El resto del día las cosas
comenzaron a salir a la luz. Irene se enteró de la muerte de Diana
cuando llegó al restaurante media hora más tarde. Ella se culpó
por la muerte de Diana, sabía bien que tenía que haberla llevado y
no haberla dejado sola. La noticia no tardó mucho en llegar a la
universidad, para cuando las tres se presentaron a clase, todos sus
compañeros estaban en luto, la gran mayoría fueron a perdonarse,
fueron a pedir por haber obligado a Diana a abrir esa caja varias
semanas atrás. No es que no lo hubiesen hecho en ese momento, pero
sabían que si eso no hubiese ocurrido, las cosas no habrían llegado
hasta el extremo en donde se encontraban en ese momento. La primer
clase fue de luto, de pedir perdón, aunque a Vanessa le parecía
estúpido pedir perdón, Diana ya había muerto, perdonar no la
traería de vuelta. Antes de que comenzase la segunda clase, el
director de la universidad hizo su aparición, llevaba un ramo de
flores que colocó en el pequeño altar que se había hecho en el
salón, miró a las tres chicas, quienes parecían estar al borde,
quienes parecían querer llorar.
—Lo lamento tanto —Dijo él con un tono cálido y amigable mientras caminaba hacia las tres chicas.
—No fue su culpa... no fue la de nadie más que la mía. ¡Yo la dejé sola, fue mi culpa! —Le dijo Irene mientras golpeaba su escritorio.
—¡El único que tuvo la culpa fue su maldito acosador quien la asesinó! —Vanessa explotó gritando llena de ira y enojo. Todos la miraron, algunos con miedo, otros con penas y remordimiento. Sabían que era cierto, el asesino había tenido la culpa, él fue quien la mató, pero, también sabían que, de no ser por ellos, las cosas se habrían quedado hasta un punto.
—¡Fue la culpa de todos! ¡Nosotros la llevamos hasta un punto en donde volver ya no sería posible! —Le gritó uno de sus compañeros.
—Todos hicimos lo que hicimos sin saber que así terminarían las cosas. No podemos volver al pasado y cambiarlo, así que dejen de pensar en ello, y piensen en lo que harán de hoy en adelante para evitar que una tragedia así vuelva a repetirse. Por eso la vida nos pone estas pruebas, sí, es doloroso, es horrible, pero, si no ocurriesen, entonces nunca podríamos aprender y dejaríamos que las cosas continuasen ocurriendo. Nadie aquí presente tuvo la culpa, nadie, así que dejen de tirarse encima cargas tan pesadas, despídanse y continúen sus vidas como ella hubiese querido. Por favor, todos, todos háganlo —Las palabras del director le llegaron a todos, un par de chicas habían incluso comenzado a llorar, pronto, casi todo el salón se encontraba sumergido en llanto, incluyendo a la maestra, a Andrea, a Irene e incluso a Vanessa.
—Lo lamento tanto —Dijo él con un tono cálido y amigable mientras caminaba hacia las tres chicas.
—No fue su culpa... no fue la de nadie más que la mía. ¡Yo la dejé sola, fue mi culpa! —Le dijo Irene mientras golpeaba su escritorio.
—¡El único que tuvo la culpa fue su maldito acosador quien la asesinó! —Vanessa explotó gritando llena de ira y enojo. Todos la miraron, algunos con miedo, otros con penas y remordimiento. Sabían que era cierto, el asesino había tenido la culpa, él fue quien la mató, pero, también sabían que, de no ser por ellos, las cosas se habrían quedado hasta un punto.
—¡Fue la culpa de todos! ¡Nosotros la llevamos hasta un punto en donde volver ya no sería posible! —Le gritó uno de sus compañeros.
—Todos hicimos lo que hicimos sin saber que así terminarían las cosas. No podemos volver al pasado y cambiarlo, así que dejen de pensar en ello, y piensen en lo que harán de hoy en adelante para evitar que una tragedia así vuelva a repetirse. Por eso la vida nos pone estas pruebas, sí, es doloroso, es horrible, pero, si no ocurriesen, entonces nunca podríamos aprender y dejaríamos que las cosas continuasen ocurriendo. Nadie aquí presente tuvo la culpa, nadie, así que dejen de tirarse encima cargas tan pesadas, despídanse y continúen sus vidas como ella hubiese querido. Por favor, todos, todos háganlo —Las palabras del director le llegaron a todos, un par de chicas habían incluso comenzado a llorar, pronto, casi todo el salón se encontraba sumergido en llanto, incluyendo a la maestra, a Andrea, a Irene e incluso a Vanessa.
