Historia original:
Objetos Frágiles
"Final alternativo para la historia "Objetos frágiles".
Un final más "completo" y que cierra algunos cabos sueltos."
“Haré
eso. Pero a cambio tendrá que responderme otra pregunta. ¿Qué se
supone que hace con las vajillas como para necesitar comprar más
cada semana?”
“Eso
jovencita, es otra historia para otro momento… A menos claro que
estés tú dispuesta a decirme la razón por la cual me comenzaste a
hablar.”
“Lo
hice, más de una vez..”
Contestó
la chica mientras caminaba varios pasos adelante de la anciana.
“¿En
serio?”
“¡Sí!,
¡Incluso me hizo repetirlo!”
La
joven se dio la vuelta, y ahí la encontró, a la anciana
completamente desnuda y además empapada, con su larga melena
plateada siendo sacudida por el viento. Ella de inmediato se sonrojó
y se dio la vuelta.
“Supongo
que estaba distraída… por cierto, ¿podría saber tu nombre?”
“Creo
que sí… no veo porqué no…-”
La
chica contestó, tratando de retomar la postura luego de haber el
cuerpo desnudo de la anciana.
“-Alison,
mucho gusto.”
La
chica se dio la vuelta y le extendió la mano a la anciana, tratando
de actuar de la misma forma que la anciana, quien era indiferente
ante su “situación.”
“¿Alison...?
Es muy bonito ese nombre… se parece mucho al de mi madre.”
La
anciana no le extendió la mano, cruzó los brazos sobre sus pechos,
y miró hacia el cielo. La chica retrajo su brazo y continuó mirando
a la anciana, tratando de no desviar la mirada a otras partes de su
cuerpo.
“¿Puedo
saber cuál es su nombre?
La
anciana trató de responder, pero antes de hacerlo su voz se cortó,
como si algo la hubiese detenido al instante. Mantuvo la mirada en el
cielo, observando el cielo estrellado que hacía de techo en aquella
noche; y, mientras la chica trataba de entender qué pudo haber
causado que la anciana dejase de hablar, observó como unas cuantas
lágrimas habían empezado a correr por sus mejillas.
Ella trataba de evitar que la joven la viese llorar, pero, al final, en cuanto comenzó a limpiarse las lágrimas usando sus dos manos, simplemente no puedo aguantarlo más y miró a la chica con una enorme sonrisa en su rostro.
Ella trataba de evitar que la joven la viese llorar, pero, al final, en cuanto comenzó a limpiarse las lágrimas usando sus dos manos, simplemente no puedo aguantarlo más y miró a la chica con una enorme sonrisa en su rostro.
“Madison…
mi nombre es Madison… y el nombre de mi madre era Alison, justo
como el tuyo...”
“¡¡Espera!!,
¿la chica era la madre de la anciana?”
“No
lo sé. Supongo que sí, tal vez no. Los únicos que podría
responder a esa pregunta serían tanto la joven como la anciana.”
“¿Acaso
no me piensas contar el final?”
“Ese
fue el final.”
“Tus
historias son horribles. Prefiero que mamá me las cuente.”
“Pero
mamá no está aquí. Así que tendrás que aguantar mis historias
hasta que ella venga.”
“Trato
hecho. Pero quiero una rebanada de pastel mientras espero.”
“Ese
no es un trato. ¡Yo no gano nada!”
“Me
quedaré callada y no te molestaré.”
“Mejor
te sigo contando mis historias, de igual forma no hablarás.”
“¡Eso
no es justo!”
La
pequeña miró con enojo a su padre mientras se encontraba recostada
en su cama, éste solo sonrió, y antes de poderle responder alguien
llamó a la puerta. De inmediato él se levantó y salió de la
habitación.
“Cuando
regrese, te prometo que te contaré una mejor historia, te lo
prometo.”
Le
dijo él a su hija deteniéndose en la puerta antes de continuar
caminando.
“¡Eso
ya lo veremos!”
Bajó
por las escaleras a paso apresurado, tratando de llegar lo más
rápido posible hasta la puerta de la casa. Tropezó una vez con un
tazón que había en el suelo, y cuando lo hizo de inmediato el ruido
atrajo a un pequeño gato hasta donde él se encontraba.
“Contesto
la puerta y regreso a darte algo de leche.”
El
hombre le dijo al gato, acariciando su lomo haciendo que éste alzara
la cola.
Continuó
caminando hacia la puerta, y cuando estuvo parada frente a ésta
sintió una extraña sensación recorriendo todo su cuerpo: sus manos
se helaron, su piel se erizó, y sintió un extraño cosquilleo en su
nuca. No le dio importancia, colocó su mano en la perilla de la
puerta y la abrió. Cuál fue su sorpresa cuando, parada frente a la
puerta, se encontraba una joven sujetando en sus brazos un oso de
peluche.
“Vaya,
pero mira cuanto has crecido.”
“Y
mírese usted, cuantas arrugas y canas no le han salido ya.”
