15 may 2014

Pequeñas Princesas: Tragedias, Segunda lágrima Parte 4/15

"El cielo lentamente había comenzado a cambiar de color, pasando de un tono azulado a una fusión entre rosa, rojo y azul, como si este estuviese en llamas..."




Durante la mañana, antes de irse a la preparatoria, su madre y su padre la esperaron sentados en la mesa del comedor. Ella tenía miedo, no sabía como reaccionaría su padre, temía que fuese a ocurrir lo de siempre.
—Vanessa, siéntate —Le dijo su madre. Se frotó las manos dándose un poco de calor, luego bebió un poco del café que había dentro de su taza a un lado de ella —Hablé con tu padre, y al igual que tú, el también lo pensó, y lo decidió. Quiere ir a terapia contigo.
—¿En serio? —Preguntó Vanessa emocionada por la respuesta que había recibido. Miró a su padre, quien le regresó la mirada con una gran sonrisa —Gracias, muchas gracias. No sé como agradecértelo mamá.
—Yo no hice mucho, fueron ustedes quienes se pusieron de acuerdo en arreglar todo esto. Tanto como tú como tu padre quieren detener esta absurda pelea entre ustedes, quiere llegar al origen de todo esto y acabar de una vez por todas con esta horrible disputa que lentamente ha destruido nuestra familia. Ambos quieren lo mismo, y sabiendo eso, dudo mucho que no puedan arreglarlo.
—Muchas gracias —Vanessa se le arrojó a su madre y la abrazó con todas sus fuerzas, ella intentó quitársela de encima, y para hacerlo siguió hablando.
—Hablamos, vimos diferentes instituciones, y llegamos a una conclusión. Debes de estar de acuerdo con el día y la hora para poder hacer esto bien.
—Puedo todos los días... esperen, no todos. Puedo los lunes y los miércoles, los demás días estoy ocupada con mis amigas —Contestó Vanessa mientras se iba a sentar al otro lado de la mesa, terminando frente a sus padres.
—Entonces hoy llamaré a una psicóloga familiar, le diré que días puedes, y nos dará una cita.
—Sé como funciona mamá.
—Lo sé, pero quiero explicar como por que es algo importante en nuestras vidas. Puede que no me afecte todo este asunto directamente, pero me afecta indirectamente, y lentamente arruina mi relación con todos en esta casa.
—Ya, ya, lo entiendo, continua.
—Gracias. En la primer cita intentará conocerlos y buscar un punto desde donde empezar. En las siguientes citas tratará sus problemas... claro, si es que permiten que haya siguientes citas. Y al final, si todo fue bien, terminarán siendo el padre e hija que siempre han deseado ser —Les terminó de decir la madre, mirando a Vanessa y a su padre. Ambos sonrieron y miraron de vuelta a ella.
—Ya me tengo que ir, cuando llegue en la tarde quiero me digas de inmediato como te fue. Bueno, gracias, y adiós —Vanessa tomó su mochila del piso, se levantó de la silla y salió corriendo de la casa, azotando la puerta detrás de ella. Sus dos padres se miraron y se sonrieron, para luego darse un beso en la mejilla.
Durante el día, Vanessa no dejó de pensar en lo que estaba por ocurrir, constantemente jugaba con su cabello que caía sobre su frente, estaba emocionada, y asustada por el hecho de que el problema con el que había lidiado gran parte de su vida estaba por ser acabado, por fin, su vida sería agradable, no que no lo fuese antes, pero ahora podría estar con su familia mucho más tiempo.
Durante el descanso, ella había quedado con verse con Sofía, y así lo hizo, fue a la cafetería y se la encontró comiendo una torta, sentada sola en una de las mesas. Se sentó al otro extremo de la mesa, frente a Sofía, sacó un paquete de galletas y le compartió un par de ellas a Sofía.
—Tengo buenas noticias —Dijo Vanessa intentando contener la emoción.
—¿Qué ocurre? —Preguntó Sofía mientras se cubría la boca mientras seguía masticando.
—Voy a ir a un psicólogo. Por fin me decidí a hacerlo, el problema con mi padre desaparecerá y por fin podré pasar tiempo con él.
—¿En serio? Son increíbles noticias —Dijo Sofía alegrada por saber eso. Le dio otro mordisco a su torta, dejando hablar a Vanessa.