Al siguiente día, la gran
mayoría había dejado de sentirse mal por la muerte de Diana, todos
habían pasado a dejarle sus condolencias en forma de pequeños
detalles, como un ramo de flores, un postre o algo de comida. Habían
dejado atrás su muerte, aunque claro, no la habían olvidado. Su
asiento siguió donde mismo, vacío, justo a un lado de Vanessa y de
Irene y justo detrás del de Andrea. El resto de la semana fue muy
pesado para aquellos que se encontraban cerca de aquél asiento
vacío. Todos exceptuando Vanessa seguían sin creer en la muerte de
Diana, seguían sin creer que su vida se le había sido brutalmente
arrebatada, todos excepto Vanessa pensaban en ello, ella, ella
pensaba en la venganza, quería tomar venganza de aquella persona
quien le había arrebatado la vida a su amiga. Quería verlo sufrir,
morir; quería matarlo usando sus propias manos, y eso era lo que
tenía planeado hacer.
Día a día Vanessa buscaba
pistas del asesino. Preguntaba en diferentes lugares por un hombre
quien usaba un bastón blanco. Mucha gente creía que se trataba de
un ciego perdido, pero ella les explicaba que no era un ciego, y era
una simple persona que usaba aquél bastón blanco como juguete. Sus
investigaciones no le dieron mucha información, muy pocas personas
se interesaban en las demás; la gran mayoría de los dueños de
tiendas eran el vivo ejemplo de la egolatría: personas
desinteresadas en los demás y que solo les interesaban ellos mismos,
de allí el hecho de que no habían logrado ver a nadie tan peculiar
que llevase un bastón blanco y no lo usase como un bastón, sino
como juguete, y además, que lo estuviese usando para golpear muros,
tubos de metal, basureros y otras superficies que hiciesen ruido al
ser golpeadas. Mientras investigaba, mientras vagaba por la ciudad en
busca de información, en busca de respuestas, ella iba recordando a
las personas, recordaba a aquellos quienes veía tenían que sufrir,
a los que tenían que pagar por sus horribles actos. Ladrones,
estafadores, mentirosos... eran el tipo de personas que llenaban las
tiendas y diferentes lugares comerciales de toda la ciudad. A pesar
de que a ella le disgustaba, intentaba de mantenerse controlada para
poder hablar con ellos.
Al final, su búsqueda por la
ciudad no la llevó a mucho, no había forma de lograr encontrar al
acosador, no si no comenzaba a acosar a otra persona, y eso, eso fue
justamente lo que ocurriría.
Varios días después de que
se diese la muerte de Diana, mientras las tres se encontraban en la
casa de Andrea, alguien llamó a la puerta, la madre de Andrea fue
quien la abrió, y cuando ella llamó a Andrea las otras dos quedaron
estupefactas.
—¡Andrea, paquete! —Gritó su madre. Andrea, al escuchar eso sintió como los vellos de su cuerpo se erizaban, ella se levantó, fue a la puerta y recibió un paquete en sus manos —¿Qué te pasa? —Preguntó su madre al verla pálida. Ella no la miró, abrazó la caja y regresó a la sala, en donde Vanessa e Irene la esperaban.
—¿Un paquete? —Preguntó Irene.
—No lo abras —Le pidió Vanessa. Ambas la miraron extrañadas, con miedo, sabían bien porqué no querían que abriese el paquete, aún recordaba lo que le había ocurrido a Diana, pero, había algo diferente en el paquete, era uno normal, sin cubierta, sin un lazo o moño, parecía un paquete normal.
—No hay nada en él. Ese cerdo había enviado sus paquetes con adornos y estupideces así, estoy segura que esto es, no sé, algo que encargaste en Internet o algo así.
—Yo-yo no en-car-cargué n-nada —Le explicó Andrea.
—Entonces, no lo abras, por favor no lo hagas —Le rogó Vanessa.
—¡Andrea, paquete! —Gritó su madre. Andrea, al escuchar eso sintió como los vellos de su cuerpo se erizaban, ella se levantó, fue a la puerta y recibió un paquete en sus manos —¿Qué te pasa? —Preguntó su madre al verla pálida. Ella no la miró, abrazó la caja y regresó a la sala, en donde Vanessa e Irene la esperaban.
—¿Un paquete? —Preguntó Irene.
