15 may 2014

Pequeñas Princesas: Tragedias, Segunda lágrima Parte 3/15

"—¿No sabes lo que pasó el viernes? Mató a su madre y a su hermano..."


Erika y sus amigas corrían a su salón de clases, al llegar, se encontraron con algunos de sus compañeros, quienes al momento de verlas, sus miradas se pusieron sobre Erika. Las chicas se prepararon para que empezara la clase, mientras lo hacían, otros alumnos comenzaron a llegar, hacían lo mismo que los otros: se le quedaban viendo a Erika. Ella sabía muy bien que la miraban, pero por su bien simplemente los ignoraba. Llegó la maestra de la primer clase, cuando entró y vio a Erika estuvo a punto de decir algo, luego se detuvo y saludó a todos en el salón. La clase continuó, la maestra les entregó varios libros para que hicieran resúmenes en equipo, como siempre, Erika se juntó con sus amigas. Ella se veía normal, extrañamente normal según el resto de sus compañeros. La maestra parecía querer acercarse a ella, pero siempre se alejaba repentinamente. La clase llegó a su fin, la maestra se fue, dejando al siguiente profesor dar la clase. Uno por uno, entraban y salían como siempre lo hacían, pero había algo diferente en ellos, todos querían acercarse a Erika, pero ninguno reunía el valor suficiente como para confrontarla. Llegó el receso, todos salieron del salón, exceptuando a Erika, a sus amigas, y otra chica, quien se había quedado a acomodar sus cosas.
—Qué suerte hemos tenido, nadie ha venido a molestar con sus estúpidas preguntas de siempre —Dijo una de las amigas.
—Pues no tenemos tanta suerte, nos han estado viendo, incluso si miras por la ventana, puedes ver esas miradas juzgadoras.
—Oye, Erika, ¿Puedo molestarte un poco? —Le dijo la chica quien se acercó a ella.
—Sí, no hay problema. ¿Qué necesitas?
—Tus apuntes de literatura. No vine algunos días la semana pasada por estar enferma, así que me perdí algunas clases.
—Sí, ten, con gusto te los presto —Le dijo Erika mientras sacaba una libreta de su mochila y se la entregaba.
—Muchas, muchas gracias —Le dijo la chica una vez que tuvo la libreta en sus manos —Mañana te la traigo...
—¡Oye!, ¿¡Qué estás haciendo!? —Le dijo otra chica que llegó corriendo.
—¿Qué? Solo le pedí su libreta —Le dijo la chica.
—¿No sabes lo que pasó el viernes? Mató a su madre y a su hermano.
—¿Qué?
—¡Hey! Cierra la boca ahora mismo —Le gritó una de las amigas de Erika al escuchar lo que la chica le dijo a la otra —Eso es mentira. Ella no mató a nadie.
—Tú eres la mentirosa. Ella mató a su madre apuñalándola y luego le prendió fuego a su hermano.
—¿Es cierto eso? Dios mío, ¿Cómo pudiste Erika? —Le dijo la chica mientras la miraba con miedo.
Erika se levantó de su silla, caminó hacia la otra chica y le dio una fuerte bofetada, tan fuerte que le dejó su mano marcada en su rostro.
—Yo no maté a Laura. El maldito fue quien la mató, la apuñaló una vez en su pecho, quitándole la vida de inmediato. Luego de que mis otras dos amigas, Vanessa y Sofía ayudaran a evitar a que él me matara, él cayó al suelo, estaba cubierto de cerveza, una vela cayó encima de él y en pocos segundos terminó cubierto en llamas. Yo no los maté, ninguna de nosotros mató a nadie. Si vuelves a decir que yo fui, te haré sufrir el mismo dolor por el que estoy pasando, ¿Entendiste? —Le amenazó Erika.
Ella tenía la mano sobre la mejilla en donde Erika le asestó la bofetada, tenía una expresión de terror, y no solo ella, si no que también la otra chica y sus amigas.
—Lamento eso. Te traeré el cuaderno mañana, sin falta —Le dijo la chica mientras guardaba la libreta en su mochila.
—Sí, y no te apures, puedes entregármela el miércoles —Le añadió Erika.
Ambas chicas salieron del salón, la que recibió la bofetada parecía huir de Erika mientras caminaba, mientras que la otra seguía igual de tranquila.
—Sabía que el rumor llegaría rápido aquí, pero no sabía que terminaría tan distorsionado. Tenemos que hacer algo Erika, si no, no sabemos que pasará —Le advirtió una de sus amigas.
—No hay mucho que podamos hacer, solo debemos de enfrontar a aquellos que crean en ese rumor. No podemos con todos a la vez, pero sí de uno por uno.