—Es probable que desde mañana empiece a ir a citas, lo haré cada Lunes y miércoles, así que no podré ir con ustedes esos días.
—No te preocupes, tomaremos esos días como descanso, espero poder sacar a Sofía de la casa, siempre se la pasa jugando videojuegos y viendo series en Internet.
—¿No haces tú lo mismo?
—Sí, pero eso es otra cosa. Yo a veces salgo al centro comercial a comprar ropa, como lo que cualquier mujer de mi edad haría, pero ella no, parece más un adolescente que una señorita.
—Déjala en paz, ella al menos ha encontrado otra cosa en la que es buena, tú todavía no.
—Hey, no digas eso, si no le hubiera dado esos petardos no habría aprendido.
—Si, lo sé, te lo agradezco mucho. Espero que pronto encuentres otras cosa, no puedes quedarse siendo solo buena en algo.
—Lo sé, debo de seguir explorando. Hoy intentaré la jardinería
, si no me funciona, pues veré que hacer en ese momento... Cierto, perdón, regresando a tu situación. Espero que te vaya bien.
—Espero lo mismo. Bueno, te dejo, nos vemos en la tarde.
Vanessa se levantó y salió de la cafetería, justo a tiempo antes de que un enorme grupo de estudiantes hambrientos entrara. Sofía siguió comiendo mientras vio a Vanessa alejarse, perdiéndose detrás de los estudiantes.
El día continuó, Vanessa sintió durante todo el día las miradas de muchos de sus compañeros, esperaba que ocurriese, pero no le dio la menor importancia, de hecho, usó eso en su favor, logrando alejar a varios de sus compañeros, pero lamentablemente para ella, no a todos. Sus amigas eran algunas de las personas que no la evitaban, entre ellas las otras dos princesas, pero además de ellas cinco, había otra persona, quien no había dejado de dirigirse a Vanessa desde el incidente en la casa de Erika. Era un chico del grupo de a lado, ella no entendía la razón de qué él le hablara, incluso llego a pensar que era por que a él le gustaba ella, pero esa teoría quedó eliminada cuando, luego de que ella se diese cuenta de que él constantemente la observaba, fue y le hizo una declaración de amor, resultando en el chico rechazándola. Ese día, ella notó como durante la última clase, que era la de física, él constantemente la estuvo observando desde la ventana en su salón de clases. Ella a veces miraba hacia el campo de juego, y él estaba allí, observándola. No era algo que la molestara, pero le incomodaba el hecho de que a él no le molestara o le afectara en lo más mínimo los rumores que había rondando alrededor de ella. Durante la salida, cuando todos los estudiantes salían apresurados de la preparatoria para poder llegar a sus casas, él la detuvo a ella, quien se encontraba saliendo del salón de clases.
—Oye, ¿te gustaría pasar el resto de la tarde conmigo? —Le preguntó el chico con una voz tímida, mientras miraba al suelo, como si estuviese avergonzado.
—Aunque fueras mi amigo de toda la vida, no puedo, tengo que ir directo a mi casa y luego pasaré toda la tarde con mis amigas —Le explicó Vanessa, mientras intentaba no reírse de la timidez del chico.
—Pero si fuese tu mejor amigo de toda la vida, ¿No podría pasar la tarde contigo y tus amigas? —Le añadió el chico. Sabía muy bien como utilizar las palabras de Vanessa en contra suya.
—Aunque así fuese, no, es tarde de chicas —Le añadió Vanessa, mientras movía su mano despidiéndose de sus amigas.
—¿Y tus amigas no van a ir? Preguntó él extrañado al ver como se despedía de las chicas.
—Es tarde de chicas con mis mejores amigas de toda la vida, ellas solo han sido mis amigas por dos años —Le añadió Vanessa esperando a que él se rindiese y dejase de retenerla.
—Oh, ya entiendo. Bueno, gracias. Espero que en algún momento podamos pasar el rato juntos —Dijo él, dio un par de pasos hacia atrás, esperando a que Vanessa le soltara una bofetada, no tenía ni idea de como ella reaccionaría.
—Yo no espero lo mismo, ni siquiera te conozco, no sé ni tu nombre, así que adiós —Le sentenció Vanessa.
