24 may 2015

Objetos frágiles


Una historia corta de "suspenso"; parte de la Saga Experimental que trata pequeñas historias de distintos géneros y con distintos estilos cada uno. que busca establecer un estilo fijo para futuras publicaciones.
Se podría decir que son simples pruebas para ver qué tal salen las cosas.
*Un mejor resumen y más detallado será publicado en un futuro.*


"Aquella anciana que vivía en aquella vieja casa; quien solo salía a comprar alimento al centro comercial, y quien siempre pagaba con monedas y nunca con billetes; quien nunca saludaba, y quien nunca era saludada; quien se la pasaba mirando a través de la ventana de su habitación, sentada sobre su cama, mirando en dirección del pequeño lago que descansaba justo a unos cuantos metros de distancia de donde ella se encontraba; quien colocaba fuego todas las noches en la chimenea, iluminando su sala y su comedor, a pesar de que no pasaba más de unos cuantos segundos ahí; Esa anciana era la misma anciana que se sentaba cada mañana al borde de su cama, miraba por la ventana en dirección al lago, y sonreía cada vez que se encontraba con la superficie cristalina del agua..."




El interior de la casa donde ella habitaba no era muy distinto a como era en el exterior -donde se podía observar que el paso del tiempo golpeó fuertemente a la misma, llenando de agujeros los muros de madera; tumbando ladrillos de la chimenea; quitando todo color de la estructura; y dejando el inmueble en un estado de trance, esperando a que alguien la reparase o a que el tiempo mismo la terminara por derrumbar –, y de hecho, podría decirse que el estado de las cosas dentro de la casa era mucho mejor; con muebles viejos y empolvados; cortinas rasgadas y a punto de caerse; el papel tapiz enmohecido; pero al menos aún utilizables, y con un poco más de tiempo de vida que la casa misma donde se encontraban.
La habitación de la anciana no era muy diferente al resto de la casa; su cama estaba tendida con cobijas y sábanas de color gris, rasgadas y viejas; la base de ésta era de madera, y cada vez que se subía a la misma ésta rechinaba y crujía, como si fuese a explotar; la ventana por donde miraba cada día era un simple marco de madera con una pequeña cortina –que se encontraba igual que todo lo demás en la casa: viejo, rasgado, lleno de polvo, y a punto de desprenderse-, que se encontraba colgando justo sobre la ventana, pero que se encontraba atorada en contra de un clavo que salía del marco, y por esto podía ver la anciana hacia el exterior sin problema alguno; además de esto, había un armario con las bisagras de las puertas botadas, éstas no cerraban, y dejaban el armario siempre abierto; había una pequeña silla de madera ya muy vieja, que únicamente se encontraba haciendo bulto en un rincón de la habitación, donde también se encontraban otros objetos, como una lámpara vieja, una mesita de noche sin patas, un televisor con la pantalla destrozada, y un oso de peluche con la mitad de la cabeza desaparecida, dejando el relleno de algodón regado por todo el suelo.
Pero, aún si ella se la pasaba todo el tiempo en su habitación, y no subía por ninguna razón al segundo piso de la casa, de vez en cuando, en el momento en el que regresaba de hacer las compras, miraba hacia el ventanal que había en el ático, y sonreía, como si hubiese recordado algo.

¿Qué había exactamente en el ático? Primero habría que hablar de lo que había en el segundo piso. Nada.
Sí, no había absolutamente nada en el segundo piso, exceptuando la gruesa capa de polvo que cubría el suelo, y los ladrillos y pedazos de madera que se habían desprendido del ático con el tiempo.
En contraste, lo que se encontraba en el ático era más que polvo y escombros. Ahí se podían encontrar libros a punto de desaparecer, que con cada brisa de viento que corría por el ático disolvían en el viento un poco más de éstos; cajas y cajas de cartón enmohecidas, todas guardando objetos que una vez fueron atesorados en el pasado, y que ahora han sido completamente olvidados y dejados para nunca ser recordados de nuevo; muebles destrozados, algunos por el tiempo mismo que los llevó a sus últimos momentos, y otros más por humanos, que por los motivos que tuviesen decidieron darles fin a su existencia; algunos aparatos electrónicos arrumbados junto con bolsas y bolsas de cosas que habían sido olvidadas, todo esto habiendo sido utilizado más de una vez, y que terminó siendo abandonado como todo lo demás; Un montón de muñecos de felpa, juguetes y otras cosas, todos siendo cosas que una vez pertenecieron a la anciana; cientos y cientos de cosas, todas adornando ése lugar, no haciéndolo ver como el piso debajo de éste, el segundo piso, que se encontraba completamente vacío, y donde ni si quiera el viento soplaba.

Un lugar triste. Un lugar tétrico. Un lugar solitario. Un lugar que guardaba cientos de recuerdos. Un lugar anticuado. Un lugar silencioso. Un lugar malvado…
Así era como los vecinos llamaban a esa casa en donde vivía aquella anciana; así era como todas las personas que alguna vez vieron ese lugar llamaban, que contrastaba con las cientos de viviendas coloridas que se encontraban a su alrededor; Así era como denominaban los jóvenes de la ciudad a aquella casa que era tan popular entre sus comunidades; Así era como los artistas definían ese lugar; así era como todo el mundo llamaba su casa, todos excepto ella.
Para ella era su hogar; para ella era donde había crecido; para ella era su santuario; para ella era el lugar donde vivía; era el lugar donde dormía, comía, y pasaba el tiempo; era el lugar donde todas sus memorias se encontraban; y era el lugar con la mejor posición para poder ver el lago que se encontraba justo detrás de la casa.

Ella estaba sola, no tenía a nadie, y nadie la tenía a ella.
Y ese hecho, el hecho de que una anciana ya con el cabello gris, y que tenía paso de tortuga, vivía en una casa vieja, sin protección y sin cuidado de nadie, hizo que una chica se interesara en ella. Una simple chica, que no destacaba en nada, y que no era importante para nadie, fue quien decidió un día visitar a la anciana, esperando poder lograr algo, no sabía qué, pero esperaba con ansias que algo bueno llegara a salir de eso.

Aquella joven caminó por el terreno que rodeaba la casa, que se encontraba lleno de hierbas secas, y se dirigió a la entrada de ésta, y cuando estuvo parada justo frente al pórtico, temió que, al momento de pisar el primer escalón éste se rompiese y la casa entera se viniese abajo. Pero no fue así. Dio el primer paso, la madera crujió pero no llegó a más, y sabiendo que la casa no se vendría abajo, ella subió los siguientes tres escalones y terminó parada justo frente a una puerta blanca, o que ahora era blanca.
Con mano temblorosa, no del miedo si no de los nervios, cerró su puño y golpeó un par de veces la puerta. Esperaba que la anciana que vivía ahí saliese llevando puesto un camisón, la mirase con una sonrisa, y la recibiese con un abrazo. Nada de eso. El silencio pronto la rodeó, esperó varios minutos antes de volver a tocar, y cuando lo hizo nada fue distinto. La anciana no salió. Aquella sonrisa carismática que tanto deseaba ver y el poder compartir el calor corporal en un abrazo nunca ocurrió, y ella, aquella chica, se quedó parada ahí, esperando.
No pasó mucho tiempo antes de que alguien le cuestionase qué hacía ahí parada frente a la puerta, y cuando ésta contestó que buscaba a la anciana, le contestaron lo que todos le habían dicho antes: “Ella nunca sale mas que para ir de compras, no esperes que te responda la puerta, y mucho menos que te deje entrar a su casa. Así es ella, y nunca va a cambiar.”
Pero ella tenía esperanza, seguía deseando que su visión de lo que iba a ocurrir en cuanto la viese parada ahí frente a su puerta se hiciese realidad. Y el día llegó a su fin, la anciana nunca contestó a su llamado, y la chica regresó a su casa.