Erika sacó su carpeta con el trabajo que tenían que hacer, las demás hicieron lo mismo. Pasaron el resto del receso trabajando en lo mismo, y para cuando se terminó, vieron a las chicas regresar. Ella ya no tenía marcada la mano de Erika en su rostro, pero sí tenía roja su mejilla. Poco a poco comenzaron a llegar los demás, el salón se llenó, y al final llegó el profesor. La clase continuó normalmente, él no parecía huir de Erika, incluso le habló varias veces para que pasara al frente de la clase y diera cortas explicaciones de lo que él había dicho. Las miradas de todos se dirigían inmediatamente a Erika al momento de pararse frente al pizarrón, ella sabía que no la miraban por estar interesados, si no que la miraban por que habían escuchado el terrible rumor que corría por la escuela. La clase terminó, el profesor se retiró, y como antes, un nuevo maestro llegó reemplazando al anterior. Esto se repitió varias veces más durante el resto del día, por la excepción que el resto de los maestros sí parecían huir de ella. Llegó la última clase, era la clase de ética, en ella, la maestra habló del futuro que todos los alumnos tendrían, y de lo mucho que trabajaron para llegar a ese punto. No faltaba mucho para que terminaran las clases, pero aún así, no era mucha razón para que la maestra decidiera hablarles de algo así en esas fechas. Como siempre, la clase de ética fue la más aburrida, casi nadie le prestó atención a lo que la maestra dijo, solo algunos cuantos, entre ellos, Erika y sus amigas. La clase terminó, la maestra se despidió de todos, y como si hubieran estado encerrados por días, todos salieron en estampida del salón de clases. Erika se despidió de sus amigas y fue directamente a la entrada de la preparatoria, allí se encontró con Vanessa, quien al verla la saludó.
—¡Erika, aquí! —Le gritó Vanessa a Erika.
Erika se acercó a Vanessa, ambas se sentaron en una banca y esperaron a que Sofía apareciera.
—¿Cómo te fue? —Le preguntó Vanessa.
—Bien. Un rumor se esparció diciendo que nosotras lo matamos.
—¿Sólo a él? El rumor del que me acusaron era que nosotras matamos a ambos.
—Cielos. No puedo creer la forma en que la verdad pueda distorsionarse tan horriblemente al pasar de persona a persona.
—La magia de los rumores: Siempre terminarán diciendo algo diferente de lo que decían al principio. Hablando de eso, ¿Hubo problemas con algunas personas?
—Con una chica, sólo con ella, aunque podía sentir las miradas de los demás encima de mí y de mis amigas.
—Entonces no fue tan diferente como conmigo. Un par de idiotas me acusaron a mitad de una clase de haber cometido los homicidios, cuando me levanté a confrontarlos, todos en el salón, incluyendo el profesor terminaron asustados. Podía verlo en sus expresiones, tenían miedo, creían que yo haría lo mismo que decían los rumores. Los confronté a todos, incluso al profesor, les dije que fue en defensa propia, les dije lo que pasó, como él nos atacó y como nos defendimos. Los dejé a todos con la boca cerrada, ninguno volvió a hablar, el profesor solo me miró horrorizado. Me sentí bien, hacía mucho tiempo que quería gritarles a todos, muchas veces quise hacerles tragarse sus palabras, y por fin tuve la oportunidad de hacerlo.
—Al menos en tu salón ya nadie te molestará con esto, conmigo, solo es cuestión de que la chica les diga a los demás la verdad... si es que vuelve a hablar del tema. Espero que Sofía la haya pasado mejor que nosotras.
Sofía apareció entre una multitud de estudiantes, de inmediato reconoció a Erika y a Vanessa, y tan pronto como las vio comenzó a correr hacia ellas. Cuando estuvo parada enfrente las saludó.
—¿Cómo les fue? —Les preguntó Sofía.
Ambas le contestaron con lo mismo de antes, y una vez que terminaron, ella les dijo lo que le pasó a ella.
—El profesor preguntó por lo que había pasado, claro, me habló en privado para evitar que los demás escucharan. Él había visto como a ustedes dos se les habían quedado viendo mientras la clase transcurría, me preguntó si los rumores eran ciertos. De inmediato le desmentí todo, le dije la verdad, y tan pronto como la supo, les avisó al resto. Perdón Erika, pero si no lo hacía, no solo los rumores seguirían expandiéndose, se volverían aún peores y llegaría un momento en que ninguna de las tres lograría soportarlos.
—No hay problema, no te disculpes. Esperaba que hubiese rumores, esperaba el poder tener la oportunidad de callar a aquellos que estuviesen hablando de esto sin pensar en lo que decían, pero no hubiera esperado que los rumores fueran tan grandes. Es de gran ayuda lo que han hecho por mí. Gracias, a ambas —Les dijo Erika.
—Tenemos cosas que hacer. Vayámonos, hay que aprovechar al máximo esta tarde —Les dijo Vanessa mientras se levantaba.
Erika se levantó después de Vanessa, una vez que las tres estuvieron listas salieron de la preparatoria. Las tres caminaron todo el camino a la casa abandonada, cuando llegaron, las tres entraron por la puerta de atrás, y al estar en el interior de la casa Vanessa encendió las luces, mostrando a todas la mesa del comedor completamente cubierta de vestidos y diferentes prendas hechas por ella misma.
—Cielos, son cientos de vestidos —Dijo Erika al mirar la mesa.
—Llevo semanas trabajando en ellos. He dado mi mayor esfuerzo para lograr terminarlos. Ustedes, ¿qué han hecho?
—Bueno, he comenzado a ahogar animales en otros líquidos, ya no solo uso agua, también uso gasolina, aceites, cremas... cosas que puedan ayudarme.
—¿Has pensado en usar sustancias corrosivas? Matarán más rápido al animal, y además, tendrás menos residuos
de los que tener que encargarte.
—Lo he pensado varias veces, incluso he ido a laboratorios y lugares donde venden cosas así, pero no le venden doscientos litros de ácido a una estudiante de preparatoria.
—Yo... bueno, comencé a usar combustibles más potentes para poder crear los fuegos. Ha ido muy bien, y hay algo más, ayer, Sofía me introdujo a las explosiones. Creo que, ahora que sé de ellas, podré mejorar y hacer más cosas que antes. Oh, casi se me olvida, he estado incendiando contenedores de basura, no es mucho, pero es algo diferente a lo que todas hacemos.
