31 may 2014

Pequeñas Princesas: La caída del Reino Parte 2/11

"—Piénsenlo, hacemos lo posible por mantener este lugar en orden, somos básicamente los que controlan como la ciudad crece y actúa... "



La presentación terminó, Carolina, su nueva maestra caminó hacia el frente del salón y captó la atención de todos al aplaudir dos veces.
—Como han visto, si es que prestaron atención, tenemos una gran comunidad, un gran grupo de estudiantes con deseos, aficiones y habilidades distintas. Tenemos cocineros, alguno escritores y lectores, algunos cuantos que parecen ser futuros abogados, y unos cuantos más que, solo entraron aquí para aprender desde cero a hacer algo. En mi último año solo quedábamos muy pocos, casi menos de la mitad de un grupo de cincuenta personas, más de la mayoría con las mismas habilidades que los demás, solo unos cuantos que podían y gustaban de hacer otras cosas, yo estaba en la segunda categoría. Desde el principio de mis estudios en esa clase, siempre había estado la situación igual, muchos de mis compañeros tenían las mismas habilidades, y bueno, aquellos que no se terminaron yendo. Es bueno que sepan leer, que sepan guardar información, que les guste cocinar o sean aspirantes a abogados, pero en esta carrera lo que importa es la creatividad y la habilidad al momento de dibujar, de diseñar y de pensar en cosas por hacer. Tampoco digo que sean malas habilidades, no, leer les dará mucha inspiración y lo mismo será para la cocina; con la información que guarden podrán pensar en cosas nuevas, cosas que nunca se habían hecho. Y ustedes, futuros abogados, sus mentes son abiertas a nuevas ideas, aunque claro, sus mentes son tercas, y cuando algo se les mete no lo sacan hasta que han terminado con él, y eso es bueno, serán muy trabajadores y harán lo posible por continuar. Mi grupo anterior tenía en su mayoría a los alumnos que sabían dibujar muy bien, que, bueno, fueron de los que más lograron avanzar, y la minoría, que tenía a muchos que solo habían entrado a aprender a dibujar, y que por cierto solo un par terminó; había un par de chicas que sabían de belleza, no terminaron, se quedaron en segundo año y ya no avanzaron. Y al final, yo, quien era la chica cliché, la chica tímida que huía de todo el mundo, pero, que tenía una gran creatividad por el simple hecho de que me la pasaba leyendo todo el tiempo. Y bueno, eso me permitió seguir avanzando. Todos ustedes, tienen muchas habilidades que mi grupo anterior no tenía, muchas habilidades que permitirán, que si bien, no todo el grupo llegue al final, como mínimo la gran mayoría de ustedes lo logrará —Les dijo Carolina intentando sembrarles un poco de esperanza —Espero que esto haya servido de algo, y si no lo hizo, entonces no sé qué más hacer por ustedes... Ahora, como estoy segura que muchos no tuvieron tiempo, iremos a explorar el campus. Tenemos tres horas de clase, así que no veo problema alguno. Tomen sus cosas y espérenme en la entrada del edificio, iré allí en cuanto antes —Carolina tomó bolso, su par de libros que había dejado sobre el escritorio al entrar en el salón y luego salió corriendo de allí.
Los compañeros de Vanessa comenzaron a alzarse y a tomar sus pertenencias y segundos más tarde comenzaron a abandonar el salón de clases. Andrea, la chica tímida fue de las últimas en salir, justo delante de Vanessa, Irene y Diana quienes salieron justo detrás de ella.
Un hombre entró corriendo a la habitación en donde muchas otras personas rodeaban un par de enormes mesas, todas con cientos de papeles, un par de computadoras portátiles y varias cajas repletas de carpetas y papeles. Había un pequeño grupo frente a varias pantallas electrónicas, todos mirando lo que parecía ser un enorme mapa de un río. Había pequeñas marcas hechas en la pantalla marcando diferentes puntos en aquel mapa, la gran mayoría puntos que se encontraban situados justo por donde el agua de aquel río pasaba. El hombre acercó tan rápido como pudo, empujando a otras personas y pidiéndoles perdón casi de inmediato, todo con tal de llegar cuanto antes hacia aquel pequeño grupo de personas. Llevaba en sus manos un par de carpetas color rojo, carpetas que eran completamente diferentes al resto, que eran de color amarillo, cuando el pequeño grupo de personas lo vieron acercarse y notaron las carpetas de color rojo que llevaba en sus manos de inmediato lo miraron con atención, y en cuanto él estuvo frente a ellos le pidieron las carpetas.
—¿Otro asesinato? Rayos. Siguen aumentando —Dijo una mujer mientras abría una de las carpetas, pasando el resto a los demás.
—De acuerdo al forense, la forma en que murieron fue la misma. Ambas chicas fueron ahogadas vivas, y luego fueron arrojadas al río, igual que el resto.
—Entonces, ¿tenemos un asesino en serie en nuestras manos? —Preguntó un hombre.
—Al parecer sí. Pero no hay que sacar conclusiones, no hasta tener información acerca de todas las víctimas —Les dijo un hombre que acababa de entrar en la habitación —Vamos, no se queden allí parados, necesitamos cuantas manos podamos para poder resolver este caso antes de que más víctimas aparezcan.
El pequeño grupo se disolvió cuando las distintas personas comenzaron a caminar y se alejaron unos de otros, algunos caminando hacia la mesa que había justo detrás de ellos, otros más yendo a mirar los distintos muros cubiertos de mapas y otros papeles que rodeaban la habitación. El hombre se quedó parado allí, mirando a mas de veinte personas caminar de un lado a otro, llevando papeles consigo, mirando e intercambiando información unos con otros, todos haciendo algo para buscar más información acerca de un mismo caso. Él tenía en sus manos una fotografía, la miró por unos segundos y luego caminó hacia la mesa, una vez estando frente a esta arrojó la fotografía junto a un montón de papeles, tomó una caja y la acercó a él, y tan pronto como la tuvo frente a él de inmediato comenzó a sacar carpetas y portafolios, colocándolos junto con otros que había a un lado.
