15 may 2014

Pequeñas Princesas: Tragedias, Segunda lágrima Parte 2/15

" Una enorme flama apareció y se extendió por todo el suelo alrededor de la basura. Erika se movió de inmediato, evitando que el fuego la alcanzara. Se dio la vuelta e invitó a Sofía a acercarse..."

Como antes, el trayecto de regreso a la casa fue silencioso, Erika se había recostado en el hombro de Sofía. Aunque ella dijese que se encontraba bien, las otras dos sabían que no era así, el dolor que sufría, el dolor que mantenía guardado, la estaba lentamente afectando. Sofía se había resignado a preguntarle más sobre la muerte de Laura por el hecho de que ella se lo pidió, pero con la reciente explosión emocional que tuvo no podía quedarse callada y de brazos cruzados, debía de hacer algo.
Al llegar a la casa, las tres bajaron del auto, el padre de Sofía abrió la puerta cuando vio que eran ellas, las tres comenzaron a llevar las mochilas y los regalos al interior de la casa, el padre llevó las maletas. Una vez que todo estuvo dentro de la casa, Sofía corrió al teléfono y desapareció unos minutos en el baño, dejando a Erika con Marisol y con su futuro esposo.
—Tendremos que hacer una intervención —Dijo Sofía al teléfono.
—¿De qué hablas? —Preguntó la persona al otro lado del teléfono.
—Erika tuvo una caída, estuvo mal por unos momentos, la logramos calmar, pero creo que necesitará más ayuda.
—¿En serio?, entonces tendremos que reunirnos de nuevo en la casa. El Lunes, después de clases nos veremos en la casa, te la llevas.
—Sí, gracias Vanessa.
—No hay por qué, yo solo te dije que haríamos. Lo difícil será ver que hacemos una vez que estemos en la casa.
—Tienes razón. Bueno, me tengo que ir, nos vemos mañana.
—Sí, adiós.
Sofía salió del baño, puso el teléfono en su lugar y se llevó a Erika a su habitación. Cerró la puerta, la arrojó a la cama y se sentó a un lado de ella.
—El Lunes nos reuniremos en la casa —Le dijo Sofía mientras la miraba.
—¿Por qué no mañana? —Preguntó Erika.
—Aún tenemos cosas que hacer, además, mañana Vanessa estará ocupada con sus hermanos.
—¿Y para qué nos vamos a reunir?
—Es por lo que pasaste esta mañana. Somos tus amigas, y haremos lo posible por ayudarte. Supongo que Vanessa querrá que hagamos algunas de las cosas de siempre con tal de hacerte pensar menos en todo esto.
—No estoy de humor para andar haciendo eso.
—Siempre estás de humor para hacerlo. Mira, te propongo algo, hoy en la noche, cuando Marisol se haya ido y mi padre se haya dormido, saldremos al terreno que está por aquí cerca, ¿sí?
—Bien, pero lo hago solo por que eres mi amiga.
—Perfecto. Lleva cerillos y encendedores, yo llevaré algo de gasolina y tal vez una sorpresa para ti.
—¿Una sorpresa? Sabes que no me gustan las sorpresas.
—Te gusten o no te tengo una —Le sentenció Sofía.
Pasó el tiempo, Sofía se dejó caer en la cama, cayendo sobre las piernas de Erika. Ambas estuvieron calladas por mucho tiempo, ninguna habló, no hasta que Marisol decidió ir a visitarlas.
—¡Pasa! —Le gritó Sofía.
Marisol entró, llevando en sus manos los papeles que había encontrado en las maletas.
—Aquí están lo papeles del seguro y los testamentos. No quiero parecer chismosa, pero todos los papeles están a tu nombre, tanto como el pago del seguro de la muerte de tus padres como el de la muerte de Laura, y el contenido de los tres testamentos se te será entregado. No te quiero revelar mucho, pero es aproximadamente un millón y medio de pesos, y no es solo eso, ambas casas, en donde vivías antes como en la que vivías con Laura también se te fueron entregadas.
—¿En serio? Rayos... Gracias por avisarme.
—Si quieres puedo ir contigo con un abogado para ver lo de los pagos y la entrega de los bienes.