—Sí, es diferente. Sofía, ¿tú tienes algo así, algo que hagas diferente de nosotras?
—Bueno, tú cortas, ella quema, yo ahogo.
—Sí, pero algo además de matar animales. En mi caso, yo hago ropa y Erika quema otras cosas que no son animales, como basureros.
—No creo que pueda hacer algo diferente con mi habilidad. No veo en qué otra cosa puede usarse.
—Puedes tal vez dedicarte a la jardinería —Le dijo Erika.
—¿”Jardinería”? No es una mala idea. Siempre me han gustado las flores... Creo que le daré unas cuantas pruebas.
—Así se habla. Nuestras habilidades tienen el potencial para seguir creciendo, y no solo pueden ser usadas para una actividad, si no que para muchas otras. Solo es cuestión de investigar y de explorar, y estoy segura que encontraremos otras cosas en las que seamos buenas. Saben, creo que este sería el mejor momento para explorar un poco —Vanessa guardó silencio por unos minutos, luego comenzó a hablar de nuevo— Erika, ¿Dijiste que habías comenzado a explotar cosas cierto?
—Sí, Sofía me dio un petardo para que lo probara. Cuando lo vi lanzar al aire pedazos de papel, sentí una emoción, una sensación que nunca había sentido antes.
—Supongo que te has traído petardos a la casa, ¿verdad?
—Sí, luego de que Sofía me diera la bolsa ayer decidí tomar unos y llevármelos a la preparatoria por si los necesitaba para este momento.
—Bien. Sofía, mientras exploraba la casa me encontré con varios libros bien preservados a pesar de las pésimas condiciones en las que se encuentra el resto de la casa, entre esos libros había unos de jardinería y de creación de cultivos personales, si suponemos que la idea general de esto te atrae, entonces estoy segura que estos libros son para ti.
Vanessa le entregó los dichosos libros a Sofía, ella los recibió con gusto y de inmediato comenzó a ojear entre las hojas de los libros.
—Sé que no hemos estado juntas como antes lo hacíamos, sé que hemos cambiado y que nuestras vidas se han complicado; sé que no tenemos todo el tiempo que teníamos antes, pero no debemos de permitir que nuestra amistad se pierda. Por una razón nosotras nos conocimos, no sé la razón de que eso ocurriera, pero estoy agradecida no importa porqué o quien nos haya unido. Dicho esto, propongo comenzar a reunirnos aquí todas las tardes, como en los viejos tiempos.
—No te prometo poder reunirme todos los días, pero sí te prometo venir al menos tres veces a la semana —Le dijo Sofía.
—Yo no tengo mucho que hacer, y con las clases llegando a su fin no hay mucho que me distraiga. Así que, sí, te prometo venir aquí todos los días, como antes, y pasar las tardes juntas como las grandes amigas que hemos sido por tantos años —Le dijo Erika.
—Perfecto. Bueno, ahora que tenemos todo planificado, pueden volverse locas.
—¿Disculpa?
—Cierto, lo había olvidado. Esta reunión no solo la hice para recuperar nuestras tardes juntas, tampoco lo hice para que ustedes me mostraran como progresaban sus habilidades. No, hice esto para que juntas, aprendiéramos un poco más sobre nuestros límites y sobre lo que somos capaces. ¿Recuerdan como hacíamos nuestras actividades enfrente de las otras? Pues así, quiero poder verlas, quiero que me vean trabajando, quiero que compartamos nuestras cosas como antes. Quiero verte explotar cosas, quiero verte ahogar un perro, quiero que me vean unir la cabeza de una rata a la pata de un conejo. Quiero compartir de nuevo todo con ustedes —Le contestó Vanessa mientras las abrazaba a las dos.
—Te entiendo. Me siento igual, quiero compartirles mis logros, quiero mostrarles como se hace, de la misma forma en que ustedes lo hicieron años atrás —Le añadió Erika.
—Compartimos más que una sola amistad; compartimos emociones, pensamientos, secretos, sueños y deseos. Somos las mejores amigas que podremos llegar a tener.
—Bueno, no perdamos más tiempo. Vamos, tenemos muchas cosas que hacer.
Las tres fueron a sentarse en el sofá que se encontraba en la sala. Sofía llevaba los libros de jardinería, y una vez que estuvo sentada en el sofá comenzó a leerlos con detenimiento. Erika estaba jugando con su encendedor, lo usaba para prenderle fuego a una hoja de papel, y casi de inmediato lo apagaba. Vanessa estaba usando una pequeña aguja para unir dos pedazos de tela entre sí, de vez en cuando les preguntaba a las otras su opinión acerca del progreso que había hecho.
—¿Qué tal este? —Le preguntó Sofía a Vanessa mientras le enseñaba unas páginas del libro.
—Está bien, pero creo que sería un poco exigente.
—Para mí nada es imposible —Le añadió Sofía.
—Excepto poner atención a las clases —Se burló Erika mientras encendía un par de velas.
Sofía se acercó a las velas de Erika y las apagó.
—Me debes un par de velas —Le reclamó Erika.
—Solo las apagué, no que las hubiera aplastado o algo así —Le contestó Sofía mientras regresaba a mirar el libro.