Diana, Irene y Vanessa comenzaron a caminar por el pasillo, la chica, Andrea, rápidamente desapareció de su vista, perdiéndose luego de que cruzó hacia la derecha en uno de los pasillos. Se encontraron con algunos de sus nuevos compañeros mientras seguían avanzando, ellos haciendo lo mismo que ellas. Tras varios minutos de haber estado caminando las tres llegaron hasta las puertas que daban a las escaleras, y para su sorpresa allí también se encontraba otro de los grupos de alumnos, que al igual que ellos, estaban por ir a explorar el enorme instituto. Allí se detuvieron las tres y se unieron al resto de su grupo mientras esperaban a que los demás bajasen por las escaleras y les dejasen pasar a ellos. Vanessa notó que no era solo en su grupo, si no que también en el de ellos había personas que se veían tímidas, e incluso había una chica quien se podía ver como se escondía detrás de otra. A ella le trajo muchas memorias el haber visto a Andrea y al otro chico en su salón, le recordó como era su vida, y no solo la de ella, si no que también la de Erika, de cuando era una niña pequeña y que le tenía miedo a todo y a todos. Desde lo más profundo de su corazón, una sensación maternal salía, sentía que debía de protegerlos a toda costa, y así lo decidió, justo en ese mismo instante, justo en el momento en el que Andrea apareció detrás de las tres y tocó el hombro de Vanessa.
—D-d-disculpa... ¿Pue-e-do jun-juntarme con ust-t-ted-des? —Preguntó Andrea con una suave y calmada voz. Vanessa se dio la vuelta al escuchar la voz de ella, y al tenerla frente a frente notó como sujetaba el libro de antes entre sus brazos, sujetándolo cerca de ella, prácticamente abrazándolo con ambos brazos. Ella era más alta que Vanessa, y eso la intimidaba un poco, de hecho, la gran mayoría de sus nuevos compañeros, incluyendo a Diana y a Irene eran mucho más altos que ella, se sentía intimidada, pero al mismo tiempo sabía que nada podría pasarle, sabía bien como defenderse.
—Andrea... sí, claro que sí —Contestó Vanessa sin pensarlo dos veces. Irene y Diana se hicieron hacia un lado, dejando que Andrea se pusiese a un lado de Vanessa. Ella notó como Andrea miraba hacia todos lados, como si fuese un gatito asustado, se encontraba en alerta. Vanessa se paró en cuclillas y se acercó al oído de Andrea para poder susurrarle algo —Cálmate un poco. Si bien no nos conocemos, debes de estar por segura que no permitiré que te hagan nada, ¿entendido? —Por unos segundos Andrea se quedó paralizada, no sabía como ni con qué responder, instantes después miró hacia Vanessa y le asintió con la cabeza.
—¡Por fin! —Dijo alguien quien se encontraba parado justo frente a las escaleras.
De inmediato todos comenzaron a caminar y a bajar por las escaleras, pero no Vanessa y compañía, no, ellas decidieron esperar a que el resto bajase antes de ellas pudiesen hacer lo mismo.
—¿Te está gustando lo que has visto hasta ahora Andrea? —Le preguntó Irene a Andrea mientras caminaba a su lado.
—S-sí —Contestó Andrea. Se notaba cierto tono de entusiasmo, y en comparación con la forma en que habló durante la clase esta era muchísimo más alegre y calmada. Vanessa notó una pequeña sonrisa que apareció en el rostro de Andrea luego de haber contestado la pregunta de Irene.
Las tres comenzaron a bajar por las escaleras una vez que estas estuvieron vacías y la multitud de estudiantes ya había pasado por ellas. Pronto estuvieron de vuelta en el primer piso, en donde, una vez más fueron recibidas con el mismo letrero de hace un tiempo, y los mismos globos que seguían cubriendo el nombre de la institución. Las cuatro caminaron hacia la salida del edificio, y cuando salieron por las puertas se encontraron con Carolina y el resto de su grupo.
—Esperamos a que lleguen los que faltan y luego empezamos el recorrido —Dijo Carolina. Para sorpresa de Vanessa, ellas no fueron las últimas en llegar, de hecho, fue Isabel y sus dos amigas las últimas en llegar, y lo hicieron diez minutos después de que ya todos habían llegado con Carolina.
—¿Nos esperaron a las tres? Que amables de su parte —Dijo Isabel con un tono burlesco.
—¿Dónde se supone que estaban? —Preguntó Carolina con enojo.
—¿Acaso no se ve? Nos fuimos a dar un retoque —Contestó una de las amigas de Isabel mientras se apuntaba hacia el rostro.
—¿Acaso tienen que ir a dar una función a una fiesta infantil o qué? —Se burló un chico. Todos se rieron, todos incluyendo Carolina.
—Pregúntale eso a tu madre que se pone de todo cuando va a salir a buscar clientela en los cruceros —Respondió Isabel con enojo.
—¡Hey, cálmense! Tú, Isabel, la puntualidad lo es todo, si no eres puntual no lograrás hacer mucho en esta carrera; tú ...—Carolina apuntó con su mano al chico que se burló de Isabel, se mojó los labios pasando su lengua sobre ellos y siguió hablando —La creatividad es muy necesaria en esta carrera, al igual que la espontaneidad, y tu la tienes, pero tampoco hay que pasarse y ofender a otras personas. Todo tiene su momento —Le sentenció Carolina —Bien, ahora que todos se han calmado y por fin están todos presentes podemos empezar a explorar el campus. ¡Vamos, que nos falta mucho por explorar y no tendremos mucho tiempo para ver por completo este lugar!
Carolina se dio la vuelta y comenzó a caminar, todos la siguieron detrás, Vanessa y las otras chicas no muy por detrás de ella.
