lado de la muchedumbre de estudiantes y se dirigieron directamente hacia las escaleras.
Mientras subían se encontraron con varios estudiantes y un par de profesores, quienes las saludaron al pasar a un lado de ellos. Las cuatro, al llegar al siguiente piso comenzaron a prestar atención a las diferentes puertas que adornaban los pasillos, buscaban aquella puerta que las separaba a ellas de su nuevo salón de clases. Miraban las pequeñas placas que había colocadas a un lado de las puertas, la gran mayoría tenían números seguidos de letras, mientras que algunas cuantas tenían nombres de personas, probablemente profesores o autoridades del edificio. Al darle casi la vuelta entera al piso lograron encontrar su salón de clases, se encontraba en lo más recóndito, pero no era tan malo, no considerando el hecho de que justo frente a su puerta había unos enormes ventanales, ventanales que daban justo hacia el jardín principal del campus. Las tres chicas se pararon justo frente a la puerta, Vanessa llevó su mano a la perilla y la giró, abriendo así la puerta. Un olor a nuevo, a cosas recién compradas inundó sus narices, lentamente dieron pasos al interior del salón de clases y pudieron ver con claridad la fuente de aquel aroma tan peculiar: Había cientos de sillas y mesas aún con algunos plásticos cubriéndolas llenando el salón; había un cañón y un pizarrón interactivo justo frente al salón. Había armarios, varios estantes llenos de cajas y algunos aparatos electrónicos. Las tres chicas se adentraron dando unos cuantos pasos, pero de pronto Vanessa se percató de algo: había un hombre, un chico sentado en medio del salón de clases leyendo un libro. No parecía que se hubiese dado cuenta de que las tres habían entrado, pero por la forma en que se agachó y se intentó esconder en su lectura se podía saber perfectamente que él sabía de la presencia de las tres chicas.
—Lo lamento, nos iremos cuanto antes... no nos viste ni te vimos —Dijo Vanessa. Ella jaló a Diana y a Irene de los brazos y las sacó del salón de clases, cuando estuvieron fuera y la puerta estuvo cerrada las dos le reclamaron.
—¿Por qué nos has sacado? —Le reclamó Irene.
—Ese chico, he visto antes a personas como él, incluso, yo alguna vez fui como él. Sé lo que necesitan y lo que quieren, así que, lo mejor que podemos hacer ahora es intentar no molestarlo mucho —Les explicó Vanessa.
—¿Te refieres a que es tímido? —Preguntó Diana.
—Sí... o al menos eso puedo decir por como reaccionó ante nuestra presencia, y por lo que se encontraba haciendo —Le añadió Vanessa.
—No puedo creer que hayas deducido eso de una persona con solo verla.
—Como dije, yo ya pasé por eso una vez... mi etapa oscura... pero eso es cosa del pasado... Ya dejemos este tema, esperemos aquí mientras la primer clase comienza —Les dijo Vanessa terminando la charla.
Diana e Irene caminaron hacia el ventanal en donde admiraron el enorme jardín que rodeaba el edificio más grande del campus, un edificio que se encontraba justo en el centro de todo el lugar, en donde la cafetería, las tiendas, y otros edificios se encontraban. Los minutos fueron pasando y pronto algunos otros estudiantes comenzaron a llegar allí con ellas. Algunos se paraban y se recargaban contra el muro, otros hacían lo mismo que las dos nuevas conocidas de Vanessa e iban a mirar por los ventanales, unos cuantos mas simplemente se paraban en medio del pasillo a mirar sus celulares o a dar otra mirada sus calendarios y horarios de clases. Algunos estudiantes se encontraban nerviosos o impacientes, y se podía notar con tan solo ver como sus pies constantemente zapateaban al suelo, o como miraban hacia todos lados, incluso por la forma en que a cada momento miraban sus teléfonos o sus relojes. Había unos mas calmados, como Irene, Diana o Vanessa, quienes simplemente disfrutaban y dejaban pasar el rato lo más tranquilamente posible. Más y más estudiantes llegaron, estos últimos terminaron por entrar en el salón de clases, lo que llevó al resto a hacer lo mismo, las tres chicas siguieron al resto y también entraron. Tomaron asientos justo en el centro del salón, a un par de lugares delante del chico al que encontraron leyendo. El salón estaba lleno de vida, con charlas haciendo eco en los varios muros, algunas risas se escuchaban, y algunas veces el sonido del plástico siendo removido de las sillas y mesas. Mientras el resto de los asientos eran llenados por el resto de los estudiantes, las tres chicas trataban de conocerse más a fondo.