La tarde pasó calmadamente, las tres chicas continuamente se preguntaban entre sí acerca de lo que hacían, buscando su aprobación. No tardaron mucho en aburrirse, y cuando ocurrió, Erika no se pudo contener.
—No quiero ser una molestia pero, llevamos un par de horas aquí, aún nos quedan otras más y ya estamos aburridas.
—Sí, me di cuenta cuando Sofía terminó por tercera vez el libro. El siguiente día que nos juntemos, prepararé cosas con las que puedas trabajar en el jardín, cosas para que puedas quemar, y cosas con las que pueda trabajar.
—Yo puedo traerme algunas cosas de mi casa, así no tienes que hacerlo todo tú misma —Le dijo Sofía.
—Vivo a unos cuantos metros, es difícil no querer traer las cosas si están a segundos de distancia.
—Si tu quieres traer las herramientas no hay problema.
—En realidad, si tú las quieres traer tampoco hay problema, pero no creo que desees traer hasta aquí una pala, tijeras y otras herramientas de jardinería.
—No, no quiero, demasiado para una sola chica.
—Entonces yo te prepararé las cosas para que practiques en el jardín. No creo que podamos hacer otras cosas durante las horas que nos quedan.
—Puedo quemar algunas cosas y ustedes me pueden ver —Le dijo Erika.
—¿Cómo qué? —Preguntó Sofía.
—Algunos libros o pinturas que hay en la casa, claro, si me lo permites —Contestó Erika mientras miraba a Vanessa.
—Pues sí, no tenemos mucho que hacer, además, no creo que les importe mucho a los dueños.
—Es cierto, en todos los años que llevamos aquí, los dueños nunca se han aparecido, no han llegado nunca cartas; parece como si ellos nunca hubieran existido —Dijo Sofía.
—Lo más extraño es, que la casa nunca se puso en venta, como si hubiese sido olvidada —Añadió Erika.
—Un misterio más que resolver, ¿No? —Dijo Sofía
—Cierto. ¿Vamos a quemar cosas? —Dijo Erika.
—Qué desesperada eres Erika, bien, subamos al segundo piso y veamos lo que puedes hacer —Le dijo Vanessa.
Las tres subieron por las escaleras, caminaron hacia una de las habitaciones, allí, quitaron las sábanas y las cobijas de la cama y las llevaron al baño dentro de la habitación, una vez allí, Erika tomó una lata que estaba llena de gasolina y vació un poco en la tina, las otras dos princesas pusieron poco a poco las cosas dentro de la tina, mientras que Erika vaciaba gasolina sobre las telas. Mientras vaciaba la lata, de vez en cuando arrojaba un petardo y lo cubría de gasolina; cuando se les acabaron las cobijas Erika vació completamente la lata en la tina. Erika les ordenó a las dos alejarse, ellas lo hicieron sin cuestionarla, sacó una caja de cerillos, tomó uno y lo frotó contra la pequeña lija que había a un lado de la caja; salieron pequeñas chispas al momento en que el cerillo se encendió, por suerte ninguna de ellas cayó en la tina; Erika miró por unos momentos como la pequeña flama baila al ritmo de su respiración, se movía de un lado a otro, y lentamente iba manchando de negro el palillo de madera en el que se sostenía. Erika se dio la vuelta, miró a las otras dos princesas, quienes tenían a sus pies varias cubetas llenas de tierra.
—¿De dónde sacaron esas cubetas? —Preguntó Erika extrañada.
—Me temía que fueras a quemar cosas, así que preparé varias cubetas con tierra para poder arrojarla contra el fuego —Le contestó Vanessa.
—No será necesario, puedo controlarlo.
—Lo sé, pero aunque puedas controlarlo, el fuego puede ser muy peligroso; es mejor estar preparadas para cualquier desastre —Le explicó Vanessa.
—Si es necesario, nosotras te ayudaremos a extinguirlo —Le añadió Sofía.
Erika se dio la vuelta, el cerillo estaba por terminarse, sentía el calor de la flama en sus dedos, lentamente acercándose a ellos. Cuando sintió como la flama comenzó a quemar las yemas de sus dedos, Erika dejó caer el cerillo en la tina. Dio unos cuantos pasos atrás, terminando frente a las otras dos princesas quienes habían levantado las cubetas llenas de tierra y las sostenían con sus brazos. Las tres vieron como una enorme llama salía de la tina de baño, cubriendo completamente las cobijas, sábanas y cortinas que habían metido en ella. El techo rápidamente comenzó a mancharse de negro, las telas comenzaron a desaparecer, dejando detrás un humo gris que pronto llenó por completo el baño. Las tres princesas miraban con gran fascinación como lentamente el contenido de la tina era consumido por las llamas, y quedaron atónitas cuando el primer petardo estalló: el contenido de la tina saltó por los aires unos cuantos segundos antes de regresar a ella, la fuerza de la llama se redujo por la explosión. Los ojos de Erika brillaban con intensidad mientras seguía la danza de la enorme flama que había creado. Otro petardo tronó, esta vez no lanzó todo por los aires, pero sí consumió parte del fuego. Petardo tras petardo fueron explotando, cuando el último explotó, ya solo quedaba una pequeña flama ardiendo en la punta de una cobija. Erika tomó la cubeta de tierra de las manos de Sofía, se acercó a la tina y la vació sobre la flama. La habitación entera, incluyendo el dormitorio estaban llenos de humo gris, era casi imposible respirar, por lo que decidieron salir de la habitación.
—¿Qué clase de petardos son esos? Son muy potentes —Dijo Sofía recordando como los petardos lanzaron al aire el contenido de la tina mientras tronaban.