Pero al día siguiente, luego de un buen descanso, la chica realizó el mismo ritual que el día anterior, solo que un par de horas antes.
Caminó hasta el pórtico de la casa evadiendo las hierbas en su paso; subió por los escalones del pórtico que rechinaban a cada paso que se daba; y terminó parada frente a la puerta. Dio un gran suspiro, volvió a cerrar su mano temblorosa en un puño, la acercó a la puerta, y tocó tres veces.
Esperó.
Y esperó.
Y luego de haber esperado lo suficiente volvió a tocar.
Y de nuevo volvió a esperar.
Y así siguió durante todo el día, solo deteniéndose para poder llamarla gritándole, o para poder contestar a las preguntas de las personas que paseaban por ahí y que cuestionaban sus intenciones al mantenerse parada frente a la puerta de la casa de aquella anciana. Y la respuesta era siempre la misma: “Espero a la anciana.”
Y la respuesta de los paseantes era, de igual forma, la misma: “Ella nunca sale mas que para ir de compras, no esperes que te responda la puerta, y mucho menos que te deje entrar a su casa. Así es ella.”. Y de vez en cuando añadían: “Pero, si llegara a responder, si llegara a abrir esa puerta y decidiera mostrarse frente a ti, por ninguna cosa toques nada de sus pertenencias. Son objetos frágiles, se pueden romper incluso con el simple hecho de que respires sobre ellos.”
Un comentario extraño, pero no para ella. Sabía perfectamente qué era tener objetos frágiles. Ella tenía en su propiedad un par de figuras de cristal talladas a mano, eran un regalo de su padre. Las cuidaba tanto al grado que las tenía en un armario con puertas de cristal, fijado en contra de la pared, con las puertas cerradas con llave y candado. No podía permitir que en un accidente se viniese abajo el mueble, y mucho menos que cuando sus parientes llegasen de visita éstos decidiesen tocar aquellas figurillas que tanto protegía. Ella entendía perfectamente qué era tener objetos frágiles, y entendía perfectamente las medidas que debían de tomarse para poder protegerlos.

Luego de varios días de haber pasado parada durante horas, desde el amanecer hasta el anochecer, por fin, un día, la puerta se abrió.
Un crujido se escuchó, la perilla giró, y del interior de la casa una nube de polvo salió.
La puerta blanca se comenzó a mover, y una mano delgada y llena de arrugas, con manchas y algunas cicatrices se asomó, agarrando el marco de la puerta buscando apoyo.
Una sonrisa apareció en el rostro de la chica, sus ojos se llenaron de un brillo especial, algo dentro de ella había despertado. Cuando vio los primeros cabellos plateados surgir de la apertura entre la puerta y el muro, ella se emocionó aún más.
Y en el momento en el que vio su rostro –arrugas por doquier, manchas de la edad, un rostro cansado y pálido, con ojeras rodeando sus ojos, y unos cuantos dientes perdidos de su dentadura –, una enorme sonrisa apareció en su rostro, yendo de oreja a oreja, y todo el discurso que había tenido planeado decir terminó desapareciendo de su cabeza. Quiso decir algo, quiso poder hablar, quiso poder reaccionar, quiso poder hacer algo más que sonreír, pero no pudo. Se sintió como una estúpida al tener una sonrisa tan grande en su rostro sin tener nada qué decir, pero, pronto ese sentimiento desapareció al momento en el que la anciana salió por completo de la casa, cerró la puerta detrás de ella, y caminó a un lado de la chica ignorando completamente su presencia.
La sonrisa desapareció y ella se llenó de un sentimiento de decepción, pero, aún así, ella no se quedó así, y corrió detrás de la anciana, quien ya había ganado distancia entre ella y la chica.

Corrió detrás de ella, y cuando la alcanzó de inmediato se puso a su lado y comenzó a caminar junto a ella.
Disculpe…”
Ella no contestó.
Tengo una pregunta que hacerle.”
Siguió sin contestar.
Desde hace varios días había querido hablar con usted, he visto que…”
Y la chica comenzó a hablar. Comenzó a narrarle las razones por las cuales ella había decidido ir a buscarla, cómo es que ella estuvo durante varios días esperando frente a la puerta de la casa, llamándola una y otra vez durante el transcurso del día sin recibir respuesta alguna. Le narró parte de su vida, le narró parte de la vida de sus padres, sus hermanos, sus sobrinos, sus amigos, sus maestros, sus vecinos, incluso sobre sus mascotas y las mascotas de otros; sobre su vida en la escuela, su vida diaria, su vida en su trabajo; sobre sus aficiones recurrentes, sobre lo que le gustaba hacer y lo que más le disgustaba; sobre sus gustos, qué animal prefería, qué comida era su favorita, el clima que más apreciaba, y sobre todas y cada una de las cosas que odiaba.
Todo ésto que le dijo a la anciana fue necesario, al menos para ella, para poder hacerle entender a la mujer la razón por la cual ella había llegado a la conclusión de que debía de hablar con ella. Y tras varios minutos caminando a paso veloz -cosa que le pareció extraña considerando que había visto a la anciana caminar mucho mas lento antes-, por fin ella se calló, la anciana alentó el paso y miró a la chica.
Lo siento, no he escuchado lo que me has dicho muchachita, ¿podrías repetírmelo?”
Y la anciana le contestó, con una voz seca, cansada y algo rasposa, mirando a sus ojos, completamente inconsciente de que la chica le había estado hablando por los últimos veinte minutos.
Y aunque la chica había esperado a que la mujer contestase otra cosa, el si quiera haber podido escucharla hablar le fue suficiente como para poderle regresar la sonrisa que había tenido el momento en el que tocó por primera vez en la puerta de la casa de la anciana. Y, sin esperar más, con todos los ánimos del mundo, ella repitió todo lo que había dicho, desde el hecho del porqué se encontraba siguiéndola, hasta el momento de hablarle de nuevo sobre las cosas que le gustaban y aquellas que odiaba. Y cuando terminó, miró a la anciana a los ojos, quien sonrió.
Eres divertida muchachita.”
La chica solo sonrió. ¿Qué podía responder? Solo una cosa.
¿Por qué no respondió cuando la busqué en su casa? Toqué varias veces durante días y nunca se apareció.”
La anciana se detuvo, ella hizo lo mismo, y ésta la miró directamente a los ojos.
¿Alguna vez te haz ahogado en tus recuerdos?”
La chica no supo responder, así que lo que salió de entre sus labios fue una simple respuesta de dos letras.
No.”
La anciana sonrió y continuó caminando.
Yo tampoco. Pero, he estado pensando qué sería el ahogarse en los recuerdos. ¿Sería, acaso, ahogarse literalmente entre cosas del pasado, cosas que tuviesen algún significado y que te cubriesen de pies a cabeza?, ¿o acaso sería más como en sentido figurado, ya sabes, que tu mente se llenase de recuerdos y no tuvieses la capacidad de poder identificar ni un solo recuerdo...?”
La chica se quedó perpleja ante el comentario de la anciana. Por un instante creyó que era una mujer senil, que se encontraba a un paso de perder la cordura, pero lo que dijo, la dejó sin palabras.
“… No me gustaría ahogarme en recuerdos, ni metafórica ni literalmente hablando. Es por eso que mantengo mis recuerdos en orden.”
Continuó hablando la anciana.
-Qué?- Pensó la chica. ¿Qué se suponía que significaba eso? No lo entendía, no le dio más importancia y continuó caminando al lado de ella, esperando poder, si bien no entender cosa alguna de lo que decía, al menos estar con ella para escuchar lo que tenía qué decir.
Y así siguieron durante un buen rato, caminando por las calles, una diciendo una cosa y la otra respondiendo con otra.

La anciana no tenía idea del porqué la chica la seguía -ya que en el momento en el que ésta le estuvo explicando, ella no había dejado de pensar en los pasteles que vendían en el centro comercial, y cómo es que ella compraría un par para poder comerlos en la semana-, pero, aún si ignoraba la razón del porqué una chica tan curiosa y peculiar la seguía, ella estaba feliz por ello, ya que, por primera vez en mucho tiempo, ella pudo caminar al lado de otra persona, y no solo eso, si no que pudo hablar de nuevo con alguien, hablar de cosas que en el pasado habían sido de interés para sus amistades, y que con el tiempo fueron siendo olvidadas conforme éstas iban alejándose, llegando al punto en donde nunca más escuchó de éstas.
Y mientras tanto, la chica se sorprendía de la fluidez con la que la anciana hablaba, y con la velocidad con la que podía cambiar un argumento lógico y correcto en un batido lleno de palabras incoherentes y sin sentido. Era divertido en un sentido. Extraño de tantas maneras. Y la hacía feliz cada vez que escuchaba la risa casi silenciosa de la anciana, quien se cubría la boca cada vez que reía, como si buscara esconder su sonrisa.
Se había imaginado en un comienzo ser recibida con un abrazo, pero, el hecho de poder acompañarla a hacer las compras, fue extrañamente más satisfactorio que cualquier otra cosa que ella pudiese haber esperado.