“Sigues
siendo la misma de antes. Supongo que todo ha ido bien.”
“Sí,
así es. Aunque aún sigo algo confusa por la revelación que me hizo
hace ya varios años atrás.”
“Siempre
es lo mismo, tanto contigo como con Madison. Pero, es lo mejor para
ambas.”
“Supongo
que si. Creo que es mejor saber la razón por la cual hacemos ésto
que tener que actuar a ciegas como una vez lo hicimos.”
“Cierto.
Y bueno, ¿Qué te trae por aquí; es que acaso ya es ese día del
año?”
“Sí.
Por fin llegó ese día tan esperado por todos.”
“Supongo
que debo de llamarla...”
“Si
es posible claro, si no podría esperar a su madre y darle el peluche
a ella. Aunque creo que sería algo extraño.”
“No
del todo.”
“¿Es
que acaso ella lo sabe?”
“Sí.
Pero no sabe que será ella misma quien se de el oso de felpa. El
mismo oso que su abuela un día le entregó, y quien fue su antecesor
quien se lo heredó.”
“Me
pregunto cómo es que han mantenido este mismo peluche en el mercado
durante tanto tiempo.”
“¿Le
das mas importancia al saber cómo es que un oso a podido ser vendido
que al hecho de que nosotros llevamos haciendo lo mismo durante tanto
tiempo?
“Uh…
¡Madison, tengo un regalo para ti!”
La
joven gritó por encima del hombro del sujeto, éste solo sonrió y
miró hacia la chica quien dio unos cuantos pasos hacia atrás y
esperó a que la pequeña niña llegara hasta donde se encontraba.
“Nunca
cambiarás no importa cuantos años hayan pasado.”
“Y
tú sí. Mira ya cuantas arrugas tienes...”
Tanto
el hombre como la chica comenzaron a reírse, y cada vez que sus
miradas se topaban un extraño brillo aparecía.
La
niña bajó corriendo las escaleras luego de escuchar aquella voz
femenina, y cuando se topó con la escena en donde su padre y una
joven se encontraban riendo simplemente se congeló y no supo qué
decir.
“Oh
mira. Ya está aquí-”
Dijo
el hombre, percatándose de la presencia de su hija.
“-Madison,
ella es Alison. Alison, ella es Madison…- ”
Por
un segundo ambas se contemplaron.
Madre
e hija. Hija y madre.
Él
esperaba a que ambas se saludaran e hicieran algo más que verse la
una a la otra, pero eso no ocurrió.
“-No
sean tímidas. Dense un abrazo o algo así.”
Él
jaló a la joven hasta donde se encontraba la niña, y una vez que
estuvieron paradas una frente a la otra, sin que él tuviese que
hacer algo mas, la joven se tiró al suelo y la niña la abrazó.
“Perfecto.
Ahora dale el peluche.”
“Sé
lo que tengo que hacer. No me apresures.”
La
joven rompió el abrazo, la niña seguía sin poder hablar, y
únicamente contemplaba a la joven.
“Te
daré éste peluche, pero solo si me prometes hacer algo por mí.”
“¿Q-qué
sería?”
La
niña con la voz quebrada y tratando de no romperse en llanto
contestó.
“Me
gustaría saber que era lo que hacías con las vajillas que siempre
tenías que ir a comprar más.”
“Tengo
ocho años, mi padre es quien se encarga de esas cosas, no yo.”
“¿Alguna
idea de qué hacía con las vajillas?
La
joven miró al hombre, quien solo sonrió.
“¿Sigues
tan obsesionada con eso?”
“Y
lo estaré hasta que o tu me contestes o ella lo haga. Lo que ocurra
primero.”
La
joven contestó, sujetando todavía en sus brazos al enorme oso de
felpa, al cual la pequeña niña no dejaba de observar.
“¿No
sigues interesada en saber qué hay en el ático?”
“Ya
no, no desde que comencé a ver como incluso el segundo piso comenzó
a llenarse de tantos recuerdos. ¿Cuántas veces no le haz dado ya
esa figurilla de cristal?; ¿cuántas veces no me haz dado a mí
también esa misma figurilla?”
“Sí,
han sido muchas veces. ¿Pero y qué? A ambas les sigue gustando, y
no tengo problema alguno para poder hacer una nueva de ellas cuando
llega el momento, y además, sigo disfrutándolo como si fuese la
primera vez que lo hago...”
La
joven y el hombre se habían perdido tanto en su conversación que
habían olvidado a la niña, quien seguía parada ahí frente a la
joven, aún viendo al oso de peluche que la chica sujetaba.
“¿Podría
escuchar una historia tuya y como recompensa recibir al oso de
peluche?”
La
pequeña habló, mirando a la joven directamente a los ojos. Por un
momento la chica pensó “-¿Acaso está insinuando que mis
historias son tan malas como las de él?-”, y estando a punto de
contestarle casi gritando, se dio cuenta de que no sería lo mejor
que podía hacer, se calmó, y la miró a los ojos.