—No tengo idea, pero sea lo que sean, son muy buenos, ¿Vieron como el fuego casi se apagó cuando el primer petardo tronó? Fue grandioso —Dijo Erika.
—Sí, fue muy bonito, pero es muy peligroso. Recuerdo el petardo que tronaste ayer, lanzó los papeles hacia todos lados —Le dijo Sofía —Si no tienes cuidado, puedes terminar lastimada usándolos.
—Lo sé, pero creo que les puedo dar un buen uso. Apagaron una enorme flama en cuestión de segundos, puedo usarlos en mi favor y acabar con mis actividades sin que el fuego termine dañando más cosas de las que debería.
—Si quieres puedo hablar con los que me los vendieron, les preguntaré si tienen más, pero no siento que debas de hacer esto, es peligroso, y puedes salir herida, horriblemente lastimada —Le dijo Sofía.
—Ya me lo habías dicho antes, y como la última vez, si lo hago, será mi problema, no el tuyo, así que no te preocupes tanto. Y con este pequeño descubrimiento, será menos probable que termine quemándome luego de iniciar fuegos.
—Sabes que no siempre funcionarán, ¿verdad? —Le añadió Sofía.
—Si juegas con fuego, te quemarás —Le añadió Vanessa.
—¿En serio Vanessa? Tú fuiste la que me hizo conocer esto, tú me llevaste a conocer el arte de quemar cosas.
—Lo sé, pero el hecho de que ahora no solo jugarás con fuego, si no que explotarás cosas, me asusta un poco.
—Viste que logré controlar el fuego, supe cuando parar. Tengo fuerza de voluntad, así que no me verás incendiando un edificio entero, o explotando autos. Haré lo que está a mi alcance, lo que sé que puedo hacer, y no dejaré que mis impulsos me lleven por un mal camino.
—Eres la mejor de las tres, y confío mucho en ti, sé muy bien que sabes controlarte, pero eso no quita el hecho de que estás adentrándote en algo peligroso. Dejaré esto en tus manos, tú decides si continuas o no. No quiero que sientas como si te hubiera regañado o algo así, no, esto es para apoyarte. Si en algún momento necesitas algo, dinos, estaremos para ayudarte cuando quieras y cuanto quieras. Si en algún momento deseas abandonar esto, lo entenderemos —Le dijo Vanessa mientras la abrazaba.
—Sí, lo haré, muchas gracias “mamá” —Se burló Erika.
—¿Te dije eso con todo mi corazón y aún así te burlas de mí? Solo por eso la siguiente vez que vengan vamos a ver a Sofía trabajar —Le reclamó Vanessa.
Las tres se despidieron, Erika y Sofía se fueron juntas, Vanessa fue a su casa y pasó el resto de la tarde dentro. Durante la cena, sus padres decidieron hablar de su día en el trabajo. Era algo que no siempre hacían, y cuando lo hacían, toda la familia terminaba contando algo, incluso Vanessa, a quien realmente no le gustaban esas noches familiares. Ambos padres platicaron de cosas graciosas que les ocurrieron mientras trabajan, siguieron sus hermanos, quienes les contaron sobre lo que hicieron en la escuela. Llegó casi el final de la cena, cada vez que le preguntaban a Vanessa sobre su día, ella se negaba a responder y cambiaba el tema repitiendo que la comida de sus padres había sido excelente y que le gustaría repetir lo mismo otra noche, su madre siempre caía, se tragaba su orgullo y decía que había sido su primera vez cocinando eso, por lo que no debería de haber quedado tan delicioso; mientras más tiempo pasaba, su padre continuaba cambiando el tema, llevando la conversación de vuelta a saber que había ocurrido durante el día de Vanessa, pero ella siempre cambiaba la conversación. Pronto se quedaron sin cosas que decir, la cena estuvo por quedar finalizada, cuando su padre decidió hablar.
—Vanessa, ¿Algo ocurre? —Le preguntó su padre a ella.
—No, estoy bien —Contestó ella.
—Nunca habías sido tan reacia a contarnos algo de tu día, casi siempre terminabas diciéndonos algo.
—¿Quieres que te diga cómo me fue? ¡Bien! A la preparatoria llegó el rumor de que Erika, Vanessa y yo matamos a su hermano y a Laura. A las tres nos acosaron, nos vieron con miedo. Cada una confrontó a sus compañeros de diferentes formas, yo terminé parándome frente a toda la clase y les grité a todos la verdad. Tuve que irme del salón para evitar sentirme incómoda entre todos ellos, incluso el profesor había pensado que los rumores eran reales. Ese fue mi día, ojalá hayas disfrutado esta revelación tanto como yo al soportarla —Le contestó Vanessa enojada.