Al final de su larga caminata, llegaron al centro comercial, y estando ahí, la anciana miró a la chica.
Así que venías al centro comercial también. Lo hubieses dicho antes, habríamos compartido nuestras listas y habríamos podido ponernos de acuerdo para poder comprar todo juntas… No importa chiquilla, ya estamos aquí.”
La anciana caminó unos pasos, y la chica la siguió, y cuando ésta notó que la chica la seguía -cosa extraña considerando que ni si quiera notó la presencia de ésta cuando se encontraba parada justo frente a ella-, se dio la vuelta y la miró.
Haremos las compras juntas entonces. Pero no se te vaya a ocurrir irte y dejarme toda preocupada, ¿entendiste?”
La chica respondió alzando la cabeza un par de veces, la anciana sonrió, tomó un carrito de supermercado que había aparcado cerca de ambas, y comenzó a empujarlo junto con la ayuda de la chica, quien sujetaba uno de los costados. No tardaron mucho en llegar al interior del centro comercial, y estando adentro, no tardaron mucho en terminar las compras.

Pasteles, varios litros de yogur, servilletas y un par de vajillas nuevas -no muy costosas por su puesto-, eso era lo que al final terminó dentro del carrito. Era extraño, era curioso y muy peculiar los gustos que aquella mujer tenía, pero, considerando que el pastel era de chocolate y vainilla, la chica no tuvo nada más qué decir, ya que, con solo saber eso, sabía que la mujer no estaba tan loca como todos creían, ya que al menos tenía un gusto racional por los pasteles, no como otras personas que ella conocía, que comían pastel de chocolate y coco, u otros sabores extraños. Esas personas sí estaban mal de la cabeza al gustarles algo tan desagradable.
¿Solo comprará eso?”
La chica preguntó, luego de comenzar a colocar los productos frente a la cajera.
El yogur es saludable, y a los gatos les gusta.”
La chica no respondió de vuelta y solo se quedó observando, viendo como la anciana contaba moneda tras moneda, y cómo la cajera sonreía ante la chica.
Disculpe, ¿tengo algo?”
La chica le preguntó a la cajera en cuanto se dio cuenta de que la observaba, a lo que la cajera respondió:
Oh, no, perdóneme. Es solo que, nunca antes la había visto con la señora. Supongo que es su nieta o algo así, ¿no?”
La chica sonrió y soltó una pequeña risa, la cajera continuó sonriendo, esperando haber acertado en su suposición.
No, de hecho, no soy nada de ella.”
Sintió la urgencia de decirle las razones por las cuales ella estaba siguiendo a la anciana, y cuando estuvo por hacerlo, una moneda cayó frente a la cajera, seguida de otro centenar de ellas: se le habían caído de la mano las monedas a la anciana.
Cuanto lo lamento muchachita. Ahorita las levanto y vuelvo a contarlas.”
Dijo la anciana con una expresión preocupada en su rostro.
Contó ciento cincuenta y dos pesos con veinte centavos. El dinero es exacto y no necesita volverlo a contar.”
Contestó la cajera sonriendo a la anciana, quien ya había comenzado a levantar las monedas.
¿En serio? Eres muy inteligente muchachita. Pero, de nuevo, lo lamento.”
La anciana dejó las monedas frente a la cajera, la miró, y le ofreció una rebanada de pastel., que sujetaba con una de sus manos.
Muchas gracias, pero no puedo aceptarlo. El simple hecho de que usted siga siendo nuestra clienta es suficiente.”
La cajera sonrió, esperando recibir el mismo trato por parte de la anciana, quien lo hizo. Sonrió, tomó las bolsas que llevaban dentro sus compras, y comenzó a caminar, alejándose de ella.
Que muchachita tan agradable”
Le dijo la anciana a la chica mientras veía de reojo la rebanada de pastel que estuvo a punto de darle a la cajera.
¿Acaso usted no paga con billetes?”
La chica preguntó, luego de haber pasado unos momentos tratando de descubrir cómo es que le hizo la cajera para saber cuanto dinero la anciana había contado hasta ese momento.
¿Qué es eso?”
La anciana preguntó, curiosa. La chica no se esperaba esa respuesta, así que se quedó en silencio y continuó caminando junto con la anciana, llevando ella varias bolsas.
Por cierto… ¿sus compras solo serán ésto, pastel, yogur, y vajillas?, ¿No cree que le hace falta algo más saludable?”
La chica preguntó mientras observaba la cantidad obscena de cosas que la anciana había comprado, y cuanto de eso era realmente útil para ella.
A los gatos les gusta comer yogur. No pueden comer pastel. O tal vez si. Nunca les he dado pastel, supongo que algún día debo de hacerlo...”
Una respuesta extraña, algo que dejó sin comentarios a la chica, quien decidió guardar silencio durante todo el camino de regreso...

-¿Exactamente qué es lo que quiere ésta jovencita?- Se preguntaba a si misma la anciana mientras iba caminando a un lado de la susodicha.
Era la primera vez en mucho tiempo que había tenido la dicha de poder compartir la acera con alguien más; la primera vez en mucho tiempo que pudo hablar con alguien; la primera vez en mucho tiempo de haber pasado algo de tiempo con otra persona. Era la primera vez de muchas cosas que no habían ocurrido desde hace ya mucho tiempo, y eso la tenía emocionada, no sabía qué esperar, y no sabía qué podía pensar sobre ello.
No había hecho nada distinto, no había razón alguna por la cual la chica deseaba tanto estar a su lado; no había razón obvia como para que estuviese hablando con la chica; no había señal alguna del porqué esa chica se apareció de la nada -De nuevo, ella no había escuchado lo que la chica le había dicho ya dos veces, ya que se había encontrado perdida pensando en los pasteles que terminó por comprar, y cómo es que al llegar a su casa tomaría una rebanada y se la comería con todo el placer del mundo-, tal vez era un familiar, un amigo, alguien cercano; o tal vez era un desconocido, una misteriosa entidad; tal vez un ladrón, tal vez un maleante, tal vez alguien que deseaba hacerle daño; o tal vez, tal vez era alguien como ella, alguien perdido, alguien sin nadie a su lado, alguien solitario en busca de calor humano, alguien que también vivía en una casa a punto de colapsar ubicada justo frente a un lago, y quien se sentaba cada mañana a mirar por la ventana a mirar al horizonte. Fuese quien fuese, a la anciana no le molestaba ni le afectaba en nada la presencia de la chica, o mejor dicho, sí le afectaba, pero para bien, ya que estaba peculiarmente cómoda andando a un lado de la chica.