Al primer lugar al que llegaron fue a la cafetería, allí algunos cuantos compañeros de Vanessa decidieron comprar algo de comer. De la cafetería fueron a la biblioteca, en donde los ojos de Andrea se abrieron al ver los cientos de libros que había en los cientos de anaqueles que llenaban la biblioteca. Así pasaron las tres horas de la clase de Carolina, todo el grupo caminando de un lado a otro explorando el inmenso campus y todas las cosas con las que este contaba; cruzaron repetidas veces por los jardines, se encontraron con diferentes estudiantes de diferentes años y con diferentes carreras; fueron a los talleres en donde se realizaban actividades que no tenían nada que ver con las clases o carreras que tenían que ver, como cocina, algo que llamó la atención de Irene; visitaron las canchas en donde se encontraron con el equipo de baloncesto de la universidad; fueron a la pequeña pero aún así impresionante alberca, en donde tuvieron la oportunidad de ver al equipo de natación practicar. Vanessa estaba sorprendida que, a pesar de cobrar una colegiatura muy baja, la institución contaba con cientos de cosas, como si fuese una universidad de gente adinerada, algo totalmente contrario a la realidad.
Cuando llegaron al último edificio, que era el edificio en donde las oficinas del director se encontraban, Carolina dio por terminada la exploración del campus.
—Ya sé, no hemos entrado, pero, ¿para qué aburrirlos con información que con suerte nunca usarán si pueden ir a explorar todo este lugar por su cuenta? —Se excusó Carolina mientras bebía agua de su botella —No me vean así. Si quieren pasar a explorar el edificio principal pueden hacerlo, yo no los detengo —Les dijo Carolina.
Todos, seguido de varios gritos de emoción, comenzaron a caminar alejándose unos de otros, disolviendo el grupo que tan solo hace unos segundos atrás había.
—Si necesitan algo, estaré aquí, sentada, viendo como el viento se lleva consigo las hojas de los árboles —Les sentenció Carolina antes de que se tirase en el suelo, colocase su bolso a un lado de ella y recargase su cabeza contra un muro, teniendo la mirada justo hacia los árboles que tenía frente a ella.
En segundos solo quedaron unos cuantos estudiantes, entre ellos Vanessa y las tres chicas, quienes estaban planeando que hacer por el resto de la hora.
—Podemos ir al taller de cocina —Sugirió Irene.
—Claro, también podemos ir a la biblioteca, a las canchas de fútbol y a, no sé, al taller de manualidades —Dijo Diana con sarcasmo —Tenemos que ir a un lugar que a las cuatro nos guste.
—P-por mí n-no hay pr-ro-b-ble-m-ma. P-pue-d-do ir a d-don-d-de ust-ed-des qui-quie-r-ran —Dijo Andrea mientras miraba hacia las tres chicas.
—Prácticamente acabamos de conocernos, nos será casi imposible encontrar un lugar que nos guste a las cuatro —Dijo Diana mirándolas.
—Cuando fuimos a la cafetería noté un par de bancas en medio de uno de los jardines, estaban solas... Podemos ir allí —Sugirió Vanessa.
—No me parece tan mala idea, ¿Andrea, Irene? —Dijo Diana mientras miraba a Irene.
—No hay problema conmigo... No será clase de cocina, pero al menos estaremos sentadas... malditos pies, me arden —Dijo Irene mientras miraba pies.
—M-me parece b-bien —Finalizó Andrea.
—¡Perfecto! —Gritó Diana con emoción. Vanessa se sintió un poco intimidada por la forma en que varias personas que había en el área las miraron, pero, una vez más, al ver que a Irene y a Diana no les molestaba, simplemente sonrió. Pudo ver que Andrea se encontraba exactamente en la misma posición que ella, y cuando comenzaron a caminar dirigiéndose hacia donde Vanessa había dicho, ella se acercó a Andrea.
—Sonríe, sonríe ahora mientras puedes. Disfruta de los momentos que la vida nos da... Todos tenemos un límite de días felices y debemos de aprovecharlos, así que sonríe, no dejes pasar estas oportunidades —Vanessa comenzó a caminar siguiendo a Irene y a Diana, Andrea no lo hizo, solo se quedó parada, Irene se percató de esto.
—Andrea, vamos —Le gritó Irene. Andrea de inmediato comenzó a caminar y en unos cuantos segundos estuvo caminando a un lado de las otras tres chicas.

—Piénsenlo, hacemos lo posible por mantener este lugar en orden, somos básicamente los que controlan como la ciudad crece y actúa —Dijo Sofía mientras bebía de su vaso con agua.
—Somos las gobernantes... o algo así. Personas con poder —Añadió Erika mientras se llevaba a la boca un bocado de su emparedado de jamón...
Ya habían pasado un par de meses desde que Vanessa había entrado en la universidad; Diana e Irene se habían vuelto amigas de ella, y la mayor parte del tiempo la pasaba con ellas; de vez en cuando se juntaban también con Andrea, quien a pesar de estar muy ocupada con su trabajo como ayudante de veterinaria encontraba momentos para hablar y reunirse con ellas. Su amistad con Erika y con Sofía no había decaído, e incluso, esta se había fortalecido con el tiempo; sus reuniones ya no eran tan constantes y comunes como lo habían sido el año pasado, pero duraban muchísimo más tiempo, se quedaban a dormir por días, incluso llegaron a quedarse juntas por dos semanas.

Tras casi un mes sin verse, las tres decidieron volver a juntarse. Vanessa puso la casa; Erika llevó las botanas y la comida, y Sofía llevó las bebidas y el entretenimiento. Lo primero que hicieron fue ver televisión, vieron algunas películas y comenzaron a ver varios capítulos de varias series, pero no tardaron mucho en aburrirse, y para cuando lo hicieron, Sofía ya había preparado una consola de videojuegos y la había dejado lista para usarse. Así fue su día, pasaban de hacer algo a hacer otra cosa cada vez que se aburrían, y así siguió, repitiéndose la misma rutina hasta que llegó el anochecer. Tras un largo día lleno de diversión, de charlas, de convivencia, las tres decidieron que era momento de terminar el día con una gran cena, una cena que conmemoraría el haberse vuelto a reunir luego de tanto tiempo.
