31 may 2014

Pequeñas Princesas: La caída del Reino Parte 3/11

"—¿Quién pudo haber sido capaz de matarla?..."



Así que... ¿los últimos restos que encontramos fueron quemados? —Preguntó aquel hombre robusto mientras continuaba rascando su densa barba que cubría toda su barbilla y parte de su papada.
—Sí. No quiero dar conclusiones ahora pero, con este cuerpo ya son nueve los que hemos encontrado carbonizados, muy seguramente puede tratarse de otro asesino —le respondió un sujeto quien llevaba puesta una bata de laboratorio.
—¡Maldita sea! —Dijo el hombre con frustración —Un asesino que ahoga, alguien quien los corta en pedazos, ¿y ahora uno que les prende fuego?
—Así parece. Sabemos bien que ninguna víctima ha sido asesinada usando dos métodos distintos. Las ahogadas, a pesar de que algunas fueron encontradas carbonizadas, se les prendió fuego después de haber muerto; quienes fueron descuartizadas también fue lo mismo, se les prendió fuego una vez ya muertas.; y bueno, las carbonizadas, solo han sido eso, carbonizadas... estando aún vivas.
—Seguimos encontrando cuerpos, pero ninguna pista que nos lleve a encontrar a los asesinos —Dijo el hombre.
—En cierto sentido tenemos un poco de suerte: todos estos cuerpos son de hace ya varios meses atrás, no ha habido muertes recientes...
—No de las que sepamos, ¿verdad?, acaso ibas a decir eso, ¿no? Me lo suponía. Por lo que sabemos, estos cuerpos fueron los últimos que tiraron en el río, puede que haya más esparcidos por todo el bosque... —Antes de continuar hablando, las puertas detrás de ambos se abrieron y un hombre entró en la habitación llevando en sus manos un par de carpetas llenas de papeles.
—Que asco, apesta aquí —Dijo el hombre mientras se acercaba a los dos.
—¡Hey, más respeto por los muertos! —Le gritó el hombre de la bata.
—¿Qué quieres, qué te trae aquí? —Le preguntó el hombre robusto al recién llegado.
—Encontramos información acerca de las víctimas. Tenemos a un par de suicidas, alcohólicos, casos de abuso familiar, drogadictos... Por lo que sabemos ahora, todas las víctimas tenían problemas... o eran quienes los daban.
—¿Entonces tenemos algo en común entre todas ellas? Esto es un gran paso en la investigación —Afirmó el sujeto de la bata mientras recibía una de las carpetas.
—Así que, nuestros asesinos buscan, ¿justicia? No me parece extraño. Esta ciudad está plagada de malicia, muchos de sus habitantes no ven más que por si mismos, sería extraño el no haber encontrado a un asesino que matase buscando justicia —Explicó el hombre robusto.
—Ah, otra cosa, el investigador llegó, le hemos entregado la información del caso, incluyendo esta, ya ha comenzado a hacer un perfil de los asesinos, y, bueno, llegó a la misma conclusión que usted: buscan justicia —Le añadió el hombre recién llegado.
—Con esto, estoy seguro que pronto podremos encontrar a quienes han estado cometiendo todas estas atrocidades. Lo sé, lo presiento —Sentenció el hombre robusto mientras le daba un último vistazo a los cuerpos que yacían sobre las mesas frente a ellos.
La mañana siguiente, Vanessa fue despertada por varias sirenas frente a su casa, al mirar por la ventana del segundo piso de su habitación se encontró con un montón de patrullas de policía y un par de ambulancias estacionadas frente a la casa de su vecino. Al ver la gran multitud de personas que se habían reunido alrededor del perímetro policíaco que la policía había puesto alrededor de la casa, ella decidió ir y ver lo que ocurría por si misma.
Al caminar hasta el cordón amarillo que separaba a la multitud de los policías, logró escuchar a varias personas hablando sobre lo que había ocurrido.