Y llegaron a la casa, ahí ambas se pararon y se miraron entre sí.
Muchachita, gracias por ayudarme a llevar mis compras. Si gustas puedes pasar a tomar una rebanada de pastel.”
Dijo la anciana, mientras miraba el interior de una de las bolsas, saboreando el pastel que en unos minutos más estaría consumiendo.
No es necesario, muchas gracias.”
La chica contestó, llevando las bolsas que ella cargaba hasta el pórtico, para luego regresar con la anciana.
“No aceptaré un no. Ya compré una rebanada de pastel de más, y no tengo pensado dársela a los gatos. No, no, no.”
La anciana tomó del brazo a la chica y la llevó hasta el pórtico, ahí abrió la puerta e hizo pasar a la chica. Ésta no tuvo ni tiempo de reaccionar, y lo único que pudo hacer antes de ser llevada dentro de la casa fue tomar las bolsas que había dejado momentos antes en el suelo y las llevó consigo. La anciana entró a la casa enseguida que la chica, y detrás de ella cerró la puerta.
“Lamento que no esté arreglado, hace ya mucho que no había tenido visitas.”
Dijo la anciana mientras caminaba hacia la cocina.
La chica solo se quedó parada, observando el interior de la casa, viendo el estado en el que se encontraba, y cómo es que el tiempo realmente había golpeado fuertemente a la casa y todo dentro de ella. Por un momento ella quiso dejar las cosas en el suelo e ir a explorar el lugar, pero de inmediato recordó que la anciana la esperaba en la cocina.
“Éste lugar se ve peligroso, ¿no teme que pueda llegar a caerse?”
La chica dijo, mientras caminaba hacia la cocina, llevando las bolsas consigo.
La verdad, si éste lugar se viene abajo, no importaría.”
La respuesta de la anciana sorprendió a la chica, quien de inmediato decidió responder.
Pero éste lugar es muy viejo, debe de albergar muchos recuerdos invaluables, ¿no?”
Así es, y de igual forma guarda muchas cosas que son irreemplazables. ¿Ves ese reloj que cuelga sobre la chimenea? Era de mi abuelo. Ha dejado de funcionar ya, pero cuando aún se movían las manecillas, era fascinante y muy interesante de ver, podía pasar horas mirándolo.”
La chica miró a la sala, y ahí, justo como la anciana había dicho, descansando justo sobre la chimenea se encontraba un reloj circular. Las manecillas estaban congeladas en el tiempo, y no se movían para nada.
Si es así, ¿cuál es la razón por la cual no repara éste lugar?”
Porque, aun si se derrumba, los recuerdos ya están guardados. Todo puede cambiar, pero los recuerdos nunca se irán.”
¿Y qué hay de sus pertenencias?”
Todos son objetos frágiles, con el simple hecho de que los toque llegan a romperse. No hay forma alguna de poder salvarlos aún si así lo desease.”
La chica se detuvo en el pasillo, a unos cuantos pasos de entrar a la cocina, miró a un lado de ella, y sujetado a un clavo en un muro encontró una pintura de un lago, una luna brillando y el reflejo de ésta en el agua.
¡No toques!”
El grito de la anciana se escuchó venir de la cocina. Sabía perfectamente lo que la chica estaba por hacer, incluso antes de que ésta siquiera lo pensara.
Lo-lo siento.”
La chica dejó de mirar la pintura y por fin entró a la cocina, donde se encontró con la anciana llevando en cada mano un plato de cerámica, y encima de éstos una rebanada de pastel, con una cuchara de plata a un lado.
Vamos a la habitación, ahí podremos comer.”
La anciana salió de la cocina antes que la chica, y avanzó por un pasillo hasta desaparecer detrás de una puerta, la chica la siguió tan pronto como dejó de admirar los viejos muebles que adornaban la cocina.
Todas sus pertenencias… ¿realmente cree que esté bien que se pierdan? Digo, ya lo dijo usted, son recuerdos de su pasado y además...-”
-Sí, está bien que se pierdan. Tengo los recuerdos, y con tenerlos me basta. Claro que hay algunas cosas que son irreemplazables, pero, están bien protegidas, así que no pasará nada aún si a ésta vieja casa la termina por derrumbar el paso del tiempo.”
La chica ya no pudo continuar hablando, ya que la anciana comenzó a balbucear cosas que, al principio eran comprensibles, pero que al final dejaron de tener sentido alguno.
Ella entró en la habitación, y vio a la mujer sentada sobre el borde de su cama, viéndola mover los labios mientras palabras salían de su boca. Frente a ella había una pequeña mesa, en donde los platos de cerámica y las rebanadas de pastel reposaban. La chica notó la ventana que había frente a ellas, y de inmediato reconoció el lago que se dibujaba en el horizonte.
-Es el lago de la pintura…- Se dijo a si misma.
No pudo evitar sonreír al haber descubierto por si misma eso. Tomó asiento a un lado de la mujer, y esperó en silencio a que ésta dejara de balbucear para poder llevarse la primer cucharada de pastel a la boca.
Luego de esperar durante media hora, buscando por fin detener los balbuceos de la mujer, la chica habló.
Me pregunto qué cosas podrían ser más importantes que el reloj que su abuelo dejó en ésta casa, reloj que veía todo el tiempo.”
Muchas cosas querida...”
Contestó de inmediato la anciana quien continuó hablando luego de una corta pausa.
Un recuerdo no es solo la memoria de algo, no es solo un objeto del pasado, si no que es algo del pasado que tuvo alguna relevancia en su momento. Como el primer biberón de un bebé, o su primer zapato, una cicatriz de una cirugía, o una mancha en el suelo luego de un accidente. Y no solo eso, si no que, el valor de un recuerdo es dado por aquél que lo recuerda. Ese reloj lo recuerdo porque todas las mañanas lo veía; mi abuelo lo recordaba porque lo había ganado en una competencia de tiro; mi padre lo recordaba porque le hacía recordar a su padre, quien lo abandonó y nunca regresó. Para mí ese reloj no es importante, pero, en cambio, ésta cama sí lo es, mientras que para mi madre nunca lo fue, y mucho menos para mi abuela. El valor de un recuerdo varía de persona a persona. Tu puedes darle poco valor al hecho de que tengas frente a ti esa rebanada de pastel, pero en mi caso es otro, esa rebanada de pastel marca el día en el que una linda y peculiar muchachita me siguió al centro comercial, me ayudó con mis compras, y regresó conmigo a casa, sin si quiera haberme dicho su nombre.”
La mujer tomó la cuchara con su mano derecha, tomó un poco de betún, y se lo llevó a la boca, dejando una lágrima correr por su mejilla en cuanto saboreó el dulce sabor del chocolate.
“… ¿Ahora entiendes porqué no importa si ésta casa se viene a bajo o no? Aquí crecí, aquí viví, aquí muchas cosas ocurrieron, pero no fueron cosas lo suficientemente valiosas como para poder desearlas recordar durante el resto de mi vida. No son mis memorias de éste lugar lo que querría salvar, si no las memorias de las cosas que ocurrieron en él....”
La chica no pudo responder, y solo se quedó mirando a la anciana, quien continuó llevándose cucharada tras cucharada de pastel a la boca, en cada una de ellas derramando una lágrima.
Sin más qué hacer, la chica le dio las gracias a la anciana por la rebanada de pastel y comenzó a comerlo. En poco tiempo las dos hubieron terminado, y cuando esto ocurrió la anciana miró hacia la ventana.
Si fuese por mí nunca olvidaría éste lugar, ni nada de lo que pasó aquí. Ambas memorias serían igual de importantes… Pero no es algo que yo pueda decidir. Las memorias se van perdiendo; los recuerdos son llevados por el viento y, todos esos momentos que se vivieron van siendo olvidados. Por eso es que si la casa sigue en pie o no me es indiferente. Lo que pasó aquí ya ha sido olvidado casi por completo… tan solo me quedan algunas cosas por recordar… no es mucho, pero, al menos tengo algo de lo que aferrarme...”
La anciana se dijo a si misma mientras observaba la luna alzarse en el horizonte, se dio la vuelta y miró a la chica.
Ya se está siendo algo tarde, creo que es hora de que regreses a casa muchachita.”
Si así lo desea, con gusto me retiraré. Gracias por la rebanada de pastel.”
Gracias a ti muchachita, por haberme ayudado con las compras.”

La chica salió de la casa y comenzó a alejarse de ésta, sin si quiera mirar detrás de ella para poder admirar la vieja y desgastada fachada una última vez, y mientras ella se alejaba a paso apresurado, la anciana volvía a mirar por la ventana, sonriendo una vez más al reflejo de la luna que se formaba en la superficie cristalina del lago.

Esa noche la chica tuvo un sueño bastante extraño.
Estaba en su comedor, sentada en una silla, mirando el televisor, cuando de pronto ésta escuchó un fuerte estruendo venir de una de las habitaciones de la casa.
Ella sujetaba en una de sus manos un oso de felpa, casi de su tamaño, y cuando escuchó el ruido de inmediato se bajó de la silla y comenzó a caminar con el oso, arrastrándolo por el suelo hasta llegar a la habitación.
Estaba parada frente a una puerta, ésta estaba cerrada. Cuando ésta se alzó de puntas y alcanzó la perilla, sintió su mano helada, como si la perilla hubiese estado congelada. Sin más, giró en dirección de las manecillas del reloj la perilla dorada, y con un chasquido la puerta se abrió.
Lentamente ella fue empujando la puerta, esperando encontrar la causa del fuerte estruendo, y, cuando estuvo lo suficientemente abierta como para dejarle meter la cabeza a través de la apertura, una fuerte luz la deslumbró.
Despertó.
No era la primera vez que había soñado con eso, y estaba segura que no sería la última. ¿Qué significaba? No lo sabía. Y cuando trató de encontrar alguna relación de ese sueño con su vida normal, de inmediato el recuerdo de la rebanada de pastel que había tenido el día de ayer le llegó.
El recuerdo de la anciana regresó a ella, y volvió a sus memorias todo lo que hizo el día de ayer junto a ella. No fue tan terrible como había previsto que sería luego de que las cosas habían comenzado con el pie izquierdo. Y aunque las cosas no salieron del todo como lo había planeado, fue suficiente como para poder satisfacer su extraña necesidad de querer pasar un tiempo con la anciana. Y, ese día, buscaría poder hacer lo mismo.

