10 dic 2014

Ruta 52. Personaje: "El pianista"

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Historia: Ruta 52
Personaje: "El pianista"


   Creer que la fortuna, la fama, y la felicidad son parte de la vida de todos es algo absurdo y estúpido
Sí, hay personas a las que les pasa, pero, no es tan común que ocurra.
Por ejemplo, yo.
Tengo un talento: puedo tocar el piano como nunca antes lo había hecho.
Tengo fama: Soy reconocido por varias escuelas de música y además tengo conciertos en teatros y lugares públicos patrocinados por gente con dinero.
Tengo dinero gracias a todos los eventos en los que he participado.
Pero, no tengo felicidad.
No tengo familia, ni novia, o esposa, y mucho menos hijos.
Lo único que tengo es mi piano, y mi amigo.
El dinero realmente no me importa, ya que no sirve de mucho si lo que quieres ya lo tienes.
Pero, a pesar de ello, sigo sin tener felicidad.
Tengo lo que quiero, menos la felicidad...
Y miren a mi amigo.
Un guitarrista en ascenso, quien toca en una banda y de vez en cuando conmigo en bares y tabernas, además de fiestas culturales y reuniones con amistades.
Tiene dos trabajos, uno de medio tiempo en una cafetería como mesero, y otro de contacto telefónico a una empresa de soporte a computadoras.
Dos trabajos que apenas le dan suficiente dinero como para poder pagar la renta de su departamento, la comida de sus tres gatos y su propia comida, dejándolo con poco dinero, y tiempo, para sus fiestas y reuniones con sus amigos.
Tiene familia, una novia con la cual se va a casar, y amigos a donde quiera que va.
Pero, a pesar de eso, él no es feliz.
Y entiendo bien que el dinero no da la felicidad, no puede comprar sonrisas, pero, aún así, aún si entiendo eso, simplemente no tiene sentido que, a pesar de que no le doy mucha importancia al mismo, simplemente no logro encontrar la felicidad.
El dinero nunca ha sido de importancia, llega y se va.
Pero, a pesar de que nunca fue mi prioridad, para él si lo fue.
Nunca tuvo el dinero como yo lo tuve, y la falta del mismo fue lo que no le permitió tener la felicidad que él tanto deseaba.
Yo, con dinero y sin nadie, él sin dinero y con todos a su alrededor.
¿Celos?
Sí.
¿Envidia?
Sí.
Pero, a pesar de sentir celos, de envidiar su situación, había algo, ninguno de los dos era feliz.
Y me hice creer por mucho tiempo que no necesitábamos aquello que buscábamos, porque ya lo teníamos, él podía darme lo que buscaba, y yo lo que él buscaba... y creí que así sería suficiente, creí que así podríamos ser felices... pero no duró por mucho tiempo esa mentira.

    Solíamos subir a un autobús, yo varios minutos antes que él, y siempre le guardaba un asiento para dejar que se sentara a un lado mío.
Siempre habíamos hecho eso, desde, tal vez, que estábamos en la secundaria.
“Amigos por siempre” Así lo prometimos, y así seguimos hasta la fecha.
Cuando yo no me subía antes que él, siempre me dejaba un asiento a su lado, y no había día en donde no hiciéramos eso el uno por el otro.
Un día, de la nada, él decidió desenfundar su guitarra acústica, y, mientras estábamos en el autobús él comenzó a tocar.
Podía notar lo incómodo que era para él tocar estando sentado; podía ver como intentaba no golpearme con la cabeza de la guitarra y como evitaba golpear a la gente en el pasillo.
Pero, a pesar de lo incómodo que se veía, su forma de tocar era la misma.

    La gente comenzó a animarlo, era, algo que siempre veía que ocurría.
En los parques, en plazas públicas, incluso caminando por la calle, él siempre recibía el apoyo de la gente que lo escuchaba tocar.
Y aunque yo no podía hacer lo mismo por el hecho de que yo tocaba el piano, y por su puesto que no iba a andar por allí cargando con un teclado o empujando un enorme piano con pequeñas ruedas en sus patas, cuando tocaba en centros culturales, en teatros o en escenarios, la gente siempre me aclamaba.
Ambos eramos genios en cuestión de la música. Yo con el piano y el teclado, y él con instrumentos de cuerda.
Siempre nos aclamaban fuese donde fuese que tocáramos.
Era... era algo tan reconfortante. Yo, por mi cuenta, eso, eso realmente era lo que me importaba, y realmente, eso no era del todo cierto. Yo estaba allí por el hecho de tocar música, el hecho de poder deleitar a las personas con mis melodías y mi forma de tocar.
Y eso, eso era lo que realmente me importaba.
Tal vez no me hacía feliz, pero, al menos tenía algo que hacer, algo que me gustaba, y que era lo único que me permitía seguir en el mundo.