Ella salió de allí corriendo, no solo por el hecho de que quería alejarse tan rápido como pudiese de ese chico y terminar esa vergonzosa conversación cuanto antes, si no que también deseaba llegar pronto a su casa, además de que trataba de recuperar el tiempo que perdió charlando con él. Mientras corría hacia la salida, se dio cuenta que aún muchos estudiantes seguían saliendo por las puertas, y no solo eso, los estudiantes del turno de la tarde ya habían comenzado a llegar, y habían hecho casi imposible pasar por allí. Ella se detuvo justo detrás de algunos de sus compañeros, quienes al verla se asustaron y le dejaron el paso. Poco a poco fue adentrándose entre el enorme grupo de personas que trataba de salir de la institución. Mientras empujaba para poder abrirse paso, se encontró con Erika y con Sofía sentadas muy cerca de las puertas, ella sabía que no eran la clase de chicas que se meterían en un mar de estudiantes para poder salir con prisa, no, ellas esperarían pacientemente a que todos se fueran antes de salir. Ella se sintió mal al dejarlas solas, y como las dos irían directamente a la casa a un lado de la suya ella decidió ir con ellas y hablar un poco, así, cuando el resto de los estudiantes se fueran las tres podrían irse juntas a la casa. Vanessa salió de allí empujando y enterrando uñas, incluso pateó a alguien quien no la dejaba pasar; cuando salió, se encontró con las otras dos princesas, quienes la miraban.
—Vanessa, Sofía me contó las buenas noticias. Espero que todo salga como lo tengan planeado —Le dijo Erika mientras la miraba acomodarse la falda.
—También espero lo mismo —Les dijo Vanessa mientras se ajustaba el uniforme, que luego de haber pasado entre tantas personas, había terminado desacomodado.
—¿Qué haces aquí?, ¿No ibas a ir a tu casa ver como les fue a tus padres? —Le preguntó Erika, recordando lo que habían hablado un par de horas atrás.
—Sí, pero como pueden ver es casi imposible salir de aquí, así que preferí esperar un poco con ustedes —Le contestó ella, dejó caer su mochila en el suelo y comenzó a ajustarse el suéter, que había sido jalado varias veces —¿De qué hablaban?
—Bueno, yo le estaba contando lo que me dijiste en el receso. Tienes toda nuestra ayuda si es que en algún momento la necesitas —Contestó Sofía.
—Bueno, les voy a hablar de algo diferente. ¿Recuerdan al chico al que una vez me le “declaré”?, Bueno, hoy volvió a hablarme y me preguntó si me gustaría pasar la tarde con él.
—¿En serio?, Nunca se cansa él. Debiste de haberlo abofeteado o algo así, a ver si por fin te dejaba en paz.
—En realidad es divertido verlo hacer eso, me gustaría saber que es lo que quiere realmente conmigo —
Le contestó Vanessa, había terminado de arreglarse el uniforme y había ido a sentarse a un lado de las otras dos.
—¿Por qué no le preguntas? —Le dijo Sofía mientras veía a Vanessa sentarse a su lado.
—¿Y que me responda con lo mismo? No, mejor sigo jugando con él. En algún momento se cansará o me dirá la verdad.
—Para mí que está enamorado de ti —Se burló Erika mirando a Vanessa desde el otro lado.
—¡No, cállate!, No digas eso. Lo único que puedo amar es a mi habilidad, y ella es la única que me puede amar —Le contestó Vanessa un poco avergonzada por el comentario de Erika.
—Estamos en la misma posición —Le añadió Sofía.
Las tres se quedaron allí, ninguna habló y dejaron que los pasos, gritos y las voces de los demás estudiantes las rodeara. En cuestión de minutos por fin era viable el salir de la preparatoria, y así lo hicieron, tomaron sus mochilas y salieron del lugar. Vanessa esperaba salir de allí disparada luego de que pudiese salir de la preparatoria, pero al ver como el padre de Sofía esperaba a las otras dos princesas decidió esperar unos minutos, teniendo en mente la posibilidad de que el padre de ella podría llevarla también a su casa. Él bajó la ventanilla del auto al ver a las otras dos princesas, y cuando vio a Vanessa la saludó.
—¿Hoy van a ir a tu casa? —Le preguntó el padre de Sofía a Vanessa.