Se levantó de su cama, se vistió, y tan pronto como terminó de beber una taza de café bien caliente salió corriendo de su casa en dirección a la casa de la anciana, cargando con un oso de peluche en sus brazos.

No tardó mucho en llegar, tan solo unos cuantos minutos, y cuando lo hizo, lo primero que hizo fue tirarse en el suelo de madera del pórtico y observar la fachada de la desgastada vivienda.
¿Cómo es que la anciana podía vivir en ese lugar tan lúgubre?
Ella siempre había visto a las ancianas como personas increíblemente pulcras y obsesionadas con la limpieza. Siempre teniendo todas sus figuras de cerámica ordenadas por tamaño, color, o incluso por la fecha de cuando las consiguieron.
Se la pasaban todo el día limpiando la cocina, dejando cada traste reluciente; barriendo y trapeando la casa entera, haciendo que el piso fuese tan brillante que durante la noche solo era necesario encender una luz para iluminar la casa entera.
Que se la pasaban cocinando todas las tardes, de alguna forma u otra preparando enormes cantidades de alimento usando tan solo unos cuantos trastes e utensilios.
Personas obsesionadas con el orden que, por el simple hecho de que el rollo de papel no estuviese viendo en una dirección, éstas se enojaban; personas que gustaban de poder encontrarse con su biblioteca de libros acomodados, y que lanzaban pestes cuando se encontraban con un libro en un lugar donde no debía de estar…
Pero, ésta anciana era completamente distinta a cómo ella las había visto durante toda su vida.
No tenía orden en su casa; no limpiaba y tenía una gruesa capa de polvo cubriendo la gran mayoría de sus pertenencias; no cocinaba; y tampoco lavaba trastes… Cierto, ¿qué le hacía a los trastes? Observó el día anterior cómo había comprado varias vajillas, eso daría a entender que necesitaba nuevos trastes… ¿es que acaso hacia algo con ellos y se volvían inservibles?, ¿o acaso no le gustaba lavar trastes y prefería comprar nuevos?

Miró al cielo, estaba azul, ni una sola nube a la vista, y cuando regresó la mirada a la fachada de la casa, se encontró con que la puerta blanca por donde el día anterior había pasado se encontraba abierta, y justo frente a ésta se encontraba la anciana mirándola, sujetando en una mano un palo de madera, probablemente el de una escoba o un trapeador.
¿Estás muerta querida?”
¿Acaso los muertos hablan?”
La chica contestó, escaneando con la vista el palo de madera que la anciana sujetaba. Era el palo de lo que antes había sido un mechudo, y lo sabía por las marcas de oxido que había en la base de éste, indicando que antes hubo algo ahí sujeto. El palo estaba cubierto de astillas, y al ver las manos de la anciana notó cómo ésta sujetaba la madera justo donde parecía ser el único lugar donde no había astillas; el palo ya era viejo, y lo notaba por cómo la madera había comenzado a cuartearse.
Los muertos a veces hablan… Por ejemplo, ¿acaso nunca recordaste a un familiar que un día murió, acaso no lo escuchaste hablar de nuevo?”
Eso… sí pero… no, no me refería a eso… No importa.”
La chica sabiendo que no tenía argumentos para discutir, se puso de pie y miró a la anciana.
Por cierto, ¿qué pensaba hacer con ese palo?”
¿No es obvio? Si no hubieses contestado, y aunque lo hubieses hecho, si no te hubieses puesto de pie, te habría empujado con él hasta dejarte justo en la acera.”
Qué horrible.”
Una vez mi madre hizo eso. El cartero se desmayó, y cómo no se levantaba, ella utilizó una escoba y lo empujó hasta dejarlo frente a la puerta del vecino de enfrente.”
¿No pensaron en llamar a una ambulancia?”
No lo vimos necesario. El cartero tenía muchas cosas que entregar, así que lo ayudamos empujándolo hasta la siguiente casa donde debía de ir a dejar un par de paquetes. Hicimos bien. El cartero hizo su ruta sin ningún percance –si no se consideraba el hecho de que se desmayó- y fue capaz de entregar todo el correo a todos en el vecindario justo a tiempo.”
La chica no pudo responder. ¿Qué se suponía que podía responder, “¡Oh vaya, qué fascinante, deberíamos de hacerlo alguna vez!”?...
“… Le traje algo, un pequeño obsequio.”
Dijo la chica, esperando poder cambiar de tema. Levantó en sus manos el oso de peluche y se lo enseñó a la anciana, quien sonrió.
Oh, “Fluffy”.”
¿Disculpe?”
Oh nada jovencita. Pasa, pasa, que tengo una rebanada de pastel extra esperando a ser servida.”
¿Me estaba esperando?”
Por supuesto que no-”
La chica se desanimó.
-Pero sabía que ibas a venir.”
La chica, aunque se enojó un poco con la anciana, no le quedó más que sonreír.

Ambas entraron en la casa. La anciana dejó el palo de madera justo a un lado de la puerta, y continuó caminando guiando a la chica hasta la recámara, donde le dio la indicación de sentarse. Desapareció por unos cuantos segundos y regresó con un par de platos de cerámica adornados con flores pintadas a mano, encima de éstos, bien acomodadas justo en el centro, había un par de rebanadas de pastel, con un tenedor de plata justo a un lado de éstas.
La chica no le quitó los ojos de vista a las rebanadas de pastel, y no lo hizo hasta que estuvieron colocadas frente a ella. La anciana habló captando la atención de la chica.
Disfruta de tu pastel. Luego de esto voy a tener qué hacer algo y necesitaré que te quedes aquí y me esperes.”
¿Piensa salir?”
Tan solo por unos cuantos minutos.”
¿Y para qué me necesita aquí?”
¿Acaso tienes otro lugar a donde ir?”
No, la verdad no.”
Entonces, supongo que el que estés aquí es la mejor opción, si no, la única que tienes.”
La chica ya no contestó, esperó a que la anciana tomará el primer bocado de pastel, y luego ella prosiguió, no a comer, si no a devorar el pastel. Se había enamorado de éstos, aún si solo había comido una sola rebanada antes, y cuando acabó, miró a la anciana, quien apenas había tocado su pastel.
El oso de peluche, ¿tu lo compraste, para mi?”
Sí, así es. Creí que estaba muy sola y pues, mi madre una vez tuvo un oso de peluche como éste, me dijo dónde podía comprarlo, y encontré éste.”
Es muy bonito.”
Lo sé, mi madre dijo lo mismo cuando me vio llegar con él a la casa. Que bueno que le ha gustado.”
La anciana lo tomó de las manos de la chica, acarició una de las orejas y lo miró directamente a los ojos de cristal.
Tengo… tengo que ir a hacer lo que te dije que iba a hacer. Si tardo mucho no te preocupes, estaré bien.”
¿Regresará para la comida?”
Eso depende de qué ocurra. Si no regreso para entonces, en el refrigerador hay más pastel. Puedes llevarte un poco si lo deseas.”
Está bien, la esperaré. Si no llega para la comida le habré dejado una nota.”

La anciana salió de la habitación, sus pasos hicieron eco mientras se alejaban, y al final, dejaron de ser audibles.
-¿A dónde iría?- Se preguntó la chica a sí misma. Tan solo la conocía de un día, pero, era extraño que saliese así tan de repente –considerando que había dicho que amaba tanto el pastel y que no había esperado a que fuese a dejar una rebanada completamente sola-. Se puso de pie, miró por la ventana hacia el lago, y se encontró con el reflejo del sol en la superficie cristalina del agua.