—No lo abras —Le pidió Vanessa. Ambas la miraron extrañadas, con miedo, sabían bien porqué no querían que abriese el paquete, aún recordaba lo que le había ocurrido a Diana, pero, había algo diferente en el paquete, era uno normal, sin cubierta, sin un lazo o moño, parecía un paquete normal.
—No hay nada en él. Ese cerdo había enviado sus paquetes con adornos y estupideces así, estoy segura que esto es, no sé, algo que encargaste en Internet o algo así.
—Yo-yo no en-car-cargué n-nada —Le explicó Andrea.
—Entonces, no lo abras, por favor no lo hagas —Le rogó Vanessa.
A pesar de que Vanessa se lo
había pedido rogándole Andrea no pudo contener su curiosidad, tomó
unas tijeras que había cerca de ella y cortó la cinta adhesiva que
mantenía cerrada la caja y la cubierta de la misma se abrió. Al
mirar al interior, se encontraron con un montón de pétalos de rosa,
eran de diferentes colores. De inmediato Andrea lo supo. Sus manos se
metieron en la caja, como si fuese algo que tenía necesidad de
hacer, tocaron algo frío, y lentamente lo sacaron del interior de la
caja. Unos cuantos pétalos flotaron en el aire luego de que
velozmente ella sacase el objeto de la caja y lo sostuviese en sus
manos. Por unos instantes, Andrea trató de procesar lo que ocurría,
trató de pensar por qué ella tenía que ser la siguiente, por qué
la había elegido a ella. Con un grito de horror Andrea soltó de sus
manos a una pequeña figura de cristal que momentos antes había
estado en el interior de la caja. Mientras caía, el rostro de las
otras dos chicas, un rostro de horror, miraba a Andrea, quien se
había alejado arrastrándose de aquél figura de cristal mientras
esta caía al suelo. La pequeña figura de cristal cuya forma era la
de un ángel, era la misma figura, o mejor dicho, tenía la misma
forma que la que una vez se le había regalado a Diana, un ángel de
cristal que su supuesto admirador le había regalado, admirador que
terminó por quitarle la vida.
La figura de cristal golpeó
el suelo, justo en donde las alas se encontraban, comenzando a
romperse en miles de fragmentos desde ese punto. Primero la figura se
fragmentó, líneas aparecieron por todos lados empezando teniendo su
origen en las alas; instantes después, la figura de cristal estalló
esparciendo en el suelo los miles de fragmentos que se habían
formado cuando esta golpeó el suelo. El sonido de la figura
rompiéndose retumbó por toda la casa, fue un ruido bastante fuerte,
tan fuerte que ni la madre de Andrea logró evitar escuchar. Ella
llegó corriendo a la sala.
—No quiero morir... ¡no quiero! —Repitió ella mientras temblaba y lloraba de miedo sentada en una esquina de la habitación. Su madre vio los cientos de fragmentos en el suelo, y con cuidado de no pisar uno se acercó a la caja, había una nota asomándose de entre los pétalos, ella la tomó y la leyó.
—“Espero que tú si aceptes mi regalo” —Dijo ella. Cuando terminó de leer la nota Andrea comenzó a gritar de miedo.
—¡No quiero morir, no quiero morir! —Repetía ella.
—No quiero morir... ¡no quiero! —Repitió ella mientras temblaba y lloraba de miedo sentada en una esquina de la habitación. Su madre vio los cientos de fragmentos en el suelo, y con cuidado de no pisar uno se acercó a la caja, había una nota asomándose de entre los pétalos, ella la tomó y la leyó.
—“Espero que tú si aceptes mi regalo” —Dijo ella. Cuando terminó de leer la nota Andrea comenzó a gritar de miedo.
—¡No quiero morir, no quiero morir! —Repetía ella.
Mientras su madre se sentaba
a un lado de ella y la abrazaba, Irene y Vanessa miraban con horror
lo que justo ocurría en ese momento. Quien había matado a Diana
había vuelto a aparecer, Vanessa creía que era su oportunidad de
hacer algo, de poder encontrar al asesino y hacerlo pagar, mientras
que Irene creía que debía de proteger a Andrea, protegerla no como
lo hizo con Diana. Ella tenía un rostro de preocupación, pero al
mirar a Vanessa, se encontró con una sonrisa malévola. No entendía
eso en ese momento, pero tampoco era que hubiese entendido la gran
mayoría de las acciones de Vanessa en los últimos meses.
—Vanessa —Le susurró Irene a Vanessa, ella se giró y la vio. Vanessa se encontró con un rostro de gran preocupación, se dio cuenta de que el suyo no mostraba la misma expresión, pero no le importó. El final ya estaba cerca, lo sentía, no había razón para continuar ocultando sus verdaderas emociones.