La cena comenzó con varios platos servidos con sopa, seguido de pastas, y como plato final, un emparedado de jamón hecho por Vanessa. Ese mismo emparedado de jamón que les había entregado esa noche, fue el mismo que les había entregado a Erika y a Sofía la noche previa a su primer día en la universidad, y desde ese momento, el emparedado de jamón se había vuelto la receta que las tres harían en las ocasiones especiales, se volvió una tradición entre las tres.
Mientras comían el emparedado, una conversación surgió entre las tres, y aquella calmada conversación que había comenzado como una simple pregunta por parte de Erika, se transformó en una discusión, una discusión en la que las tres debían de participar.
—La ciudad es nuestro reino, y nosotras somos como... —Vanessa comenzó a hablar, pero antes de terminar Sofía habló.
—Unas princesas... —Dijo Sofía completando la oración de Vanessa.
—¿Princesas, porqué unas princesas y no unas reinas? —Le preguntó Erika extrañada.
—No estamos casadas. ¿Acaso no se supone que para ser una reina se ha de estar casada? —Le contestó Sofía, algo insegura con su propia respuesta.
—No lo sé, tal vez... quien sabe —Dijo Erika mientras pensaba en la pregunta que Sofía había dado.
—Buscamos el orden de nuestro reino, buscamos su bien, y castigamos a aquellos que deseen atentar contra la integridad de él —Añadió Vanessa.
—De hecho, eso hacemos. Estamos buscando el orden, buscamos la justicia y la hacemos caer en aquellos que quebrantan las leyes —Añadió Sofía.
—¿Pero acaso no es el trabajo de los guardias de las princesas y reinas encargarse de que se hagan cumplir las leyes? —Preguntó Erika.
—Sí, pero, si lo pensamos a fondo, esta ciudad está corrupta, nuestros guardias son llevados por el poder y el dinero, no les importa más que ellos mismos... somos las únicas que pueden hacer algo para evitar que la ciudad... no, que nuestro reino se venga abajo —Les explicó Vanessa.
Por un par de segundos el silencio las rodeó, y cuando la alarma del microondas se escuchó venir de la cocina de inmediato Sofía se levantó y corrió a la cocina.
—Me pregunto que nos habrá hecho esta vez —Le dijo Erika a Vanessa. Ambas miraron a la puerta de la cocina, esta se abrió de golpe azotándose contra el muro, y justo donde antes se encontraba ella Sofía apareció cargando en sus manos un recipiente de cristal cubierto con un pequeño trozo de tela azul.
—¿Qué es? —Preguntó Vanessa.
—Ya lo verán —Contestó Sofía con un tono misterioso. Ella se acercó a la mesa, y mientras caminaba hacia ella se podía ver como vapor salía del recipiente de cristal. Colocó el recipiente de cristal sobre una tabla de madera, se removió los guantes de sus manos y luego llevó sus brazos al recipiente —¿Preparadas?
—No, la verdad no —Se burló Erika. Sofía solo la miró con enojo.
Como si estuviese revelando un gran secreto, como si estuviese mostrándole a todo el mundo un aparato que revolucionaría todo lo que el hombre sabe, quitó la tela de encima y la arrojó detrás de ella, dejando al descubierto el contenido del recipiente. Con rapidez regresó sus manos al recipiente, tomó la tapa que cubría el contenido y la quitó con velocidad. Una columna de vapor surgió de inmediato luego de que Sofía quitase la tapa de cristal, y sin darse cuenta, para cuando la columna de vapor desapareció, Sofía ya había logrado tomar en sus manos un pequeño plato y un cuchillo para cortar pastel. Vanessa y Erika se acercaron con curiosidad a mirar el interior del recipiente, y esperando encontrarse con algo horrible quedaron sorprendidas al ver lo que en realidad había dentro: lo que parecía ser un pastel de chocolate llenaba el interior del recipiente.
—¿Qué es eso? —Preguntó Erika mirando a Sofía.
—No lo sé —Contestó Sofía.
—¿Cómo que no sabes? —Le preguntó de vuelta Vanessa al escuchar la respuesta de ella.
—No tengo idea. Busqué la receta en Internet y, bueno, esto salió. Es al parecer un pastel de chocolate, pero había cosas que no lo hacían parecer pastel.
—¿Cómo que “cosas”, qué rayos le echaste a esto? —Le preguntó Erika.
—Lo mismo que usaría un pastel, solo que, bueno... ¡no diré nada más! Tendrán que probarlo por su cuenta si quieren saber que más tiene —Les sentenció Sofía.
—Yo no lo probaré ni aunque mi vida dependiese de ello.
—¿Quieres apostar a que lo harás? —Le amenazó Sofía mientras levantaba el cuchillo y lo apuntaba contra Erika.
—Yo... eh... yo, yo lo probaré —Dijo Vanessa.
—¡Perfecto! —Sofía de inmediato bajó el cuchillo y lo llevó al interior del recipiente, cortó una rebanada y la puso en el plato, seguido de esto colocó un tenedor de plástico en la rebanada de aquel extraño postre y le entregó el plato a Vanessa.
—¿Estás segura que quieres comer de eso? —Le preguntó Erika a Vanessa.
—Antes de arriesgarme a comer... ¿lo has probado? —Preguntó Vanessa con miedo mientras observaba como el calor emanaba del postre en sus manos.
—No, no lo he hecho. Esperaba a que ustedes lo hiciesen y me dijesen que tal sabía.
—No lo hagas Vanessa, morirás —Le avisó Erika mientras intentaba quitarle el plato de sus manos. Sofía miró con enojo a Erika.