—Sí, como gustes. Podemos hacer una cita en la semana.
—No quiero que estés apurada por esto, puedes tomarte tu tiempo.
—No gracias, quiero acabar con esto cuanto antes, quiero olvidar cuanto antes.
Marisol salió de la habitación, habiéndole dejado los papeles sobre una mesa de noche Erika los tomó y los vio con detalle.
—Si puedo vender ambas casas, tendría dos millones de pesos asegurados —Dijo Erika mientras miraba los papeles.
—Es mucho dinero —Dijo Sofía mientras miraba a Erika.
—Sé que es mucho, pero lo gané a costa de la muerte de varias personas...
—Muertes que no fueron tu culpa. Agradece que no te dejaron sin nada, ellos pensaron en tu futuro desde un principio, y sabían que si algo les pasaba tú tendrías un sustento.
—Lo sé, y agradezco eso, pero no puedo sacarme de mi cabeza que esto pudo haber sido mi culpa.
—Pues no lo fue. Nada de esto fue tu culpa. Tus padres murieron por un accidente que hubo en la carretera, no fue tu culpa. Laura murió asesinada por un idiota, tampoco fue tu culpa, ni siquiera sabías que él te seguía, probablemente la encontró a ella primero y luego a ti.
—Pero pudo haberme seguido y por eso la encontró.
—O pudo ser que la siguió a ella y así te encontró a ti. El punto es que, no había nada que pudieses hacer para evitar lo ocurrido, pero eso tampoco significa que tú eres la culpable de su muerte. Deja de pensar que tú ocasionaste su muerte, no lo hiciste, no tuviste ni la menor pizca de culpa en lo que pasó.
—Pero...
—Pero nada. Por favor, por tu bien, deja de pensar que tú tuviste la culpa. No fue así, y quien te diga lo contrario, pues se puede ir mucho a la chingada ya que tú sabes, yo sé,
y todos sabemos que no fue así.
Erika no contestó, se quedó callada mientras Sofía la miraba, ella agachó la cabeza y luego se recostó de nuevo en la cama.
—Si alguna vez vuelves a tener este tipo de pensamientos, no dudes en decirme.
El día pasó rápidamente. Las dos princesas estuvieron la mayor parte del día en su habitación, fueron durante la tarde a comer, y luego regresaron a la habitación. Sofía le dejó a Erika acomodar sus cosas en su habitación, mientras lo hacía, Sofía se encontró con la muñeca de Erika, al verla, decidió sacar también su muñeca. Erika salió del armario luego de que terminó de acomodar su ropa, cuando lo hizo, se encontró con Sofía sentada sobre la cama, frente a ella, una pequeña casa de muñecas se encontraba, rodeada de los muebles con los que solían jugar. Se acercó llena de curiosidad, miró a Sofía quien le dio permiso de abrir la casa, y cuando lo hizo, se encontró a su muñeca mirando por la ventana por la que siempre lo hacía. Se acercó a la ventana, y recordó el día en que decidió pegar fotos de crepúsculos en cada una de las ventanas. Buscó en el resto de la casa a la muñeca de Sofía, la encontró duchándose en la bañera.
—¿Recuerdas cuando pasábamos todo el día jugando con nuestras muñecas y específicamente, con esta casa?
—Sí, buenos recuerdos me vienen a la mente al ver a las muñecas dentro de la casa. ¿Por qué guardaste tanto tiempo esto?
—Por la misma razón por la que guardaste tu muñeca tantos años: porque son partes de nuestra niñez, recuerdos que, aunque quisiéramos no podríamos tirar, son cosas que son parte de nuestra vida, y además, recuerda que gracias a estas muñecas aprendimos lo que somos capaces de hacer.
—Hay mucha razón en lo que dices.
—Creo que soy más elocuente que tú.
—¡Nunca! Solo estoy distraída, es todo, pero te prometo que después de esta noche, te ganaré de nuevo en todo.
—No te hagas ilusiones, he mejorado mucho en ese juego, estoy entre las mejores jugadoras de acuerdo a varias páginas de Internet.
—Serás buena, pero no significa que serás mejor que yo.
—Veamos qué dices cuando veas la lista.