—Entonces, ¿qué te hizo entrar a diseño gráfico? —Le preguntó Diana a Vanessa.
—Soy... como decirlo... diseñadora de ropa.
—¿En serio, acaso no nos estás mintiendo? —Le preguntó Diana sospechosa de Vanessa.
—Es en serio. ¿Ven este suéter? Yo mismo lo hice. Véanlo, no hay etiquetas y mucho menos marcas de que la tuvo —Les dijo Vanessa mientras se quitaba su suéter azul y se los entregaba. Diana recibió el suéter y de inmediato comenzó a explorarlo y a investigar cada rincón del mismo.
—No veo nada —Dijo ella.
—Tampoco yo... creo que sí, es una diseñadora de ropa —Sentenció Irene —Pero espera un momento, ¿qué rayos haces en diseño gráfico, por qué no entrar en otra clase, como dibujo o algo así?
—Esta clase tiene dibujo, diseño, y otras cosas que me llaman la atención. Son varias clases en una, y es mucho más fácil y rápido que tener que ir yendo año tras año por una clase nueva.
—Te das cuenta de que tendrás que hacer tus diseños en computadora, ¿no?
—Sí, sé de eso. Y no hay problema por mí. Me facilitará hacer las cosas, y en lugar de tener planos y trazos por toda mi casa tendré todo en mi computadora.
—Buen punto. Yo decidí entrar porque siempre me ha gustado el dibujo —Dijo Irene.
—No quiero parecer aburrida pero, también entré por lo mismo —Añadió Diana.
—Si nos llegan a preguntar la razón por la cual decidimos entrar a esta clase, den por seguras que muchos otros aquí contestarán lo mismo, así que desde ahora les sugiero que vayan buscando mejores respuestas —Les sugirió Vanessa —Una buena respuesta puede ser: “entré a diseño gráfico porque no tenía nada mejor que hacer” —Se burló Vanessa. Ambas chicas se rieron nerviosamente.
—Creo que acabas de darme mi respuesta —Murmuró Diana. Las otras dos se rieron.
—También la mía —Dijo Irene con entusiasmo. Las tres se rieron de nuevo.
Los minutos pasaron y ambas continuaron hablando y compartiendo sus vivencias que tuvieron durante sus estudios de preparatoria, Vanessa les compartió casi todo, todo menos los momentos oscuros por los que pasó, como el incidente al principio del año, o la muerte de su familia casi al final de sus estudios. Solo les mostró el lado bueno de su vida, sin mostrarles el lado malo. Les habló de Erika y de Sofía, y de las muchas cosas que compartieron; y así como ella les habló de su vida, las otras dos también le hablaron de las suyas. Vanessa aprendió que Diana e Irene se habían conocido en la preparatoria, ambas habían quedado en la misma clase y se volvieron amigas muy rápidamente. No eran las mejores de la clase, pero tampoco eran peores, sus calificaciones eran lo suficientemente altas como para poder haber entrado a la universidad al primer intento, aunque eso sí, no habían sido lo suficientemente altas como para haber quedado en el turno matutino. Cuando estuvieron por comenzar a hablar de sus vidas personales, una mujer, delgada y alta entró en el salón de clases, de inmediato muchos de los alumnos fueron a sentarse en las sillas, mientras que algunos cuantos se quedaron parados mirando a la mujer que caminaba hacia el escritorio que se encontraba frente a todos los alumnos. Vanessa miró a la mujer, quien dejó un par de libros sobre el escritorio, al verla con detalle se dio cuenta de que era la mujer con la que se habían topado antes, aquella mujer que pasó corriendo frente a ellas.
—Buenas tardes —Dijo la mujer con una dulce y amable voz. Un par de estudiantes le regresaron el saludo, entre ellas Vanessa y sus nuevas compañeras —¿En serio? Es su primer día de clases. ¡Háganlo con emoción! Quiero que lo hagan de nuevo, ¿está bien?. Yo primero. Buenas tardes —Les pidió la mujer a todos en el salón, y para su suerte esta vez casi todos le regresaron el saludo —¡Así se hace!... Bien, tomen sus asientos, si es que ya tienen uno, y tan pronto como lo hagan empezaremos con las presentaciones.
—Es muy activa, le doy un par de semanas —Murmuró alguien a un lado de Vanessa. Ella simplemente ignoró el resto de la charla.