—Vanessa —Le susurró Irene a Vanessa, ella se giró y la vio. Vanessa se encontró con un rostro de gran preocupación, se dio cuenta de que el suyo no mostraba la misma expresión, pero no le importó. El final ya estaba cerca, lo sentía, no había razón para continuar ocultando sus verdaderas emociones.
Tras el evento con la figura
de cristal, Irene había decidido cuidar a Andrea, todo el tiempo se
la pasaba con ella, la tranquilizaba y la cuidaba, evitaba que se
estresara y pensara en lo ocurrido, pero no podía hacer nada para
que olvidase. Ella había abierto la caja, ella había sacado la
figura de cristal de la caja, y ella había escuchado lo que la nota
decía. Ella recordaba perfectamente como Diana abrió la caja y sacó
la misma figura, y luego recordaba como su cuerpo yacía tirado en el
suelo luego de que fuese asesinada.
Vanessa esperaba el momento
para poder hacer algo, ella se pasaba todos los días enfrente de la
casa de Andrea en la espera de poder encontrar al asesino de Diana
rondando por allí, pero eso nunca ocurrió, nunca lo encontró,
nunca encontró a nadie que pareciese sospechoso de algo, y mucho
menos a alguien con un bastón blanco.
Los días pasaron, Irene
protegía demasiado a Andrea, y eso evitaba que Vanessa pudiese hacer
algo, un día, ella se hartó, entró en la casa y le pidió a Andrea
salir a la calle.
—Si sale puede pasarle lo mismo que a Diana —Le dijo Irene con enojo mientras observaba a Vanessa a los ojos.
—Estará conmigo, y si tu también vienes, entonces también estará contigo por si lo necesita —Le contestó Vanessa.
—No dejaré que la arriesgues de esa forma. De ninguna manera dejaré que la uses como cebo —Repitió Irene.
—¿Acaso prefieres verla sufriendo que terminar acabando con todo esto de una sola vez, acaso no te quieres vengar de Diana?
—No, pero, tampoco quiero arriesgarla a vivir lo mismo que Diana.
—Estamos jugando con la vida de una persona, lo sé, pero, es mejor terminar esto ahora, terminar con esta pesadilla de una sola vez, y solo puedo hacerlo si ella sale un momento a la calle.
—Pero...
—No quieres que nada le pase. Y nada le pasará. Irá conmigo, y si tu vienes conmigo podrá estar más segura, nos tendrá a ambas —Irene no contestó, miró hacia Andrea quien se encontraba acostada en el sofá —Si hacemos esto, él nunca podrá hacerle esto a nadie más, ni a ti, ni a mí, ni nadie que conozcamos. Terminaríamos con esta pesadilla y evitaríamos que lo mismo le ocurriese a otros. Por favor, tenemos que hacerlo.
—Está bien... lo haremos... pero si algo le pasa, no podré perdonártelo, nunca en mi vida.
—Lo sé... pero no importa, si con esto logramos acabar con la pesadilla entonces todo habrá valido la pena.
—Si sale puede pasarle lo mismo que a Diana —Le dijo Irene con enojo mientras observaba a Vanessa a los ojos.
—Estará conmigo, y si tu también vienes, entonces también estará contigo por si lo necesita —Le contestó Vanessa.
—No dejaré que la arriesgues de esa forma. De ninguna manera dejaré que la uses como cebo —Repitió Irene.
—¿Acaso prefieres verla sufriendo que terminar acabando con todo esto de una sola vez, acaso no te quieres vengar de Diana?
—No, pero, tampoco quiero arriesgarla a vivir lo mismo que Diana.
—Estamos jugando con la vida de una persona, lo sé, pero, es mejor terminar esto ahora, terminar con esta pesadilla de una sola vez, y solo puedo hacerlo si ella sale un momento a la calle.
—Pero...
—No quieres que nada le pase. Y nada le pasará. Irá conmigo, y si tu vienes conmigo podrá estar más segura, nos tendrá a ambas —Irene no contestó, miró hacia Andrea quien se encontraba acostada en el sofá —Si hacemos esto, él nunca podrá hacerle esto a nadie más, ni a ti, ni a mí, ni nadie que conozcamos. Terminaríamos con esta pesadilla y evitaríamos que lo mismo le ocurriese a otros. Por favor, tenemos que hacerlo.
—Está bien... lo haremos... pero si algo le pasa, no podré perdonártelo, nunca en mi vida.