—¿Acaso mi comida es tan mala que creen que las puede matar? —Preguntó Sofía. Su rostro pasó a ser uno de enojo a ser uno de desilusión, la pequeña sonrisa que tenía desapareció y se transformó en una mueca de decepción.
—¡No, claro que no! —Le contestó Vanessa intentando animarla —Tu cierra la boca y no hables —Le susurró ella a Erika.
Con su mano izquierda sujetó el tenedor, cortó un pedazo pequeño de aquel peculiar alimento y se lo llevó a la boca. Por unos segundos las otras dos princesas la miraron llenas de curiosidad, Erika esperaba ver un rostro de disgusto en Vanessa, pero cuando esta abrió los ojos y estos tenían un peculiar brillo de inmediato supo que, aquel alimento no resultó ser tan horrible. Sofía también se percató de esto, una enrome sonrisa apareció cuando vio que Vanessa no terminó escupiendo el bocado.
—¡Esto sabe increíble! —Gritó Vanessa con emoción. Llevó el tenedor al plato, tomó otro pequeño trozo y se lo llevó a la boca, el mismo rostro de antes volvió a aparecer mientras saboreaba aquel bocado.
—¿En serio? —Sofía tomó el cuchillo, tomó una rebanada del recipiente, y con un tenedor tomó un bocado —No puede ser, ¡realmente está increíble! —Dijo Sofía.
—Tengo la sensación de que me están engañando, ¿acaso sabe tan bien?
—Sí —Le contestaron ambas con emoción. Erika tomó uno de los platos, le quitó el cuchillo a Sofía y cortó una rebanada para ella. Con miedo llevó la aún caliente rebanada a su plato, tomó un tenedor, y cortó un pequeño trozo. Con su mano agitándose llevó el pequeño bocado hasta frente su boca.
—Tengo miedo —Dijo Erika mientras miraba el calor emanar de aquel postre. Su mano siguió agitándose mientras se acercaba lentamente hacia su boca, sus labios poco a poco se abrieron, y en un par de segundos había metido el pequeño pedazo en su boca y había sacado el tenedor. Las otras dos la miraban expectantes, cuando sus ojos se abrieron ambas supieron que había saboreado lo mismo que ellas —¡No puede ser, la primer comida que no me a hecho fruncir el ceño!
—¡Eso es grosero!... pero me alegra, me alegra mucho que por primera vez una comida me haya salido bien —Dijo Sofía con alegría. Ese brillo esperanzador que tenía en sus ojos regresó al ver a las otras dos princesas sujetar en sus manos una rebanada de su pequeño postre.
—Dejemos de hablar y comamos, que este manjar no se comerá solo —Dijo Erika. Las otras dos se rieron mientras veían a Erika llevarse bocado tras bocado a la boca, siempre poniendo el mismo gesto de deleite, de gozo, al saborear aquella extrañeza.
Una mujer entró corriendo a la habitación, llevaba consigo una carpeta color rojo, completamente diferente en comparación a las otras que yacían sobre la mesa, que eran amarillas. Todos dejaron sus actividades cuando vieron entrar a la mujer, estaba muy agitada, y ese hecho les llamó la atención a todos. Ella trató de hablar pero no podía, respiraba muy rápido y apenas le daba tiempo de juntar el aire para poder hablar.
—Cálmate —Le dijo un hombre robusto a un lado de ella. Él se acercó unos pasos y le quitó la carpeta de sus manos.
—Hay otro asesino —Dijo la mujer habiendo recuperado un poco su aliento.
—¿¡Qué!? —Preguntaron varias personas en la habitación al escuchar las palabras de la chica. Ella comenzó a calmarse un poco, su respiración se volvió más lenta y más suave, y para cuando dejó de toser comenzó a hablar.
—Hay otro asesino. Las autopsias de los nuevos cuerpos revelan que les quitaron extremidades.
—¿Están seguros que no han sido animales salvajes quienes lo han hecho? —Preguntó otra chica.
—Están muy seguros. De acuerdo a esto, a una de las víctimas le quitaron el brazo estando aún viva, se lo quitaron con un tipo de sierra, y a otro le taladraron el dedo hasta que se le cayó —Dijo el hombre mientras veía los papeles dentro de la carpeta color roja.
—Cielos santo —Exclamó un chico a un lado del hombre.
—Entonces... es cierto.... tenemos dos asesinos —Repitió un chico.
—Así parece... a menos que el mismo asesino, quien ahogaba a sus víctimas ahora les está cortando sus extremidades —Añadió otra mujer.
—Eso no es una posibilidad. Las víctimas tienen un tiempo similar de haber muerto, murieron hace meses, tanto las ahogadas como algunas de las que han sido privadas de sus extremidades, así que, las probabilidades de que haya sido el mismo asesino son bajas —Explicó el hombre quien dejó la carpeta roja sobre un montón de papeles.
—Pero ambos grupos de víctimas fueron encontrados en la misma área, ¿no? Si fue así, entonces es posible que haya sido el mismo asesino.
—O también que han sido dos asesinos diferentes, que se conocen...
—Suponiendo que son dos asesinos y ambos se conocen, entonces tenemos un gran problema aquí —Sentenció el hombre robusto. Llevó su mano a su barba y comenzó a tocarla, a jugar con ella. El resto de los presentes tenían miradas y expresiones de miedo y horror al pensar en las probabilidades de un segundo asesino, la chica quien llevó la carpeta roja se alejó de la mesa y miró a todos.
—No importa si son dos o mas asesinos, no podemos dejar que esto nos desanime. Regresemos a hacer lo que estábamos haciendo, sigamos investigando y tratando de sacar un perfil de este posible nuevo asesino. No dejemos que un descubrimiento nos detenga, tenemos que encontrar a quienes estén cometiendo estos asesinatos y detenerlos de una vez por todas —Dijo la chica. Sus palabras de aliento afectaron a todos en la habitación. Sus expresiones se volvieron una des esperanza y el animo regresó a la habitación.