—Mi nombre es Carolina. Seré su nueva maestra desde hoy hasta que termine este año, y con suerte, incluso les daré clases en los siguientes semestres —Dijo la mujer mientras escribía su nombre en la pantalla usando un pequeño lápiz electrónico —Como algunos ya han visto, soy bastante flexible, pueden tener charlas conmigo sobre asuntos de esta carrera, pueden incluso invitarme a salir como si fuese uno de sus compañeros, pero eso sí, hablando de los estudios soy bastante estricta. No intenten jalarme del brazo por que los morderé, si saben a qué me refiero.
Por unos instantes, luego de que ella se callara y decidiese mirar a sus nuevos alumnos, todo el salón se llenó de silencio, la maestra cruzó sus brazos y miró con enojo a todos.
—Como dije antes, este es su primer día de clases. No estén tan nerviosos, libérense un poco y dejen de estar tan serios... ¿No lo harán? Perfecto, entonces yo haré que se liberen un poco. Sí, ya sé que es un cliché, pero siempre es bueno hacer esto: Se presentarán al resto de la clase, diciendo sus nombres, sus habilidades, lo que les gusta hacer y la razón por la que entraron a esta carrera —Dijo Carolina mientras caminaba al frente de la mesa y se sentaba sobre ella, mirando hacia los alumnos. Alzó su brazo y apuntó a una chica que se encontraba hasta atrás del salón. La chica miró desconcertada hacia todos lados —¡Sí, tú, aquella chica que hasta el fondo que está intentando esconderse detrás de ese libro! ¡Tú empezarás! —Le gritó la maestra con emoción. La chica lentamente bajó el libro y lo colocó sobre la mesa frente a ella, se levantó, miró hacia el resto de la clase, quienes le regresaban la mirada, se mojó los labios pasando su lengua sobre ellos y comenzó a hablar.
—Mi nombre... mi no-nombre es... Andrea —Dijo la chica tartamudeando. Se podía ver como sus delgadas piernas temblaban debajo del corto vestido que tenía y que le llegaba hasta las rodillas —Soy bu-buena record-d-dan-d-do in-infor-m-ma-ci-ción —Vanessa miró con mucha compasión a la pobre chica, pero fue en ese momento en que un par de chicas no muy lejos de ella que ocurría. Vanessa estuvo por abrir la boca cuando Carolina comenzó a caminar acercándose hacia la chica, hacia Andrea.
—¿Estás nerviosa cierto? —Le preguntó Carolina a Andrea. Ella asintió con su cabeza y luego la agachó, ocultando su rostro —Sabes, yo también lo estoy. Es mi primer clase. No sé como rayos hacer nada de esto, solo estoy haciendo lo que me hicieron a mí durante mis primeros días... Sabes, creo que tú has sido más valiente al haber hablado este día que yo lo fui en mi tiempo, ¿sabes porqué? Porque cuando a mí me hicieron esa misma pregunta, yo ni si quiera me levanté de mi asiento, me quedé sentada, ocultando mi rostro con mi largo cabello. Tú incluso te paraste y dejaste que todos vieran tu rostro, hiciste algo más valiente que lo que yo hice, y eso es una gran ganancia. Puedes continuar hablando, o bien, puedes dejarlo así... —Carolina se dio la vuelta y miró al resto de la clase— Esto será para todos, si no quieren presentarse, si no se sienten confiados, no lo hagan, no es necesario, ya en algún momento ustedes se sentirán con la confianza de hacerlo —La chica, Andrea, miró a Carolina con una sonrisa, asintió con su cabeza y se sentó de vuelta en su asiento. Las tres chicas continuaron riéndose, y fueron estas a quienes Carolina decidió elegir como las siguientes en presentarse. En cierto modo Vanessa lo tomó como un tipo de justicia en contra de aquellas chicas que se burlaron de Andrea, la tímida chica que se había vuelto a esconder detrás de su libro.
—Mi nombre es Isabel. Soy buena haciendo manualidades, me gusta mucho ver programas de belleza. Entré aquí porque me gusta mucho todo lo relacionado a la belleza, tan solo vean mi maquillaje, es perfecto, y bueno, me gustaría hacer una página mostrando como hago todo —Dijo la chica mientras mostraba una sonrisa en su rostro.
—... A mí me gustaría diseñar sitios web, con muchos adornos y flores, y cosas que sean atractivas para las mujeres —Dijo la segunda chica.
—... Yo solo entré aquí porque mis padres me obligaron, de no ser por eso ni si quiera estaría aquí —Dijo la tercer chica con un tono de voz amargado.