—Esta mañana me desperté, y cuando fui por mi periódico me encontré con su ventana salpicada de sangre, me acerqué para ver si era lo que yo creía, y sí lo era —Le dijo una mujer a otra.
—¿Viste un cuerpo o algo así? —Respondió la segunda.
—¡No, claro que no! Cuando supe que era sangre lo que había salpicado en la ventana salí de allí corriendo y llamé a la policía —Respondió de vuelta la primer mujer.
Mientras ambas continuaban hablando, la atención de Vanessa regresó a lo que ocurría en la casa, una camilla con una bolsa negra sobre ella. Conforme la camilla y la bolsa eran llevadas a la ambulancia más cercana, las personas comenzaron a alborotarse y a comenzar a opinar entre sí sobre lo que había ocurrido, fue en ese momento en que un auto se apareció al final de la calle. El auto iba a toda velocidad, pero al estar cerca de donde las personas se encontraban este frenó, derrapándose un par de metros en el pavimento. Una mujer bajó corriendo del auto y se dirigió directamente hacia los policías, quien intentaron evitar que se acercase a la casa.
—¡El era mi esposo, tengo que verlo! —Gritó la mujer mientras intentaba soltarse de los brazos del policía.
—No puede, lo lamento pero no puede. Lo que ha ocurrido allí ha sido horrible, permitirle ver la escena no es una opción —Le explicó el policía mientras le sujetaba los brazos. La mujer comenzó a llorar, y aún siendo sujetada de los brazos se hincó en el suelo.
—¿Tiene alguna idea de que pudo haber ocurrido?; ¿quien puedo haber hecho esto? —Le preguntó el policía. Ella no contestó, simplemente se quedó allí, llorando, derramando lágrimas por aquella persona quien alguna vez amó, persona quien, luego de haberla traicionado, de haber abusado a su hija y a ella misma, juró nunca volver a querer, una promesa que terminó rompiendo el momento en que derramó una lágrima por ella.
Las siguientes semanas pasaron rápidamente. Carolina seguía el mejor maestro de todos los que el grupo de Vanessa podría tener, poco a poco se había ganado la confianza de todos, todos claro exceptuando a aquellos quienes no se lo merecían, como era el caso de Isabel, quien se había ganado a pulso no solo la desconfianza de Carolina, si que también la de todos sus compañeros de clase y el resto de los profesores. Ella había terminado como el alumno que siempre terminaba arruinando una buena clase, ella y sus dos amigas; aquellos alumnos con los que no podías llegar a tener una clase seria o productiva; alumnos odiados por otros alumnos, un odio que se correspondía en el caso de Isabel.
Un par de semanas adentrados en clases, Isabel y sus amigas habían terminado decidiendo molestar a Vanessa, a Irene y a Diana, todo por el simple hecho de que, gracias a que ellas siempre terminaban protegiendo a Andrea y a otros de sus compañeros, ellas siempre terminaban castigadas o con problemas con los profesores. A ellas tres no les molestaba, pero cuando se metían con Andrea o con los otros dos alumnos si les molestaba mucho. Era un odio que se tenían entre sí, pero que era apoyado por Carolina y muchos otros de sus compañeros.
Aunque protegían la mayor parte del tiempo a los demás, había momentos en que no podían hacer nada, como las veces que Andrea prefería pasar el rato sola en el salón, leyendo uno de sus libros que diariamente se llevaba a la universidad, en esos casos, ellas siempre se encontraban en los jardines de la universidad, demasiado lejos de ella como para poder hacer algo para protegerla si lo llegase a necesitar.
Nunca había ocurrido nada antes mientras Andrea pasaba el descanso en el salón, y el día en que las tres habían decidido ir a ver los entrenamientos hasta las canchas de la universidad, es el día en el que Isabel y sus amigas deciden que es momento de vengarse, vengarse por todas las veces que han sido fastidiadas por el grupo de Vanessa.