Pasaron los minutos, y la chica se quedó parada ahí, justo frente a la ventana, mirando hacia el lago. No tenía idea del porqué, pero, lo que si sabía era que, de esa forma, podía al menos pasar el rato mientras la anciana regresaba de donde hubiese ido.
Pero, aunque pudo pasar más de diez minutos mirando por la ventana, se dio cuenta de que eso no la ayudaría a poder pasar el rato, se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando los trastes donde los había dejado la anciana no sabiendo qué hacer con ellos.
Entró a la sala de estar, y comenzó a mirar a su alrededor. Se preguntó cómo se habría visto ese lugar antes de que el paso del tiempo hubiese arrasado con todo; se preguntó qué clase de recuerdos se habrían formado en aquél sitio; qué clase de personas habían puesto sus pies ahí; cuántas veces fue remodelado; y cuántos nuevos muebles habrían sido acomodados en esa habitación.
Eh hizo lo mismo repitiendo el mismo proceso mental en todas y cada una de las habitaciones del primer piso, recorriendo todo el lugar hasta que estuvo de regreso en la sala de estar. Estando ahí, habiendo logrado pasar un buen tiempo llevando a cabo esa extraña actividad, decidió que, si iba a pasar el tiempo de alguna forma, lo iba a hacer repitiendo esa misma actividad en todas las habitaciones de la casa, incluyendo las del segundo piso, y si podía, el ático

Subió por unas viejas escaleras, que rechinaron a cada paso que ella daba. Sentía como si estas fuesen a caerse en cualquier momento, pero estaba segura que no sería así ya que debajo de estas había un montón de muebles y otras cosas arrumbadas, sirviendo de soporte para los frágiles tablones de madera que conformaban aquella vieja estructura.
Varias veces sintió que la madera se quebraba bajo sus pies, y más de una vez notó como se llenaban de grietas las tablas de madera anunciando que pronto terminarían por romperse. Pero de nuevo, ella sabía que si eso ocurría, fácilmente podría colocar sus pies en otra superficie sólida: los muebles debajo de ella. No había riesgo alguno, excepto de que los muebles y objetos debajo de ella no fuesen lo suficientemente resistentes como para poder soportar su peso, y se terminaran por venir abajo en cuanto ella pusiera un pie encima.
Aunque todo eso era ya pensar de más. Vio la madera cuartearse, varias veces la escuchó crujir, e incluso pudo ver cómo una o dos tablas se partían a la mitad en cuanto ponía un pie encima de ellas, pero nunca, nunca llegó a caerse. Todos esos pensamientos que tuvo de cómo podía simplemente colocar sus pies encima de los muebles, de qué podría hacer en caso de que se viniesen abajo las escaleras, o que pasaría si los muebles no lograran sostenerla, solo aparecieron hasta que estuvo sana y salva parada ya en el suelo del segundo piso, pensando en cómo las cosas pudieron haber salido mal en su trayecto hasta donde se encontraba.
Se dio cuenta de esto, y comenzó a pensar en la razón del porqué había comenzado a pensar en primer lugar en esas situaciones, y se dio cuenta de que había comenzado a pensar en otra cosa, y antes de que volviese a convertirse todo en otra maraña de pensamientos sin sentido, regresó su atención al lugar donde se encontraba. Sus ojos se abrieron sorprendidos, encontrándose con una vista completamente inesperada. Se talló los ojos, no por lo sorprendida que se encontraba, si no por el polvo que le había irritado los ojos.

¿Qué fue lo que la sorprendió y que también la hizo tallarse los ojos?:
Un lugar completamente vacío. Sin ni un mueble a la vista.
Lo único llenando el aire eran las pequeñas partículas de polvo que flotaban, como si estuviesen suspendidas en el tiempo.
El muro que daba al frente de la casa, como era de esperarse, estaba lleno de agujeros, había varias secciones caídas.
Los rayos de luz del atardecer entraban por los pequeños huecos en los muros y paredes que rodeaban el piso, iluminando una gran parte del lugar con una leve luz de tonalidad sepia.
Era un lugar mágico. Un lugar especial en el mejor sentido de la palabra.
Un lugar con el que muchos soñaban. Un lugar que muchos añoraban.
Un lugar tan difícil de encontrar y que ésta chica había logrado descubrir.
Le extrañaba el saber que la anciana no quería tener nada que ver con ese segundo piso de su casa. Era un lugar tan bello, y que estaba seguro que podría ser igual de atractivo que como lo era el lago detrás de la casa, estaba segura que le encantaría verlo a la anciana. Dejó de admirarlo, llevó su mirada a una escalera que subía todavía más, y se encaminó a ella.

Un escalón. Dos escalones. Tres escalones. Cuatro escalones. Cinco… Seis… Siete…
Subió una buena cantidad de escalones, veintitrés para ser exactos, pero ella no recordaba eso. Había perdido la cuenta al llegar a diez escalones luego de que fuese recibida con una profunda oscuridad al momento en el que su cabeza estuvo dentro ya del ático. Comenzó a pensar en cómo podría iluminar la habitación: pensó en hacer un agujero en uno de los muros para dejar entrar la luz; pensó en hacer una pequeña fogata usando la madera vieja y los objetos que se encontrara; pensó en usar en encendedor; pensó en usar una lámpara de mano; pensó en darse la vuelta y no volver a entrar en ese lúgubre lugar…
Pensó en muchas cosas. Y para cuando terminó de subir el último escalón y tuvo sus pies en madera firme, sintió su celular en uno de sus bolsillos de su pantalón, lo sacó, y lo utilizó para poder iluminar su camino.
Había un fuerte olor a humedad. Un fuerte olor a polvo. Un fuerte olor a viejo. Y un fuerte olor a canela.
Sabía que era humedad porque una vez su casa se llenó de goteras y ésta olía exactamente igual.
Sabía que era olor a polvo, ya que cuando sacudía el sofá de su casa y una nube gris salía de éste, siempre, aunque no lo quisiera, aspiraba parte de ésta.
Sabía que era un olor a viejo, porque olía igual que la habitación de su abuela.
Y sabía que algo olía canela ya que era uno de sus sabores favoritos, antes del chocolate pero luego de la vainilla.
Y así como recorrió en ese lugar usando su teléfono celular para poder iluminar su camino, comenzó a usar el mismo para poder localizar el origen de aquél peculiar olor a canela.
¿Qué cosa podría oler a canela?
¿Qué cosa que una anciana podría tener llegaría a emanar ese olor?
¿Qué cosa habría podido mantener ese olor durante tanto tiempo?
¿Qué otra persona tendría ese gusto por la canela como para tener un objeto impregnado con ese olor?
¿Acaso podría quedarse con lo que fuese aquello que tenía tan curioso olor?
¿Podría restregárselo por todo el cuerpo e irse así de la casa, no bañarse, y oler por el resto de su vida a canela?

Y mientras buscaba de dónde provenía aquél olor a canela que la había hipnotizado por completo, terminó encontrándose con un baúl. Un pequeño baúl de madera, de donde por cierto, era de donde salía el olor a canela. De inmediato dejó su teléfono en el suelo, la luz iluminaba directamente su rostro, y mientras su vista se ajustaba a la nueva luz ella buscaba desesperadamente como poder abrir el baúl y poder retirar de su interior aquél objeto bañado en tan peculiar olor.
No estaba segura si quiera si era un objeto que olía a canela, era el baúl mismo el que olía a canela, o había canela ahí dentro.
Y mientras su mente divagaba nuevamente entre las diferentes posibilidades, sus manos recorrían los costados del baúl, buscando un lugar en donde pudiese comenzar a trabajar. Y fue entonces que se encontró con una pequeña placa de metal que sobresalía por completo del resto del diseño del baúl.
De inmediato enterró su uñas debajo de la placa metálica, sintió que debía de poner una increíble fuerza para poder remover la pequeña placa, pero, en cuanto dio el primer jalón la placa botó cayendo al suelo justo frente a las rodillas de ella, quien se encontraba hincada.
Las uñas de ella salieron ilesas, y tan pronto como notó que el baúl podía abrirse, con sus yemas de los dedos empujó la tapa, y dejó que el olor a canela la bañara antes de poder observar el interior del mismo. Para cuando su necesidad fue saciada, levantó su celular del suelo y lo utilizó para iluminar el interior del baúl.
Su primer instinto fue el meter las manos dentro y sacar el primer objeto que se encontrara, pero logró contenerse y se limitó a únicamente mirar, y lo hizo no hasta que se topó con algo bastante peculiar:
Un pequeña figurilla de cristal descansando en medio del baúl.