—Lo sé... pero no importa, si con esto logramos acabar con la pesadilla entonces todo habrá valido la pena.
Ambas comenzaron a idear un
plan. Pensaron en lugar a los que podían ir, lugares en donde
fácilmente podían poner en marcha su plan. Colocaron una fecha y
una hora, y para cuando terminaron, Irene estaba asustada, mientras
que Vanessa se encontraba peculiarmente emocionada.
El hombre de la gabardina
tomó unos papeles y se los entregó a la chica.
—Nueve contra noventa y dos... Me parece algo justo, es uno contra cuatro —Dijo la chica mientras veía los papeles que le habían entregado.
—Tres —Dijo él mientras se quitaba el sombrero y lo dejaba en la mesa detrás de él.
—¿Qué? —Preguntó la chica confundida por lo que había dicho.
—Son tres asesinos. Llegamos a la conclusión de que el cuarto supuesto asesino era uno de los tres anteriores. Al parecer estalló y cometió esos asesinatos sin pensarlo, los hizo prácticamente al momento.
—¡Todo el mundo, tenemos un aviso que darles! —El hombre de la barba entró en la habitación, a su lado una mujer con un uniforme de sirvienta lo acompañaba. Todos dejaron de trabajar y se acercaron al hombre, él tenía en sus manos una pequeña libreta.
—Esta mujer a mi lado, durante la mañana fue ha limpiar el departamento de una de las víctimas, Rosa Aurora, si la recuerdan bien, ella era una terapeuta. Bien, al parecer, antes de morir ella anotó aquí a la culpable, e incluso nombró a otras dos chicas de las que nunca habíamos escuchado antes. “Vanessa, Erika y Sofía, ellas son las culpables” —Dijo él mientras leía una de las líneas escritas en la libreta.
—¿Vanessa?, ¿Acaso dijo Vanessa? —Preguntó la chica mientras daba un par de pasos acercándose a él —Ernesto habló de una chica con ese nombre antes de morir, al parecer salían, y el día en que desapareció recuerdo que iba a ir a hacerle un regalo a ella.
—¿En serio? —Preguntó el hombre de la gabardina. Todos estaban sorprendidos por aquella revelación, el hombre de la barba cambió de hoja y miró a todos.
—Antes de hacer algo, antes de salir disparados a la casa de Vanessa, como mínimo leamos las palabras de Rosa. Estoy segura que no escribió diez hojas solo porque le dio la gana, ¿O sí? —Él dio un paso hacia adelante, se limpió la garganta tosiendo un par de veces y comenzó a hablar.
—Nueve contra noventa y dos... Me parece algo justo, es uno contra cuatro —Dijo la chica mientras veía los papeles que le habían entregado.
—Tres —Dijo él mientras se quitaba el sombrero y lo dejaba en la mesa detrás de él.
—¿Qué? —Preguntó la chica confundida por lo que había dicho.
—Son tres asesinos. Llegamos a la conclusión de que el cuarto supuesto asesino era uno de los tres anteriores. Al parecer estalló y cometió esos asesinatos sin pensarlo, los hizo prácticamente al momento.
—¡Todo el mundo, tenemos un aviso que darles! —El hombre de la barba entró en la habitación, a su lado una mujer con un uniforme de sirvienta lo acompañaba. Todos dejaron de trabajar y se acercaron al hombre, él tenía en sus manos una pequeña libreta.
—Esta mujer a mi lado, durante la mañana fue ha limpiar el departamento de una de las víctimas, Rosa Aurora, si la recuerdan bien, ella era una terapeuta. Bien, al parecer, antes de morir ella anotó aquí a la culpable, e incluso nombró a otras dos chicas de las que nunca habíamos escuchado antes. “Vanessa, Erika y Sofía, ellas son las culpables” —Dijo él mientras leía una de las líneas escritas en la libreta.
—¿Vanessa?, ¿Acaso dijo Vanessa? —Preguntó la chica mientras daba un par de pasos acercándose a él —Ernesto habló de una chica con ese nombre antes de morir, al parecer salían, y el día en que desapareció recuerdo que iba a ir a hacerle un regalo a ella.
—¿En serio? —Preguntó el hombre de la gabardina. Todos estaban sorprendidos por aquella revelación, el hombre de la barba cambió de hoja y miró a todos.
—Antes de hacer algo, antes de salir disparados a la casa de Vanessa, como mínimo leamos las palabras de Rosa. Estoy segura que no escribió diez hojas solo porque le dio la gana, ¿O sí? —Él dio un paso hacia adelante, se limpió la garganta tosiendo un par de veces y comenzó a hablar.