    Él siguió tocando hasta el final de nuestro viaje, y cuando terminamos la gente le aplaudió.
¿A dónde íbamos? A un centro cultural, él quería entrar a un concurso de talentos, y me había invitado a mí a ir a verlo tocar.
No era algo que usualmente hiciéramos, casi siempre tocábamos al lado del otro, así que, no sabía como sentirme cuando me pidió verlo en lugar de estar tocando con él.
Cuando llegamos a donde sería el evento, había un gran número de personas haciendo fila, ellos iban a ir a ver el concurso, y mientras tanto, había otras cuantas personas que no tenían que esperar, y como si fuesen importantes las dejaban entrar: Los participantes.
Entramos por la misma puerta por la que estaban entrando ellos, y gracias a que iba con él pude entrar antes que todos los demás que estaban esperando haciendo fila en la entrada principal.
Cuando llegamos a donde se estaban registrando los participantes, nos encontramos con una gran variedad de personas, que vestían desde ropa de civil, hasta uniformes y prendas extravagantes, como disfraces.
Las cosas que algunos hacían era muy común verlas en concursos de talentos, pero, a pesar de ser comunes, no evitaban que uno se asombrase al verlas: alguien jalando unos enormes cubos de concreto por el suelo; una mujer quien podía encender focos con las manos, y que además luego se los comía; un par de magos haciendo trucos, uno cortando a la mitad a un niño, y otro cortándole la cabeza a una mujer; varios danzarines de baile exótico, trepando por enormes telas sujetas al techo... Un show de gente extraña.

    Mientras él se registraba, vi pasar a un par de músicos, quienes llevaban un violín y un violonchelo, no le quise decir para no desanimarlo, y seguí mirándolos mientras desaparecían detrás de un telón azul.
“-¿Reñido, verdad?
“-Algo.”

    Él se dio la vuelta y continuó mirando al resto de los participantes.
Sí, iba a ser muy reñido, más de lo que yo le había dicho que sería.
Y su habilidad en la guitarra no sería suficiente como para poder hacerlo ganar. Digo, una sola persona haciendo una sola cosa no gana muchos puntos en un concurso como este, no si no incluye fuego o algún animal haciendo trucos.
En ese momento, aprovechando que estaba distraído, comencé a buscar a alguien que llevase un teclado, incluso me adentré en el edificio buscando la sala de música en busca de un piano o teclado que pudiese usar, y para mi suerte, unos de los participantes llevaba uno. Su acto sería un poco después del de mi amigo, así que con mucho gusto decidió prestármelo.
Fui con el hombre que había estado tomando los nombres de los participantes, y, con él a mi lado le pregunté si podía participar junto con el como un dueto.
“-¿Hablas en serio?” - No parecía muy contento con la idea que se me había ocurrido, y mucho menos al haber hecho eso sin si quiera haberle preguntado - “¿Tanta esperanza tienes en mí que no crees que pueda ganar sin tu ayuda?”
“-No, no es así. Es solo que, dejarte toda la diversión para ti solo no me parece bien. Puedo participar por mi propia cuenta si quieres, o quedarme sentado allí viéndote a lo lejos. Pero, ¿no me digas que no me extrañarías de no tocar contigo allí arriba?”
“-Pues, sí, pero... Es solo que quiero ganar esto, quiero hacerlo.”
“-Y lo harás, y no te preocupes, no te quitaré nada, quien habrá ganado habrá sido y no yo.”
“-Habremos sido los dos, no te hagas menos que no lo eres.”

    Y así, él le dijo al hombre que me agregase a la lista, escribió mi nombre a un lado del de él, y con eso, solo nos quedó esperar a que el concurso comenzase.