Se levantó de la mesa y fue a su habitación. Sus dos padres y sus hermanos quedaron atónitos, no sabían que decir y tampoco que hacer. Vanessa se encerró en su habitación, azotando la puerta detrás de ella, estaba molesta, pero no por el hecho de que tuvo que decirles lo ocurrido en la preparatoria, no, fue por el hecho de que su padre no supo cerrar la boca y dejar de preguntar, no supo en qué momento dejar de hablar. Vanessa había aprendido a hablar con sus padres luego de que sufrió esa explosión emocional un par de años atrás, hablaba siempre de sus problemas, de sus sentimientos y emociones; muy pocas veces hablaba con su padre, ya que era su madre quien principalmente la apoyaba, pero cuando hablaba con él, terminaban diciendo cosas que ninguno de los dos pensaría que dirían, se ofendían, se gritaban, y casi siempre terminaban enojados uno con el otro. Su relación con él no era tan buena, nunca fue buena, incluso, en su fase de rebelde le dirigía mas la palabra a su madre que a su padre, y cuando le hablaba, era para gritarle, ofenderle y para reclamarle cosas. Su madre sabía sobre la horrible relación de ambos, y a pesar de haber hecho varias reuniones familiares, incluso unas cuantas con un psicólogo, nunca lograron resolver el conflicto entre amos. Se llegó a un acuerdo, no hablarían a menos que fuese necesario, y si era tan necesario, entonces se debería de hablar frente a los demás miembros de la familia, cosa que él o ella pocas veces hacían. Su madre era quien usualmente le preguntaba como le había ido durante el día, que había hecho y si había algo importante, fue extraño que su padre fuese quien decidiera hablar esa noche, y más extraño que le hablara tan directamente.
Vanessa estaba tumbada en su cama, tenía la cara cubierta con su almohada, pensaba en lo ocurrido, sabía que había una razón como para que él decidiera hablarle tan espontáneamente. El simple hecho de que le hubiese hablado era preocupante para ella, no importando cuanto lo odiase, le preocupaba mucho eso. Se quitó la almohada de encima colocando la misma a un lado de su cabeza, se levantó de la cama y salió de su habitación. Logró escuchar las voces de sus padres, ambos discutían.
—No quiero dejarla sin que sepa lo mucho que la quiero y lo mucho que me preocupo por ella —Dijo el padre de Vanessa.
—Lo sé, sé que no quieres que eso pase, pero sabes muy bien que ella no acepta tan cordialmente tus comentarios, y mucho menos el hecho de que tratas de hablar con ella. Debiste de haberme avisado antes de hacer esto —Dijo la madre de Vanessa en respuesta al comentario de su padre.
—Sí, lo sé. Pero si no lo hacía hoy, quien sabe si estaría otro día para hacerlo. A lo que me concierne, podría morir mañana de vuelta del trabajo.
—No digas estupideces, y por favor, baja la voz, no quiero que los niños te escuchen.
Vanessa se agachó frente a las escaleras, logró ver a sus dos padres mientras continuaban discutiendo en la mesa del comedor. Su madre estaba parada, mientras que él estaba sentado frente a la mesa. Vanessa escuchó una puerta rechinar, cuando se dio la vuelta, vio a uno de sus hermanos mirando por la apertura que había entre la puerta y el marco de esta. Cuando él se dio cuenta de que ella lo había visto, se acercó y la abrazó.
—¿Papá va a morir? —Preguntó el niño mientras la miraba a los ojos.
—Todos moriremos en algún momento, pero este no es el caso. Tu padre... no, nuestro padre no morirá, no aún. Le quedan muchos años de jugar con ustedes, de pasarla bien, de vivir una perfecta vida con nosotros —Le contestó Vanessa mientras lo abrazaba.
Ella miró hacia la puerta de la habitación de donde había salido su hermano, al mirar, se encontró con su otro hermano mirando de la misma forma que el primero lo hizo. Alejó a su hermano, se paró y caminó junto con él hacia su habitación, en cuanto estuvieron parados frente a la puerta, su segundo hermano la abrió, dejándolos a ambos entrar. Ella fue a sentarse en su cama, de inmediato ambos corrieron y se sentaron a un lado de ella, uno a cada lado.
—Lamento que hayan escuchado eso. No hubiera si quiera abierto la boca —Dijo Vanessa mientras se dejaba caer en la cama.
—No fue tu culpa. Desde lo que pasó el viernes, no han dejado de pensar en que les podría ocurrir a ellos en un futuro —Le dijo uno de los niños.
—Lo sé, sé que no la están pasando bien, pero, no puedo dejar que estén así solo por esto. Sus vidas no pueden cambiar drásticamente por algo que ni siquiera les ocurrió a ellos, no tiene sentido.
—Tiene algo de sentido, tienen empatía, saben lo que le pasó a otra persona, sienten lo mismo, y no quieren terminar como ellos sin haber cumplido con sus deseos —Dijo el otro hermano.
—¿Desde cuando te has vuelto tan elocuente?
—Si me vieras en clases de español te reirías de mí.
—Yo lo he visto, y me reí de él —Le añadió el primer hermano.
—A ti no te dije —Le reclamó el otro mientras miraba con enojo al primero, luego regresó a mirar a Vanessa —Deja que ellos dos se vuelvan tus amigos, déjalos cumplir sus deseos. Así, te dejarán de molestar con cosas que no quieras, y además, podrás hacer que dejen de pensar cosas malas sobre ellos mismos. Todos ganan.
—Lo sé, quiero hacerlo, quiero intentarlo, pero no sé como. Siempre que él me habla terminamos ofendiéndonos, no creo que el lo sepa, pero cada vez que ocurre, termino lastimada, más de lo que imaginan.
—¿Nuestra hermana hablando de sus emociones con nosotros? Realmente te preocupa mucho como estén nuestros padres, ¿verdad? —Dijo el primer hermano.
—Cállate. Miren, sé que ha pasado mucho, sé que nunca fui la mejor hermana, y mucho menos la mejor hija, pero he pasado por tanto, que sé cuando debo de actuar y hacer algo. Sí, lo he dicho, y lo repito, quiero hablar con él, quiero hacerlo, pero si cada vez que lo intento termino lastimándonos a ambos no hay mucho que se pueda hacer.