“No
me sé muchas historias…”
Fue
lo único que pudo decir. La niña de inmediato se desanimó y bajó
la mirada al piso, y de inmediato la joven notó lo que había hecho
y trató de remediar lo que había causado.
“Uh…
pero… uh… tal vez… ¡Ya sé! Te contaré la historia de mi
vida.”
La
niña de inmediato alzó la mirada y en su rostro apareció una
sonrisa llena de felicidad.
“Esa
ya se la conté muchas veces.”
Y
tan pronto como la joven terminó de hablar, el hombre se hincó a un
lado de la niña y dijo lo anterior, haciendo que en la chica una
mueca de frustración apareciese.
“Eres
un aguafiestas…”
“… Supongo
que contaré tu historia.”
Dijo
la joven, apuntando a la niña.
“También
ya se la narré.”
Contestó
de inmediato el hombre.
“No
se puede hacer nada sin que tu llegues y lo arruines todo.”
“Se
supone que ese es mi trabajo como padre de ambas.”
“Está
bien. Madison, te daré éste oso de peluche si logras aguantar otra
de sus historias. Y, como recompensa para ambas, podremos tener dos
rebanadas de pastel.”
Dijo
la chica mirando a la niña, una vez que terminó de hablar, la
sonrisa de antes que tenía la pequeña se había hecho incluso mas
grande, y un brillo en sus ojos había aparecido.
“No
es suficiente esa recompensa para ti. Mira lo que conseguí.”
El
hombre se alejó de ambas, y cuando regresó éste sujetaba en sus
manos un pequeño gatito hecho de lana, que tenía como peculiaridad
el hecho de que olía a canela. La chica de inmediato se levantó del
suelo y miró lo que él sujetaba en sus manos.
“Espera
un momento… ¿Porqué nunca antes me habías dado éste obsequio?
¡Era el mismo que había encontrado en ese ático la primera vez!”
“No
fue la primera vez. Lo sabemos.”
“Entiendes
el punto.”
“Sí,
así es, entiendo lo que tratas de decir. Es lo mismo que la
situación de las vajillas, o la cajera que aún sigue en esa tienda
sin haber envejecido ni un año, o la situación de todos nosotros;
el cómo es que ésta casa se ha mantenido en pie; en cómo es que el
oso de peluche sigue siendo vendido en la misma tienda; en cómo es
que aquél gato sigue estando aquí con nosotros; y en cómo es que
te puede gustar un olor tan horrible como es el de la canela. Es
inexplicable.”
El
hombre se burló, sonriendo a la niña quien hizo lo mismo y soltó
una pequeña carcajada. La joven solo se quedó callada, le quitó de
las manos la pequeña manualidad y de inmediato comenzó a admirarla,
aún sujetando con una de sus manos al oso.
“¿Qué
era?”
Preguntó
la niña.
“Un
gatito de lana.”
“¡Es
el que yo hice una vez en la escuela!”
Dijo
de inmediato la pequeña en cuanto pudo ver con detalle el pequeño
obsequio que su padre le había dado a la chica.
“Sí,
así es. Es idéntico al gatito que tenemos, ¿no es así?”
“Sí.
Lo hice igual a él.”
“¡Lo
sabía!”
El
hombre actuó sorprendido, tratando de hacer aún más feliz a su
hija, quien no paraba de sonreír.
“Pero
espera papá. Se lo has dado cuando ni si quiera nos has contado la
historia.”
“¡Es
cierto, casi se me olvidaba! Vamos los tres...”
El
gato se apareció detrás de ellos, maullando y captando la atención
de los tres.
“… Bien,
los cuatro. Vayamos a la habitación y comencemos de una vez con
ésto.”
La
joven dejó de observar al pequeño gatito de lana, miró a la niña,
y sonrió.
“Gracias.
Lo aprecio mucho. Ten, para que no sea la única con un obsequio.”
Ella
le entregó el oso de peluche a la niña, quien de inmediato lo
sujetó entre sus brazos y lo abrazó, recargando su cabeza en la del
oso.
Los
tres comenzaron a caminar hacia la habitación de la pequeña. El
hombre cargaba en sus brazos al gato quien no paraba de ronronear; la
joven admiraba al pequeño gatito de lana que tenía en sus manos; y
la niña seguía sujetando con gran fuerza al oso de peluche que le
había regalado la joven. Los tres llevaban algo en las manos, y no
lo soltaron incluso hasta cuando estuvieron en la habitación.
La
niña se acostó en su cama sujetando aún en sus brazos al oso de
peluche.
El
hombre cargaba al gato entre sus brazos, aún cuando él se había
sentado al pie de la cama para poder estar lo mas cerca de su hija.
Y
la joven llevaba en una de sus manos al pequeño gatito hecho de
lana, aún luego de haberse sentado en una silla justo frente a la
niña.
“Bien,
comencemos con la historia… A ésta la titulo “Objetos
frágiles”…”
FIN
FIN
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