    Pasó casi media hora, la gente frente al escenario ya se había desesperado, y comenzaba a gritar alentando a los participantes a que comenzasen a salir de una vez.
Él afinaba su guitarra, y mientras tanto, yo configuraba el teclado para que estuviese bien para la tocada.
La canción que haríamos era una que ambos habíamos compuesto hace un par de años, la misma canción por la cual los dos nos volvimos amigos en primer lugar.
Si bien nunca le escribimos una letra, la melodía era suficiente como para poder llenarnos de sentimientos y a aquellos que la escuchasen.
No tenía bien clara la idea de si ganaríamos o no el concurso, y fuese como fuese, estaba preparado para después ir a tomar junto con él y varios de sus amigos a una fiesta que estos habían organizado.
Y por fin, el anunciador comenzó a hablar, el edificio se llenó de aplausos y de los gritos de las personas.
Con esto, el primer participante pasó al escenario.

    Uno por uno, todos en la habitación en donde nos encontrábamos iban desapareciendo detrás de un telón azul, pasaban varios minutos mientras los presentaban, mostraban su acto, y los despedían, luego de eso regresaban y se reunían de vuelta con nosotros.
Se repitió una y otra vez, llegaban con sonrisas, gritando de emoción, algunos saltando, unos cuantos tristes porque cometieron algún error durante su acto, pero al final, todos regresaban.
Y llegó nuestro turno.
Él tomó su guitarra con una mano y la funda de la misma con la otra; yo coloqué el teclado entre mi antebrazo y el costado de mi cuerpo, y con la otra mano tomé la base del mismo.
Él salió primero, desapareciendo detrás del telón azul, e instantes después hice lo mismo.

    Un enorme escenario colocado al fondo de una enorme habitación, una sala que tenía cientos de asientos con cientos de personas sentadas, que miraban con mucha atención lo que ocurría sobre el escenario.
Justo frente a nosotros, había un par de mesas con dos largos manteles blancos: la mesa de los jueces. Y detrás de ellas, esas personas que definirían al ganador del concurso.
Era un lugar pequeño en comparación a los teatros en donde había tocado, incluso a las plazas en donde había hecho presentaciones.
Espacio como para quinientas personas, pilares blancos rodeando la habitación y un par de ellos separando el pasillo en dos.
Murales con distintos estilos y representaciones, algunos mostrando la naturaleza y otro a la muerte, resaltando entre los demás que eran de colores llamativos y claros.
En el segundo piso, que tenía una malla de acero rodeando el pasillo, tenía unas cuantas lámparas de luces de colores distintos apuntando al escenario.
Todo eso, ese contraste entre lo nuevo, lo viejo, lo bonito y lo trágico, hacían que, ese lugar, a pesar de ser pequeño, de no tener mucho espacio y no ser tan imponente como otros lugares, hacían de este lugar el mejor de todos en los que había estado.

    Cuando dejé de pensar en todo alrededor de mí, que realmente no fueron más que unos instantes los que me perdí en mi mente, caminé hacia él, me coloqué a su lado colocando el teclado en su base y sentándome en una pequeña silla de madera; él se sentó en otra silla, colocó la guitarra entre sus manos, y se preparó a tocar.
Mis dedos comenzaron a deslizarse por las teclas, y tan pronto comencé yo a tocar él lo hizo.

    Una hermosa melodía, que no solo nosotros apreciábamos mientras tocábamos, si no que todos los presentes lo hacían.
Se podía ver en sus rostros lo mucho que estaban disfrutando de nuestro acto, algunos incluso cerrando sus ojos para poder disfrutar aún más.

    Mis dedos se deslizaban por las teclas como siempre lo habían hecho, con cada toque soltando al aire un pequeño fragmento de aquella melodía.
Llegó un punto en donde cerré los ojos, disfrutando y siendo envuelto por nuestra propia música, pero, cuando abrí los ojos y lo miré a él, no pude ver una sonrisa, tampoco tenía los ojos cerrados, era un rostro serio, una mirada que no expresaba gusto alguno por la canción que tocaba, no importando si quiera que fuese una canción sobre su amistad conmigo y además de que yo estuviese tocándola junto con él.
No importaba cuanta emoción la canción mostrase, él no parecía ser afectado por ella.
Era algo que, mientras era la presentación no quise darle importancia, pero que sí tendría que hacerlo una vez que termináramos.