Andrea se encontraba leyendo un nuevo libro, era uno de misterio, ella se encontraba sentada en la silla del profesor. El sonido de las hojas del libro siendo pasadas se escuchaba por todo el salón, siendo el único sonido audible. Mientras ella se encontraba inmersa en la historia de asesinatos que se llevaba a cabo en una escuela, la puerta al salón de clases se abrió, un chasquido se escuchó y llegó hasta los oídos de Andrea, era la perilla de la puerta que se abría. No le prestó mucha atención pensando que podía ser algún otro compañero de clase, pero en cuanto se asomó por encima de su libro y se encontró con Isabel y sus dos amigas entrando en el salón de clases se quedó paralizada del miedo, sus piernas comenzaron a temblar y unas cuantas gotas de sudor comenzaron a correr por su rostro.
La puerta se cerró con un chasquido de la misma forma en que se abrió, y en cuanto las vio comenzar a acercarse hacia el frente del salón de clases, tomó el libro y lo metió debajo del escritorio, protegiéndolo de ellas tres.
Isabel fue la primera en pararse frente a Andrea, ella simplemente miró con horror la sonrisa maliciosa que ella tenía marcada en su rostro.
—Esta vez, ellas no están aquí para protegerte. No vendrán en tu rescate. Estás en nuestras manos, a salvo, en nuestras manos —Le susurró Isabel.
Andrea, horrorizada trató de correr, se levantó con un impulso tan fuerte que terminó por derribar la silla en donde se encontraba sentada, esta cayó al suelo haciendo un ruido metálico al momento de tocar el piso, un ruido que hizo eco en el salón de clases. A pesar de haber salido corriendo tan rápido como pudo, no logró llegar a la puerta del salón de clases tal y como ella esperaba hacer, si no que terminó siendo capturada entre los brazos de una de las amigas de Isabel.
—¿A dónde crees que vas? No hemos ni empezado y ya te quieres ir. Al menos espera a que comience la fiesta —Andrea se sacudió violentamente intentando soltarse de los brazos de aquella chica mientras Isabel y la otra chica se acercaban amenazadoramente hacia ella.
Con el cielo nublado muy poca luz entraba en el salón de clases, pero las luces en el techo lograban iluminar el aula, y lo hacían, lo habían hecho hasta que una de las chicas decidió apagarlas. La poca luz que entraba por las ventanas era muy tenue, apenas se podía ver el interior del salón de clases. Un par de sombras se movían violentamente justo en medio del salón de clases, mientras que, otra de estas se encontraba parada no muy cerca de estas dos, como si observase lo que ocurría entre estas. Una cuarta sombra apareció, esta se acercó a las otras dos quienes furiosamente continuaban agitándose.
Isabel sujetaba en su manos unas tijeras, y en cuanto Andrea las vio comenzó a moverse aún más.
—¡No! —Gritó Andrea al ver acercarse a Isabel. Pateó un par de veces en las piernas a la chica que la sujetaba, no le hizo nada, ella tan solo se quejó, pero entonces, con todas sus fuerzas le decidió pisar el pie, levantó la pierna, y con un fuerte pisotón terminó dándole en el pie, el pisotón fue tan fuerte que de inmediato la chica la soltó y terminó soltándose de sus brazos, una vez liberada ella comenzó una carrera hacia la puerta que daba hacia el exterior del salón de clases.
Corrió tan rápido como pudo, pero pronto quedó sin aliento y rápidamente su velocidad se redujo, y a unos cuantos metros de llegar a la puerta Isabel la logró alcanzar sujetándole uno de sus brazos, evitando que continuase avanzando. Tan cerca pero tan lejos a la vez, la puerta a la libertad se encontraba allí, unos cuantos pasos más y Andrea habría logrado salir de allí, pero no fue así, no fue el caso. Isabel tomó un mechón del cabello de Andrea, ella supo al instante lo que ella estaba por hacer por lo que comenzó a sacudirse intentando evitar que Isabel cumpliese su cometido. Las tijeras se acercaron al mechón de cabello castaño de Andrea, no importaba cuanto se moviese, no podía hacer nada. Intentó darle un puñetazo a Isabel pero una de las amigas de ella logró detenerle el otro brazo, mientras que la otra caminó hacia ella y le asestó una patada al rostro. El sonido de las tijeras cerrándose de inmediato llegó a los oídos de Andrea, y, observando con el rabillo de su ojo, logró ver como varios de sus cabellos caían al suelo.