Sofía se levantó de la cama, fue a la computadora y la encendió, pasaron unos minutos antes de que le hablara a Erika.
—Mira y dime en que lugar estoy.
—Has mejorado mucho, pero eso no te quita el hecho de seas peor que yo.
—Por favor, en poco te podré ganar.
—No lo creo, estoy entre los mejores diez, tu entre los mejores cien. Es una gran diferencia.
—No me vengas con eso. Saca tu Laptop y veamos si eres tan buena como dicen.
Erika se acercó a su mochila, de ella sacó una computadora portátil junto con sus cables, en unos minutos la tuvo conectada y encendida. Puso la computadora sobre un mueble, acercó una silla y se sentó. El tiempo pasó velozmente mientras ellas dos jugaban, Sofía miraba con enojo cada vez que Erika terminaba matándola en el juego, a veces hacía berrinches, iba al baño y regresaba por su revancha. Erika metía a veces la mano dentro de una de las cajas de chocolates que le regalaron, y sacaba de allí algunos chocolates. A pesar de estar comiendo mientras jugaba, seguía dándole una paliza a Sofía, quien estaba totalmente concentrada en el juego. Pasaron varias horas cuando Sofía se dio cuenta de lo tarde que era.
—Eso no significa nada —Le dijo Sofía.
—Vamos, entiéndelo, puedes ser mejor que yo en otras cosas, pero no eres tan buena en esto como lo soy yo —Le dijo Erika.
—Al menos te maté una vez.
—No es cierto, me caí por un agujero en el mapa del juego, eso no cuenta como si me hubieras matado —Se excusó Erika.
—Eres tan mala.
—No tanto como tú en este juego —Se burló Erika.
Sofía se levanto de la silla en donde estaba sentada, se estiró y luego miró el reloj.
—Vaya, ya es tarde. En un par de horas podremos salir de la casa.
—Cierto, lo había olvidado, nuestra pequeña aventura nocturna. Voy a comenzar a preparar las cosas para salir.
—Sí, voy a ver si como está Marisol y mi padre, según yo no tardará ya mucho en irse.
Sofía salió de la habitación, dejando a Erika sola. Ella tomó una de sus mochilas y dentro de ella metió cerillos, encendedores y un desodorante en aerosol. Dejó la mochila a un lado de la cama y salió de la habitación. Comenzó a bajar las escaleras, estando a medio camino vio como Marisol se despedía de Sofía y de su padre, y al ver a Erika parada en las escaleras también se despidió de ella.
—Adiós Erika, nos vemos mañana —Le dijo Marisol.
—Sí, gracias por lo de hoy, fue de mucha ayuda —Le contestó Erika.
—De nada. Espero poder pasar más días así —Le añadió Marisol.
Marisol le dio un abrazo a Sofía, un beso al padre de Sofía y un movimiento de mano a Erika, luego se dio la vuelta y salió de la casa, el padre de Sofía la acompañó hasta su auto.
—Entiendo perfectamente el hecho de que tú apruebes a Marisol como la pareja de tu padre como el hecho de que él quiera casarse con ella. Es tan amable, no es una ególatra y tampoco es grosera. Es cordial y sabe que hacer la mayor parte del tiempo.
—¿Ves lo que yo veo? Que bueno. A mí solo me interesa la felicidad de mi padre, y si verlo feliz significa que yo también debo de serlo, entonces es mejor, tanto como para él como para mí.
—¿Eso como lleva al hecho de que Marisol es una buena pareja?
—Al relacionarse con ella no solo forman una relación entre los dos, si no que eso me lleva a mí a crear una relación con ella. Ella sería nuestra luz de alegría, nuestro faro de felicidad, nuestra esperanza de ser felices.
—Eso lo explica. Oye, ¿y no sabes si le gustan los videojuegos?
—No lo sé, nunca le he preguntado.
Erika salió corriendo de la casa, apenas logró alcanzar el auto de Marisol antes de que partiera, le hizo señas y evitó que se fuera.
—¿Qué ocurre Erika? —Le preguntó Marisol al verla tan agitada.
—Tengo una pregunta que hacerte. Puede sonar extraña —Le contestó Erika.
—Dímela.