El día había llegado, era
pasado el medio día, las tres bajaron de un taxi y comenzaron a
caminar por la calle. No parecía que tuviesen una dirección,
simplemente caminaban por las calles sin un rumbo. Irene sujetaba a
Andrea de la mano, mientras tanto, Vanessa caminaba a unos pasos de
distancia de ambas.
—No creo que funcione —Dijo Irene luego de haber estado caminando por más de veinte minutos.
—Me lo temo... creo que tendremos que hacer eso.
—No. Acepté salir con ella porque estaríamos juntas, no la dejaré sola ni por un momento.
—Estamos aquí, estamos afuera, no tendremos una oportunidad así nunca más. Por favor, por su bien —Le rogó Vanessa.
—Bien, pero, no quiero alejarme mucho de ella.
—Sí —Vanessa caminó hacia Andrea y se acercó a su oído —Si escuchas un sonido extraño, una voz desconocida que te habla, correr, búscanos a Irene y mí, mientras tanto, tú solo camina.
—No creo que funcione —Dijo Irene luego de haber estado caminando por más de veinte minutos.
—Me lo temo... creo que tendremos que hacer eso.
—No. Acepté salir con ella porque estaríamos juntas, no la dejaré sola ni por un momento.
—Estamos aquí, estamos afuera, no tendremos una oportunidad así nunca más. Por favor, por su bien —Le rogó Vanessa.
—Bien, pero, no quiero alejarme mucho de ella.
—Sí —Vanessa caminó hacia Andrea y se acercó a su oído —Si escuchas un sonido extraño, una voz desconocida que te habla, correr, búscanos a Irene y mí, mientras tanto, tú solo camina.
Con eso dicho, ambas se
alejaron de Andrea, ella comenzó a caminar por su cuenta, y mientras
tanto, ambas desaparecían en el interior de una tienda. Fingían
estar comprando un par de helados, querían que se viese lo más real
posible, pero mientras hacían el pedido, Vanessa no le quitaba de
encima la vista a Andrea, quien estaba a punto de llegar a una
esquina y perderse de vista de Vanessa. Recibieron un par de conos de
nieve y una copa con helado, salieron corriendo y se fueron por otra
calle, evitando así que alguien las viese, incluyendo a Andrea quien
de vez en cuando miraba hacia atrás y las buscaba.
Corrieron por los callejones
detrás de las calles, no quitándole la vista a Andrea quien
continuaba caminando. Tras varias calles y varias vueltas, ambas ya
se habían comenzado a cansar, nada ocurría, pero entonces, ocurrió.
Andrea comenzó a correr, cruzó por la mitad de la calle para llegar
al otro lado, ambas observaron, pero no vieron nada. Irene corrió
hacia donde corría Andrea, quería saber que había ocurrido,
Vanessa siguió escondida detrás de las calles.
—Escuché un golpeteo, comencé a correr como me dijeron luego de que los escuché por más de seis calles... creo que es él, protegerme! —Le rogó Andrea mientras seguían corriendo ambas.
—Escuché un golpeteo, comencé a correr como me dijeron luego de que los escuché por más de seis calles... creo que es él, protegerme! —Le rogó Andrea mientras seguían corriendo ambas.
Por un momento Irene no
entendió, pero entonces, aquél sonido del que Andrea había hablado
apareció. *tap*,*tap*,*tap*. Tres golpes que se repetían cada dos
segundos comenzaron a escucharse. Un sonido que pronto se volvió
monótono y repetitivo, cansado, pero lo suficientemente abrumador
como para asustar a las dos chicas. Algo de plástico golpeando
contra el suelo, algo como, como si fuese un bastón. Incluso
corriendo, aquél golpeteo continuaba, y a pesar de que ambas dieron
vueltas en varias calles el golpeteo continuaba siguiéndolas. Habían
encontrado al acosador, o mejor dicho, los había encontrado a ellas.
Vanessa las seguía muy de
cerca, las miraba girar en cada esquina, y de un momento a otro las
dos entraron en un callejón. La imagen de Diana tendida en el suelo
en un callejón sin salida apareció en su mente, no quiso que se
volviese a repetir, no quería que se volviese a repetir. Arrojó al
suelo el cono de helado que se derretía en sus manos y comenzó a
correr con todas sus fuerzas yendo en la misma dirección por la que
Andrea e Irene habían ido.