Isabel y las otras dos chicas se rieron al ver como Isabel se levantaba con el mechón de cabello en sus manos. Andrea miró con horror como ella soltaba el cabello y lo hacía caer al suelo, esparciéndolo, llevó su mano hacia su cabellera, y sin tener que haberse tocado por mucho tiempo logró sentir de donde aquel cabello había salido, y cuando notó como de un punto a otro su largo cabello se volvía uno corto, un par de lágrimas de desesperación comenzaron a salir de sus ojos.
—¡D-déj-j-jen-m-me en p-paz! —Les rogó ella. Las tres chicas simplemente se rieron.
—Probablemente Vanessa nos encontrará... tal vez un profesor, pero sea quien sea habrá valido la pena el haber hecho esto —Se burló Isabel. Ella tomó del cabello a Andrea y la arrastró hasta el frente del salón, las otras dos chicas continuaron mirando, riéndose.
Isabel levantó la cabeza de Andrea y la colocó justo al nivel de la mesa, la giró hacia ella y sonrió.
—¡Esto va por todas las veces que tus estúpidas amigas nos arruinaron el día! —Isabel estaba furiosa, y mientras gritaba lo anterior alzó la cabeza de Andrea jalándola del cabello y luego la azotó contra el borde de la mesa. De inmediato se retumbó en la habitación un chasquido, el sonido de algo duro rompiéndose, cuando Isabel miró el rostro de Andrea se encontró con que su nariz había sido rota por el impacto contra la mesa. Ella solo se rió mientras veía a Andrea empaparse de sangre. Sacó de vuelta las tijeras, y aprovechando el hecho de que Andrea se encontraba muy distraída agarrándose la nariz llena de dolor, comenzó a cortarle mechón tras mechón de cabello, cabello que caía justo frente a los ojos de Andrea.
Ella no podía contenerse, estaba desesperada, y con la nariz rota no pudo hacer nada más que llorar. Mientras esto ocurría las tres se burlaban de su desgracia, sin importarles las consecuencias que ello les traería. Mientras Andrea sollozaba y continuaba sujetándose la nariz, ambas chicas se acercaron al escritorio para poder ver con más claridad lo que ocurría. Una de ellas se sentó en la silla del profesor, y al hacerlo se encontró con el objeto más preciado de Andrea, su libro. Aquel pequeño libro que había sido guardado con tanto ahínco había sido descubierto por aquellas chicas, y en cuanto Andrea descubrió que ellas lo tenían su desesperación se incrementó.
—Mira lo que encontramos, uno de sus estúpidos libros —Dijo una de las chicas mientras sacudía el libro en sus manos. Isabel miró hacia ellas, mientras tanto, Andrea pensaba en que era lo que podía hacer, su mente estaba en blanco, y al ver como una de ellas comenzaba sacar el libro de la bolsa en donde lo había guardado ella de inmediato se paró y se abalanzó contra ella. Se arrojó contra ella derribándola con todo y silla, haciendo que soltase el libro y este cayese al pie de la otra. No había notado que el libro ya no se encontraba en sus manos, por lo que, pensando que aún era así, le asestó varios puñetazos en el rostro.
—¡Quítense a la cabrona! —Gritó la chica mientras recibía golpe tras golpe por parte de Andrea. Isabel la jaló de uno de los cuantos mechones de cabellos que le quedaban en su cabeza, la arrojó al suelo y luego la pateó.