—¿Te gustan los videojuegos?
—¿Se me nota tanto? —Preguntó Marisol impactada por la pregunta.
—¿En serio?
—Sí. No juego muy seguido, tal vez dos horas diarias, cuando no salgo con él los fines de semana me la paso jugando.
—No puedo creerlo. Gracias, oye, ¿algún día jugarías conmigo y con Sofía?
—Claro, espera, ¿le gustan también a Sofía?
—Sí, ¿no sabías?
—No. Creo que es una de esas cosas que no es común que una mujer haga, así que probablemente estaba nerviosa al creer que yo vería eso extraño. Pero sí, tú dices el día y la hora, y yo con gusto jugaría con ustedes.
—Perfecto. Muchas gracias por contestar. Que te vaya bien.
Erika regresó a la casa, Marisol terminó por irse y el padre de Sofía caminó de regreso.
—¿Qué fue eso? —Preguntó el padre de Sofía.
—¿Qué, qué hizo?
—Le preguntó a Marisol si jugaba videojuegos, dijo que sí.
—¿Dijo que sí? Quien lo hubiera pensado.
—Allí lo tienes, una razón más por la que Marisol sería la pareja perfecta para tu padre —Le dijo Erika.
—¿También piensas lo mismo? Bueno, dos hermosas chicas no podrían estar equivocadas al decir lo mismo. Eso me deja saber que tuve la peor idea al haber dejado a Marisol varios años atrás. No sé en que estuve pensando.
—Pero te diste cuenta de algo, ¿no? A pesar de todo el tiempo que pasó desde que la viste la última vez, ella no te olvidó, y tu tampoco. Eso es igual a una relación fuerte, una relación que logrará soportar lo mejor, una relación que durará por siempre. Estoy segura que ustedes dos durarán juntos hasta que la muerte los separe, y estoy segura que eso pasará dentro de mucho, mucho tiempo.
—Concuerdo con Sofía. Su relación es muy fuerte, y cada cosa que pueda ayudarla a ser aún más fuerte, es mejor.
—Con lo último que dijiste, ¿a qué te referiste?
—Bueno, el hecho de que tanto Marisol como Sofía puedan compartir una actividad incrementa su relación entre ambas, y a la vez, ayuda a mantener en pie su relación con Marisol.
—¿Estás diciendo que es bueno que ambas tengan momentos juntos?
—Sí, ¿o acaso quiere a Marisol solo para usted?
—No, no, claro que quiero que se lleven bien, y la forma en que lo pones es un buen motivo para que se puedan llevar bien. Sabes, la pregunta que le hiciste fue una grandiosa pregunta. ¿Sabían que yo también juego videojuegos?
—¿En serio?, ¿No estás viejo para esas cosas?
—¿Viejo?, ¿Y qué hay de Marisol, acaso ella está también vieja para los videojuegos?
—No, claro que no. Ninguna mujer es vieja para jugar videojuegos. ¿Pero tú? Eres mi padre, y nunca te he visto jugar.
—En el trabajo a veces nos juntamos y hacemos pequeños torneos.
—¿De...?
—De videojuegos. Siempre son juegos diferentes, así que se puede decir que soy bueno en varios géneros.
—No puedes decir que eres bueno en los videojuegos delante de Erika.
—¿Por qué no?
—Porque yo soy buena en los videojuegos. Tú serías un aprendiz, un jugador casual, lo mismo digo de todos tus compañeros.
—Sofía, prepara la consola de la sala. Esto se volvió personal.
Sofía corrió a la sala, encendió el televisor y la consola de videojuegos, tomó tres controles y los llevó al sofá.
—¿Qué juego pongo? —Preguntó Sofía.
—El de siempre —Le dijo Erika.
—Lo estuvimos jugando por horas, sería bueno jugar otra cosa.
—¿Qué sugieres? —Le preguntó Erika.
—Qué tal si jugamos...
Mientras el padre de Sofía le decía el nombre del juego a ella, Erika se acercaba a la sala y tomaba uno de los discos de una de las cajas que había cerca.
—Oye, ¿Qué haces? —Le preguntó Sofía.
—Como ninguno se decide puse uno especial. No lo juego mucho, no creo que ustedes tampoco lo jueguen.