Metió una de sus manos y alcanzó la pequeña figura, acercó el celular a ella y la iluminó para poder observarla mejor:
Era un pequeño cisne de cristal. Tenía detalles impresionantes, parecía una réplica exacta de un cisne –aunque claro, solo lo decía en referencia a los cisnes que había visto en películas y dibujos y no por experiencia propia, ya que nunca antes había visto un cisne de verdad-. Dejó el teléfono en el suelo y sujetó la figurilla con ambas manos. Miró con gran interés los pequeños detalles que tenía la figurilla. Y entonces, estando a punto de tocar una de las alas y sentir la textura de la misma, recordó algo… recordó como su padre una vez le había regalado una figurilla de cristal de un cisne… un cisne que tenía exactamente los mismos detalles que el que sujetaba en sus manos… Un cisne que, en uno de los ojos, tenía tallada la primer letra del nombre de ella… Y cuando miró al cisne directamente a los ojos, ahí estaba, en un tallado casi imperceptible, la primer letra de su nombre…

La oscuridad la rodeó justo después de que sintiese un fuerte golpe en la cabeza.
Y para cuando regresó en si, se encontraba todavía rodeada de oscuridad.
¿Qué había ocurrido? No recordaba.
¿Acaso alguien la había golpeado? No lo sabía.
¿Qué era aquello que lamía su nariz una y otra vez? No sabía.
Y entonces abrió los ojos, sintiendo algo que la miraba muy de cerca, un gato. Un pequeño gato pinto que se encontraba sentado a un lado de su almohada, mirándola a los ojos, esperando a que sus lamidas hubiesen funcionado y por fin ella se hubiese despertado. Y para su suerte, así fue. El gato se levantó al ver cómo ella abrió los ojos, se subió en su estómago y se acostó.
¿Me despertaste para tú poder dormirte?”
La pregunta de la chica fue respondida con un ronroneo, leve al comienzo, y cuando la chica dejó de hablar, tan intenso que podía escucharlo.
Es hora de desayunar. Si al menos me hubieses traído mi desayuno antes de acostarte encima de mí no tendría problema. Pero no fue así.”
El gato sacó sus uñas y las enterró en el estómago de la chica repetidas veces, mientas éste aún ronroneaba intensamente, ella solo se quejó, sonrió, y comenzó a acariciar al gato.
Si no tuviese a mamá conmigo, tu serías quien me apapacharía durante las noches antes de irme a dormir.”
La niña volvió a cerrar los ojos, esperaba poder volverse a dormir. Y entonces, el ruido de la puerta del refrigerador abriéndose se escuchó retumbar por toda la casa. El gato de inmediato se levantó, bajó corriendo de la cama y salió de la habitación. Ella abrió los ojos, e hizo exactamente lo mismo que el gato: saltó de la cama y salió corriendo de la habitación.

Al bajar corriendo las escaleras logró escuchar varias veces a su madre regañar al gato, quien al parecer no dejaba de intentar beberse el vaso de leche de la niña.
¡Bájate de la mesa!”
Gritaba la madre, seguido de eso pasaban unos cuantos segundos, y de nuevo:
¡Que no!”

La niña llegó hasta el comedor, y ahí se encontró a su madre mirando al gato beber leche de un pequeño tazón que había en el suelo.
¿Volvió a ganar?”
La niña preguntó, limpiándose las legañas de los ojos.
Sí. El lado bueno es que ésta vez ya no logró beber de tu vaso.”
¿¡Ha bebido de mi vaso!?”
Su madre no supo qué responder, de inmediato puso un plato sobre la mesa, y se lo señaló a la niña.
Es de chocolate con un toque de canela. Y por ser tan buena niña te has ganado otra rebanada que te estará esperando justo cuando acabes la primera.”
¡Gracias!... -”
La niña corrió a la mesa, acariciando el rabo del gato mientras pasaba junto a él, se sentó frente a la mesa, y antes de llevarse la primera rebanada de pastel miró a su madre.
-… Aun si tengo otra rebanada de pastel luego de ésta, eso no quita el hecho de que me ocultaste que él había bebido de mi vaso antes.”
Luego de esto se metió la cuchara en la boca y saboreó el pastel como si hubiese sido la primera vez que lo probaba.
Supongo que no me perdonarás por eso...”
No.”
Le contestó la niña llevándose otra cucharada de pastel a la boca.

Pasaron varios minutos. El gato siguió tomando leche hasta que se la terminó, y una vez que su tazón estuvo vacío subió a la mesa y comenzó a tratar de tirar el vaso de leche de la niña, quien tuvo que bebérselo más rápido de lo normal para evitar un accidente.
La rebanada de pastel frente a ella terminó por desaparecer; su madre le entregó la segunda rebanada de pastel, y luego de hacerlo ésta salió de la habitación, desapareciendo de la vista de la pequeña.
La niña se comió una parte del pastel, bocado tras bocado saboreando el dulce sabor del mismo, y lo hizo hasta que el gato decidió pisar el pastel y salió corriendo de la habitación, dejando huellas de betún marcadas por todo el suelo. La niña miró el pastel, consideró seguir comiéndoselo, pero si dejaba al gato irse éste terminaría dejando sus pisadas por todos lados, y eso no haría a su padre feliz... o tal vez sí… No, no quería descubrirlo.

Salió del comedor siguiendo las huellas que había dejado el gato, y mientras trataba de pensar a donde exactamente éste había ido, un estruendo se escuchó venir desde una de las habitaciones de la casa.
Fue un ruido bastante sorpresivo, algo inesperado y que hizo saltar a la niña.
Retumbó por toda la casa, agitó las ventanas, y sacudió los estantes y muebles de todo el lugar.
-¿Qué pudo haber sido?- Se preguntó la niña mientras trataba de buscar el origen del ruido.
Y mientras recorría la casa, cruzando frente a la puerta que daba al estudio, ahí lo escuchó. Un murmuro, un susurro; alguien hablando tan bajo que apenas era audible.
La niña se acercó y miró a través de la pequeña apertura entre el marco de madera y la puerta, solo para encontrarse con un hombre parado en medio de la habitación. Al principio no entendió qué ocurría, y mucho menos lo hizo en cuanto vio a su madre tendida en el suelo justo sobre un enorme charco de algo.
No pudo identificar las razones aparentes por las cuales su madre se encontraba tendida en el suelo; no pudo establecer la conexión entre el hombre y lo que estaba pasando; no pudo relacionar el fuerte estruendo de antes con lo que ocurría en esa habitación. Y antes de si quiera poder comenzar a establecer un vínculo entre lo que ocurría y lo que veía, el hombre se dio la vuelta y mostró su rostro a la niña. Era su padre.
Éste tenía una enorme sonrisa en su rostro, que no expresaba alegría si no malicia; sus ojos estaban inyectados en sangre, y parecía como si algo hubiese entrado en él y lo hubiese cambiado por completo; tenía un aura maléfica alrededor de él, ya no parecía si quiera la misma persona.
Miró a la niña, y trató de parecer más amigable, pero en lugar de eso logró lo contrario: su rostro se deformó y ya ni si quiera una sonrisa era apreciable. Era un remolino de carne sumiéndose en el interior de su cabeza. Sus ojos estaban colocados en otras partes donde no les pertenecía, y aunque la carne y la piel se encimaba sobre ellos ambos seguían abiertos, mostrando las bien marcadas venas rojizas que había en ellos; su boca se había extendido aún más, y aquella sonrisa espeluznante había terminado por rodear por completo el rostro de aquella “persona”, o lo que aparentaba ser una persona.
Él, o eso, caminó hacia la niña quien para sorpresa de cualquiera, no mostraba señal alguna de estar asustada ante aquél ser, y de hecho, se encontraba totalmente absorbida en la escena frente a ella: su madre tendida en el suelo sobre un enorme charco de una sustancia extraña y una criatura andando ahí.
Por fin lo hice…”
La criatura susurró con una voz grave y metálica; probablemente se lo dijo a la niña, probablemente se lo dijo a él mismo.
“… Por fin podré descansar…”
La criatura susurró de nuevo, ésta vez ya no mirando hacia ningún lugar en particular, si no a la niña.
“… ¿Sabes cuál era su lugar favorito, no?”
Sí, el lago.”
Llévala ahí. Llévala lo más dentro posible que puedas. Ahoga el cuerpo en los recuerdos del pasado. Hazle saber que fue lo correcto y dale la oportunidad de descansar.”
Eso significa que…”
Que yo podré descansar al haber logrado hacer esto. Y ella podrá descansar cuando tú la lleves al lago y ahí la hundas.”
¿Quién eres?”
Soy tu padre.”
Contestó la criatura mirando hacia la puerta.
Tú no eres mi padre.”
Tal vez eso sea cierto. Tal vez ya no sea tu padre. Pero un día lo fui, o al menos eso creo haber sido… la memoria me falla… creo que debí de haberte avisado antes de que perdiese mis recuerdos.”
¿A dónde irás?”
A descansar. Y tu madre estará conmigo también. Seremos felices, y algún día tú podrás acompañarnos.”
Sigo sin creer que eres mi padre.”
Y no necesito que lo creas, solo que lo sepas…”
Y antes de poder continuar hablando con esa voz metálica, la criatura observó a la niña acercarse al cuerpo abriendo la puerta y entrando a la habitación por primera vez desde que la conversación había dado inicio.
¿Debo de llevarla al lago?”
La niña preguntó, mirando el cuerpo con mucho más detalle que antes, éste estaba cubierto de lo que ella concluyó era sangre. El vestido amarillo con blanco había sido teñido de un oscuro color rojizo, y un enorme agujero que había justo en el pecho del vestido atravesaba desde un extremo a otro, saliendo por la espalda. El charco que había en el suelo, al igual que antes, concluyó que era sangre, y cuando se dio cuenta de que sus pies descalzos se habían empapado ya era demasiado tarde como para poder hacer algo.
Sí, sólo así podrá descansar.”
Y con estas palabras, la niña tomó de las manos a su madre y la comenzó a jalar hacia la puerta, dejando detrás un rastro de sangre. Para cuando estuvo parada ahí, miró hacia todos lados esperando poder encontrarse con esa criatura que aparentaba ser su padre, solo para percatarse de que se encontraba completamente sola. Dejó de pensar en ello y comenzó a jalar de nuevo el cuerpo sin vida de su madre, finalmente terminando por salir de aquella habitación, una vez más, dejando un rastro de sangre detrás de ella.
No tardó mucho en terminar afuera de la casa, había jalado el cuerpo desde aquella habitación, lo había arrastrado por el comedor, por la sala de estar, y por un dormitorio, y por fin lo había terminado por llevar hasta fuera de la casa, donde decidió dejarlo en el suelo justo sobre un pequeño manto de flores.
Miró hacia el lago, la luna se reflejaba sobre la superficie cristalina del agua, y parecía como si debajo de ésta hubiese otra luna brillando con gran intensidad.
Miró detrás de ella, y se encontró con la casa donde había pasado toda su vida; donde había crecido; donde había creado todos sus recuerdos y memorias; donde tuvo su vida con sus padres, y donde vio la vida de ambos llegar a su fin.
Aquél lugar que nunca olvidaría, aquél lugar que nunca perdonaría; aquél lugar de donde no escaparía, pero aquél lugar a donde no regresaría.
Su atención regresó, y recordó lo que tenía qué hacer: llevar al cuerpo de su madre hasta el lugar más profundo del lago.
De inmediato se agachó y tomó las manos de su madre, la alzó un poco y comenzó, una vez más, a arrastrarla. Aunque ésta vez ya no fue un rastro de sangre lo que dejaba atrás, sino un rastro de lodo y tierra.
Caminó y caminó durante varios segundos, sintiendo que la distancia entre la puerta de la casa y la orilla del lago era kilométrica, y que nunca llegaría a su destino, pero, luego de quejarse mentalmente de lo cansada que estaba y de lo idiota que había sido su padre al no haberla matado frente a la orilla del lago, por fin llegó, sus pies tocaron el agua helada, y su vista se oscureció.