—Sí, de hecho íbamos a ir saliendo, pero como ha visto, no se pudo y tuvimos que esperar un poco —Contestó Erika.
—Yo tenía pensado llegar a mi casa, hacerme caso de unas cuantas cosas para luego estar lista para su llegada, pero se me hizo un poco tarde —Contestó Vanessa mientras caminaba hacia el auto.
—Ya veo, ¿te gustaría que te llevara? No creo que quieras dejarlas esperando afuera de tu casa mientras llegas.
—Muchas gracias —Dijo Vanessa, aceptando la oferta del padre de Sofía.
Las otras dos princesas subieron al auto al ver como la mano del padre de Sofía se movió en señal de invitación, ellas dos entraron, seguidas de Vanessa, quien cerró la puerta detrás de ella.
—Siempre he querido saber que tanto hacen cuando se juntan, parece interesarle mucho a las tres —Les dijo él mientras encendía el vehículo.
—Es cosa de chicas —Contestó Sofía haciendo que su padre hiciera una pequeña mueca antes de comenzar a manejar.
Vanessa había olvidado por completo lo tensa que estaba, la emoción por la que pasaba, había olvidado por completo durante un par de minutos la razón por la que esa mañana había despertado con una sonrisa. No podía esperar llegar a su casa y hablar con su madre, y recibir las grandiosas noticias, no se imaginaba una escena en donde ella le dijera que la cita no sería posible, que su problema nunca sería resuelto y que su vida seguiría igual, no podía imaginarse algo tan horrible como eso, no quería si quiera pensar en algo así. Dejó que la conversación entre las otras dos princesas y el padre de Sofía la hicieran perderse, olvidando por completo los malos pensamientos.
—Vanessa, siempre se juntan en tu casa, creo que es tiempo de que te devuelvan el favor, ¿no lo crees?
—No, la verdad no. Lo hago por que es divertido, me gusta, además, allí tenemos el espacio para poder pasarla. No que su casa sea pequeña, claro que no, es muy grande, pero ya llevamos años haciéndolo en la mía, y comenzar a visitar otras casas sería muy extraño. Claro, este es mi punto de vista —Le sentenció Vanessa con un tono algo frío y duro.
—Bueno, bueno, ya, no volveré a sugerirlo. Pero debe de haber alguna forma en la que se te pueda pagar por todos estos años, ¿qué tal una cena?
—Me alaga que me invite a una cena, pero es inapropiado para una chica de mi edad —Se burló Vanessa. De inmediato las otras dos princesas se comenzaron a reír, y el padre de Sofía simplemente se sonrojó como respuesta a su comentario.
—¡No esa clase de cena! —Contestó él, mientras sus mejillas se tornaban de un tono rojizo —Me refería a una cena entre los cinco: tú, Sofía, Erika, Marisol y yo. Sin referencias románticas ni nada por el estilo.
—Ah, no le había entendido antes. Sí, me gustaría —Le dijo ella mientras veía a las otras dos aún riéndose.
—Si quieres puedes invitar a tus padres, ya sabes, para darles las gracias por todo.
—En un par de meses sería el momento apropiado, por el momento estamos pasando por un problema que debemos afrontar como familia.
—Oh, ya veo, espero que les vaya bien y pueda solucionar todo.
—Sí, gracias.
—No hay nada de qué agradecer, recuerda que esta cena sería para agradecerte a ti por todo.
—Lo entiendo, pero le doy las gracias por preocuparse.
—Como dije, no es necesario. Has cuidado de mi hija y de Erika por años, las haz tomado como si fuesen tus hermanas, eso es algo que, sin importar cuanto me lo pidas, no podré dejar de agradecértelo, y eso significa que no tienes que agradecerme a mi nada, en nuestro caso, yo sería el que debería de hacerlo.
—Esta charla está volviéndose un poco peculiar, ¿No creen? —Dijo Sofía, dándose cuenta de lo incómoda que Erika se estaba poniendo. Vanessa se dio cuenta de lo mismo, y de inmediato trató de cambiar la conversación.
—Sí, tiene razón. Oiga, puede hablarnos sobre Marisol. Cómo es, qué hace, qué le gusta, ¿Cómo es que la conoció?
—¿Quieres conocerla?, Ya veo.