Los tres se sentaron, cada uno tomó un control y esperaron a que el juego terminara de cargar.
—¿Carreras? —Preguntó el padre de Sofía.
—Sí. No sé si quiera porqué lo tienen, a Sofía no le gustan y dudo que usted siga el estereotipo de que a los hombres solo le gustan los autos, así que se me hace extraño que lo tengan aquí.
—Me he hecho la misma pregunta muchas veces. No recuerdo haber comprado este juego nunca.
—No me mires a mí, nunca lo compré.
—Sea como sea, somos nuevos en este juego, es decir, somos malos, así que quien gane lo habrá hecho porque puede adaptarse bien a los juegos, y por lo tanto, es bueno en ellos.
—Si lo pones así significa que solo tú podrás ganar.
—No. “Es bueno en ellos”. Nosotros discutimos de que si fuimos buenos o no, no quien era mejor que los demás.
—En realidad yo discutí sobre lo último...
El padre de Sofía miró a Erika, ella sintió de inmediato la mirada castigadora de él.
—Pon una carrera y veamos entonces quien es bueno en los videojuegos y quien no —Le ordenó él.
Erika movió botones tan rápido como pudo, en segundos una carrera había empezado, y los tres competían, no solo entre ellos, si no también junto con otros jugadores, para ser exactos, otros nueve jugadores siendo controlados por personas reales alrededor del mundo. Los tres peleaban con los demás, ya no era una carrera, ya que cada vez que podían se estrellaban unos contra otros, o les detenían el paso o los empujaban y los sacaban del camino. Apenas podían mantener en control sus vehículos, y cuando lograban controlarlo completamente terminaban siendo golpeados por otros autos.
—¿Qué clase de tontería es esa? Esos jugadores no saben qué es una verdadera carrera —Reclamó el padre de Sofía.
—Son gente estúpida que ronda Internet creyendo que lo que hacen es lo que se debe de hacer. Si jugaras más juegos en línea sabrías de su existencia.
—¿No podemos jugar una carrera solo nosotros tres? —Preguntó Sofía.
—Podemos sin esos jugadores en línea, pero tendríamos que jugar con jugadores manejados por la computadora.
—Prefiero eso a tener que jugar con una bola de idiotas —Dijo Sofía.
Erika comenzó a apretar botones de nuevo, la pantalla se volvió negra y regresó a brillar poco después, ella siguió moviendo las palancas de su control, una vez más la pantalla se oscureció, y cuando volvió estaban de vuelta en una nueva carrera. La cuenta regresiva empezó, los números fueron mostrados en la pantalla, y cuando la cuenta terminó, los tres, furiosamente comenzaron a apretar botones en sus controles, pero a pesar de sus esfuerzos, los tres terminaron entre los últimos lugares al finalizar la carrera.
—Bueno, acabamos de ver que ninguno de nosotros es bueno en este juego —Dijo el padre de Sofía.
—No sé si quiera como otras personas pueden ser buenos en esto, manejar un auto en la vida real es más sencillo que manejar uno en este videojuego —Dijo Erika.
—Podemos jugar otra cosa, algo con lo que sí podamos mostrar lo bueno que somos —Dijo Sofía.
—Ustedes jueguen, yo ya me voy a dormir.
—¿Mi padre se va a dormir antes que yo?, ¿Qué mundo tan diferente es este?
—No te burles. Estoy algo cansado, y ver como unas computadoras nos patearon el trasero es algo que me gustaría olvidar.
—¿Crees que dormir es la mejor idea? Según algunos estudios, dormir luego de estudiar o de realizar alguna acción provoca que los recuerdos se plasmen fuertemente en la memoria, es decir, que cuando te levantes por la mañana, el recuerdo de haber perdido contra esas computadoras podrá ser tan vivido que incluso llegues a sentir como si hubiese pasado unos segundos atrás —Le dijo Erika explicándole su comentario.
—También existe la posibilidad de que ese recuerdo no se almacene siendo uno no tan importante; ten en cuenta que el hecho de que memorizar o recordar algo depende de lo importante que sea para la persona —Le añadió Sofía.