—Tiene razón. ¡Vamos, dejen de mirarnos y pónganse a trabajar! —Les gritó el hombre —Gracias —Le agradeció a la chica.
—No me agradezcas... yo solo quiero ver que estas muertes se detengan; Quiero encontrar a quien mató a mi hermano...
Durante una de sus tardes, cuando Vanessa regresaba de la universidad, mientras caminaba por la acerca en dirección a su casa, logró ver como, una vez más, uno de sus vecinos se encontraba golpeando a su hija, justo en medio de la calle. Esta vez estaban solos, no había otras personas que pudiesen detener ese violento acto, excepto por Vanessa. Por unos segundos vio como ella se resistía a sus ordenes e intentaba salir corriendo, pero sus esfuerzos le eran en vano, era demasiado débil como para poder defenderse, demasiado débil como para poder hacer en contra de él. Una bofetada recibida por la niña y el instinto de Vanessa despertó. Dejó su mochila a un lado de la acerca, caminó hasta el hombre y lo empujó con mucha facilidad, quitándole de sus manos a la pequeña niña de tan solo cinco años. Por unos segundos él estuvo confundido al ver que Vanessa lo había empujado, no sabía como ella lo había logrado alejar, no podía creer la gran fuerza que ella tenía, y mucho menos considerando que Vanessa se veía muy delgada. Cuando por fin aceptó el hecho de que Vanessa lo había logrado alejar de la niña, la miro con unos ojos penetrantes, esperando lograr poner incómoda a Vanessa.
—Ponle un dedo encima y te las verás conmigo —Le sentenció Vanessa mientras tomaba de la mano a la niña y se daba la vuelta.
—¿A donde crees que vas con ella? Es mi hija, no puedes quitármela —Le dijo él con una voz profunda y un tono de enfado en ella mientras veía a Vanessa alejarse con la niña.
—Puedo hacerlo si me da la gana, y más considerando el hecho de que, como padre no eres mas que una mierda que solo sabe golpearla —Le contestó Vanessa. Ella siguió caminando mientras él le gritaba, simplemente lo ignoró y continuó caminando.
Ambas llegaron hasta la acerca, Vanessa recogió su mochila y se llevó a la niña al interior de la casa.
—¿Te encuentras bien? —Le preguntó Vanessa a la niña mientras le miraba las varias heridas que esta tenía en su rostro, en sus brazos y piernas.
—Mi papi, ¿qué le pasará? —Preguntó la niña. Vanessa estaba sorprendida de que ella, a pesar de haber recibido tremenda golpiza por parte suya, a un se preocupaba más por él que por ella misma.
—Con suerte y nunca volverás a ver a tu padre —Le sentenció Vanessa. Estas últimas palabras hicieron que la niña comenzase a derramar un par de lágrimas de tristeza —Mira, él te golpea seguido, ¿no?
—Sí, pero lo hace porque yo no hago bien las cosas; no le llevo la cerveza que me pide, tampoco lavo bien los trastes ni le hago bien la comida... Es mi culpa, me merezco que me trate así —Respondió la niña mientras se tallaba los ojos.
—Nadie merece que se le trate así, y mucho menos una niña de tu edad. Tu padre es una mala persona, no mereces estar con él, mereces una mejor vida.
—Pero no quiero una mejor vida, quiero estar con él... quiero irme a casa, ¡Quiero irme ahora! —La niña comenzó a gritar con mas y más fuerza conforme los segundos pasaban, Vanessa corrió al baño, tomó el espejo de la pared y lo llevó con la niña, lo puso frente a ella y le pidió que mirase —Esta eres tú, tu padre ha sido quien te ha dejado tantas marcas, quien te ha lastimado, quien te ha dejado moretones y cicatrices por todos lados. ¿Acaso no quieres poder salir un a la calle sin tener que estar escondiendo esas horribles marcas?
—Sí, si quiero —Contestó ella entre sollozos —¡Pero no quiero alejarme de papi! —Gritó ella. Estuvo a punto de golpear el espejo, pero Vanessa logró quitárselo de enfrente justo a tiempo, de inmediato regresó al baño, colocó el espejo de vuelta en la pared y tomó un botiquín que tenía debajo del lavabo, regresó tan pronto como pudo con la niña.
La sujetó de la mano, y aún llorando la llevó a la sala, en donde la sentó en el sofá.
—Dolerá un poco —Le dijo Vanessa mientras abría el botiquín y sacaba un par de bolas de algodón y una botella de alcohol.
Vanessa abrió la botella y mojó una de las pequeñas bolas de algodón con el alcohol, y cuando estuvo lo suficientemente húmeda la acercó al rostro de la niña. Ella estaba muy ocupada llorando como para rehusarse a que Vanessa la tocase, y eso fue una gran suerte para Vanessa, quien pudo limpiar todas las heridas de la niña ya que ella no le estaba prestando atención, ni a como Vanessa tocaba sus heridas con las bolas de algodón ni al dolor que las mismas le provocaban. Sacó una caja llena de banditas y una por una comenzó a ponérselas en las heridas más grandes, dejando unas cuantas expuestas.
—Listo —Dijo Vanessa mientras daba un par de pasos hacia atrás y miraba a la niña —Es la segunda vez que te trato las heridas este mes, ¿en serio quieres seguir viniendo a mi casa?
—¡Sí! —Contestó ella con alegría mientras la miraba a los ojos. Tenía una pequeña, casi invisible sonrisa en su rostro, una de felicidad
—Esa no es la respuesta que buscaba —Le añadió Vanessa mientras la miraba desesperanzada.
—Pero tu me tratas bien, no me duele cuando me tocas, con los demás siempre me duele mucho —Le explicó la niña.
—Pero la respuesta correcta debía de ser: “No, no quiero”.
—Pero tu eres una buena persona, quiero seguir viéndote —Le dijo ella mientras agachaba la cabeza.