—Bueno, no realmente, simplemente me gustaría saber que fue lo que hizo que se enamorara de ella, por que, no la veo a ella con un hombre como usted. Sin ofender claro, pero ya está un poco oxidado —Le explicó Vanessa. Parecía ser como cualquier otra adolescente pensando en el amor, pero en el fondo, simplemente estaba intentando callarlo.
—No estoy tan viejo, ¿Por qué todos dicen lo mismo? —Dijo el padre de Sofía al escuchar el comentario de Vanessa.
Él comenzó a hablar, a narrarles su historia con Marisol. Erika la había escuchado muchas veces, y la había vivido completamente, pero no le importaba hacerlo una vez más. Como Erika, se acomodó en su asiento y escuchó con cuidado lo que su padre tenía que decir. Vanessa también hizo lo mismo, se acomodó en el asiento, como si estuviera haciéndole caso, pero en realidad pensaba en lo que había ocurrido minutos atrás. Luego de haber escuchado las palabras del padre de Sofía, se dio cuenta de que lo apreciaba más a él que a su propio padre. Fue algo que la impactó y que la hizo reflexionar durante el tiempo que él les estuvo platicando a las tres sobre su relación con Marisol. No podía entenderlo, quería más al padre de su amiga que al suyo a pesar de que apenas se conocían. Eso era algo de lo que debía hablar con la psicóloga, era la primer cosa que le debería de decir en cuanto la viese.
El padre de Sofía les seguía relatando sobre su relación cuando Vanessa volvió a prestar atención al mundo exterior. Vio a las otras dos princesas que estaban completamente sumergidas en el relato, lo miraban mientras hablaba, y de vez en cuando asentían con su cabeza. Vanessa seguía con el mismo gesto de antes, no parecía que él o las otras dos se hubiesen dado cuenta de que ella había desaparecido en su mente por varios minutos.
El relato continuó, y no paró hasta que la casa de Vanessa estuvo a la vista.
—Tengo que correr, las veo en un par de minutos —Les dijo Vanessa mientras abría la puerta y salía del auto —Gracias por traerme.
Vanessa se despidió del padre de Sofía, se puso su mochila en la espalda y corrió a su casa.
—No te preocupes papá, ella es así. Cuando hay algo que la emociona hará lo que sea para conseguirlo —Le dijo Sofía explicando el comportamiento de Vanessa.
Él siguió narrándoles mientras avanzaba lentamente hacia la casa de Vanessa, a lo lejos pudieron verla entrar en su casa.
—¡Ya llegué! —Gritó Vanessa, anunciando su llegada a sus padres. Su madre fue la primera en saludarla.
—Te tengo noticias. Se hizo. Mañana tendrás una cita a las cinco con la psicóloga —Le dijo su madre con una enorme sonrisa en el rostro.
—¿En serio? Muchas, muchas gracias mamá —Le dijo Vanessa mientras se le lanzaba a ella y le daba un abrazo —Poco a poco estoy dándome cuenta de cosas erróneas, como que quiero más al padre de una amiga que a él. Eso no está bien, ¿Verdad?
—En cierto sentido, no, pero en algunos casos, el padre de uno mismo puede ser nuestro peor enemigo, y el padre de otra persona nuestro mejor aliado. Como en mi caso, mi padre nunca quiso a mi madre y mucho menos a mí, pero luego ella conoció a otro hombre, al padre de mi mejor amiga, ambos se enamoraron, y se volvieron a casar. Su nuevo esposo era muy amable, gentil, generoso y siempre cuidaba de mí y de mi mejor amiga, de tu tía. Era mi mejor amigo, lo quería más a él que a mi verdadero padre —Le explicó ella mientras la miraba a los ojos aún siendo abrazada.
—Entonces, ¿estoy en una situación similar, excepto por el hecho de que no tengo idea de porqué no lo quiero, de porqué no lo acepto?
—Sí. Pero ya verás que con ir a estas citas podremos saber qué es lo que los ha llevado a separarse tanto. Verás que su problema pronto quedará olvidado.
—Eso espero, realmente lo espero —Vanessa siguió abrazando a su madre en señal de afecto, y de agradecimiento por lo que hizo por ella, luego recordó algo —Tengo que irme, voy a reunirme con Erika y Sofía, te veré en la noche, ¿sí?