—Ambas... les diría que se callaran, pero me regañarían y me hablarían aún más de esto. Pienso irme a dormir, lo quieras o no Erika; pueden quedarse despiertas cuanto quieran, pero por favor, no hagan mucho ruido.
—Sí papá —Le dijo Sofía mientras lo veía subir por las escaleras.
—Que duerma bien señor —Le dijo Erika.
—Gracias chicas, si pueden, duerman, no las quiero ver todo el día de mañana cabeceando.
Cuando vieron a su padre entrar a su habitación se pusieron a ver un rato la televisión. Esperarían a que él se durmiera para poder salir de la casa. Pasó casi una hora antes de que decidieran salir de la casa y dar una pequeña caminata a un terreno cerca de allí. Erika tomó su mochila y salió de la casa, seguida por Sofía, quien llevaba en una de sus manos un envase de leche lleno de gasolina, y en la otra, una pequeña mochila.
—¿Qué llevas allí? —Le preguntó Erika al ver la mochila.
—Tu sorpresa —Respondió Sofía mientras cerraba la puerta de la casa.
—No me gustan las sorpresas.
—Lo sé, no has dejado de repetir lo mismo desde hace años. Pero te gusten o no, a mí me gusta, y no solo a mí, puedo verlo en tu cara al descubrir que cosa son, además, siempre terminas disfrutando más las sorpresas que las cosas que te regalan directamente.
Las dos caminaron por la calle oscura, la luz de la luna era lo único que les dejaba ver por donde caminaban. Ninguna hablaba, y dejaron que el sonido de los animales e insectos nocturnos las deleitara durante su trayecto. Se podía escuchar a algunas cigarras y grillos cantar, algunas veces una fuerte brisa de viento pasaba entre los árboles y las casas, creando un silbido que extrañamente concordaba con el ritmo de las cigarras y el de los grillos. Luego de haber caminado por varios minutos, el terreno del que Sofía había hablado apareció. Ambas comenzaron a caminar más rápido al tener a la vista su el lugar a donde iban. Cuando llegaron, se encontraron con una parcela de tierra vacía, rodeada de otras parcelas similares. Había algunos árboles elevándose a la mitad del terreno, al igual que algunos arbustos y otras plantas. Erika caminó al centro del terreno, alejándose del camino, Sofía la siguió por detrás.
—Te he traído aquí, para que te liberes. Sé que te gusta mucho hacer esto, y sé que es peligroso hacerlo dentro de una casa, y por eso te he traído aquí, a este campo abierto para que puedas practicar como puedas y como quieras —Le explicó Sofía.
—Ya me lo temía al ver los montones de periódicos en el suelo y las hierbas secas —Le dijo Erika.
—¿Qué esperas? Vuélvete loca y libérate por un rato.
Erika puso su mochila en el suelo, sacó el desodorante en aerosol y un encendedor. Tomó el desodorante y lo usó unas cuantas veces, luego puso el encendedor justo frente a él. Sofía se alejó unos pasos de ella al ver que era lo que estaba planeando. Erika estaba de espaldas así que Sofía solo pudo escuchar el chasquido del encendedor al ser usado, pocos segundos después, una enorme llamarada apareció frente a Erika. Ella se dio la vuelta, tenía un extraño brillo en sus ojos, y sujetando el encendedor frente al desodorante, dejó salir un poco del líquido sobre la flama que emanaba del encendedor, y seguido de esto, una nueva llamarada fue creada. Sofía quedó impresionada por la forma en que Erika podía mantenerse tan cerca del fuego. Una última llamarada fue lanzada, seguida de una risa incontrolable de parte de Erika.
—¡Esto es increíble! —Gritó Erika llena de emoción —Gracias por haberme traído.
Erika comenzó a juntar papel cerca de ella, al igual que algunas ramas y hierbas secas. Cuando tuvo un montículo de cosas reunidas lo suficientemente alto, ella tomó la gasolina y dejó caer un poco sobre él. Volvió a sujetar la lata frente a ella, y frente a la lata el encendedor, se escuchó un chasquido, y una nueva llamarada salió, golpeando directamente al montículo de basura. Al momento en que la flama alcanzó la basura empapada de gasolina, una enorme flama apareció y se extendió por todo el suelo alrededor de la basura. Erika se movió de inmediato, evitando que el fuego la alcanzara. Se dio la vuelta e invitó a Sofía a acercarse.