    Con un último sonido de una de las cuerdas de su guitarra, nuestra presentación terminó, y al instante, todos en la habitación se alzaron de sus sillas y comenzaron a aplaudir, encantados y fascinados por nuestra presentación.
Sus aplausos hacían que mi cuerpo se estremeciese; Sabía bien que nunca lograría acostumbrarme a ellos, y que siempre me sentiría increíblemente emocionado, algo nervioso, y encantado al final de cada una de mis presentaciones.
Pero, cuando lo miré a él, no pude ver ninguna de esas emociones en su rostro, estaba serio, igual que durante la presentación. Había algo que realmente le afectaba.

    Los jueces nos aplaudieron, nos elogiaron y dieron su veredicto para luego volver a sentarse en sus sillas y pedir que los siguientes participantes pasaran a mostrar su acto.
Cuando regresamos a la habitación con el resto, nos aplaudieron y nos dieron palmadas en la espalda mientras caminábamos hacia nuestros asientos, habían quedado fascinados por completo.
Realmente, realmente era como todo el mundo nos decía: eramos unos prodigios en la música.
Cuando le fui a regresar el teclado al chico que me lo había prestado, este me dio la mano, me abrazó, y se rió nerviosamente.
“-Vagamente te reconocía, pero ahora sé que sí, realmente lo eres, eres él...”

    Sus palabras me agarraron completamente desprevenido, no supe qué decirle. Un admirador, alguien quien sabía de mí, de mis habilidades... no hice más que reírme con él, hablando de lo halagado que estaba, y de como nunca lograría pagarle el hecho de que me prestase su teclado.
Él simplemente dijo: “Con el hecho de que tú lo hayas tocado tengo suficiente.”
Realmente, realmente nunca llegaría a acostumbrarme a que esas cosas ocurriesen.

    Regresé junto a él, me senté a su lado, y lo miré.
“-¿Pasa algo?”
“-¿Porqué preguntas?
“-Te vi algo serio durante la presentación, como si algo te aquejara.”
“-No es nada, en serio.”

    Quise continuar hablando con él, pero, él alejó la mirada y se perdió en su celular, yo solo me quedé mirando en su dirección, llenando mi cabeza con pensamientos acerca de lo que lo aquejaba, la razón por la cual estaba como estaba, y si había otra forma de compensarlo.

    El final del evento llegó, llamaron a todos los participantes al escenario, y poniéndonos a nosotros dos hasta atrás los jueces anunciaron al ganador:
Nosotros.
El publicó aplaudió al igual que los demás participantes mientras los dos salíamos de entre los participantes y caminábamos al frente del escenario, en donde nos esperaba el juez principal con un trofeo y un cheque por una significativa cantidad de dinero.
“-Lo hicieron muy bien. Y sabes, no creas que por él ganaste, sabemos quien es. Fuiste tú la razón por la cual ganaron. Esa melodía, fue maravillosa, y aunque él no hubiese estado contigo habría sonado igual de fantástica. Realmente te mereces este premio, y no creas que solo porque estás con él significa que tienes un potencial, nosotros te lo decimos ahora: como vas, en un año o menos podrás llegar al mismo nivel en el que él se encuentra.”
   
    Esas palabras me llenaron de felicidad, felicidad que creí que él también sentiría, pero, que cuando lo miré al rostro, simplemente no vi nada.
“-Gracias. Lo haré.”
    Y con esas tres palabras él se despidió, agradeció, y salió del escenario.

    Algo realmente lo afectaba, y a pesar de que intenté animarlo durante el resto de la tarde, nada pareció funcionar.
Me decía que todo estaba bien, que no había nada malo, pero sabía que no era así, y aunque le pedía que me dijese la razón del estado en el que se encontraba, simplemente me decía que no era nada y buscaba cambiar de tema.
Me hacía sentir mal, e incluso, el hecho de que no confiase en mi para decirme lo que le pasaba me bajó un poco el ánimo.
Esperaba que la fiesta con sus amigos lo pusiera mejor.