—Sí, vete con cuidado —Le dijo ella mientras se soltaba de su abrazo.
Vanessa se alejó unos pasos de su madre, tenía una sonrisa en su rostro, no una sonrisa maliciosa como usualmente tiene, no, era una sonrisa de regocijo, de felicidad. Se dio la vuelta despidiéndose de su madre y salió de la casa. Al salir se encontró con el auto del padre de Sofía estacionado frente a la casa. Se acercó, miró adentro y les mostró una gran sonrisa.
—¿Cómo te fue? —Preguntó Erika emocionada al ver la enorme sonrisa en el rostro de Vanessa.
—Se hizo, mañana será la primer cita. No debería de estar alegrada por esto, en primer lugar nunca debimos de haber llegado a este punto, pero el hecho de que alguien esté por ayudarnos me alegra mucho —Le contestó Vanessa mientras la sonrisa en su rostro lentamente iba apaciguándose.
—Me alegro mucho por ti Vanessa. Ahorita nos cuentas más —Le dijo Sofía mientras abría la puerta del auto y salía —Papá, nos vemos en la noche, no hagas muchas travesuras, te quiero.
—¡Yo soy el que debería de decirte eso! —Le gritó su padre mientras la veía a ella correr hacia Vanessa.
—Gracias por traerme —Le dijo Erika, quien con calma salió del auto, lo miró y le sonrió una vez que estuvo fuera.
—Cuando gustes Erika —Le respondió el —Vanessa, como siempre, cuídalas, que se porten bien, y si se ponen rudas, ya sabes qué hacer.
—Sí, aunque siempre es lo mismo. Creo que si se ponen rudas esta vez no haré nada y dejaré que se diviertan un poco —Le añadió Vanessa.
—Pero que no se duerman tarde —Agregó él.
—Claro. Gracias de nuevo —Le finalizó Vanessa antes de ver como encendía el auto.
—Que no me agradezcas, yo debo de hacerlo. Gracias. Bueno, me voy, se cuidan —Se despidió él de las tres, el auto se alejó de allí, dejando una pequeña estela de humo detrás.
—¿Qué fue eso? —Preguntó Sofía extrañada por la peculiar despedida que tuvo Vanessa con su padre.
—Es divertido, ¿no? Como te llevas bien con alguien a quien apenas conoces que con el padre que te dio la vida, y que te crio.
—A veces eso ocurre. Recuerda la expresión: “Madre es la que te crio, te cuidó y te dio un hogar y una familia, no quien te dio la vida”... o algo así. Pero entiendes el punto, ¿No? —Le dijo Erika mientras intentaba animarla un poco.
—Algo. Es muy confuso, quiero perdonarlo, pero al ver, al reflexionar poco a poco me doy cuenta de cosas incongruentes —Explicó Vanessa mientras miraba a ambas princesas.
—¿Sabes qué? Deja de pensar por ahora. Estás emocionada, alegre, quieres que sea mañana. Deja todos esos pensamientos negativos para mañana que conozcas a tu terapeuta. Te aseguro que será mejor contarle todo a él que a nosotros, que solo te estaremos confundiendo más —Le finalizó Sofía, logrando calmar a Vanessa y haciéndola entrar en razón.
—Eso es algo cierto. Te haré caso y dejaré de pensar. Vamos, hay que aprovechar la tarde cuanto podamos —Les dijo Vanessa con un tono más animado que el de antes.
Las tres corrieron al jardín trasero de la casa de Vanessa, tomaron varias palas de jardín, tijeras y varios picos, luego de haber tomado las cosas, fueron al jardín de la casa de a lado, a la casa en donde siempre realizaban sus reuniones. Se metieron por una parte de la valla que estaba rota, y estando en el jardín de la casa dejaron caer las cosas en el suelo.
—Bueno. Este día nos la pasaremos aquí atrás. Tenemos que ver si la jardinería es lo mío —Les dijo Sofía mientras las miraba a ambas. El suelo que pisaban estaba cubierto de hierbas, y no parecía ser el mejor lugar para comenzar un jardín tomando en cuenta que el suelo había estado años sin ser trabajado.
—Aunque fueses la mejor jardinera del mundo, dudo mucho que puedas hacer mucho aquí —Le añadió Erika mientras miraba a su alrededor.