—Nadie golpea a mis amigas estúpida zorra —Isabel golpeó un par de veces a Andrea quien yacía tendida en el suelo. Cubriendo su rostro con sus manos para evitar recibir más golpes logró ver como ellas sacaban el libro de la bolsa y lo sujetaban de una sola hoja, como si se tratase de una rata muerta que es sujetada por la cola con asco, desprecio y horror. Al ver como la esquina de la hoja comenzó a romperse ella gritó.
—¡No! —Su gritó continuó por varios segundos mientras la hoja terminaba por romperse y el libro caía al suelo. El grito desgarrador, que se asemejaba a uno que alguien quien está siendo asesinado haría, logró escucharse hasta fuera del aula, y para su suerte, Vanessa, Diana, Irene y otras personas habían llegado.
La puerta al interior del aula comenzó a tratar de ser abierta, pero la manija no se movía, habían puesto el seguro dentro.
—¡Vaya por las llaves, rápido! —Le ordenó una chica al profesor que los acompañaba. Este salió corriendo. Un nuevo grito logró escucharse venir del interior del salón de clases, Vanessa no podía soportarlo, se alejó de la puerta, y con todas sus fuerzas lanzó una patada contra ella. Una, dos, hasta tres patadas le dio a la puerta, siendo la última la que terminó por tirar la puerta junto con el marco de la misma y permitir el paso al interior del salón de clases.
Vanessa fue la primera en entrar, y lo único que pudo observar fue un resplandor naranja viniendo desde el escritorio al frente del salón de clases. De inmediato corrió al interruptor de la luz, lo encendió y luego corrió hacia el frente del salón.
—¡Oh mierda! ¡Corran! —Gritó una de las chicas al ver a Vanessa llegar corriendo con la elegancia de un rinoceronte, arrojando y empujando las mesas y sillas que había en su paso. Ambas chicas lograron correr, pero no lograron evitar que Vanessa lograse hacerles algo. Pasó una seguida de la otra a un lado de Vanessa, quien empujó una mesa a cada una de ellas mientras corrían, derribándolas.
Cuando llegó hasta el escritorio, lo que vio la impactó: Andrea yacía en el suelo, tenía el rostro cubierto de sangre, había cabello regado por todos lados, e Isabel se encontraba sentada justo encima de Andrea, mirando con horror como a Vanessa. Como si algo la hubiese poseído, Vanessa tomó del cabello a Isabel, la arrastró alejándola de Andrea, y una vez que la tuvo lejos se subió encima de ella y comenzó a azotar su cara contra el suelo. Una y otra vez lo hizo, en segundos el suelo estuvo salpicado de sangre, sangre que salía de la nariz de Isabel. Una de las chicas, al ver lo que Vanessa se encontraba haciendo corrió en rescate de Isabel.
—¡Vanessa cuidado! —Le gritó Irene mientras entraba en el salón de clases, seguida de Diana y otros de sus compañeros, que hicieron lo mismo al ver como la chica se acercaba velozmente a Vanessa. Ella ignoró por completo el hecho de que la chica estaba detrás de ella, o al menos eso aparentó hacer, ya que cuando la chica se le arrojó Vanessa le soltó una patada hacia atrás, dándole directamente en el estómago. Vanessa tomó del cabello a Isabel, le dio vuelta y comenzó a golpearla.
—Nadie. Golpea. A. Mis. Amigas —Decía Vanessa mientras le soltaba puñetazo tras puñetazo en el rostro a Isabel.