    Cerveza, música country, jazz y algo de rock; billar y karaoke.
No teníamos nada más qué pedir para hacer de aquella pequeña fiesta algo mejor.
Él parecía haberse puesto un poco mejor al estar con sus amigos y su novia, todos disfrutando del ambiente.
Seguía sin entender el porqué no me había querido decir lo que le pasaba, tal vez era algo muy personal, tenía que ver con sus amigos o con su pareja... o lo peor, conmigo.
Y realmente, me decepcionó mucho el hecho de que, aún si hubiese sido un problema que tenía conmigo, no había querido decírmelo, digo, somos amigos desde hace tanto tiempo, y siempre nos habíamos contado todo, incluso cuando nos molestaba lo que el otro hacía o decía, pero, esta vez, esta vez decidió guardárselo todo.
Eso me llenó la mente por el resto de la noche, por lo que no pude disfrutar mucho de lo que ocurría, aunque, ni si quiera había sido una fiesta que tenía relación conmigo, era una fiesta entre sus amigos y él, y a mí me había invitado a última hora... así que realmente no veía el problema de no haber disfrutado de la noche.

    Los días siguientes fueron malos para los dos.
Terminé decaído, a punto de tener un episodio, de terminar rompiéndome emocionalmente, y todo justo en el día de mi gran presentación.
Para él no fue distinto, y por lo que pude ver, aquél problema que lo aquejaba se había agravado.
No sabía realmente qué hacer.
No podía cancelar el evento.
No podía dejarlo abajo,
Cuando le pregunté si quería ir a verme, me dijo que no.
Fue un golpe duro cuando dijo eso, pero, sabía que el problema por el que pasaba era muy grande, y por eso no podía distraerse con trivialidades como ir a una presentación de su amigo, pero, aún así, el hecho de que en ningún momento decidiese hablarme y contarme sobre lo que le pasaba me lastimó aún más, y terminó llevándome al borde.
A horas de la presentación planeaba mi suicidio.

    Sentado en una silla en mi camerino, veía una botella llena de píldoras para dormir, y a un lado, una botella de whisky.
¿Qué seguía haciendo?
¿Qué había evitado tantas veces el que terminase quitándome la vida?
¿Acaso era el poder continuar haciendo música?
¿Era el poder de hacer a la gente que me escuchaba feliz?
Pero, si ni si quiera podía hacer feliz a mi amigo, si ni siquiera podía hacerme feliz a mí mismo, ¿acaso realmente podía hacer feliz a las personas con mi música, o es que me había estado mintiendo durante todo este tiempo?
Al final, decidí que, si no podía mejorar, si no podía hacer sonreír a alguien, a al menos una persona, esa misma noche terminaría mi vida.

    Salí del camerino habiendo guardado las pastillas en mi mochila, ya estaba vestido con un elegante traje, y solo me quedó esperar a que se anunciara mi entrada.
Mi presentación iba a constar de varias canciones que yo había hecho, una de ellas siendo apoyada por la voz de otra prodigio, una chica quien había conocido durante un evento, y que terminó volviéndose mi cantante acompañante.
Había durante un tiempo pensado en salir con ella, ya que, me gustaba, pero, me enteré por ella una noche que era lesbiana, así que no pasamos de ser amigos.
Triste, pero al menos la tenía como apoyo para noches como esta.
Cuando me paré a un lado del pasillo por donde pasaría al escenario, me la encontré, la saludé, y charlamos mientras hacían los últimos preparativos para la presentación.
“-Te ves cansado, ¿has estado muy agitado verdad?” - Dijo ella, dándose cuenta de que pasaba por un mal momento.
“-Algo. Hace unos días tuve una presentación sorpresa con mi amigo.”
“-Sí, escuché de ello. Estuviste en un concurso de talentos junto con un chico, ganaron. Hasta salió en el periódico: “Bajo las alas del ave: Nuevo prodigio musical encontrado por la actual estrella.”
“-Hacen que todo se vea tan exagerado. Ese chico es mi amigo, amigo desde la secundaria.”
“-Claro, ya me habías hablado de él antes, pero nunca me habías dicho de lo bueno que era.”
“-¿Acaso alguna vez te he dicho lo bueno que soy?”
“-No, nunca... Ahora que lo pienso, lo has elogiado más a él o a mí que lo que te has elogiado a ti durante todo este tiempo.”
“-Es normal.”
“-No lo es. Date al menos un poco de crédito. Eres famoso, eres un genio musical. Yo no podría tocar el piano o el teclado como tú lo haces. Imposible. Tampoco sería capaz de poder escribir esas melodías tan hermosas que haz hecho y tocado. Apenas puedo cantar y escribir la letra de canciones. Tú, tú estas a otro nivel. Puedes hacer eso y mucho más.”
“-No es cierto...”
“-Claro que sí. Tu música hace feliz a todos quienes la escuchan...”
“-¿Hablas en serio?”
“-Sí. Sabes que nunca te mentiría, sabes que nunca te diría algo como esto de no ser verdad. Eres increíble, eres un genio, y mereces todo lo que tienes y más...”
“-Hey, hubo un cambio en tu presentación. Este es tu nuevo repertorio.”
    Un hombre nos interrumpió, se acercó a mí, y me mostró una hoja con las canciones que estaría tocando... Eran las mismas, en el mismo orden, todas, todas excepto la última.
“-Espera, esta canción ni si quiera es mía.”
“-Al parecer la tocaste en un evento público, la gente la amó, así que queremos que la vuelvas a tocar el día de hoy como la canción de cierre.”
“-Pero ni si quiera es mía.”
“-Nadie la ha tomado como suya, así que puedes tomarte la molestia de adoptarla.”
    Quise negarme, pero, antes de hacerlo él se fue, dejándome de nuevo a solas con ella.
“-Rayos. Que maldito.” - Dijo ella mirando en la dirección en la que él se había ido.
“-La canción es la de mi amigo. No puedo simplemente tocarla.”
“-¿Qué harás?”
“-No lo sé, ya me las arreglaré. Tal vez toque la canción original, o haga un escándalo, pero simplemente no la tocaré ya que no es mía.”