—No seas tan pesimista. No creíamos que esa casa podría ser nuestra guarida, creías que siempre se quedaría como una pocilga, y mírala ahora, está mejor que nunca, creo que mucho mejor que como los dueños anteriores la tenían —Le reclamó Vanessa a Erika.
—Eso es cierto, la hemos dejado muy bien, y como dice Vanessa, creo que mejor que como ellos la tenían. Apuesto a que podremos hacer lo mismo con el jardín —Les añadió Sofía —Y si no funciona, entonces tú tendrás que ayudarme a encontrar algo más que hacer.
—Entonces esperemos que funcione —Dijo Erika luego de escuchar lo que las otras dos princesas tenían que decir.
Pasaron unos minutos, las tres comenzaron a preparar el jardín. Dieron una última vuelta a la casa de Vanessa, y regresaron con fertilizante para flores, varios pares de guantes, una manguera para poder regar la tierra y un par de bolsas para poder meter allí las hierbas que fueran arrancando. Fuero lo suficientemente precavidas como para evitar que su madre, sus hermanos o algún vecino viera a Vanessa o a alguna de las otras princesas. Se pararon en medio del jardín, observaron completamente el área en donde se encontraban paradas y suspiraron las tres al ver el enorme trabajo que tendrían que hacer.
—Bien, no piensen en cuanto tardaremos, piensen en como quedará una vez que terminemos —Les dijo Vanessa, preparándolas para los futuros días de trabajo que estarían por pasar.
Erika tomó la manguera, la puso a la llave que había cerca y comenzó a regar agua por todo el jardín, aflojando así la tierra. Mientras ella mojaba la tierra, las otras dos princesas se preparaban: se ponían los guantes, se cubrían la cabeza con una gorra para protegerse del sol y tomaban las tijeras para poder comenzar a trabajar en limpiar el jardín. Esperaron a que la tierra absorbiera el agua luego de que Erika cerró la manguera, y una vez que el agua entró por la tierra Vanessa y Sofía comenzaron a arrancar las hierbas. Lo hacían salvajemente, como si debajo de ellas hubiese algo. Tomaban las enorme hierbas de su tallo y lo jalaban con todas sus fuerzas, lo hacían tan fuerte que lograban arrancarlas desde la raíz, e incluso se llevaban parte de la tierra. Había algunas plantas, que si bien no se veían fuertes, cuando trataban de sacarlas lo único que podían hacer era trozar los tallos y dejarlos allí, no podían hacer nada con ellas más que cortarlas y dejar la raíz en el suelo. Se encontraron con más de estas plantas, estaban por toda el área, incluso había una que había crecido varios metros de alto, más altas que las demás, que apenas llegaban al metro de altura; por la forma en que crecían amontonadas, uno podrían pensar que eran arbustos, pero no, eran solamente plantas silvestres con un fuerte tallo. Primero se tenían que encargar de esas enormes plantas, así que le comenzaron a cortar las ramas y los tallos Tardaron varias horas haciéndolo considerando que las tijeras se quedaban atoradas en el tallo al momento de cortarlo, pero cuando acabaron, se dieron cuenta que habían acabado con la mayor dificultad en el jardín, lo que las animó más y las hizo continuar. Habían reunido un enorme montón de ramas y tallos de esa planta, el montón era de casi un metro de alto y varios de ancho y largo. Pero esas plantas no eran su único problema, también había otras, que al momento en que sus faldas rosaban los tallos estas se llenaban de pequeñas semillas que se pegaban a la ropa; había hiedra venenosa, enredaderas creciendo sobre las vallas y la parte de atrás de la casa; pequeños pinos creciendo a la mitad del jardín; y en el extremo más alejado del jardín, detrás del cobertizo, varias enormes plantas, que eran tan altas que pasaban el techo del segundo piso de la casa.
—Qué cansancio —Dijo Erika mientras cortaba algunos tallos.
—Sí, hay que parar un poco, ¿No? —Le añadió Sofía.
—Tienen razón. Esas malditas plantas nos hicieron perder mucho tiempo. Erika, cuando terminemos te permitiré quemar todo esto.
—Lo iba a hacer de cualquier forma —Le contestó Erika.