Las dos corrían cuanto
podían, pero sus piernas estaban cansadas, apenas podían respirar,
y lo único que las hacía seguir corriendo era el hecho de que
alguien las perseguía. Incluso dentro de los callejones el golpeteo
continuaba, el mismo golpeteo monótono de antes estaba allí,
siguiéndolas de cerca. Ambas continuaron corriendo, pero sus piernas
no aguantaron más, Irene terminó por tropezarse en el suelo cuando
su pierna se atoró con un tubo de acero, Andrea trató de ayudarla,
pero cuando se agachó para hacerlo, un hombre sujetando un bastón
blanco apareció ante ellas.
—Te encontré querida, ¡Y has traído una amiga!. Me haces tan feliz, por esto te amo tanto —Dijo el hombre mientras colocaba una sonrisa en su rostro. Sus dientes todos cafés, rotos, hechos pedazos, no hacían más cómoda la situación. Irene se comenzó a arrastrar alejándose del hombre mientras que Andrea la trató de levantar jalándola de los brazos, fallando y cayendo también al suelo. Él simplemente miraba, se limpió los labios, dejó su bastón en el suelo y sacó un cuchillo de su cinturón —Les prometo que esto me dolerá más a mí que a ustedes —Dijo él esperando a que sus palabras lograran hacer sentir bien a ambas chicas, quienes se encontraban paralizadas del miedo.
—Te encontré querida, ¡Y has traído una amiga!. Me haces tan feliz, por esto te amo tanto —Dijo el hombre mientras colocaba una sonrisa en su rostro. Sus dientes todos cafés, rotos, hechos pedazos, no hacían más cómoda la situación. Irene se comenzó a arrastrar alejándose del hombre mientras que Andrea la trató de levantar jalándola de los brazos, fallando y cayendo también al suelo. Él simplemente miraba, se limpió los labios, dejó su bastón en el suelo y sacó un cuchillo de su cinturón —Les prometo que esto me dolerá más a mí que a ustedes —Dijo él esperando a que sus palabras lograran hacer sentir bien a ambas chicas, quienes se encontraban paralizadas del miedo.
Él se abalanzó sobre Irene,
y en el momento en que lo hizo, Vanessa se apareció, sujetando en
sus manos un tubo de cobre con el que lo golpeó repetidas veces en
la cabeza.
—¡Corran! —Les ordenó Vanessa. Ambas chicas se levantaron y salieron corriendo, perdiéndose entre los callejones —Creo que tenemos algo pendiente maldito cabrón de mierda —Le gritó Vanessa al hombre mientras continuaban golpeándolo.
—¡Déjame en paz!, yo solo las quería para mí... ¿acaso es tan malo desear a un persona?
—¡Lo es si terminas asesinándola! —Vanessa lanzó un último golpe contra la cabeza de el hombre, dejó caer el tubo de metal al suelo y comenzó a darle patadas en el estómago —¡Pagarás por lo que le hiciste a Diana, te haré lo mismo que le hiciste a ella, y sufrirás lo mismo por lo que pasó ella!
—¡Corran! —Les ordenó Vanessa. Ambas chicas se levantaron y salieron corriendo, perdiéndose entre los callejones —Creo que tenemos algo pendiente maldito cabrón de mierda —Le gritó Vanessa al hombre mientras continuaban golpeándolo.
—¡Déjame en paz!, yo solo las quería para mí... ¿acaso es tan malo desear a un persona?
—¡Lo es si terminas asesinándola! —Vanessa lanzó un último golpe contra la cabeza de el hombre, dejó caer el tubo de metal al suelo y comenzó a darle patadas en el estómago —¡Pagarás por lo que le hiciste a Diana, te haré lo mismo que le hiciste a ella, y sufrirás lo mismo por lo que pasó ella!
Ambas chicas regresaron con
varios policías detrás de ellas, pero al llegar a la escena,
quedaron sorprendidas al no ver, ni a Vanessa, ni al hombre, y en su
lugar, un pequeño charco de sangre había quedado en el suelo.
La noche había caído,
Vanessa, quien había desaparecido luego de lo que había ocurrido
durante la tarde de ese día, apareció de la nada, justo frente a la
puerta de la casa de Andrea. Ambas chicas, tanto Irene como Andrea
estaban sorprendidas, al verla, notaron como sus prendas se
encontraban algo sucias, estaban manchadas de algo que no
reconocía.
—¡Vanessa! ¿Dónde rayos estuviste toda la tarde, acaso algo te pasó? —Dijo Irene al acercarse un poco a ver a Vanessa.