—No quiero molestarte con lo mismo, pero, ¿qué hay de la posibilidad de ir a un psicólogo junto con él y tener una terapia?
—Viniendo de ti en lugar de nuestra madre tiene otro tono, algo más “amigable”, algo que realmente considero.
Pasaron varios minutos antes de que alguien hablara, mientras tanto, el silencio los rodeó, a veces alguno de los niños se estiraba en la cama, otras veces Vanessa los miraba.
—¿Qué hiciste? —Preguntó el primer niño.
—¿Qué? —Preguntó Vanessa extrañada por la pregunta del niño.
—¿Qué hiciste cuando te acusaron de haber matado a Laura?
—Oh, eso... Los confronté, les dije la verdad.
—¿Segura que solo les dijiste eso?
—Sí... bueno, no. Luego de decirles todo, alguien siguió sin creerme, me le acerqué mientras lo miraba a los ojos. Pude ver como comenzó a temblar de miedo, gotas de sudor comenzaron a correr por sus mejillas. Cuando estuve parado frente a él apenas pudo mantenerse serio, parecía que estaba a punto de llorar. Le dije: “Si no me crees, muéstrame pruebas de que esa es la verdad y lo que he dicho no han sido mas que mentiras” Cuando terminé de decirle eso, estaba sujetando una pluma en sus manos, la sujetaba con tanta fuerza que su mano se había puesto roja. Luego de eso me di la vuelta y caminé de vuelta al frente del salón. “Si alguien no cree en lo que dije, pregúntenle a mis amigas; pregúntenle a los oficiales que tomaron nuestros testimonios; o pregúntenle a las tres testigos que nos vieron a las tres mirar horrorizadas al cuerpo en llamas del hermano de Erika”. Luego de eso, sentí como todos me miraban con lástima, con miedo, con ganas de mostrarme afecto, unos cuantos seguían horrorizados. No supe que más hacer, me di media vuelta y salí del salón.
—Fuiste muy valiente al confrontarlos así. Yo nunca hubiera hecho algo así.
—Y espero que nunca tengas que... no, espero que ninguno de los dos tenga que hacer como lo que yo hice. No quiero que pasen por el mismo sufrimiento, dolor y desesperación. Pero si ocurriese, quiero que ambos se cuiden tanto como lo han hecho hasta ahora, quiero que se mantengan juntos como los hermanos que son.
—¿Y qué hay de ti? —Preguntó el segundo hermano.
—Si para ese momento sigo con vida o no he perdido la cordura, entonces podrán juntarme, pero si no es así, quiero que sepan que siempre los quise a los dos, no importando todo lo que pasase —Vanessa se levantó de la cama, abrazó a ambos niños y luego caminó a la puerta —Ya es algo tarde, duerman, que mañana será un día difícil.
Vanessa salió de la habitación de sus hermanos y se dirigió a su habitación, mientras pasaba frente a las escaleras, se encontró con su madre, quien la vio con curiosidad al verla salir de la habitación de sus hermanos. Vanessa fingió no haberla visto, pero luego su madre le habló. Ella se detuvo y esperó a que su madre llegara con ella.
—¿Qué hacías allí dentro? —Le preguntó su madre con curiosidad.
—Ellos escucharon tu conversación con mi padre, me fui con ellos para hablar un poco acerca de esto —Le contestó ella mientras cruzaba los brazos en señal de
—Lo lamento tanto, no creí que llegaran a escuchar.
—No te preocupes, es algo que suele pasar hasta en las mejores familias. De hecho, puedo agradecértelo, cada vez que esto ocurre me acerco un poco más a ellos, y siempre termino con mejores pensamientos que con los que entré.
—¿Ha pasado antes? Perdón, perdón. Lo lamento tanto, no debía de ocurrir.
—Ya mamá, basta. De los errores uno aprende. No me siento a gusto con el hecho de que tengas peleas con él, pero aprecio mucho que me apoyes, que me protejas y que te mantengas de mi lado. Sabes, logré escuchar una gran parte de tu pelea, y luego de que hablé con mis hermanos me di cuenta de lo equivocada, de lo mal que estaba, y, ¿sabes qué? Uno de ellos me recomendó ir a un psicólogo, a tener terapia con él para así poder encontrar la razón de mi odio.
—Yo te lo había sugerido antes, incluso tu padre lo hizo.
—Sí, lo sé, pero el hecho de que mis hermanos pensaran eso me hizo reflexionar y pensar seriamente en esa decisión, y lo he decidido, iré a terapia con él, todo con tal de encontrar una solución a nuestros problemas, de acabar con estas noches problemáticas, para poder volvernos la familia maravillosa que siempre hemos querido ser.
—¿En serio? Es increíble —Le dijo ella mientras se le arrojaba y la abrazaba.
—Ya basta mamá, me vas a hacer sonrojar —Le dijo Vanessa mientras alejaba a su madre.
—Lo siento, pero es maravilloso que hayas llegado a esa decisión.
—Sí, lo sé, me siento así de genial como tú te sientes ahora. Pero esto no es solo para mí, también lo es para ti, para que por primera vez dejes de pelar con mi padre y en lugar de que él termine durmiendo en el sofá, duerma contigo.
—No creo que nunca hayas pensado tanto en nosotros. Me enorgullece.