El cielo lentamente había comenzado a cambiar de color, pasando de un tono azulado a una fusión entre rosa, rojo y azul, como si este estuviese en llamas. Gotas de sudor corrían por las mejillas de las tres princesas mientras se veían entre ellas. A veces pasaban la manga de su suéter por su frente, llevándose consigo el sudor.
—Entremos a la casa, allí nos refrescaremos un poco —Les dijo Erika.
Las tres dejaron caer las tijeras en el suelo, luego entraron a la casa y se quitaron los suéteres que las cubrían, por excepción de Sofía, quien se lo había quitado antes de empezar a trabajar en el jardín. Vanessa fue al refrigerador, tomó varias botellas de agua y se las repartió a las otras dos princesas, quedándose ella una, luego fue a sentarse a la sala, seguida de las otras dos.
—Estamos haciéndolo bien, ¿No creen? —Les dijo Vanessa mientras le daba un sorbo a su botella. El agua dentro era tan fría que la misma botella había comenzado a sudar.
—Creo que sí. Ahora que quitamos todas esas enormes hierbas se ve un poco más despejado, pero los pequeños pinos serán un problema, no sabemos que tan grandes son sus raíces así que no podremos trasplantarlos —Le dijo Sofía.
—Estuviste leyendo los libros que te di, ¿verdad? —Le preguntó Vanessa curiosa por saber cómo supo eso de los pinos.
—Puede que sí —Respondió Sofía con una pequeña sonrisa.
—Sí lo hizo, estuvo hasta las tres de la mañana leyendo —Le añadió Erika quien bebió de su botella luego de hablar.
—Creí que estabas dormida, lo siento, no quise también dejarte en vela —Se disculpó Sofía.
—Estaba jugando en mi celular, no dormí en toda la noche —Le explicó Erika mientras le mostraba el juego que había jugado toda la noche.
—¿Me hiciste disculparme por nada? —Preguntó Sofía enojada con Erika.
—En realidad fue algo molesto que estuvieses leyendo, quería poner la música en el celular pero no quería distraerte —Le contestó Erika con un tono burlesco.
—¿Estás diciendo que debí disculparme por haber estado leyendo?
—Si lo pones de esa forma, sí. Ahora quiero que te hinques frente a mi y me pidas disculpas.
—A la chingada, no lo voy a hacer. La única forma en que me verás hincada será cuando te haya vencido en ese estúpido juego y esté tirada en el suelo llorando de alegría, mientras tú simplemente sigues tratando de procesar tu derrota —Le contestó Sofía mientras colocaba su botella de agua sobre la pequeña mesa que había frente al sofá.
—Nunca me ganarás —Le sentenció Erika.
—¿De qué tanto hablan? —Preguntó Vanessa muy curiosa.
—Un juego en el que soy mejor que ella pero no puede aceptarlo —Le explicó Erika mientras le daba un último sorbo a su botella de agua antes de dejarla en la mesa.
—Eres mejor ahora, pero sé que pronto te ganaré —Le repitió Sofía.
—Puras mentiras que te dices a ti misma.
—¿Qué juego es? —Preguntó Vanessa interesada.
—Es...

 Mientras Erika y Sofía seguían peleándose, entre palabras le explicaban a Vanessa el juego: era uno de peleas, en donde dos personajes controlados cada uno por una persona diferente tenían que pelear hasta matar al otro. Erika le presumió a Vanessa que ella era de las mejores jugadoras de acuerdo al tablón de jugadores que había en Internet. Sofía continuaba diciendo que algún día Erika perdería contra ella.
—Algún día me gustaría jugar ese juego con ustedes —Les dijo Vanessa.
—Lo harás. Si quieres, cuando terminemos con el jardín nos juntamos en mi casa.
—Sería bueno, aunque estaría contradiciendo lo que le dije a tu padre hace horas.
—No del todo. Esa sería una reunión para jugar, así que sería completamente diferente de lo que hacemos.
—Oigan, les tengo una pregunta. ¿Podría comprar esta casa para nosotras? —Les preguntó Erika, la forma en que se los preguntó fue algo extraño, se veía tímida, avergonzada, y se escondía detrás de un cojín, cojín que abrazaba con fuerza...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja un comentario con tu opinión acerca de lo que leíste ;)