—Lo atrapé... ¡atrapé al hombre quien asesinó a Diana! —Respondió ella, ignorando por completo la pregunta que Irene le había hecho.
—¿Qué?
—Luego de que ustedes se fuesen lo ataqué un par de veces, y luego, con la ayuda de un par de amigas llevé a aquél sujeto hasta una camioneta, de allí lo llevamos hasta mi casa.
—¿Lo has secuestrado?
—¿Acaso no me has escuchado? ¡Atrapé al hombre quien mató a nuestra amiga, a Diana!
—Te escuché la primera vez... ¿Pero qué demonios te está pasando?
—No te hagas la estúpida. Ya lo sabías, ¿o no? Sabías desde hace semanas, tal vez meses, sabías que algo escondía, yo sabía que tú lo sabías, ambos sabíamos, pero tú no hablaste y decidiste quedarte callada, también hice lo mismo, por el bien de las demás. ¿Quieres saber qué es lo que escondo, quieres saber mi secreto? Vengan, vengan a mi casa, sirve que miran a la escoria de ser humano con la que nos topamos, la misma escoria que asesinó a nuestra amiga —Le finalizó Vanessa.
—¡Vanessa! ¿Dónde rayos estuviste toda la tarde, acaso algo te pasó? —Dijo Irene al acercarse un poco a ver a Vanessa.
—Lo atrapé... ¡atrapé al hombre quien asesinó a Diana! —Respondió ella, ignorando por completo la pregunta que Irene le había hecho.
—¿Qué?
—Luego de que ustedes se fuesen lo ataqué un par de veces, y luego, con la ayuda de un par de amigas llevé a aquél sujeto hasta una camioneta, de allí lo llevamos hasta mi casa.
—¿Lo has secuestrado?
—¿Acaso no me has escuchado? ¡Atrapé al hombre quien mató a nuestra amiga, a Diana!
—Te escuché la primera vez... ¿Pero qué demonios te está pasando?
—No te hagas la estúpida. Ya lo sabías, ¿o no? Sabías desde hace semanas, tal vez meses, sabías que algo escondía, yo sabía que tú lo sabías, ambos sabíamos, pero tú no hablaste y decidiste quedarte callada, también hice lo mismo, por el bien de las demás. ¿Quieres saber qué es lo que escondo, quieres saber mi secreto? Vengan, vengan a mi casa, sirve que miran a la escoria de ser humano con la que nos topamos, la misma escoria que asesinó a nuestra amiga —Le finalizó Vanessa.
Ella tomó la mano de Andrea
quien estaba parada a un lado de Irene, ambas comenzaron a caminar
alejándose de ella quien se quedó parada frente a la puerta,
observando con horror a la chica quien una vez había sido una dulce
persona, y se había transformado en un terrible monstruo, uno de
esos monstruos que rondan por la oscuridad en busca de sus próximas
víctimas, uno de esos monstruos que solo salen en novelas, películas
y series de terror. No supo qué hacer, simplemente pensaba en el
hecho de que Vanessa había secuestrado al asesino de Diana, su
corazón estaba lleno de ira, de enojo, quería desahogarse, quería
que aquél sujeto pagara por lo que había hecho, pero, algo en ella
le decía que era incorrecto, lo que Vanessa había hecho era lo
incorrecto, pero ella quería verlo sufrir, verlo pagar, decidida,
cerró la puerta detrás de ella y corrió hacia las dos chicas,
quienes estaban por subir en una camioneta blanca.
“Traté de detenerla, traté
de mostrarle sus errores, pero ella ya lo sabía, sabía bien que lo
que estaba haciendo estaba mal, sabía que, desde el día en que
asesinó a Ernesto, desde el día en que presenciaron la muerte del
hermano de Erika, desde ese día hace casi diez años, el día en que
trataron de ahogar a Greta, la novia del padre de Sofía, todo se
había ido a la mierda. Sabía que desde el momento en que ella
comenzó a buscar a aquél ser perfecto, su vida había quedado
sentenciada a terminar en este punto. Traté de detenerla, no la
quería ver sufrir más, traté de hacer que fuese con Erika y con
Sofía, sus otras dos amigas, y terminasen todo de una vez, pero, no
logré hacer nada. Ella me tomó con una de sus manos, tomó un pica
hielo de la cocina y repetidas veces me apuñaló con él, no sé si
era un castigo o algo así, pero no estaba muerta, no hasta que tomó
un cuchillo y me cortó la cabeza...”
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