    Justo cuando le dije esto, el presentador comenzó a hablar. Esperé a que dijese mi nombre, a que me presentase al auditorio, ya que esa era mi señal para salir.
Miré hacia el escenario haciendo a un lado el telón, y en el centro de este logré ver un enorme piano negro. Ese era el piano en donde tocaría.
Esperé impaciente, con ella detrás de mí intentando calmarme al decir chistes.
Cuando dijo mi nombre, una gota de sudor corrió por mi frente, de inmediato la limpié con la manga de mi saco y salí por al escenario siendo levemente empujado por ella.
Cientos de aplausos se escucharon llenar el auditorio entero, y cuando miré hacia donde venían estos me encontré con tal vez dos mil personas, sentadas en asientos a lo largo de un piso y un balcón.
Era la presentación más grande que había hecho, y sería la más importante: Definiría si continuaba viviendo o no.

    Comencé a tocar.
Mis melodías al principio fueron solo mías, solo el piano se escuchaba, pero, conforme el repertorio avanzaba nuevos instrumentos fueron siendo añadidos. Arpas, trompetas, violines, cientos de instrumentos se unieron, pero no cubriendo las notas del instrumento principal: el piano.
Parecía más una orquesta, pero, sabía bien que no era así, solo eran instrumentos  de apoyo, que acompañaban al piano, quien era el centro de atención.

    Todas las melodías tocadas eran mías, y el hecho de que otros músicos la tocasen, no importando que fuese únicamente para poder darle más sabor a la presentación, me hacía sentir alagado. De no haber sido por ella, quien decidió hablarme y hacerme ver la realidad acerca de mis habilidades en la música, realmente no me habría llegado a sentir así por ese pequeño suceso.

    La canción en donde ella cantaba comenzó, su increíble e impotente voz llenó el auditorio y cautivó a todos, incluso a mí, quien terminé perdido en su voz.
Realmente no sabía porque la gente tendía a hacerse menos estando conmigo, tal vez, tal vez era realmente cierto y era mejor que ellos, pero, como ser humano, realmente todos ellos me ganaban.
Ella por ejemplo, logró animarme cuando nadie más pudo, y logró hacerme ver una realidad de la que nunca había pensado.
Cierto, tal vez no era el mejor ser humano para mí mismo, pero, para otros tal vez sí lo era. Lo mismo con la música. Ellos no se sentían los mejores, pero para algunos otros, sí lo eran.
El público la alabó y gritó  por ella al final de la canción, y con eso, con eso supe que, no era el único quien tenía un gran pañuelo cubriéndole los ojos, ella tampoco sabía que era increíble en lo que hacía, como yo, quien aún lo dudaba...
Ella salió del escenario, y yo continué, tocando con más energías que antes habiendo visto la verdad.