—El olor a gasolina es algo fuerte —Dijo Sofía al sentir el aroma inconfundible de la gasolina.
—Sí, pero no me importa, solo mira que enorme fuego se ha creado gracias a la gasolina.
—En realidad tú la creaste, no tiene nada que ver con la gasolina.
—Sí, pero yo no podría mantener una llama tan fuerte por tanto tiempo. Oye, ¿cuál era la sorpresa de la que hablabas?
—¡Petardos! —Le contestó Sofía llena de alegría.
Ella abrió su mochila, de allí comenzó a sacar petardos y fuegos artificiales.
—¡Rayos!, ¿Cuánto traes allí? —Le preguntó Erika al ver las varias bolsas que Sofía había sacado —No, la pregunta es, ¿de dónde sacaste esto?
—Hace unos días estuvieron vendiendo cosas para fiesta en una tienda cerca de la casa, tenían mucho de esto, y como corrían el riesgo de que los encontraran con ello me vendieron la mitad y me regalaron el resto. Ten, prueba uno de ellos.
Erika recibió un pequeño petardo de Sofía, lo miró por unos cuantos segundos antes de arrojarlo al montón de basura. Sofía estaba a punto de reclamarle el haber lanzado el petardo, pero luego vio que era lo que intentaba hacer. La mecha del petardo se prendió, y rápidamente comenzó a ser consumida por el fuego, antes de que la mecha terminara el petardo estalló por el fuego que había penetrado en su interior. Pedazos de papel quemándose salieron volando, cenizas comenzaron a caer al suelo. Erika miró con fascinación como el pequeño montículo de basura desapareció, dejando solo una enorme mancha negra en su lugar, y alrededor, algunos estragos que dejó la pequeña explosión. Sofía vio como el viento se llevaba los papeles que habían logrado salvarse del fuego, algunos pasaron a un lado de ella.
—No creí que fueses a hacer eso —Le dijo Sofía.
—Dijiste que me volviera loca, eso hice.
—Sí, sé lo que te dije. ¿Cómo te sientes ahora?
—Bueno, ver estallar el petardo me dejó ciega, apenas puedo ver, pero dejando eso a un lado, me siento relajada, tranquila.
—Lo sabía. Bueno, no quiero arruinarte la diversión, pero tenemos que cuidar tanto la gasolina como los petardos, además, no quiero tenerte despierta toda la noche. Será mejor que regresemos a la casa.
—¿Volveremos a repetir esto?
—Sí, tu dices que día y venimos, pero claro, tiene que ser durante la noche.
—Entendido.
—Ven, vamos de regreso a la casa.
Erika metió sus cosas dentro de su mochila, se la puso en su espalda y caminó hacia Sofía, ella ya había metido la gasolina y los petardos dentro de ella cuando Erika se le acercó. Ambas comenzaron a caminar, dejando atrás los remanentes de su pequeña actividad. Erika se fue con una gran sonrisa en su rostro, Sofía se dio cuenta de esto, y lo único que pudo hacer fue sentirse orgullosa por haber hecho eso.
Las dos llegaron a la casa, el padre de Sofía seguía dormido como esperaban, fueron a su habitación y pasaron allí un rato hablando. No tardó mucho antes de que ambas terminaran durmiéndose.
El día siguiente transcurrió rápidamente. Marisol llegó a la casa a la misma hora que el día anterior, volvieron a desayunar todos juntos, y la diferencia del día fue que Erika decidió unirse a su conversación matutina, platicando sobre las diferentes cosas que ella hizo junto con Sofía cuando eran más pequeñas. El resto del día las dos chicas se la pasaron haciendo tarea, a Sofía no le agradaba la idea, incluso le dijo a Erika que se esperara unos días para hacerla, pero Erika no cayó en su trampa, sabía perfectamente que la estaba usando para evitar hacer su propia tarea. Sofía hizo su tarea mientras Erika hacía lo mismo, pero Sofía no le prestaba mucha atención a lo que hacía, y de hecho, le prestaba más atención a como Erika realizaba su trabajo. La noche llegó, terminaron sus deberes con mucho tiempo de sobra, tiempo que gastaron jugando videojuegos y jugando con sus muñecas.