—Vaya, tres chicas superficiales... era de esperarse, ¿no lo creen? —Les preguntó Irene a Diana y a Vanessa.
—Sí —Contestaron ambas al mismo tiempo. Carolina dio unos pasos y se alejó, yendo esta vez al frente del salón.
—Ahora sí, empezaremos desde aquí e iremos hasta atrás —Dijo Carolina mientras apuntaba a un hombre que se encontraba sentado en la primer hilera.
Uno por uno todos comenzaron a presentarse, la gran mayoría tenía motivos distintos para haber entrado allí, pero entonces, cuando llegó el turno de que un chico hablase, al momento en que este dio sus motivos, las tres se percataron de que había dicho lo mismo que Vanessa les había sugerido a ellas que dijeran: “entré a diseño gráfico porque no tenía nada mejor que hacer.” Se rieron levemente, evitando atraer la atención de la maestra. Cuando llegó su turno, las tres hablaron.
—Mi nombre es Vanessa. Soy buena haciendo ropa, y repito, haciéndola, no comprándola; me gusta leer, jugar videojuegos, remendar prendas; y entré en esta clase porque me ayudará mucho a mis habilidades al momento de dibujar —Dijo Vanessa. Algunos alumnos comenzaron a hablar entre sí, comentando lo que Vanessa había dicho.
—Mi nombre es Diana; soy buena leyendo; me gusta ver mucho series de televisión; y entré en esta clase porque no tenía nada mejor que hacer.
—Mi nombre es Irene; La cocina se me da muy bien; me gusta cocinar, probar nuevas recetas y hacer dibujos de la comida que hago; entré a esta clase porque no tenía nada mejor que hacer... ah, y porque así podría tener mi propia página de Internet en donde podría publicar mis dibujos sobre mi comida —Contestó Irene. Ella tenía una pequeña sonrisa nerviosa marcada en su rostro.
—¿Acaso ustedes dos le copiaron la respuesta al joven de aquí? —Les preguntó Carolina mientras señalaba al chico de antes—Porque si no es así no veo problema alguno, no hay necesidad de que tengan esas sonrisas nerviosas en sus rostros. Todos tenemos motivos distintos para haber llegado hasta aquí.
—De hecho, Vanessa nos mostró esa respuesta, y bueno, la tomamos —Le contestó Diana.
—Para ser sincero, yo las escuché hablando, escuché esa parte, en donde pensaban en sus respuestas, y bueno, mi respuesta fue la misma que las que ellas planeaban usar... les copié —Dijo el chico de antes mientras se levantaba de su asiento.
—Me parece perfecto que hayas sido honesto... aunque lo hiciste algo tarde... Diana, Irene, tendrán que pedirle algo a él por haber tomado su idea sin su permiso.
—¿Como un reclamo por derechos de autor? —Preguntó otra chica a un lado de Vanessa.
—Algo así —Contestó Carolina.
—Pero entonces el reclamo sería de parte de Vanessa hacia él, no de ellas dos hacia él —Dijo otro chico a unos cuantos asientos atrás de Vanessa.
—¿Por qué rayos están hablando de reclamos de derechos de autor si estamos en una clase de diseño gráfico? —Las palabras de la maestra hicieron que algunos alumnos se riesen, y uno decidió contestar.
—Es algo importante, ¿no? Sin derechos de autor fácilmente podrían tomar nuestros diseños como propios y venderlos a nombre de otra persona. Perderíamos dinero y nuestro esfuerzo habría sido en vano —Contestó la primer chica.
—Buena respuesta. Vanessa, ¿algo qué decir? —Le preguntó Carolina a Vanessa.
—Solo un par de palabras: Los derechos de autor fueron transferidos a Diana y a Irene, así que yo no tengo problema alguno.
—Buena jugada —Dijo el chico de antes.
—Así es como me gusta. Siempre he querido estar presente en un gran debate entre estudiantes, y esta ha sido una gran representación de ello. Continuaremos con las presentaciones y luego retomaremos este tema.
Continuaron presentándose del resto de los compañeros de clase de Vanessa, ella miraba a los estudiantes, y escuchaba con atención lo que tenían que decir. Además de la primer chica a la que se le pidió presentarse, otros dos compañeros de clase se negaron a hablar, entre ellos el mismo que vio al momento en que ellas entraron en el salón de clases la primera vez, el mismo que leía un libro cuando ellas se aparecieron.
Siguiente parte
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