Cuando su mente regresó, la joven se encontraba parada justo a la orilla del lago. Sus tenis estaban llenándose de agua fría y helada, y cuando ella se dio cuenta de esto de inmediato se preguntó si todo lo que había visto había sido un sueño o realmente ella lo había vivido.
Miró hacia adelante, y se encontró con el reflejo de la luna en la superficie cristalina del agua del lago, y justo en donde la luna se reflejaba, ahí estaba parada la anciana, con sus bellos cabellos plateados agitándose con la brisa del viento.
¿¡Qué está haciendo!?”
Le preguntó la chica mientras miraba cómo la anciana se hundía en el agua, dejando solo al descubierto su cuello para arriba.
Supongo que has encontrado mi baúl…”
¡Sí, lo hice, ¿qué tiene que ver eso con esto, qué se supone que piensa lograr hacer con ésto?!”
¿Recuerdas cómo te dije que no me gustaría ahogarme en mis recuerdos? Sigue siendo cierto. Por eso todos mis recuerdos están en ese baúl. Para que no terminen ahogándome.”
Sus recuerdos, ¿eran esas objetos frágiles de los que hablaba, aquellos que tanto deseaba proteger?”
Y, ¿recuerdas cómo hice énfasis en que no me gustaría ahogarme en MIS recuerdos? Pues no me gustaría ahogarme en mis recuerdos, pero si me gustaría ahogarme en los recuerdos de alguien.”
La joven dio unos cuantos pasos, dándose cuenta de que el agua ahora le llegaba hasta los tobillos. Nunca sería capaz de volver a usar ese par de tenis.
Una cosa es ahogarse en recuerdos de forma figurada, y otra es ahogarse literalmente en agua.”
¿Agua? Sí, tal vez tengas razón. Tal vez sea agua.”
Vamos, venga de regreso a la casa, tiene que darle al menos un nombre al oso o éste se sentirá muy mal.”
No puedo, tengo que ir a buscarla.”
¿Buscar a quién?”
A nuestra madre. ¿Es que acaso no recuerdas cómo fuiste tú quien la sacó de la casa y la llevó arrastrando hasta la costa del lago, para poder dejarla descansar por el resto de la eternidad, en aquél lugar al que ella tanto amaba?”
¡Esos no fueron mis recuerdos, fueron los suyos! No tan tonta. Usted fue quien trajo el cuerpo de su madre hasta aquí y luego lo hundió. Vamos, deje de jugar y regresemos a la casa, el oso la está esperando.”
Fluffy”
La mujer susurró. La chica, de alguna forma u otra logró escuchar que la mujer había dicho algo, pero al no comprender lo que había dicho de inmediato la cuestionó.
¿¡Qué fue lo que dijo!?”
¡El nombre del oso, es Fluffy!”
La anciana comienza a salir del agua, dejando su pesado cabello golpear su desnuda espalda. Da unos cuantos pasos, y la chica la detiene.
¿Dónde está su ropa?”
La chica de inmediato notó que la anciana estaba completamente desnuda. El contorno de su cuerpo la delataba por completo.
La arrojé.”
Contestó la anciana indiferente.
¿Realmente se había tomado en serio eso de ahogarse verdad?”
Mi madre está ahí abajo, solo quería estar de vuelta con ella.”
Sabe, hagamos algo. Cuando usted muera yo me encargaré de llevarla de vuelta con su madre. Arrojaré en él todos sus recuerdos, y la dejaré junto a su madre descansando por el resto de la eternidad a un lado de ella.”
No es buen visto desde ningún punto de vista el decirle a un anciano que se va a morir.”
Pues si sigue comiendo pastel y únicamente pastel, eso finalmente terminará ocurriendo, quiera o no… ¿acaso me escuchó?”
La anciana había estado contemplando el cielo nocturno, dejando a la joven hablando sola. Cuando ésta habló más fuerte de inmediato la atención de la anciana regresó a la joven.
¿Lo siento? Estaba pensando en la rebanada de pastel que comería ésta noche.”
No importa…”
La joven se dio la vuelta y comenzó a caminar, escuchando detrás de ella los pasos de la anciana.
“… Sabe, dejemos las cosas así por el momento. Regresemos a la casa, se pondrá ropa, y una vez hecho eso podrá pasar el rato con “Fluffy”. Por cierto, ¿de dónde sacó ese nombre?”
La mujer salió por completo del lago, y la chica lo supo de inmediato luego de que dejó de escuchar el agua siendo salpicada mientras la anciana caminaba. No quiso mirar hacia atrás sabiendo que se encontraría con el cuerpo desnudo de ella, algo que la hizo sonrojarse.

 “Si realmente quieres saberlo, cuando entremos a la casa, lleva el baúl a la habitación; lleva un par de rebanadas y un par de vasos de leche y ponlos sobre la mesa; acomoda a Fluffy sobre la cama y, una vez que termines de hacer eso, ¿podrías ir a conseguirme un cambio de ropa? La que arrojé al lago era la única muda que me quedaba...”


FIN
...


Y el final alternativo para no dejarlo afuera; tal vez sea hasta mejor que el final original que le di a la historia... Quien sabe.

Final Alternativo

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