—Y tú me enorgulleces, pero ya dejemos esto que ya es tarde. Si puedes, trata de hablar con él, yo mañana intentaré hablarle, y veré en que día podremos empezar a ir a terapias, espero que pronto, que ya quiero ver tu cara de alegría cuando nos veas hablando juntos sin estar gritándonos o diciéndonos groserías.
—También espero eso. Que descanses, iré a despedirme de tus hermanos, luego hablaré con tu padre. Mañana te digo como me fue.
—Sí, que duermas bien —Le dijo Vanessa antes de desaparecer en su habitación.
—Tú también —Le gritó su madre.
Vanessa cerró la puerta detrás de ella, sonrió a las palabras de su madre, y mientras lo hacía se tumbó sobre su cama y de entre sus almohadas sacó una muñeca. Sujetó a la muñeca en el aire mientras la miraba llena de alegría y regocijo.
—Te tengo buenas noticias —Le dijo Vanessa a la muñeca —Hoy, al parecer fue la última pelea que mis padres llegarán a tener, ¿sabes por qué?, porque estoy dispuesta a tener terapia con mi padre.
Ella comenzó a acariciar el cabello de la muñeca, de un lado, tenía una enorme melena con cabellos de colores distintos; morados, azules, rosas, castaños, negros rubios, mientras que en el otro lado de su cabeza, apenas tenía algunos cabellos, de hecho, ni si quiera parecían cabellos, parecían pelusas que quedaron atoradas. La luz de la luna entraba por su ventana, las cortinas estaban abiertas, por lo que la luz libremente iluminaba su habitación. Con la luz que entraba, se podía observar algo peculiar en la muñeca: sus extremidades eran diferentes unas de otras. Parecía como si la muñeca hubiese sido creada con partes de otras muñecas, y lo cierto era eso, la muñeca había sido creada desde cero usando las partes de otras muñecas, incluyendo el cabello y el mismo vestido, que fue creado con los vestidos de otras muñecas. Originalmente esa era la muñeca de la felicidad, la muñeca del vestido blanco, que según las palabras de Vanessa, era la muñeca que la hacía feliz, la muñeca que le alegraba el día, y muy recientemente se había transformado en la muñeca “imperfecta”, que de acuerdo a Vanessa, era así por que representaba lo más cercano que había llegado a la perfección, y aunque no era perfecta, pero sí la más cercana a ello, la decidió nombrar imperfecta, siendo esta la muestra de lo que era el camino intermedio entre lo imperfecto y lo perfecto.
Muchas veces cuando ella miraba a su muñeca y a otros muñecos y peluches que en su niñez transformó, pasaban una y otra vez las palabras que una vez su madre le dijo: “No existe la perfección”, a lo que ella respondía: "¡Ha!” Ella sabía perfectamente que existía, ella una vez estuvo cerca de encontrarla, ella casi la descubre, si solo hubiera aguantado un poco más lo hubiera hecho. Siempre se sentía mal por no haberlo hecho, por no haber esperado un poco más, pero luego recordaba que gracias a eso logró conocer a Erika y a Sofía, su vida dio un giro de trescientos sesenta grados y su lentamente su habilidad innata para cortar extremidades, ya fuese de objetos inanimados a seres vivos, fue mejorando al punto en que comenzó a crear sus propias vestimentas, y, que logró cortar y unir extremidades en animales aún vivos. Sí, tenía ciertas cosas que lamentaba, si solo hubiese esperado un poco más hubiese encontrado a la muñeca perfecta, pero el no haberlo hecho la llevó a conocer a sus dos mejores amigas, amigas que compartían un deseo extraño por encontrar sus “habilidades” innatas. Se lamentaba siempre de lo mismo, pero recordaba lo que había logrado al no hacerlo. “¿Qué hubiera pasado si me hubiera esperado, habría tenido la misma diversión, felicidad y regocijo que al haberlas conocido, o todo sería algo vació, mi vida ya no sería nada y ya no tendría motivo para vivir?” Se preguntaba ella, siempre terminando sus reflexiones con lo mismo.
—Sabes, recuerdo lo que una vez me dijiste. “¿Cuál es el punto de seguir viviendo si has realizado tu mayor sueño?” Sí, ¿qué hubiera hecho luego de haber encontrado la perfección? Mi vida ya no habría tenido sentido, ya no tendría nada que hacer, y habría terminado mi existencia en ese momento. ¡El haberlas conocido fue lo mejor! No importa como lo vea, siempre será ese lado de la moneda el mejor de ambos; puedo seguí viviendo, pasándola bien con las personas que quiero y que me quieren, aprendiendo más, y no solo buscando la perfección en muñecas, si no que también lo hago en animales vivos e incluso al hacer mis prendas de vestir. Tanto a ocurrido en tan pocos días, me siento increíble de saber que mi vida por fin está armándose, está teniendo un orden, una razón de ser —Dijo Vanessa emocionada. Ella dejó caer la muñeca a un lado de ella, luego extendió los brazos y soltó un suspiro —No puedo creer que hasta ahora me di cuenta. Que tonta fui. Muchas gracias por estar a mi lado, por dejarme ver mis errores.

Vanessa giró hacia donde su muñeca yacía, miró a los ojos pintados de la muñeca, uno era azul, y otro verde. Le sonrió. Pasaron unos cuantos minutos antes de que Vanessa decidiera terminar el día, se metió entre sus cobijas y se acurrucó a un lado de su muñeca. Frotó por varios minutos la larga cabellera de la muñeca antes de caer dormida.

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