—Pero sufriendo no es la mejor opción. Hay muchas otras formas en que nos podemos ver, no sé, tal vez, durante los fines de semana podríamos juntarnos, aquí, en mi casa, y pasar el día juntas; todo evitando tener que sufras de esta forma —Le dijo Vanessa mientras se hincaba frente a ella.
—Pero papi y tu son buenas personas, quieren lo mejor de mí, papi me pega porque no hago las cosas bien, pero lo hace por mi bien —Repitió de nuevo ella. Vanessa suspiró al escuchar de vuelta las mismas palabras, y antes de que pudiese hablar el timbre en la entrada de la casa sonó. Vanessa se levantó, caminó a la puerta y miró por detrás de la cortina que cubría el cristal que adornaba la puerta, al otro lado de esta se encontraba una mujer, quien al ver a Vanessa trató de llamar su atención. Ella abrió la puerta y de inmediato la mujer entró desesperada.
—¿¡Dónde está ella, no dónde está mi hija!? —Preguntó la mujer con una expresión de desesperación marcada en su rostro.
—Está en la sala, justo acabo de tratarle las heridas —Contestó Vanessa.
—Por dios, hija, lo lamento, lo lamento tanto —Repitió la mujer al encontrar a la niña sentada en el sofá de la sala.
—No importa mami, ella me cuidó de nuevo —Contestó la niña inocentemente. Vanessa entró en la sala y las vio a ambas, una frente a la otra.
—Me llamaron al trabajo diciendo que de nuevo él la había agarrado a golpes, me dijeron que tu fuiste en su auxilio y vine cuanto antes... lamento que haya pasado de nuevo —Dijo la mujer mientras abrazaba a la niña.
—Yo lamento que usted siga dejando a la pobre niña con ese bastardo. Deje de hacerlo, por favor, no le hace bien a la niña que alguien constantemente esté amenazando contra su existencia —Le rogó Vanessa la mujer.
—Lo sé, pero no puedo hacer nada, trabajo casi todo el día, y no tengo en donde dejarla.
—Puede dejarla conmigo, estoy aquí la mitad del día —Dijo Vanessa.
—Lo pensé la última vez que me habló de ti, pero, está muy cerca de él, necesito a alguien que no viva ni remotamente cerca de aquí.
—Conozco a un par de amigas que viven lejos de aquí, estudian por la mañana pero, podrían cuidar de ella por las tardes, mientras usted trabaja.
—¿En serio, me harías ese favor?
—Sí, todo con tal de que está pobre criatura por fin tenga un momento de tranquilidad.
—Muchas, muchas gracias —La mujer se le arrojó a Vanessa dándole un cariñoso abrazo.
—Gracias —Dijo la niña repitiendo lo mismo que su madre. Se acercó a Vanessa y la abrazó.
—Ya es algo tarde, será mejor que la niña tenga su merecido descanso
—Sí. Gracias, de nuevo —Dijo la mujer mientras salía de la casa por la misma puerta por la que entró unos momentos atrás.
Vanessa se acercó a la puerta y miró desde el marco de la misma como la mujer y la niña caminaban agarradas de las manos hasta el auto de ella. Le abrió la puerta a la niña y la metió al interior, y a unos cuantos pasos de que ella alcanzase la puerta del conductor, el padre de la niña se apareció y se paró justo frente a la puerta. Vanessa sabía bien que iba a ocurrir y tan pronto como lo vio a él abrir la boca ella salió disparada hacia la dirección del auto.
—¡Ella es mi hija, no me la puedes quitar! —Gritó él con la misma voz que antes, con la misma voz y tono con el que le había gritado a Vanessa.
—¡A un hijo no se le golpea, un hijo es algo preciado! —Le reclamó ella.
—¿¡Tan preciado que lo abandonas todos los días para irte de puta a no sé quien sabe donde!? —Le gritó él de regreso. Para ese momento Vanessa ya había llegado en auxilio de ambas y se había parado en medio de los dos.
—¡Cierra la maldita boca! No hables así de una mujer quien se parte la espalda todo el día para que un infeliz y bastardo como tu la trate de esta forma.
—¡Tengo todo el puto derecho de hablarle como me de la gana a esa maldita puta! —Vanessa estalló, alzó su mano y le arrojó una bofetada al hombre. Este comenzó a bufar lleno de rabia.
—¡Vamos, golpéame cabrón, muéstrame lo que tienes! —Le dijo Vanessa. Él la miró, por un instante parecía que estaba por darse por vencido, pero de pronto él le lanzó un puñetazo a Vanessa, ella logró esquivarlo, y este terminó impactando la puerta del auto. Con un grito de dolor el hombre retrajo el brazo y comenzó a sujetarse la mano, se podía ver en su rostro una expresión de dolor, la mujer corrió hacia el auto aprovechando la oportunidad, abrió la puerta y entró, y tan pronto como estuvo dentro pisó el acelerador y salió de allí.
—¿¡A dónde crees que vas maldita zorra!? ¡No he terminado contigo! —Gritó él al verla alejarse con el auto.
—Creo que has terminado, tanto con ella, como conmigo —Le sentenció Vanessa.
—¡Maldita zorra!

 En un nuevo intento por golpear a Vanessa, él volvió a lanzarle otro puñetazo, una vez más Vanessa lo esquivó, pero esta vez, ella se lo regresó, dándole un puñetazo directo a la nariz, rompiéndosela al momento. Vanessa agitó su mano un poco adolorida luego de haberle asestado aquel golpe al hombre, pequeñas gotas de sangre salpicaron mientras su mano se agitaba, miró al rostro del hombre y se encontró una nariz sangrante y un enorme gesto de frustración y enojo. Vanessa continuó sacudiendo su mano, se dio la vuelta y caminó alejándose de él.
—¡Pagarás por esto perra! —Gritó él mientras veía alejarse a Vanessa, ella solo sonrió, se detuvo, se dio la vuelta y miró de vuelta al hombre.