    Había pasado ya casi dos horas, y yo seguía tocando como si tan solo unos cuantos minutos hubiesen pasado, pero, aún así, lo sabía: el final de la presentación se acercaba.
La penúltima canción llegó a su fin, y cuando lo hice, me levanté y caminé al centro del escenario.
“-Lamentablemente, ha habido un problema. La última melodía que se tenía planeada ser tocada no podrá ser presentada.”
“-No puedes hacer eso, no a tu querido público.” - Intentó hacerme sentir culpa el presentador.
“-No puedo hacerlo, y menos sin la persona quien la hizo.” - Le finalicé.
“-¿Acaso conoces a esa persona, podrías pedirle permiso para poder tocar esa hermosa melodía?
“-Sí, lo conozco, es mi mejor amigo. Y, lamentablemente no está aquí. Lo dejé estar sin mi un par de días, porque sé lo molesto que llego a ser con las personas... realmente me ha impresionado cuando llegó a cumplir casi quince años sin separarse de mí... un verdadero amigo.”
“-Si no está aquí, es una lástima, pero, estoy seguro que tocarás algo igual de maravilloso que...”
“-¡Esperen!” - Alguien gritó, interrumpiendo al presentador. Todos miraron hacia una misma dirección, incluyéndome. En una de las filas, en un asiento a la orilla de uno de los pasillos, se encontraba alguien parado: Él, mi mejor amigo - “Te doy el permiso de que la toques. Te doy el permiso de que toques esa melodía.”
“-Ya lo ha dicho. Te ha dado el permiso de que deleites a todos con esas hermosas notas.”
“-No. ¡No lo haré, no sin ti!” - Todos se asombraron con mi respuesta, incluyendo al anunciador - “No la tocaré sin ti”

    Me giré al anunciador, y le pedí que fuese a traer una guitarra y una silla para él, y una vez que se encaminó hacia el pasillo que daba detrás del escenario yo bajé corriendo del escenario en la dirección de él.
La gente me miraba fascinado, algunos queriendo que les agarrase las manos y los saludase. No me molestó hacerlo, pero, realmente quería llegar con él.
Mientras corría, solo vi como él salió al pasillo y comenzó a caminar hacia mí, y, cuando nos topamos, salté y lo abracé, haciendo que el público se emocionase.
“-No te esperaba ver aquí.”
“-No esperaba que dijeses cosas tan buenas de mí.”
“-Sabes que siempre lo he hecho, porque así de importante eres.”
“-Ya callate.”
“-Cierto, vamos, tenemos que tocar.” - Lo intenté jalar, pero, él no se movió, se quedó parado en donde estaba, alguien incluso diría que paralizado.
“-Es tú presentación, debes de tocar solo.”
“-Es tú canción, debes de tocarla tú. Si no la tocas, entonces yo no la tocaré.”
“-No es justo.”
“-No fue justo que me metiese en tu concurso. Así que me gustaría que me pagases con la misma moneda al meterte en mi presentación.”
“-Pero no será lo mismo, y de hecho, la arruinaré.”
“-No, no lo harás, porque eres mucho mejor que yo. Además, no creo posible que se pueda tocar una melodía que requiere de una guitarra y un piano si solo el piano está presente. Y quien más para tocar la guitarra que el mismo autor de la canción. Vamos, será divertido.”
“-Pero...”
“-Mira, están llevando la guitarra al escenario. Esta canción, no, tú canción, será el éxito que te lanzará a donde haz querido estar por tanto tiempo. Y será un honor poder tocar junto con el nuevo genio musical.”
“-No digas tonterías. Soy tu amigo, así que no debes de decir esas cosas.”
“-Y yo soy el tuyo, así que no deberías de sentirte de la misma forma hacía mí. Así que, te lo pido, por favor, toca conmigo, como amigo.”

    El mismo presentador había comenzado a alentarlo, y también las personas que se encontraban cerca de nosotros, él, al final, con una sonrisa y dándome la mano, aceptó.
“-Hagamos de esto tú mejor presentación.” - Me dijo él, sujetando mi mano y mirándome a los ojos.
“-Corrección. “Nuestra” mejor presentación – Le dije.

    Ambos corrimos hacia el escenario, él detrás de mí, yo fui a sentarme frente al piano, y él a un lado de mí, sujetando la guitarra en sus manos.
“-Y he aquí, la última melodía de la noche: Como dos gigantes.”