Llegó el Lunes, ambas se levantaron temprano y se prepararon para ir a la preparatoria. No era común que el padre de Sofía la llevara a clases, pero considerando que Erika estaba con ellos decidió llevarlas a ambas. En el trayecto todos estuvieron charlando, Erika fingía muy bien no estar asustada por lo que pasaría una vez que llegase a la preparatoria, pero a pesar de lograr ocultar tan bien sus emociones, Sofía logró darse cuenta de lo incómoda que estaba. No tardaron mucho en llegar a la institución, y al momento en que Erika bajó del auto, pudo sentir las miradas de las personas que había cerca. Sofía fue la siguiente en bajar, se dio cuenta de como las miraban con prejuicio, tal vez con tristeza y con lástima, pero el hecho de que las veían irritaba a Sofía.
—Adiós papá, nos vemos —Le dijo Sofía a su padre mientras tomaba del brazo a Erika.
Ambas comenzaron a correr, Sofía jalaba a Erika, quien al darse cuenta de lo que ella hacía comenzó a correr más rápido.
—Agradezco lo que estas haciendo —Le susurró Erika al oído.
Ambas continuaron corriendo, seguían sintiendo como las miraban, como si estuviesen cubiertas por enormes luces parpadeantes y eso provocase que todos se les quedaran viendo. Mientras corrían pasaron a un lado de las amigas de Sofía, ella no podía detenerse, no estando Erika a su lado. No muy lejos de ellas se encontraban las amigas de Erika, al verlas, Sofía las saludó, cuando se dieron cuenta de que llevaba a Erika le regresaron el saludo. Las dos llegaron a su lado, las tres chicas vieron como Sofía trataba de recuperar el aliento, mientras que Erika simplemente se ponía a hacer lo de siempre: tareas y trabajos escolares. Se sentó a un lado de las chicas, abrió su mochila y sacó varias carpetas llenas de papeles.
—Perdimos el fin de semana, tendremos que reponer el tiempo perdido durante los descansos, y si es necesario, juntarnos el siguiente fin de semana para completar el trabajo a tiempo.
—Sí. Hay que entrar al salón, está haciendo algo de aire —Le contestó una de sus amigas.
—Bueno, te dejo Sofía. Cuando salgamos me buscas a mí y a Vanessa en la puerta —Le dijo Erika.
—Sí, te cuidas —Le finalizó Sofía.

 Erika repartió las carpetas a sus amigas, luego se levantó junto con ellas y partió a su salón de clases. Sofía se dio la vuelta y fue a buscar a sus amigas. Al acercarse, las tres se levantaron.
—¿Los rumores son ciertos? —Le preguntó una de las chicas al estar frente a ella.
—No sé que clase de rumores son, probablemente están llenos de mentiras y falsedades. Sea como sea, no me interesa saber de ellos, no si no me afectan a mí, a Vanessa o a Erika de una forma directa, tampoco acepto que afecten a mi familia o a la de ellas.
—Entonces creo que te interesan mucho —Le dijo Claudia.
—¿Qué?, ¿qué dicen esos rumores?
—Tú, junto con Vanessa y Erika le prendieron fuego a su hermano luego de haberlo apuñalado varias veces.
—Esos rumores son mentira. Sí, Vanessa lo apuñaló, pero lo hizo para evitar que el terminara por dejarme la nariz mucho peor —Le explicó Sofía.
—Eso explica los moretones en tus ojos, ¿Y qué hay acerca de que su hermano murió carbonizado?
—El muy idiota cayó al suelo, terminó cubierto de alcohol y luego se prendió fuego cuando le cayó una vela encima.
—Eso no tiene sentido, y mucho menos la parte de la vela. ¿Quién coño usa velas de cumpleaños a esta edad?
—Es una broma interna que nosotras tenemos, pero ese no es el punto. Desmentí esos rumores, rumores estúpidos, pero al parecer bastante creíbles... Solo espero que Erika esté bien.

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