—Vuelve a ponerle una mano encima a ella o a su madre y te las verás conmigo —Le sentenció Vanessa. Ella se dio la vuelta y continuó caminando, dejando atrás al hombre.
—Ni tu ni nadie evitará que haga lo que me plazca con ellas dos. ¿Para eso son los hijos no? Para complacer a sus padres —Le sentenció él. Una expresión de enojo apareció en el rostro de Vanessa, y aunque quiso darse la vuelta e ir a golpear en el rostro cientos de veces al hombre, no lo hizo, se aguantó y continuó caminando mientras él se burlaba al verla alejarse.
Un par de días habían pasado desde que Vanessa y el hombre habían tenido su enfrentamiento justo frente a sus casa. Era de noche, él se encontraba viendo la televisión acostado en el sofá de su sala, la luz de la misma iluminaba parte de la oscura habitación e incluso parte del jardín por la ventana detrás del sofá que se encontraba abierta y con la cortina retirada. Un par de autos cruzaron por la calle, ignorando por completo lo que estaba por ocurrir.
Él se rió un par de veces de lo que ocurría en la televisión, se limpió la nariz con el cuello de su camisa y bebió varios tragos de la botella de cerveza que tenía al pie del sofá. Mientras su risa llenaba el vacío de la enorme casa una sombra pasó velozmente por detrás de la ventana, justo por detrás de la cabeza del hombre quien se había sentado en el sofá por unos segundos, ignorando por completo el hecho de que alguien había pasado justo por detrás de él. Bebió una vez más de la botella, la volvió a poner en el piso y se levantó del sofá, parándose frente a la televisión. Una pequeña brisa de aire entró por la ventana, el aire era frío y él lo disfrutó por los pocos segundos que duró, pero de un momento a otro este se detuvo, no le pareció extraño, y cuando se giró para mirar por la ventana, una pala que era sujetada por un par de manos fue usada contra él, esta golpeó directamente su rostro. El ataque fue tan rápido que él apenas tuvo la oportunidad de reaccionar, intentó levantar sus brazos para poder ocultar su rostro con sus manos, pero su velocidad de reacción no fue lo suficientemente rápida como para poder hacer algo que evitase que recibiera el golpe. Su nariz volvió a sangrar con la fuerza del impacto, le dolía demasiado, el dolor era insoportable, tanto que no logró abrir los ojos, no hasta que fui demasiado tarde. Un segundo golpe con la misma pala de antes fue lanzado contra él, logró abrir los ojos justo a tiempo para poder ver a su victimario, y también, para poder ver como la ensangrentada pala regresaba con fuerza a impactarle su rostro una segunda vez.
El golpe con la pala esta vez no fue dirigido contra su rostro, esta vez fue en contra de su frente, si bien no lo dejó inconsciente fue lo suficientemente fuerte como para poder tirarlo al suelo. Él seguía sujetándose la nariz intentando calmar el dolor por el que esta pasaba. Abrió los ojos una vez más en un intento de mirar bien a su atacante, las lágrimas en sus ojos le nublaban la vista, por lo que lo único que pudo ver fue un poco de cabello agitándose en el aire.
—¿Acaso no te dije que si amenazabas con atacarlas también tendrías que vértelas conmigo? —Una voz femenina se escuchó, el sonido de la pala golpear el suelo retumbó en la habitación, y en cuanto el sonido dejó de hacer eco, la voz femenina volvió a escucharse —Pues te lo digo ahora.
La pala fue alzada, y casi de inmediato, usando la parte posterior de la misma, esta fue usada para golpear la nuca del hombre. Una y otra vez la misma acción fue repetida, él no gritaba, simplemente se movía un poco cada vez que la pala lo alcanzaba. Unas cuantos segundos pasaron y las primeras gotas de sangre, que comenzó a salir de la cabeza, comenzaron a salpicar el sofá y el suelo alrededor del hombre, este seguía sin decir ni una sola palabra mientras su atacante continuaba asestándole golpes.
Pasaron segundos, luego minutos, el hombre había dejado de moverse ya hace tiempo, pero el atacante seguía asestándole golpes con la pala ya completamente cubierta de sangre, llegó un punto en que él se cansó y simplemente se detuvo Se podía escuchar como el asesino respiraba con dificultad luego de haberle golpeado tantas veces con aquella pala. El sonido metálico de antes se volvió a escuchar, aquella persona suspiró al dar por terminado su trabajo, miró el cuerpo y sonrió. Tenía gotas de sudor corriendo por su rostro, algunas cuantas terminaban en el cabello que cubría su frente, otras cuantas caían sobre su ropa. Como castigo final, decidió acercarse al cuerpo, se paró justo encima de la cabeza del hombre llevando la pala en sus manos, la alzó, y teniendo la punta de esta apuntando hacia el cuello del hombre, la hizo bajar con todas sus fuerzas, enterrándola justo en donde quería hacerlo. Un pequeño gorgoteo de sangre comenzó a fluir justo en donde la pala había sido enterrada, pronto el suelo rodeando el cuerpo se cubrió de sangre. El asesino miró lo que había hecho, una vez más volvió a sonreír, se limpió la sangre que se le había sido salpicado al rostro y continuó mirando la sangre salir del cuerpo.
 El asesino había limpiado las huellas que había dejado en la pala y había sido lo más cuidadosa al limpiar también el resto de las superficies que había tocado. Saltó por la ventana, limpió el marco de la misma y luego comenzó a caminar hacia la calle, alejándose de la escena del crimen. La televisión seguía aún encendida cuando el asesino ya había abandonado la escena del crimen, como antes, la luz que esta emanaba iluminaba el resto de la habitación, y de igual forma, parte del exterior del jardín gracias a que la luz lograba salir por la ventana. La sangre que había salpicado incluso hasta el cristal de la ventana hacía sombras, cualquiera que pasase por allí sabría de inmediato que algo realmente malo había ocurrido en ese lugar. 

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