    Y comenzamos a tocar.
Mis ojos se cerraron mientras mis dedos comenzaron a desplazarse por las teclas del piano, soltando al aire bellas notas musicales, fragmentos que se unían entre sí formando una bella melodía.
Él comenzó a tocar, y con cada cuerda que él tocaba notas salían, formaban una melodía por si misma, y esta se unía con la mía, creando algo maravilloso.

    Había llegado a una conclusión al final de cuentas. Mi música realmente podía hacer feliz a la gente, y no específicamente al tocarla, si no por el simple hecho de pensar en ella.
Ella me convenció a mí de lo bueno que era, y la convencí a ella de lo buena que era, y de no haber estado en la posición en la que me encontraba, de genio musical, ella nunca habría aceptado ese hecho.
Y lo mismo va para él.
Vivió durante tanto tiempo bajo mi sombra, sintiéndose menos.
Pero, en este último momento, cuando le pedí que tocase conmigo, creo que logré hacerle ver que no era tan poco como él creía. Que tenía una capacidad igual o superior a la mía. Y en todo sentido eso era verdad.
Era bueno en lo que hacía, pero otros eran buenos en otras cosas. Todos eran mejores que yo en todo lo demás. Y eso era lo que tenía que entender. Solo yo era bueno en lo que hacía, en tocar el piano.

    Cuando abrí mis ojos, lo miré a él, y lo que me encontré me llenó de alegría.
Sus ojos estaban cristalinos, y de estos corrían un par de lágrimas, que rápidamente recorrían sus mejillas y caían por su barbilla.
Veía hacia el público, y mientras lo hacía, una sonrisa se marcaba en su rostro.
No sé qué era realmente lo que lo hacía feliz, no al menos en ese instante, pero, el verlo así, a diferencia de cuando lo vi serio y algo tenso en la presentación del día del concurso, me llenó de gran alegría y satisfacción.
Miré detrás de él, y pude ver a mi vocalista, sonriendo, limpiándose las lágrimas en el telón al agarrar una parte del mismo y pasarla por su rostro.
Me pareció increíble el verla a ella llorando, pero, cuando miré hacia el público, noté que no era solo él o ella quienes lloraban: todos lo hacían.
Lágrimas corrían por los rostros de todos los presentes, incluyendo la del presentador, quien hacía lo posible para que no lo viesen llorar.
No lo podía creer.
Gente, llorando, por nuestra melodía.
Emociones reales, lágrimas verdaderas.
Habían reído, habían sonreído, y se habían relajado antes con mis notas y presentaciones, pero, nunca antes habían llorado, y todo fue gracias a esa hermosa melodía que él y yo formamos juntos.
No lo podía creer.
Y cuando llegó el final de la melodía, cuando la última nota fue lanzada por mi piano, la gente se levantó de sus asientos, aún llorando, pero con sonrisas en sus rostros, y comenzaron a aplaudir.
No pude hacer más que el resto, comencé a llorar.
Había intentado mantener la calma, había intentado no hacerlo, pero, quería hacerlo, realmente quería soltarme ese peso de encima, quería llorar, quería llorar al haber logrado hecho sonreír a alguien con mi música, con nuestra música...

    Del techo, una viga de acero se desprendió, jalando consigo cables y parte de la estructura de acero y madera hacia el escenario.
Las luces que se encontraban sujetas a este parpadearon instantes antes de que la viga se soltase, nadie les prestó atención, no hasta que todo se había venido abajo, aplastando a los dos músicos, quienes instantes antes habían dado la mejor presentación de sus vidas, siendo también la última.

    Los gritos llenaron el auditorio mientras algunos corrían alejándose del escenario para evitar ser aplastados por la estructura que aún continuaba viniéndose abajo; otros cuantos intentando ir a ayudar a los dos músicos quienes yacían debajo de una tonelada de acero y metal; algunos más llamando por teléfono pidiendo asistencia médica, a los bomberos, incluso a la policía, esperando que eso pudiese ayudar en la situación.
Y, aunque todos estaban impactados y horrorizados, incluyendo al presentador quien se había refugiado debajo de las escaleras al escenario, llorando en posición fetal al haber estado frente a los dos músicos cuando fueron aplastados, quien más traumatizado había quedado había sido la amiga del pianista.
Estaba tendida en el suelo, de rodillas, sujetando en sus manos la mano del ya nombrado, llorando y gritando su nombre..."

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