Irene y Diana lograron llegar hasta el frente del salón de clases, en donde se encontraron con Andrea, de inmediato la intentaron levantar, y a pesar de que ella se encontraba en mal estado, quería que cuidasen del libro más que a ella, e incluso intentó arrastrarse hasta él, pero ambas evitaron que lo hiciese. Un encendedor yacía a un lado del libro, encendedor que fue usado para quemar parte de la portada del mismo. El resto de los compañeros miraba como la chica que había recibido la patada en el estómago se arrastraba intentando salir del salón de clases, mientras que la otra seguía tendida en el suelo, e Isabel seguía recibiendo una golpiza por parte de Vanessa. El profesor llegó corriendo junto con otras varias personas, entre ellas el par de guardias de seguridad que tenía el edificio y otros cuantos profesores que se le habían unido cuando iba corriendo de regreso. Ambos guardias corrieron hacia donde Vanessa se encontraba y la quitaron de encima de Isabel, intentaron sujetarla pero ella logró soltarse, pero, a diferencia de lo que ellos pensaban que haría, ella corrió hacía Andrea en lugar de ir de regreso a continuar golpeando a Isabel. Tomó el libro del suelo y se acercó a Andrea mientras Irene, Diana y otros dos de sus compañeros de clase la cargaban y la sacaban del salón.
—Haré lo posible por dejar el libro como nuevo, si tengo que, lo compraré de nuevo —Le susurró ella al oído.
—N-no q-q-quiero que vu-vuel-v-vas a comprar el li-br-bro, ya lo hiciste una v-vez, no es ne-necesario que lo hagas d-de nuevo —Dijo ella. Su voz era casi inaudible y el tono con el que habló era de cansancio.
—No importa. Haremos como si nunca te lo hubiese regalado antes y te lo regalaré de nuevo. Problema solucionado —Le dijo Vanessa intentando animarla.
Un par de semanas había transcurrido desde el ataque que Isabel había hecho en contra de Andrea. Ella, junto con sus dos amigas habían sido expulsadas de la universidad, y con ello, su expediente había sido marcado de por vida, algo que no les agradó a ninguna de las tres. Andrea por fin había regresado a clases, si bien no se sentía cómoda llevando un gorro que cubría su cabeza calva, era mucho mejor que andar caminando con un corte mal hecho. Todo se había tranquilizado, aún se escuchaba en los pasillos a varios estudiantes hablar del enfrentamiento que tuvo Vanessa con Isabel y como logró evitar que continuasen atacando a Andrea, además de como gracias a ella lograron expulsarlas. El día había terminado, y en lugar de irse al lugar de siempre, Vanessa decidió tomarse la tarde para sí misma y dejar a Andrea, a Irene y a Diana la pasaran juntas.
Isabel se encontraba escuchando música mientras platicaba con sus dos amigas por Internet, el sonido del teclado al momento de escribir no era ocultado por el sonido de la música, y este hacía eco en el pequeño departamento de Isabel. Había pasado ya varias horas sentada frente a la computadora platicando con sus amigas, no se había parado, y cuando lo hacía era únicamente para ir al baño. Había pasado toda la tarde diciéndoles lo mucho que odiaba a Vanessa y a sus amigas, y lo mucho que deseaba que muriesen. Mientras la charla subía de nivel y las otras dos chicas comenzaban a planear un segundo ataque en contra de ellas, la puerta del apartamento de Isabel sonó, alguien había tocado varias veces en la puerta. Ella suspiró al no querer levantarse, pero no podía no atender la puerta, podría ser uno de los productos que ella había ordenado por Internet.
—¡Ya voy!—Gritó Isabel mientras se levantaba de la silla y caminaba a la puerta que daba al exterior del departamento.
Isabel removió la cadena, quitó el seguro y lentamente abrió la puerta, todo sin haber mirado previamente por la mirilla... el peor accidente que pudo haber cometido.
Cuando la puerta estuvo abierta una sombra se abalanzó contra ella derribándola al suelo.
—¿¡Pero qué...!? —Antes de poder continuar hablando aquella persona cuya identidad era cubierta por la falta de iluminación en el departamento comenzó a atacar repetidas veces a Isabel.
Puñetazo tras puñetazo se le fue asestado y en segundos su rostro estuvo cubierto de sangre. De un momento a otro, el atacante pasó de atacar a golpes a Isabel y comenzó a ahorcarla con ambas manos. Hizo presión en su delgado cuello, el cuál rápidamente comenzó a tornarse de color rojo mientras la presión aumentaba. Isabel tosía y gemía intentando respirar, acción en vano considerando que el atacante se encontraba usando todo su peso para poder privarla de oxígeno al apretar su cuello. Isabel peleó cuanto pudo, se agitó, e incluso intentó lanzar ataques contra aquella persona cuya fuerza parecía inhumana, pero sus acciones no influyeron en nada y no evitaron que continuase su ataque. Extrañamente, el atacante soltó del cuello a Isabel, sus manos cubiertas con un par de guantes lentamente se alejaron del cuello de Isabel, y ella, con sus ojos teñidos de rojo al no haber podido respirar por un tiempo, logró mirar con detalle a su atacante quien se levantó del suelo y caminó hacia el mueble en donde la computadora encendida yacía.
—¡Tú! —Gritó Isabel. Su voz era cortante, tosía constantemente y se podía notar lo irritada y cansada que esta era, le costó mucho esfuerzo a Isabel hablar luego de lo que le habían hecho.
Una silueta apareció frente a los ojos de Isabel, la luz del monitor encendido de su computadora hizo aún más espeluznante aquella visión. El atacante alzó uno de sus brazos, y cuando este estuvo justo frente a la luz Isabel logró notar un objeto que este llevaba en su mano. Era un par de tijeras, y amenazando a Isabel el asesino abrió y cerró varias veces las tijeras, haciendo resonar el sonido de las navajas metálicas chocando unas con otras por todo el departamento. Comenzó a caminar hacia Isabel mientras seguía jugando con las tijeras, esta estaba horrorizada, no solo por el hecho de que alguien, quien ya la había intentado matar, caminaba de vuelta hacia ella, si no por el hecho de que ahora sujetaba un par de tijeras en su mano, y lo que la asustaba más no era el hecho de que llevaba el par de tijeras, no, era el hecho de que no sabía lo que estaba por hacer con ese par de tijeras.
Con horror ella se dio la vuelta y comenzó a gatear hacia la puerta del departamento. Su respiración era brusca y aún seguía tosiendo violentamente, sus ojos seguían teñidos de rojo y se encontraba un poco mareada. Con gran facilidad el atacante caminó a un lado de Isabel, llegó a la puerta, y esperó a que estuviese a un par de pasos de lograr salir, y para cuando estuvo justo en esa situación, él cerró la puerta justo frente a ella, sentenciándola a quedarse encerrada allí.
Como un león lanzándose hacia su presa, el atacante se lanzó sobre Isabel, la derribó al suelo y luego la sujetó del cabello con su mano izquierda, y con las tijeras en su mano derecha comenzó a cortar la larga cabellera de la misma. Isabel comenzó a pelear, quería evitar que su cabello continuase cayendo frente a sus ojos, llevó ambos brazos detrás de su cabeza y comenzó a buscar desesperadamente los brazos del asesino. Sin intentar hacerlo, sus brazos lograron alcanzar la cabeza de este, inmediatamente comenzaron a intentar arañarlo, pero no fueron lo suficientemente veloces, este logró alejarse lo más que pudo del alcance de Isabel al ver como sus brazos intentaban alcanzarlo, pero no logró hacerlo sin evitar que la capucha que llevaba se hiciese hacia atrás y dejase que su larga cabellera saliese.
Con más de la mitad de su cabello en el suelo, Isabel comenzó a rogar que la dejase en paz, y si bien pareció que sus plegarias se harían realidad en cuanto el asesino la soltó, su pesadilla regresó cuando este se sentó encima de ella y la miró directamente a los ojos.
—Van... —Antes de decir una palabra, el asesino, con las tijeras cerradas y empuñada en su mano, apuñaló en la garganta a Isabel, privándola de su voz. Las tijeras salieron del cuello dejando salir con ellas un chorro de sangre que rápidamente comenzó a cubrir el suelo. De la boca de Isabel un poco de sangre comenzó a fluir mientras sus labios se abrían y se cerraban intentado hablar. Se podía escuchar como su garganta hacia ruidos intentando sacar palabras, lo único que salían eran ruidos guturales. Isabel llevó ambas manos a su cuello, cuando sintió la sangre fluyendo por la herida en su garganta de inmediato sus ojos se abrieron llenos de horror. El asesino miró a los ojos a Isabel, hizo una mueca, una sonrisa maliciosa, y mientras veía a través de sus ojos como su vida lentamente se perdía, alzó una vez más el par de tijeras y volvió a apuñalar a Isabel, esta vez no en el cuello, si no que en el pecho. Un montón de sangre fue salpicada hacia todos lados, y sin estar satisfecho, el asesino repetidas veces apuñaló a Vanessa en el mismo lugar. Cada vez que las navajas salían un poco de sangre las acompañaba, sangre que terminó manchando la ropa y el rostro del asesino. Isabel seguía intentando hablar, no, gritar, gritar llena de horror y de dolor, intentaba hacer que alguien la escuchase, intentaba gritar con todas sus fuerzas para que alguien fuese y la rescatase, pero sus esfuerzos fueron en vano, sus cuerdas vocales habían sido cortadas, y lo único que salía de su boca eran gorgoteos mientras sangre brotaba por su boca.
Tras varios minutos luego de que la vida se le había sido brutalmente arrebatada de Isabel, el asesino dejó de apuñalar el cuerpo ya sin vida, se levantó y caminó hacia la puerta, llevando el par de tijeras consigo. Con un pañuelo abrió la puerta, salió del departamento, cerró la puerta de regreso y desapareció de la escena del crimen.
La primer clase, como la de todos los días había sido con Carolina, pero esta vez la clase no comenzó como normalmente lo haría, no comenzó con ese usual saludo que ella hacía todas las tardes cuando llegaba a la clase; no, esta vez llegó, y lo primero que hizo fue solicitar la atención de todos en la clase.
—Anoche, Isabel fue asesinada —Dijo Carolina con una voz inexpresiva. Estas palabras dejaron atónitos a todo el salón, incluyendo a Vanessa y a Andrea —Sé que ella tuvo problemas, si bien no con todos, con la mayoría de ustedes, pero a pesar de ello, ella en algún momento fue su compañera de clases, estuvo a su lado, y no importando cuantas cosas malas les hubiese hecho, no merecía este trágico final.
—¿Quién pudo haber sido capaz de matarla? —Comenzaron a discutir los compañeros a un lado de Vanessa.
—Para mí que fue una de sus víctimas, o tal vez, hasta fue el asesino ese de las noticias, el que asesina adolescentes —Respondió uno de ellos.
—Es horrib-ble, sí, ella m-me atacó, pero de ig-g-gu-gual forma no le habría deseado la mu-mu-erte. Todos merecen ser perd-d-donados, no importa cu-cuales hayan sido sus ac-c-tos —Dijo Andrea.

 Desde el final del salón las palabras de Andrea hicieron eco hasta donde Vanessa se encontraba, fueron como apuñaladas a su corazón; después de todo lo que le habían hecho, después de haber pasado por tanto, después de haber sufrido todo eso, ella las había perdonado y no guardaba rencor... “Estúpida, estúpida, ¡estúpida!” Pensó Vanessa. Una vez más había quedado completamente impresionada por lo que Andrea acababa de decir. Nadie, absolutamente nadie debería de haber perdonado a una persona así, nadie, pero allí se encontraba Andrea, perdonando los actos violentos que habían sido hechos contra ella, perdonando aquellas personas quienes una vez la habían atacado... perdonando aquellos quienes una vez la despreciaron. “Estúpida”... Pensó Vanessa...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja un comentario con tu opinión acerca de lo que leíste ;)